Historia de la Península Ibérica: Desde la Hominización hasta la Ilustración

El Proceso de Hominización en la Península Ibérica

El proceso de hominización se inició en África. De allí salió hace 1,5 millones de años la especie homo ergaster («hombre trabajador») que se extendió por Oriente Próximo, Asia y Europa. En la Gran Dolina de la sierra de Atapuerca (Burgos) se hallaron en 1994 los restos fósiles más antiguos de Europa (de hace unos 800.000 años). Se trataba de cráneos y mandíbulas de seis individuos (dos adultos y cuatro niños) pertenecientes a una nueva especie del género Homo, el homo antecessor («hombre pionero” o “el que antecede a los demás»). Eran altos y fuertes, se alimentaban de la recolección, el carroñeo, la caza y la pesca (canibalismo); entre sus utensilios destacan las bifaces toscamente talladas.

Homo Heidelbergensis y Homo Sapiens

En la Sima de los Huesos del yacimiento de Atapuerca se han encontrado esqueletos completos de 32 individuos de hace unos 300.000 años, clasificados como homo heidelbergensis, antecesores del homo neanderthalensis que poblaría la Península durante el Paleolítico Medio (100.000-35.000 a. C.). Era muy robusto, conocía el fuego, hacía útiles elaborados (bifaces, percutores, raederas, etc.) y enterraba a los muertos. Se extinguió hace unos 35.000 años por causas desconocidas. Se han hallado restos en Santander (Cueva Morín), Granada, Málaga y recientemente en Gibraltar, los que quizá sean los últimos neandertales.

En el Paleolítico Superior surgió el homo sapiens o de Cro-Magnon, nueva especie de procedencia africana con rasgos físicos semejantes a los actuales. Llegó a la Península hace unos 35.000 años y convivió con el Neanderthal. Era capaz de fabricar utensilios de menor tamaño y más elaborados, tanto en piedra como en hueso. En este período destacan la realización de pinturas rupestres, de carácter mágico-religioso, en la zona cantábrica (Altamira, Tito Bustillo).

Pueblos Prerromanos y Colonizaciones

Durante el primer milenio a. C. se desarrolló en Andalucía occidental y sur de Portugal la cultura Tartésica que alcanzó gran desarrollo económico y social; pero a partir del siglo VI a. C. entró en decadencia, de modo que en vísperas de la conquista romana (siglo III a.C.), encontramos dos áreas:

  • Área celtíbera: (norte, centro y oeste de la península). Los pueblos indígenas se habían fusionado con los invasores celtas; los del norte (Astures, vascones, cántabros y galaicos) estaban menos desarrollados que los del centro y el oeste (Vettones, lusitanos, Arevacos, Vacceos, Pelendones…) pero, en general, su economía se basaba en la agricultura y la ganadería, con estructuras sociales basadas en el parentesco.
  • Área ibérica: (sur y levante). (Layetanos, lacetanos, Edetanos, Oretanos, Bastetanos, Turdetanos…). Estaba muy influenciada por los pueblos colonizadores. Desarrollaron una economía activa, conocían la moneda, usaban una lengua aún no descifrada y su división política era de tipo estatal.

Fenicios y griegos: llegaron a la península ibérica atraídos por su riqueza, sobre todo en metales, fundando colonias con la intención de comerciar, especialmente con Tartesos.

Los fenicios establecieron enclaves comerciales por el sur del Mediterráneo, siendo Gadir (Cádiz) la colonia más antigua (hacia el 800 a.C.), siguieron otras como Malaka, Sexi o Abdera.

La fundación de Massalia (Marsella) constituyó el punto de partida para establecer colonias griegas en la costa este de la Península como Rhode (Rosas), Emporion (Ampurias), fundada hacia el 600 a.C. o Hemeroskopeion (Denia). La influencia griega sobre las tribus iberas es patente en el arte y en la lengua de estos pueblos.

Cartagineses: A partir del siglo IV a. C., Cartago comenzó a controlar el comercio mediterráneo, sustituyendo a los fenicios e instalando factorías y enclaves estratégicos, destacando la colonia de Ebusus (Ibiza). Aunque dejaron su influencia en la cultura ibérica, su política de colonización era hostil, con la ocupación militar del sur y sudeste de la península, lo que condujo al enfrentamiento con Roma.

Conquista y Romanización

La conquista romana de la Península alternó etapas de grandes avances con periodos de estabilización: los romanos ocuparon el sur y el levante peninsular durante la Segunda Guerra Púnica (218-201 a.C.). A partir de entonces, y hasta el año 154 a.C., Roma se orientó más a la consolidación de los territorios ya ocupados y a reprimir revueltas indígenas. En el año 154 a.C. comenzaron las guerras contra celtíberos y lusitanos, que veían con hostilidad el modelo de civilización romana. Finalizadas las luchas y conquistados el centro y el oeste (hacia el 133 a. C. y hasta el 29 a.C.), hubo escasa incorporación de territorios, trasladándose a la península las disputas entre los bandos de las guerras civiles del final de la República.

Finalmente, entre los años 29 y 19 a.C., y dirigidas por Augusto, tuvieron lugar las luchas contra cántabros y astures. La victoria de Roma intensificó el proceso de romanización, es decir, la asimilación de la cultura y las formas de vida romanas por parte de los pueblos conquistados. Hay que señalar que fue un proceso desigual, que se llevó a cabo por distintos cauces: la extensión de la vida urbana, el asentamiento de ciudadanos romanos, la inclusión en el ejército de tropas peninsulares y la concesión de la ciudadanía romana a los indígenas.

Este proceso dejó un importante legado cultural. El latín desplazó a las lenguas vernáculas y facilitó la aportación literaria hispana a la cultura latina con autores como Séneca, Lucano, Quintiliano y Marcial. Además, con el latín penetró el derecho romano. Los romanos impusieron también sus cultos religiosos, que se simultanearon con los indígenas. Desde el punto de vista artístico, la conquista aportó una huella perdurable, sobre todo en la arquitectura y las obras públicas.

Las Invasiones Bárbaras y el Reino Visigodo

En el año 409 llegaron a la Península Ibérica tres pueblos germanos:

  • Los suevos, que formaron un reino que comprendía Galicia y el norte de Portugal, y que pervivió hasta el año 585.
  • Los vándalos, que acabarían dirigiéndose al norte de África.
  • Los alanos, que se instalaron en el sur y después se perdió su rastro.

Roma hizo un pacto con los visigodos (un pueblo germano, godo, bastante romanizado), por el que les concedía tierras en el sur de Francia y en Hispania a cambio de expulsar a los invasores. Los visigodos fueron derrotados por los francos en el 507 y se asentaron definitivamente en la Península, estableciendo su capital en Toledo.

Los reyes se rodearon de gardingos o guerreros fieles y se apoyaron en dos instituciones: el Aula Regia, de carácter consultivo, integrada por nobles, y el Officium Palatinum, formada por los nobles de más confianza del rey, que se ocupaban de la administración central. La administración territorial quedó en manos de duces y comes.

