Historia de la Península Ibérica: De los Visigodos a los Reinos de Taifas

La Península Ibérica en la Alta Edad Media: Visigodos y Al-Ándalus

Las Invasiones Bárbaras y el Reino Visigodo

Aprovechando la debilidad del Imperio Romano, los pueblos germánicos suevos, vándalos y alanos penetraron en la Península Ibérica. Se extendieron por la Gallaecia (suevos), la Bética (vándalos) y el centro (alanos). Los visigodos, como confederados de Roma, acudieron a dominarlos y expulsarlos. Posteriormente, se instalaron en el sur de Francia. Tras la caída del Imperio Romano y cediendo al empuje de los francos, cruzaron los Pirineos y se instalaron definitivamente en Hispania.

El estado visigodo fue el primero independiente y unificado de la Península Ibérica. El rey Leovigildo dominó a los suevos de la Gallaecia y estableció la capital en Toledo, en el siglo VI. Con Recaredo se impuso la religión católica sobre la doctrina arriana. A partir de Recesvinto, el reino se rigió por un código conjunto para romanos y visigodos: el Liber Iudiciorum.

Instituciones del Reino Visigodo

  • La monarquía electiva: Este sistema provocó enfrentamientos entre los nobles y fue motivo de constante debilidad en el reino, hasta el punto de provocar indirectamente su caída por la lucha entre Don Rodrigo y los sucesores de Witiza.
  • El Aula Regia: Asamblea de altos cargos militares y administrativos que asesoraban al monarca. Progresivamente se fueron incorporando obispos de origen hispanorromano.
  • Los Concilios de Toledo: Reunión conjunta de nobles y obispos que decidían sobre temas tanto religiosos como civiles. La iglesia ganó progresivamente influencia social, legitimando a los reyes y participando de la vida política. El obispado de Toledo se convirtió en el más importante de todos los peninsulares.

La división provincial fue, en esencia, la misma que con Roma. Al frente de la provincia estaba el dux, y se dividían en distritos dirigidos por un conde. Los visigodos eran una minoría frente a los hispanorromanos, a quienes se fueron asimilando lentamente a través de los matrimonios mixtos y la unificación religiosa y jurídica.

Su cultura tuvo influencias germánicas e hispanorromanas, fue de ámbito rural y estuvo muy centrada en las esferas eclesiásticas. Su siglo de mayor esplendor fue el VII, destacando la figura de San Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías. La entrada de los musulmanes en el año 711 terminó con el reino.

Evolución Política de Al-Ándalus: Conquista, Emirato y Califato de Córdoba

En el año 711, la familia Witiza pidió ayuda a los musulmanes en su lucha contra Don Rodrigo, último rey visigodo. Vencido el rey en la batalla de Guadalete, dos contingentes musulmanes al mando de Tarik y de Muza se anexionaron la península rápidamente. La población hispanovisigoda no ofreció resistencia y capituló con las fuerzas invasoras.

Se fundó el Emirato Dependiente de Damasco, donde se desataron conflictos entre la población bereber y la árabe que formaban el ejército musulmán, fundamentalmente por el sistema del reparto de tierras. En 756, el príncipe omeya Abderramán se independizó del Califato de Bagdad y fundó el Emirato Independiente. Se produjo una intensa arabización de la península.

En el siglo X (910), Abderramán III controló las luchas internas y se proclamó Califa, independizándose desde el punto de vista religioso del resto del Imperio musulmán y fundando el Califato de Córdoba. Al-Ándalus llegó al momento de máximo esplendor político y económico. El Califa centralizó el Estado, se apoyó en un ejército poderoso y controló las fronteras y a los reinos cristianos del norte, a los que sometió a pago de impuestos (parias). Abderramán III fundó, además, una nueva capital: Medina Azahara.

Los tres primeros califas fueron Abderramán III, Al-Haken y Hixen II. Al-Haken amparó un importante esplendor artístico y cultural, pero con Hixen II se inició la decadencia, pues, al ser menor de edad, se ocupó del gobierno su visir Almanzor. Este inició una política muy agresiva contra los cristianos y saqueó Barcelona y Santiago de Compostela. Su muerte desencadenó una guerra civil que acabó con el Califato de Córdoba a comienzos del siglo XI (1031).

Al-Ándalus en el Siglo XI: Reinos de Taifas e Imperios Norteafricanos

El Califato de Córdoba inició su crisis final durante el periodo de Hixen II a comienzos del siglo XI. El Califa subió al trono siendo menor de edad y, por ello, se ocupó del gobierno el visir Almanzor. Almanzor inició una política muy agresiva contra los cristianos del norte, realizando incursiones guerreras y saqueando ciudades como Santiago de Compostela o Barcelona. Tras su muerte, se desató la guerra civil entre sus hijos, que reclamaban el trono, y los sucesores de los califas legítimos.

Tras casi treinta años de una devastadora guerra, la fitna, el Califato de Córdoba se dividió en reinos independientes y se inició el periodo de los Reinos Taifas (1031). Las taifas se enfrentaron unas contra otras y se debilitaron mutuamente frente a los cristianos, que aprovecharon para avanzar en la Reconquista.

Llamaron en su ayuda a un pueblo norteafricano, los almorávides, que en el siglo XI unificaron de nuevo Al-Ándalus. Pero el poder almorávide se desmoronó frente a un nuevo imperio: el Almohade. Los almohades entraron en la península en el siglo XII, poniendo la capital en Sevilla y frenando a los cristianos en su avance hacia el sur en la batalla de Alarcos contra Castilla.

Ante el grave peligro que suponían, se unieron todos los reinos cristianos contra ellos (menos el de León) y el Papa convocó cruzada, por lo que caballeros europeos acudieron a luchar al mando de Alfonso VIII de Castilla. Los almohades fueron derrotados en el año 1212 en la batalla de las Navas de Tolosa, lo que supuso el hundimiento de su imperio y la definitiva supremacía de los cristianos en la Península Ibérica.

Después de la batalla cayeron todas las Taifas excepto la de Granada, que se convirtió en el Reino Nazarí, y que pervivió hasta que los Reyes Católicos conquistaron su capital en 1492. A pesar de la decadencia política, muchas de las taifas fueron enormemente ricas y Al-Ándalus vivió durante este periodo un renacer cultural extraordinario, con destacadas figuras como Averroes o Maimónides. A pesar incluso de que los almorávides, y sobre todo los almohades, impusieron un férreo control de la ortodoxia musulmana.

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