La Monarquía Visigoda en la Península Ibérica
A partir del siglo III d.C. se inició la decadencia del Imperio Romano. En esta etapa fueron evidentes los siguientes rasgos:
- La crisis del sistema esclavista.
- La progresiva incapacidad de las autoridades imperiales para mantener el orden con sus ejércitos.
- La decadencia de algunos núcleos urbanos.
En el año 409, bandas de suevos, alanos y vándalos (pueblos bárbaros) penetraron en la península como aliados de alguno de los bandos romanos enfrentados entre sí. Los emperadores romanos intentaron contener la invasión recurriendo a la colaboración de otro pueblo bárbaro, los visigodos, que se asentaron en el sur de las Galias (Francia).
Etapas de la Monarquía Visigoda
En una primera etapa, los visigodos aprovecharon la división del Imperio Romano para entrar en la península.
En una segunda etapa, se creó el reino visigodo de Toledo (lo eligieron por su posición estratégica para controlar todo el territorio).
En una tercera etapa, el reino de Toledo consolidó su dominio total de la península. El principal impulsor de esta consolidación fue el rey Leovigildo.
Consolidación del Estado Visigodo
Para que el estado visigodo se consolidara, era necesario aglutinar a los hispanorromanos y visigodos en torno a una monarquía fuerte. Más de la mitad de los reyes visigodos fueron derrocados o asesinados. Algunos monarcas intentaron, sin éxito, convertir el reino visigodo en una monarquía hereditaria.
En el IV Concilio de Toledo (633) y tras la enésima revuelta nobiliaria se consagró el principio de la monarquía electiva: el sucesor del rey sería elegido de común acuerdo por los obispos y la alta nobleza y obligado a cumplir las leyes fundamentales del reino.
El último intento por someter a la aristocracia y convertir a la iglesia en un órgano administrativo dócil fue protagonizado por Chindasvinto y su hijo Recesvinto con el fin de crear un estado centralizado y sacralizado, apoyado en una aristocracia fiel.
El Emirato y Califato de Córdoba
Abd al-Rahman I (emir independiente del califato de Bagdad) no consiguió conquistar toda la península, ya que en el norte se habían formado pequeños reinos cristianos a los que el Islam fue incapaz de someter.
A partir del año 879 fue evidente la crisis del poder central del emirato de Córdoba: se produjeron numerosas revueltas locales y reivindicaciones continuas de independencia, especialmente durante los procesos de sucesión del emir o aprovechando la debilidad del gobierno de Córdoba.
Características de los Conflictos
Estos conflictos presentaban los siguientes rasgos:
- Tenían un carácter urbano.
- A estas revueltas se incorporaron nuevos grupos sociales como los muladíes (cristianos conversos).
- También participaron en estos conflictos los mozárabes (cristianos no convertidos al Islam).
Uno de los principales focos de rebelión fue el Valle del Ebro donde se había establecido una influyente familia muladí, los Banu Qasi, muy poderosos, sobre todo en Tudela y Zaragoza.
El Califato de Córdoba
En esta situación de inestabilidad, el emir Abd al-Rahman III se proclamó califa en Córdoba, en el año 929, lo que significaba que pasaba a ser líder político y religioso en el ámbito interno de Al-Andalus. Pretendía lograr que la cultura andalusí liderara el mundo árabe e islámico.
Promovió un renacimiento artístico e intelectual que continuó su hijo y sucesor Al-Hakam II. Abd al-Rahman III afirmaba la ortodoxia religiosa frente a otro estado, los chiitas.
Tras la muerte de Al-Hakam II fue nombrado califa, Almanzor, que tras su muerte en 1002, uno de sus hijos pretendió ser nombrado califa. Como consecuencia, en el año 1009 estalló una revolución en Córdoba, durante la que los amiríes fueron asesinados.
Los Reinos de Taifas
En el año 1031 se inició la etapa de los reinos de taifas, que se distingue en 3 fases: primeras taifas (S. XI), segundas taifas (S. XII), y terceras taifas (S. XIII).
Las Primeras Taifas
Entre ellas cabe distinguir:
- Las controladas por los andalusíes locales (las tres marcas fronterizas, Sevilla y Córdoba).
- Las creadas por los bereberes recién llegados a la península, situadas en torno al estrecho de Gibraltar.
- Las dirigidas por esclavos, como la zona de Levante.
El desarrollo cultural, artístico y científico de las primeras taifas fue muy elevado; sin embargo, debido a su debilidad militar e inestabilidad política, tuvieron que pagar parias (tributos) a los reinos cristianos.
El Imperio Almorávide
En este proceso, el reyezuelo Al-Mutamid, para contener el avance cristiano, solicitó ayuda a los almorávides, un pueblo bereber del norte de África. Conquistaron todos los reinos de taifas entre los años 1090 y 1110, reunificando de algún modo Al-Andalus.
El imperio almorávide se presentaba como el restaurador del Islam tradicional y ortodoxo; practicaban la yihad o guerra santa contra los infieles.
Sin embargo, perdieron Zaragoza en 1118, se vieron obligados a aumentar los impuestos, y su celo en hacer cumplir la ortodoxia islámica les restó popularidad. Fueron atacados por otro movimiento religioso bereber, el de los almohades, que provocó la aparición de las segundas taifas.
Las Segundas Taifas (1145-1147)
El líder de los almohades fue nombrado califa. Les costó bastante suplantar a los almorávides y someter las taifas peninsulares. Establecieron su capital en Sevilla.
Fueron incapaces de frenar los avances cristianos y sufrieron una derrota en la batalla de las Navas de Tolosa (1212) que significó el fin del califato almohade en Al-Andalus.
Las Terceras Taifas
Fueron sometidas a lo largo del siglo XIII por los reyes de Castilla y Aragón. Otros pueblos intentaron de nuevo el asalto a la península; este fue el caso de los benimerines (también bereberes).
El Reino de Granada
El único estado heredero de Al-Andalus que perduró fue el reino de Granada, que logró sobrevivir hasta 1492. Constituyó un reino rico con una elevada densidad de población, recibió el legado cultural de las taifas y alcanzó altas cotas intelectuales y artísticas.
Castilla inició en 1482 una campaña militar contra Granada; en diez años cayeron las ciudades musulmanas una tras otra.