A partir del III Concilio de Toledo (589), la Iglesia católica, establecida como religión oficial, se convirtió en un apoyo de la monarquía, ratificando sus decisiones en los Concilios. Los visigodos acentuaron la ruralización, la feudalización y el latifundismo; además, continuaron el proceso de romanización. Desde el punto de vista jurídico, el rey Recesvinto promulgó en el 654 el código “Liber Iudiciorum”, que recogía gran parte del derecho romano. En el ámbito literario, la figura más relevante fue la de San Isidoro de Sevilla. Sus teorías políticas fueron difundidas en la Edad Media, como la del origen divino del poder real. Además, San Isidoro resumió los conocimientos de la época en su obra Etimologías, transmitida a través de los monasterios. Una disputa sucesoria facilitó la irrupción de los musulmanes en la península y el fin de la monarquía visigoda.

Evolución Política de Al-Ándalus

Conquista, Emirato y Califato

La conquista de la Península por los musulmanes se debe a la rápida expansión del Islam desde el 634, que les llevó al Norte de África, y a la crisis interna de la monarquía visigoda. Los witizanos, enfrentados al rey Don Rodrigo, pidieron ayuda al gobernador árabe Musa ibn Nusair, que envió a su lugarteniente Tariq, con 7.000 hombres, que derrotarían al último rey visigodo en la batalla de Guadalete (711). El imparable avance musulmán sería detenido por los francos en Poitiers (732).

La rapidez de la conquista de Al-Ándalus se explica no sólo por la debilidad visigoda, sino por el sistema de capitulaciones (respeto a las religiones del libro), la persistencia del arrianismo, el reparto más equitativo de tierras y la menor presión fiscal.

  • Emirato dependiente (716-756): se desarrolló el Emirato dependiente del Califa Omeya de Damasco, siendo su capital Córdoba. El desigual reparto de tierras, que beneficiaba a la aristocracia árabe (yemeníes y qaysíes), provocó la revuelta de los bereberes (747-750, sequía). Para acabar con las luchas tribales, los emires solicitaron la ayuda de los sirios (sumando un nuevo grupo étnico).
  • Emirato independiente (756-929): el único Omeya superviviente de la matanza llevada a cabo por los abasíes (nueva dinastía, Bagdad), Abderramán I, se refugió en Córdoba y se proclamó emir independiente. Época de florecimiento cultural (mezquita) y consolidación del poder musulmán dentro de las fronteras de Al-Ándalus. No estuvo exenta de conflictos internos. Con su sucesor Al-Hakam I (796-821) estalló la revuelta del Arrabal, además de los enfrentamientos entre el poder de Córdoba y los dirigentes de las marcas fronterizas (Zaragoza, Toledo, Mérida). En 879 se sublevó un antiguo noble visigodo, Omar ibn Hafsun, poniendo en peligro la existencia del emirato. Estas tensiones posibilitaron que los cristianos del norte ocuparan la cuenca del Duero.
  • Califato independiente (929-1031): Abderramán III (912-961) puso fin a las disputas internas y derrotó a Hafsun. Asumió el título de Califa, desvinculándose de Bagdad (Medina Azahara) y consolidó el Estado musulmán en Al-Ándalus. Organizó la administración (hachib, visires, cadíes, coras-walí), instauró un ejército permanente (mercenarios: bereberes y eslavos) y reorganizó el sistema fiscal (zakat -10%, chizía-haratxa, impuestos para no musulmanes, personal y territorial). Su influencia se extendió tanto entre los reinos cristianos como en el norte de África. Con Al-Hakam II (961-976), Córdoba se convirtió en el centro cultural más importante de la época. Hishán II (976-1009) dejó el gobierno en manos de Almanzor, quien controló el poder y las atribuciones califales, y organizó 53 campañas (984 León, 985 Barcelona, 997 Santiago). Murió en 1002 en la batalla de Calatañazor. Auge del militarismo (beréberes, sirios, eslavos, muladíes), con grandes costes y una de las causas de la desintegración del califato. Le sucedió su hijo Abd al-Rahman, que depuso a Hishán II. En 1031, guerra civil (fitna), destrucción de Medina Azahara, desaparición del califato.

La Crisis del Siglo XI: Los Reinos de Taifas

Tras la guerra civil (fitna, 1031) surgieron unos 30 pequeños reinos de taifas (banderías). Se clasifican en tres grupos, según su composición étnica: taifas árabes (Zaragoza, Sevilla, Córdoba, Toledo, Badajoz, entre las más importantes), beréberes (Granada, Málaga) y eslavas (Murcia, Valencia). Aunque eran muy brillantes cultural y artísticamente, eran muy débiles militar y políticamente, por lo que no pudieron impedir el avance de los reinos cristianos del Norte, a los que tuvieron que pagar fuertes tributos en oro (parias) para mantener su independencia. Por ello, los reyes aumentaron los impuestos a sus súbditos. Cuando el rey Alfonso VI de Castilla conquistó Toledo (1085), el rey de la taifa de Sevilla pidió ayuda a los almorávides del Norte de África. Eran bereberes integristas que practicaban la yihad o guerra santa. Unificaron los reinos taifas desde 1086 (victorias de Sagrajas y Uclés, 1108), pero su dominio se desintegró desde 1140 por el ataque de los almohades, surgiendo nuevas taifas. En 1147 cruzaron a la península los almohades, aún más fanáticos. Su califa Abd al-Mumin construyó un imperio en el norte de África, con capital en Rabat. Unificaron los reinos taifas, derrotando en Alarcos (1195) a los castellanos; pero fueron vencidos en las Navas de Tolosa (1212) ante una coalición cristiana dirigida por Alfonso VIII de Castilla. Tras la toma de Sevilla (1248), sólo quedó el reino taifa de Granada.

Al-Ándalus: Pensamiento, Letras, Economía y Sociedad

1. Pensamiento y Letras

Al-Ándalus mantuvo un estrecho contacto con el resto del mundo musulmán, lo que permitió conocer en la cristiandad la cultura clásica, que los estudiosos islámicos recogieron en Grecia, Persia y la India. Córdoba acabaría convirtiéndose en el foco cultural más importante del occidente europeo.

En Historia destacan las obras de Ibn al-Qutiyya y sus estudios sobre la conquista de la península, e Ibn Jaldún (Introducción a la Historia Universal). En literatura, Ibn Hazam, autor de El collar de la paloma, un tratado sobre la naturaleza y las formas del amor. En filosofía, Averroes, cuyos estudios sobre la obra de Aristóteles darán a conocer a este autor en la Europa occidental. Otro autor, aunque judío, Maimónides, en su obra Guía de perplejos, al igual que Averroes, intentará armonizar el aristotelismo con las creencias religiosas (fe y razón). En medicina, Abulcasis, médico de Al-Hakam II, autor de una enciclopedia médica y quirúrgica que sería traducida al latín. En geografía, Al-Idrisi (mapamundi no superado hasta el Renacimiento); en matemáticas y astronomía, Al-Mayriti (tablas astronómicas); Azarquiel (Al-Zarkalli), inventor del astrolabio. En el campo cultural y científico, el contraste con el mundo cristiano era abrumador; sirva como ejemplo que Al-Ándalus difundió entre la cristiandad europea el sistema de numeración de origen indio, que acabaría sustituyendo al latino.

