Evolución Política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba
En el año 711, los musulmanes, procedentes del norte de África, aprovechando la crisis interna del reino visigodo, vencieron en Guadalete e invadieron la Península Ibérica. Esta pasó a ser una provincia más del Imperio Islámico llamada Al-Ándalus, con capital en Córdoba, regida por una serie de gobernadores. Esta situación cambió cuando, tras la revolución abasí, el último Omeya se refugió en Al-Ándalus y se proclamó emir bajo el nombre de Abderramán I (756).
El Emirato Independiente (756-929) fue una etapa de gran inestabilidad debido a las rebeliones internas entre árabes y bereberes, como la del año 740. Sin embargo, en etapas de mayor orden, se acometieron obras como la Mezquita de Córdoba. A partir del año 880, se desencadenó una grave crisis político-militar debido a cambios de alianzas, traiciones y tensiones sociales en ciudades como Toledo, Mérida o Badajoz.
La llegada al trono de Abderramán III (912-961) supuso el sometimiento de las tensiones y la separación del resto del imperio musulmán al proclamarse califa en el 929, iniciándose el Califato de Córdoba (929-1031) y la época de mayor esplendor:
- Económico: por el auge del comercio y los tributos impuestos a los reinos cristianos.
- Político: gracias a la estabilidad interna.
- Cultural: durante el reinado de Al-Hakam II, quien mandó construir la biblioteca y la más suntuosa ampliación de la Mezquita de Córdoba.
- Militar: durante la actuación de Almanzor en nombre de Hixam II, con victorias sobre los cristianos.
Al morir Almanzor en 1002, se sucedieron una serie de rebeliones que desembocaron en la disgregación y extinción del Califato.
Conquista y Romanización: La Pervivencia del Legado Cultural Romano en la Cultura Hispánica
Se entiende por romanización el proceso de asimilación cultural de los modos de vida romanos por parte de los pueblos indígenas. Los principales focos de romanización fueron las ciudades; sus principales difusores, los soldados y los comerciantes; y los medios para llevarla a cabo fueron: la lengua, el derecho romano, la religión, las construcciones monumentales y las calzadas.
El latín se impuso primero en las ciudades y, más tarde, en las zonas rurales, donde se mezcló con las lenguas autóctonas, apareciendo el latín vulgar, del que derivan las lenguas romances. En Hispania nacieron filósofos y literatos como Séneca, Lucano y Quintiliano. El derecho romano defendía los derechos del individuo, sobre todo el de propiedad. Se introdujo la religión romana, incluido el culto al emperador, pero los cultos locales no desaparecieron y penetraron otras religiones como el cristianismo o el culto a Mitra o Isis.
Se construyeron templos como el de Diana en Mérida, foros y teatros como los de Mérida y Sagunto, anfiteatros como los de Itálica y Tarragona, puentes como el de Alcántara, o pantanos y acueductos como los de Segovia y Mérida. Las calzadas, construidas por el ejército, unían ciudades y eran vías de comercio y transporte; las rutas principales eran la Vía de la Plata y la Vía Augusta. Por último, otro elemento esencial es la ciudad como centro económico y político. Destacan ciudades como Hispalis, Tarraco o Emerita Augusta en la zona peninsular más romanizada, frente al resto, más rural.
Pueblos Prerromanos. Colonizaciones Históricas: Fenicios, Griegos y Cartagineses
Se denominan pueblos prerromanos a los pobladores que vivían en la Península Ibérica antes de la conquista romana.
- Los Tartesios: se establecieron durante el siglo VII a. C. en el oeste de Andalucía y sur de Portugal. Su principal fuente de riqueza era el comercio con metales como el estaño, el oro y la plata.
- Los Íberos: (turdetanos, layetanos, edetanos) ocupaban el litoral mediterráneo y alcanzaron su máximo nivel cultural durante los siglos V-III a. C., con una lengua propia, cerámica, ritos religiosos y funerarios en los que se aprecia influencia oriental, y ajuares con armas (falcata) que indican la existencia de una élite aristocrática y militar.
- Los Celtíberos: (vacceos, galaicos, lusitanos) vivían en el norte y en la meseta. Conocían la metalurgia del hierro, se agrupaban en tribus y construían poblados fortificados como los castros gallegos o Numancia.
Los fenicios llegaron durante el primer milenio a. C., procedentes del Mediterráneo oriental. Su actividad principal era el comercio de metales; desde sus factorías (Gadir o Málaca) comerciaban con los pueblos indígenas, sobre todo con los tartesios. Difundieron el hierro e importaron el torno, el alfabeto y la conserva en salazón.
Los griegos situaron sus colonias (Ampurias, fundada en el 600 a. C.) en las costas catalana y levantina. Su influencia en los pueblos ibéricos se aprecia en el arte, el cultivo de la vid y el olivo, y en la lengua.
Por último, los cartagineses fundaron en el siglo III a. C. Cartago Nova. Su objetivo era el comercio de metales (estaño) y su control de la Península Ibérica les llevó a enfrentarse con los romanos en las Guerras Púnicas entre el 264 y el 146 a. C.