2. Organización Económica y Social

Los factores que permitieron principalmente la prosperidad económica de Al-Ándalus fueron los siguientes:

  • En agricultura, se introdujeron nuevas técnicas, como el regadío a través de acequias o norias, que permitieron mejorar la productividad del campo. Gracias a este aumento de la productividad, los excedentes se pudieron vender en el exterior.
  • Potenciación de los cultivos anteriores (vid y olivo) e introducción de nuevos (cítricos, caña de azúcar, arroz y algodón).
  • La prosperidad de las actividades artesanales en las ciudades permitió la existencia y desarrollo de un amplio comercio interior y exterior. En las ciudades, los artesanos se agrupaban según sus actividades y vendían sus productos en zocos, alcaicerías y alhóndigas.
  • El comercio exterior estuvo favorecido por la política expansionista de los califas omeyas, y gracias a ello, las mercancías de Al-Ándalus llegaron a alcanzar puntos tan lejanos como Bagdad.
  • La moneda de Al-Ándalus fue también un factor determinante para su despegue (dinar, oro, y dírham, plata).

En la sociedad destacaron tres rasgos fundamentales: la urbanización, la variedad de grupos étnicos y la tolerancia. En Al-Ándalus existieron numerosas y florecientes ciudades (Córdoba, 300.000 habitantes), amuralladas, con alcantarillado y red de abastecimiento de aguas. Con una trama urbana de calles laberínticas, destacaban varios edificios públicos: las mezquitas, los baños, las bibliotecas, los establecimientos comerciales (zocos), los palacios y las residencias aristocráticas.

La distinción entre musulmanes y no musulmanes estableció la primera división social. Entre los primeros, la minoría árabe constituyó la élite social, ocupando los cargos más relevantes. Los sirios se integraron en el ejército y los bereberes, norteafricanos dedicados al pastoreo, ocuparon las zonas marginales y formaron parte del ejército. Los muladíes, peninsulares convertidos al Islam, se integraron con los conquistadores.

Entre los no musulmanes destacan los mozárabes, cristianos que perseveraron en su religión, pagaban tributos, pero conservaron sus autoridades civiles (comes) y religiosas (obispos). Los judíos colaboraron con los conquistadores y, al igual que los mozárabes, gozaron de libertad de culto. Desde el punto de vista socioeconómico, la sociedad se estructuró en la jassa o clase dirigente, la al-Ayan, clase media integrada por comerciantes, y la umma, grupo mayoritario de la población. Durante la época del emirato y califato se practicó la tolerancia con las llamadas gentes del libro, religiones monoteístas (judíos y cristianos). La llegada de almorávides y almohades supuso la introducción de una visión más rigorista del Islam.

La Península Ibérica en la Edad Media: Los Reinos Cristianos

Los Primeros Núcleos de Resistencia

El norte peninsular fue la zona menos romanizada y más hostil a un poder central. Ofrecía poco atractivo a los musulmanes y eso permitió la creación de núcleos cristianos independientes. Tras la invasión musulmana (711), parte de la nobleza visigoda se refugió en zonas montañosas del norte peninsular y, con astures, cántabros y vascones, iniciaron la resistencia contra Al-Ándalus. Los astures, dirigidos por Pelayo, vencieron en Covadonga (722) a los musulmanes. Surgió así el reino astur (identificación visigoda, “Liber Iudiciorum”, Alfonso II, Santiago). Con Alfonso III (866-911) se extenderá por Galicia y el valle del Duero, la llamada tierra de nadie. En el 910, al trasladarse la capital de Oviedo a León, el reino tomó este nombre. La zona fronteriza oriental, fortalecida con una serie de castillos frente a los musulmanes, será el condado de Castilla, que en el siglo X se hará independiente con el conde Fernán González.

Al sur de los Pirineos, el Imperio carolingio intentó formar una frontera defensiva frente a los musulmanes. En los Pirineos occidentales, los vascones derrotaron en Roncesvalles (778) a Carlomagno, y surgió en el siglo IX el reino de Navarra (Íñigo Arista). En el siglo X, Sancho Garcés I llegó al Ebro. En los Pirineos centrales se formaron pequeños condados (Aragón, Sobrarbe, Ribagorza) bajo influencia carolingia. El condado de Aragón (Aznar Galíndez), en el siglo IX, logró la independencia. En el Pirineo oriental, los pequeños condados de la Marca Hispánica del Imperio carolingio formarán el condado de Barcelona, con Wifredo el Velloso, y logrará la independencia en el siglo X.

Principales Etapas de la Reconquista

  • Expansión hasta el Duero (siglo VIII – mediados del XI): época de hegemonía de Al-Ándalus (aceifas, Almanzor). Tras la crisis del califato cordobés (1008-1031), el objetivo de los reinos cristianos era fortalecer la línea defensiva establecida por Alfonso III en el Duero. Sancho III el Mayor (1004-1035), rey de Navarra y Aragón, conde de Castilla, repoblará ambas márgenes y será el primer rey cristiano en recibir “parias” de los reyes taifas.
  • Avance sobre el Tajo y el Ebro (XI-XII): al desmembrarse el califato en taifas, la iniciativa militar pasa al lado cristiano. El rey castellano-leonés Alfonso VI ocupa el valle del Tajo tras la caída de Toledo en 1085, siendo detenido por las victorias almorávides de Sagrajas (1086) y Uclés (1108). En 1139 (1143) se separará Portugal. El reino de Navarra queda convertido en un pequeño estado sin posibilidades de expansión, mientras que en el este, tras la caída de Zaragoza en 1118 (Alfonso I el Batallador, rey de Aragón), se produce la unión dinástica entre Aragón y el condado de Barcelona, dando lugar al segundo gran reino cristiano de la península. Por el tratado de Cazorla (1179), modificado por el tratado de Almizra (1244), castellanos y aragoneses se reparten las tierras a conquistar.
  • Avance sobre Andalucía y Levante (XIII): el avance cristiano es frenado por los almohades (Alarcos, 1195), pero serán definitivamente derrotados en las Navas de Tolosa (1212), finalizando el dominio norteafricano sobre Al-Ándalus y abriendo el camino a la conquista del valle del Guadalquivir. Fernando III el Santo, rey de Castilla y León (1217/30-1252), conquistará Córdoba (1236), Jaén (1246), Sevilla (1248). Alfonso X conquistará Murcia en 1243 y Cádiz en 1262. Jaime I de Aragón conquistará Baleares (1229) y Valencia (1238). El único reino musulmán que quedará en la Península hasta 1492 será el de Granada.

Repoblación, Organización Social y Diversidad Cultural

1. Formas de Ocupación del Territorio

  • Presura (siglos VIII-X): al norte del Duero y al pie del Pirineo, territorios casi despoblados. Resultado: pequeñas y medianas propiedades de hombres libres.
  • Repoblación concejil (siglos XI-XII): entre el Duero y los Montes de Toledo, y en el valle del Ebro. Resultado: propiedad mediana y propiedad comunal.
  • Órdenes militares (primera mitad del siglo XIII): valle del Guadiana, Teruel y norte de Castellón. Resultado: grandes latifundios dedicados a la explotación ganadera.
  • Reparto entre conquistadores (segunda mitad del siglo XIII): valle del Guadalquivir y litoral levantino. Resultado: grandes latifundios para la nobleza, la Iglesia y las órdenes militares.

2. Organización Social

La sociedad feudal se consolidó en la Plena Edad Media (siglos XI-XIII) en todos los reinos cristianos, imponiéndose, en general, el vasallaje y los señoríos, tanto territoriales como jurisdiccionales. Era una sociedad estamental, jerarquizada (los que luchan, los que oran, los que trabajan): nobleza, clero y estado llano. Nobleza y clero formaban el grupo de los privilegiados: no pagaban impuestos, eran juzgados por tribunales especiales y eran los propietarios de la mayor parte de la tierra. Solían subdividirse en alta nobleza (duques, condes, marqueses, obispos y abades) y baja (infanzones, hidalgos, curas y monjes). El tercer estado era el estamento mayoritario, sin privilegios, que pagaba los impuestos y estaba formado por artesanos, comerciantes y, sobre todo, por campesinos sometidos al régimen señorial, algunos con duras condiciones, como los payeses de remensa catalanes. Con el inicio del desarrollo urbano, a partir del siglo XII, se generó una incipiente burguesía, que adquirió tanta importancia que, desde finales del siglo XII, algunos pasaron a formar parte de la Curia Regia, Curia extraordinaria (Alfonso IX, León, 1188), que después se convirtieron en Cortes, y serán el germen de los actuales Parlamentos. Como minorías étnico-religiosas estaban los judíos (finanzas, profesiones liberales) y los mudéjares (artesanos y agricultores).

3. Diversidad Cultural: Cristianos, Musulmanes y Judíos

Entre los siglos XI y XIII se produce un despertar cultural en los reinos cristianos peninsulares, explicado por una apertura al resto de Europa Occidental que se origina a través de los enlaces matrimoniales reales, la reforma eclesiástica impulsada por cluniacenses y cistercienses, y especialmente, por el Camino de Santiago, convertido en una vía de penetración cultural y artística (románico). Esta influencia europea se combina en la Península con los elementos culturales provenientes de Al-Ándalus, donde habían pervivido los saberes de la antigüedad clásica en el seno de la cultura árabe. Comienza así una colaboración entre cristianos, mozárabes, mudéjares y judíos, que atrae a estudiosos de Europa occidental. Destaca Toledo, donde la Escuela de Traductores alcanza su apogeo con Alfonso X en el siglo XIII. Allí colaboraron cristianos, musulmanes y judíos que traducían del árabe o hebreo al latín y, luego, directamente al castellano. Progresó el uso literario de las lenguas «vulgares», que se había iniciado con los Cantares de Gesta (Mío Cid), Gonzalo de Berceo, Arcipreste de Hita y el marqués de Santillana. En el siglo XIII aparecieron las Universidades (Salamanca, Valladolid).

Manifestaciones Artísticas

En un primer momento hay que destacar el arte asturiano, como una evolución del arte visigodo; el arte mozárabe, utilizando técnicas musulmanas, y el arte prerrománico en el Pirineo catalán. A partir del siglo XI, los reinos cristianos de la península tuvieron unas manifestaciones artísticas semejantes a las de otros lugares de Europa, desarrollándose principalmente el arte religioso (templos y monasterios) y el estilo románico. Destacando, entre muchos ejemplos arquitectónicos, San Pedro de la Roda en Cataluña, la catedral de Jaca en Aragón y San Martín de Fromista en Palencia. Hacia 1075 se inicia la catedral de Santiago de Compostela, en la que hay que subrayar la escultura del Pórtico de la Gloria, que apunta ya al gótico. En las artes plásticas se da una pintura de colores planos, sin relieve ni perspectiva, casi siempre parietal (en los muros), con un alto contenido didáctico, destacando el Panteón Real de San Isidoro de León. En escultura se tiende al simbolismo, continuando con el carácter didáctico, y resaltando las esculturas de portadas, como la del monasterio de Ripoll o la de San Vicente en Ávila, y las decoraciones de los claustros con capiteles tallados, como en Silos. También existe, aunque en menor cantidad e importancia, un arte mobiliar, como el realizado en marfil (crucifijo de Fernando I). Desde el siglo XII, el arte gótico se hizo presente en la península con el apoyo de los monarcas, culminando en el siglo XIII en las catedrales de León, Burgos y Toledo.

La Baja Edad Media. Crisis de los Siglos XIV-XV

Organización Política e Instituciones

1. El Reino de Castilla

Antecedentes:

  • Alfonso II (792-842) de Asturias: Liber Iudiciorum (Fuero Juzgo). Unción real.
  • Alfonso IX (1188-1229) de León: Curia Extraordinaria: representantes de las ciudades. Cortes leonesas. Derecho de petición al Rey.
  • Alfonso X (1252-1284) de Castilla y León: Las Siete Partidas. Se le ha considerado una summa de derecho. Trata, entre otras materias, de derecho constitucional, civil, mercantil, penal y procesal, tanto civil como penal. Se basa en la potestad legislativa del monarca. El poder del rey se legitimaba por su origen divino.
  • Alfonso XI (1312-1350) de Castilla y León: “Ordenamiento de Alcalá” (1348). Pretendió la uniformidad legislativa y judicial, estableció un orden de prelación legal: en primer lugar, debían de aplicarse las leyes de Alcalá; en segundo lugar, el Fuero Juzgo y los fueros locales o estamentales que se mantuvieran en uso; y en tercer lugar, el Código de las Siete Partidas.

La Baja Edad Media se caracteriza por la pugna entre la nobleza y la realeza por el control del poder político, lo que generará dos guerras civiles: la de 1366-69, entre Pedro I y Enrique II de Trastámara, y la de 1464-74, entre Enrique IV y sus hermanos (Alfonso e Isabel). A pesar del cada vez mayor poder de la nobleza, los Trastámara crearon nuevas instituciones de gobierno para fortalecer el Estado.

  • Creación de la Chancillería Real en Valladolid en 1371 (órgano supremo de Justicia – Oidores).
  • Centralización de la Hacienda. En 1346 se crea la Casa de Cuentas de Valladolid.
  • Creación de un ejército real semipermanente (costes, Enrique III, milicias concejiles) y una burocracia profesional, de la que formaban parte los miembros de la Chancillería y los delegados reales, como los corregidores.
  • A lo largo del siglo XIV, las Cortes estamentales se unifican en un único organismo. No tenían potestad legislativa, sólo el derecho de petición. La nobleza y el alto clero, exentos de pagar impuestos, dejaron de acudir a las Cortes. A lo largo de la centuria, sólo se reunirán para tomar juramento al heredero o aprobar nuevos impuestos.

2. La Corona de Aragón

La Corona de Aragón estaba formada por el reino de Aragón y el principado de Cataluña (unidos desde 1137, por el matrimonio de Petronila y Ramón Berenguer IV), a los que se añadieron el reino de Valencia (1238), Mallorca (definitivamente en 1343) y las posesiones italianas (Sicilia, Cerdeña, Nápoles).

La Corona de Aragón, no se trataba de una monarquía unitaria sino de una confederación de reinos con instituciones propias y un único soberano. Destaca el carácter pactista de la monarquía, el rey se comprometía, mediante pacto con sus vasallos a mantener el derecho y las costumbres del país (Usatges).

En cada Estado había lugartenientes del rey,(Gobernadores, virreyes) que actuaban en su nombre. Cada reino de la Corona de Aragón tenía sus propias Cortes, nacidas en el siglo XIII, aunque en ocasiones se reunían de forma conjunta. Estaban formadas por representantes de los tres brazos o estamentos (nobleza, Iglesia y alta burguesía urbana) y tuvieron poder legislativo y económico. En Cataluña había un organismo permanente de las Cortes, la Diputación del General o Generalitat, integrada por seis miembros (tres diputados y tres oidores de cuentas) que se renovaban cada tres años, se encargaban de la recaudación y efectuaban los pagos (no había intervención real). Esta institución acabaría extendiéndose a los demás reinos. En Aragón el Justicia de Aragón velaba por el cumplimiento de los Fueros (enfrentamientos nobleza aragonesa con el rey, política italiana – Pedro III – Privilegio General 1283; Alfonso IIIPrivilegio de la Unión, 1287Justicia de Aragón. Derogado el último por Pedro IV- ceremonioso- punyalet- vence a los aragoneses en Epila y valencianos en Mislata). Los órganos del poder local los concejos o municipios estaban en manos de las oligarquías urbanas. En Barcelona el poder municipal lo tenía el Consell de Cent (Consejo de Ciento), que elegía cada año a cinco consellers (miembros de la alta burguesía) para el gobierno de la ciudad.

La Baja Edad Media: Crisis demográfica, económica y política.

El siglo XIV es una época de crisis y cambios que marcarán el ascenso de Castilla frente a la decadencia catalana a lo largo del siglo XV. Crisis demográfica: (años lluviosos 1310-1345) las malas cosechas trajeron crisis de subsistencias, hambrunas y aumento de mortalidad. En 1348 llegó la Peste negra, que afectó más a Cataluña, donde murió el 30/40% de la población, que a los demás reinos; amplias zonas se despoblaron. Crisis económica: la Peste negra dejó campos sin cultivar, falta de mano de obra, disminución de producción, aumento de precios. El comerció catalán, muy desarrollado, se hundió a fines del XIV (conflictos sociales, Turcos, Constantinopla 1453). En Castilla la ganadería lanar (Honrado Concejo de la Mesta, Alfonso X, 1273) salió favorecida al aumentar los pastos a costa de las tierras abandonadas y exigir poca mano de obra. Crisis política: provocada por la crisis del sistema señorial, (base económica) y su oposición al poder real. Los nobles ante el descenso de sus rentas, reaccionaron de dos maneras: respecto a los reyes, ampliando sus territorios mediante concesiones reales que conseguían sublevándose contra ellos. Respeto a los campesinos abusando de los derechos jurisdiccionales e imponiendo antiguos tributos “malos usos”. Castilla vivió una crisis monárquica en las minorías de Fernando IV, Alfonso XI y con las guerras civiles entre Pedro I y su hermano bastardo Enrique II de Trastámara (1363-69), y la que enfrentó a Enrique IV con sus hermanos (Alfonso e Isabel). En la Corona de Aragón, tras las cesiones de Pedro III – Privilegio General y Alfonso III –Privilegio de la Unión, Pedro IV venció a la nobleza de Aragón y Valencia. Al morir Martín el Humano sin descendencia (enfrentamientos conde de Urgell) fue elegido rey Fernando I, de Trastámara en el Compromiso de Caspe (1412). Juan II se enfrentó con los dirigentes de las ciudades (La Biga y la Busca) alto clero y la nobleza. La prisión de su hijo y heredero, Carlos, príncipe de Viana, hizo estallar la guerra civil entre 1462-72.

Conflictos sociales: los abusos de la nobleza dieron lugar a graves conflictos sociales como la rebelión de los irmandiños (1467-69) y el conflicto de los payeses de remensa que se inició hacia (1380) 1460 y no se solucionaría hasta la Sentencia de Guadalupe de 1486, Fernando II el Católico. En las ciudades se producían persecuciones contra las aljamas de los judíos. Estos conflictos aparecían sistemáticamente en los momentos de crisis económica (1391-1431).

La Baja Edad Media: La expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo.

La expansión catalanoaragonesa por el Mediterráneo comenzó en el siglo XIII con la conquista de las islas Baleares por Jaime I el Conquistador, quién las legó como reino de Mallorca a su hijo menor Jaime. El rey Pedro III el Grande, tras la “Vísperas Sicilianas” conquistó la isla de Sicilia (1282). Las presiones del papado y los franceses obligaron a Jaime II a firmar las paces de Anagni (1295) y Caltabellota (1302) por las que Sicilia pasó a su hermano Fadrique, pero recibió derechos sobre Cerdeña que conquistó en 1324.

Los ducados de Atenas y Neopatria (1381) fueron conquistados por los Almogávares, tropas mercenarias catalanas, que habían sido contratadas por el emperador de Constantinopla para luchar contra los turcos. Los pusieron, por poco tiempo, bajo la soberanía de a Corona de Aragón en tiempos de Pedro IV el Ceremonioso, que incorporó también el reino de Mallorca. Tras la muerte de Martín el Joven sin descendencia, el reino de Sicilia pasó a su padre Martín el Humano. Por último Alfonso V conquistó el reino de Nápoles en 1442.

La expansión política dio origen a un importante comercio por el Mediterráneo con Italia, el norte de África y Oriente. Los mercaderes catalanes importaban por el puerto de Barcelona especias, perfumes y sedas de Oriente, cereales de Sicilia, pieles y cuero de Berbería; exportaban tejidos e hierro. Fueron los primeros en usar letras de cambio, compañías mercantiles y lonjas. Tenían un tribunal, el Consulado del Mar, una banca municipal (Taula de Canvi) y cónsules en los principales puertos del Mediterráneo. La decadencia comercial empezó con la crisis del siglo XIV y se aceleró con la toma de Constantinopla (1453) por los turcos.

Sicilia: Tras las llamadas Vísperas Sicilianas, rebelión de los sicilianos contra el francés Carlos de Anjou, a quien el Papa había entregado la isla. Los sicilianos solicitaron la ayuda aragonesa, porque Pedro III estaba casado con Constanza de Suabia, heredera de Sicilia. El Papa excomulgó a Pedro. La isla fue conquistada por el almirante Roger de Lauria.

Expansión catalanoaragonesa : La Corona de Aragón estaba formada por el reino de Aragón y el Condado de Cataluña, unidos desde 1162 con Alfonso II, a los que Jaime I incorporó en el siglo XIII los reinos de Valencia y Mallorca.

Almogárabes: En árabe,?los que hacen algaras o incursiones en tierra enemiga?. Eran unos 5000 soldados. Tras obtener rotundos éxitos, su caudillo, Roger de Flor, fue asesinado por un complot del emperador y los almogávares decidieron vengarse saqueando varias islas griegas (venganza catalana).

Las rutas atlánticas: castellanos y portugueses durante la Baja Edad Media. Las Islas Canarias.

En el siglo XIV las Islas Canarias- llamadas Afortunadas por los autores latinos- habían sido exploradas por navegantes genoveses, andaluces y catalanes, pero despertaban poco interés. En el siglo XV los marinos portugueses, que habían conquistado Ceuta (1415) y las islas Madeira, llegaron hasta el golfo de Guinea en sus exploraciones atlánticas en busca de esclavos y del oro, que escaseaba en Europa y que los mercaderes árabes llevaban en caravanas hasta los puertos del Magreb. Pero también los castellanos estaban muy interesados en el oro y la expansión por el norte se Africa. Las islas Canarias se convirtieron en una escala muy importante en las rutas atlánticas y fueron motivo de rivalidad con castellanos.

La conquista de Canarias se inició cuando un caballero normando, Jean de Béthencourt, conquistó Lanzarote y Fuerteventura en 1402 y se declaró vasallo del rey Enrique III de Castilla. Más tarde vendió sus derechos señoriales a nobles sevillanos que continuaron la conquista de La Gomera y El Hierro. A partir de 1475 los Reyes Católicos intervinieron directamente conquistando el resto del archipiélago: Gran Canaria, La Palma y Tenerife (1500). Las Canarias se convirtieron en una escala indispensable en el trayecto hacia América. Los indígenas isleños ? los guanches- fueron sometidos y asimilados con facilidad.

El conflicto con los portugueses se solucionó en el tratado de Alcaçovas (1479): el rey Alfonso V de Portugal reconocía los derechos castellanos sobre las Canarias y sobre la costa africana situada frente a ellas, a cambio de que los Reyes Católicos renunciaran a posibles derechos sobre la costa africana y las islas Azores, Madeira y Cabo Verde.

Tema 6  LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO

Principales líneas de actuación política de los RR. CC.

Política interior:

Fortalecimiento del poder real: sometimiento de la nobleza (Leyes de Toro- Mayorazgos).

Creación de un ejército permanente: Guerra de Granada, Tercios del Gran Capitán (guerras de Italia) (Sustitución de la caballería como cuerpo principal por la infantería, agrupados en cuadrados (legiones romanas-Asterix) de fácil maniobrabilidad, apoyados por la caballería y artillería. Cada Tercio:10 capitanías o compañías, 8 de piqueros y 2 de arcabuceros, de 300 hombres cada una).

Reforma de la Administración: Consejos, juristas (apartar a la nobleza).

Unidad territorial. Guerra de Granada. Anexión de Navarra (1512). Acercamiento a Portugal (enlaces matrimoniales- Tratado de Alcaçovas -1479).

Unidad religiosa: expulsión de los judíos. 1492. Evangelización de los moriscos (Capitulaciones RR. CC. – Cisneros). Rebeliones y conversión forzosa 1502.

Política exterior:

– Utilización de la diplomacia y alianzas matrimoniales para aislar a Francia (libro p. 92)

Expansión Mediterránea. Continuidad de la política de la Corona de Aragón. Guerras con Francia. Conquista de Nápoles, 1502.

Expansión Atlántica: Plazas en el N. de África, para frenar ataques de los piratas berberiscos (Melilla 1497, Orán-1510). Enfrentamientos con Portugal por el control del O Atlantico. (T. de Alcaçovas- Cabo Bojador)). Conquista de las islas Canarias (1496). Descubrimiento de América 1492: Tratado de Tordesillas, 1494.

Unión dinástica: integración de las coronas de Castilla y Aragón.

En 1469 Fernando e Isabel se casaron en secreto. Enrique IV de considero infringido el Tratado de los Toros de Guisando (1468) restituyendo como heredera a su hija Juana (“la Beltraneja”). Esto provoca, a la muerte de Enrique en 1474, una guerra civil en Castilla entre los partidarios de Juana e Isabel. Proclamada Isabel reina de Castilla por parte de la nobleza, firma con Fernando la Concordia de Segovia (1475) por la que ambos reinarán conjuntamente (Tanto monta…, sellos). La guerra de sucesión castellana tuvo importantes implicaciones internacionales: Aragón (Juan II), Borgoña e Inglaterra apoyaron a Fernando e Isabel, mientras Portugal (Alfonso V) y Francia (Luis XI) se situaron del lado de Juana.

La derrota de los partidarios de Juana en la batalla de Toro (1476) y Albuera (1479) decide la guerra a favor de Isabel. El tratado de Alcaçovas-Toledo (1479) puso fin de forma definitiva a las hostilidades: Portugal reconoció a Fernando e Isabel como reyes de Castilla, renunciando a toda pretensión dinástica. Como contrapartida, Castilla se comprometió a no interferir en la expansión portuguesa por el África occidental. Ese mismo año, a la muerte de su padre, Fernando sube al trono aragonés estableciéndose una unión dinástica entre Aragón y Castilla. La unión personal se convirtió en una unión política que planteaba tres objetivos comunes para las dos coronas: el dominio peninsular, la unidad religiosa de sus súbditos y la centralización del poder reduciendo la influencia de los nobles. Pero no supuso la unidad territorial e institucional de las dos coronas: según lo establecido en la Concordia de Segovia, cada reino mantenía sus instituciones, leyes, fronteras y sistema monetario propios. Pero Castilla, más poblada, extensa y rica, tuvo la supremacía política. Los Reyes Católicos mantuvieron unidad de acción en política internacional.

Aragón seguirá conformado como una confederación de Cataluña, Aragón y Valencia al que se le añaden los territorios mediterráneos, mientras que Castilla, más homogénea en lo jurídico, se hará con el predominio gracias a su mayor población y riqueza.

La conquista del Reino Nazarí y la incorporación del Reino de Navarra.

Objetivo prioritario de la política exterior de los Reyes Católicos era la unificación territorial de la Península Ibérica, lo que significaba anexionarse el reino musulmán de Granada y de los reinos cristianos de Navarra y Portugal.

La guerra de Granada (1482- 92), considerada una cruzada contra el infiel, fue su primera empresa. El reino nazarita era el último reducto islámico de la Península. Sus reyes eran vasallos del de Castilla y pagaban parias. La guerra se inició a consecuencia de un incidente fronterizo: la toma de Zahara por los musulmanes (1481). Los cristianos en respuesta se apoderaron de Alhama (1484). Granada estaba desgarrada por una guerra civil entre bandos nobiliarios y diversos pretendientes al trono nazarí (el emir Muley Hacén, su hermano Mohamed El Zagal y su hijo Boabdil). Los reyes se aprovecharon de ello, apoyando a Boabdil.

En la guerra se movilizaron importantes recursos y tropas de ambos reinos. El avance cristiano comenzó por el Oeste (toma de Málaga, 1485-1487) y posteriormente por el Este (Almería), en una guerra de asedios y capitulaciones, hasta sitiar la capital nazarita. Boabdil, el último rey de Granada, se rindió tras firmar unas capitulaciones generosas para sus súbditos. El 2 de enero de 1492 los Reyes Católicos entraban en la Alhambra, finalizando así el proceso de Reconquista. Granada fue incorporada a Castilla. Numerosos musulmanes emigraron al norte de África, entre ellos Boabdil.

Capitulaciones: Se estipulaba que los granadinos podrían conservar su libertad personal, bienes, religión, lengua, leyes y costumbres. Las capitulaciones sólo fueron respetadas al principio; el Cardenal Cisneros obligó a los musulmanes a bautizarse en 1499, lo que originó una sublevación mudéjar (1499-1502). Se les dio a elegir entre la expulsión o la conversión forzosa

La integración de las Canarias y la aproximación a Portugal.

Antes del acceso al trono de los RRCC se habían incorporado a Castilla, aunque como señoríos particulares: Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y Hierro. Con los nuevos monarcas se conquistaron las tres islas restantes: Gran Canaria, La Palma y Tenerife. La conquista de estas islas se efectuó por el sistema de capitulaciones. Se establecía un contrato con capitanes y eclesiásticos para que llevaran a cabo la conquista y evangelización de los territorios en nombre de la monarquía, cuyo papel se reducía a autorizar y controlar la empresa. Estos territorios no pasaban a ser señoríos sino que permanecieron como tierras de realengo, es decir, bajo dominio directo de la corona.
Las islas empezaron a adquirir importancia por el cultivo de la caña de azúcar y por su lugar estratégico como etapa en la ruta hacia América. La población nativa muy mermada por las guerras, asimiló rápidamente la cultura de los conquistadores con los que se mezcló sin conflictos.

En cuanto a la rivalidad de Portugal por la conquista de las Canarias se empezó a resolver desde el final de la guerra de sucesión en Castilla. Por el tratado de AlcoÇevas, Portugal reconoció a Isabel reina de Castilla y los derechos castellanos sobre las islas Canarias, los RRCC renunciaban por su parte a cualquier otro derecho sobre la Costa africana, Madeira, Cabo Verde o las Azores. Más tarde el Papa Alejandro VI con su bula Inter caetera, 1493, establecía la línea divisoria imaginaría a 100 leguas al oeste de las Azores entre España, la zona al oeste de la línea y Portugal al este. Pero en 1494, por el tratado de Tordesillas la línea se desplazó a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, lo que incluía para Portugal la ruta que bordeaba África y le permitiría la futura ocupación de Brasil.

La organización del Estado: Instituciones de gobierno.

Concluida la guerra de sucesión, los RR.CC. pusieron en marcha en el reino de Castilla un programa de reformas internas, con el fin de garantizar la paz y que contribuyera al reforzamiento de la autoridad regia.

Sometimiento de la nobleza: se garantizaba su poder económico (Mayorazgo, Leyes de Toro, 1505) y privilegios a cambio de la sumisión al poder real.

Remodelación del Consejo Real (Cortes de Toledo, 1480) con mayor presencia de juristas y dividido en diferentes salas: Consejo de Castilla, Consejo de Aragón, el de Indias, Hacienda, Órdenes militares, Inquisición (único con ámbito jurisdiccional en toda la península).

– Establecimiento de virreyes en los territorios en que no estaban presentes.

Las Cortes perdieron gran parte de su peso político y sólo fueron reunidas para la votación de nuevos impuestos o preparar la sucesión al trono.

Municipios: se extendió el régimen de corregidores, oficiales regios encargados de supervisar la gestión municipal.

Administración judicial: a la Audiencia y Chancillería de Valladolid, se sumó la de Galicia dependiente de esta y se creó la de Granada.

Los maestrazgos de las Órdenes militares se incorporaron a la Corona (importantes rentas).

– Se creó la Santa Hermandad, costeada por los concejos castellanos, para garantizar el orden y la seguridad.

Reforma de la Iglesia, sobre la que pasan a ejercer un mayor control: Patronato Regio en Canarias y Granada y el cobro de las Tercias reales. Establecimiento de la Inquisición en 1478.

Mesta: aumentaron sus privilegios con la ley de Defensa de las Cañadas, lo que suponía importantes ingresos para la hacienda real.

En la corona de Aragón Fernando tuvo que acomodarse a las características de cada una de las unidades políticas que la integraban. En Cataluña, donde mayores podían ser las resistencias a la monarquía autoritaria, Fernando consiguió la permanencia de las instituciones propias, limitando sus competencias; el rey intervino en el nombramiento de los cargos municipales de Barcelona y de los diputados de la Generalitat a través del régimen insaculatorio.

La proyección exterior. Política italiana y norteafricana.

La política italiana, dirigida por Fernando, fue una continuidad de la seguida por la Corona de Aragón en los siglos anteriores, que implicaba el enfrentamiento con Francia. Cerdeña y Sicilia pertenecía a Aragón desde el siglo XIV y en Nápoles reinaba una rama procedente de Alfonso V (el Magnanimo). Tras el Tratado de Barcelona (1493) devolución del Rosellón y La Cerdaña (Juan II, guerra civil catalana), Carlos VIII invadió Nápoles. El Papa (Alejandro VI, Borgia) pidió ayuda a Fernando que formó la Liga Santa (1511, formada por los Estados Pontificios, Venecia, Milán y España) derrotando a Francia. Su sucesor Luis XII pactó el reparto de Nápoles con Fernando pero estalló una nueva guerra. Los tercios españoles dirigidos por Gonzalo Fernández de Córdoba (“el Gran Capitán”) derrotaron a los franceses en Ceriñola y Garellano, en 1503, anexionando definitivamente el reino de Nápoles a la Corona de Aragón.

Tras la conquista de Granada el ideal de cruzada contra el infiel llevó a la expansión hacia el Magreb. Además de los motivos religiosos, la expansión por el norte de África se debe tanto a motivos de seguridad -las incursiones de piratas berberiscos  apoyados por el imperio otomano-, como económicos, -control de las rutas comerciales que llegaban a los puertos del Magreb-. Los españoles ocuparon las plazas fuertes de Melilla (1497), Orán (1509), Bugía (1510) y establecieron un protectorado sobre Argel y Trípoli. Pese a las conquistas no se consiguió erradicar la piratería berberisca hasta la batalla de Lepanto (1571) con Felipe II.


7. Expansión ultramarina y creación del imperio colonial.

 El descubrimiento de América.

Antecedentes:

– Los acuerdos sobre expansión marítima firmados con Portugal en Alcaçovas (1479).  

– Las crecientes dificultades del Imperio Bizantino, que finalmente caería con la toma por los turcos de Constantinopla en 1453, forzaron a los europeos occidentales a buscar rutas alternativas a Asia.

– Fruto de estas expediciones fue la conquista castellana de las islas Canarias, que comenzó en 1402 por la isla de Lanzarote y concluyó en 1496 con la conquista de Tenerife.

– Es posible que durante la Edad Media llegasen algunas expediciones nórdicas (Erik el rojo) a la costa de Norteamérica.

 – El descubrimiento de América constituye uno de los hechos más importantes de la historia europea y que condicionó la evolución política, social y económica de los siglos posteriores.

Ya desde comienzos del siglo XV, portugueses y castellanos había iniciado un intento de llegar a Oriente (las Indias) proveedor de especias y productos de gran valor. A finales de este siglo los portugueses se habían adelantado a los castellanos en la conquista de la ruta de las especias, gracias al dominio que ya ejercían sobre la costa occidental africana y haber logrado rodear el cabo de Buena Esperanza. En este momento, Cristóbal Colón, que había estado a las órdenes del rey de Portugal, ofreció a los Reyes Católicos un arriesgado proyecto, rechazado por otras cortes europeas: llegar a las Indiassiguiendo una ruta hacia el oeste en lugar de bordear el continente africano. Para poner en práctica su proyecto Colón partía de la esfericidad de la Tierra, cuestión controvertida en la época. Tras las Capitulaciones de Santa Fe firmadas con los Reyes Católicos salió de Palos el 2 de agosto de 1492 y el 12 de octubre llegaron a la isla Guanahaní que bautizaron como San Salvador y desde la que pasaron a las islas de Cuba y la Española.

Durante mucho tiempo Colón siguió creyendo que había llegado a Asia por la ruta occidental, pero en realidad se había encontrado con la existencia de un continente desconocido en Europa: América.

La partición de las zonas de expansión y navegación entre Castilla y Portugal se acordó por el Tratado de Tordesillas (1494). Un meridiano situado a 370 leguas de Cabo Verde separó las dos zonas de influencia: la occidental para Castilla y la oriental para Portugal. De esta manera la costa africana y el actual Brasil quedaron en manos portuguesas, y el resto de América en manos castellanas.

Conquista y colonización de América.

Durante el reinado de Carlos I se procedió a la exploración y colonización del continente americano. La conquista se realizó mediante expediciones particulares en las que los conquistadores firmaban capitulaciones con la Corona, en las que se fijaban los objetivos y el reparto del botín. Destaca la conquista del Imperio azteca de Méjico por Hernán Cortés, entre 1519 y 1521, que aprovechó el descontento de los pueblos sometidos por los aztecas para controlar el Imperio e imponer una administración eficaz, al tiempo que enviaba varias expediciones que le permitieron ampliar el territorio. La otra gran conquista del periodo es la del Imperio inca de Perú, explorado y finalmente sometido por Pizarro y por Almagro entre 1531 y 1533. A estas grandes empresas siguieron otras que fueron ampliando el conocimiento y la ocupación del nuevo territorio: Las tierras de Chile fueron exploradas por Diego de Almagro y por Pedro de Valdivia; Pedro de Mendoza fundo Buenos Aires en 1535; Orellana exploró el Amazonas y Hernando de Soto el Mississippi; etc. En apenas diez años se había explorado casi toda América, desde California hasta el Río de la Plata.
Al principio los conquistadores se dedicaron a extraer la mayor cantidad de oro posible. Pero las fértiles tierras del continente hicieron que comenzaran a llegar colonos dispuestos a instalarse en América, los colonos eran en su mayoría andaluces, extremeños y vascos, recibían tierras y se les entregaba un grupo de indios (encomendación) teóricamente para ser evangelizados e instruidos, pero que en la práctica fueron obligados a trabajos forzosos. Las minas eran propiedad real y ésta concedió su explotación a particulares a cambio de la entrega de la quinta parte de todo el mineral extraído. En ambos casos, el trabajo se basó en la explotación de la mano de obra indígena. Las disposiciones de la Corona para evitar los abusos sobre la población fueron incumplidas de forma sistemática, a pesar de las continuas denuncias del padre Bartolomé de las Casas sobre la explotación a que se estaba sometiendo a los indios. La escasez de población condujo también a un intenso tráfico de esclavos desde África, primero bajo control portugués y, más tarde, holandés.

Gobierno y administración de América.

Los asuntos americanos se llevaban desde España a través de dos instituciones:
La Casa de Contratación de Sevilla que organizaba y controlaba el comercio y la navegación y el Consejo de Indias que se ocupaba de elaborar la legislación de Indias, de nombrar cargos y de los asuntos económicos relativos a América.
Por otro lado, los territorios americanos se incorporaron a la Corona de Castilla, pero por la enorme distancia su administración quedo dividida en virreinatos: el de Nueva España con capital en Méjico y el de Perú con capital en Lima. El límite entre uno y otro estaba en Panamá. A la cabeza de los virreinatos estaba un virrey en calidad de representante del rey. Estos dos virreinatos se dividían en gobernaciones, su número aumentó a medida que progresaba la conquista. Estaban regidas por gobernadores subordinados a los virreyes. En los lugares fronterizos o más conflictivos se establecieron Capitanías generales a cargo de un capitán general. Las ciudades, en las que residía la mayoría de la población colonizadora, estaban regidas por cabildos y su organización era similar a la de los municipios castellanos. Las ciudades y su territorio circundante formaban corregimientos a cargo de un corregidor. Por último las Audiencias se ocupaban de impartir justicia además de tener funciones administrativas.
Al mismo tiempo fue desarrollándose una legislación específica para la organización de los nuevos territorios que es conocida, con carácter general, como Leyes de Indias.
La primera recopilación de las leyes son las llamadas Leyes de Burgos (1512) y respondían al deseo real de evitar los abusos de los colonos y de mantener bajo su control el Imperio, prohibiendo la esclavitud, pero obligando a los indígenas a trabajar para los colonizadores. Apareció de esta forma el concepto de encomienda: el indígena era “encomendado” al colono para que éste le enseñara a trabajar y le instruyera en la fe cristiana, pagándole un salario por su trabajo, Pero se realizaron grandes abusos y en 1542 se redactaron las Leyes Nuevas de Indias que abolieron las encomiendas, aunque en realidad siguieron existiendo hasta el siglo XVIII.


Impacto de América en España

Desde el inicio del descubrimiento se vieron las posibilidades que estos territorios presentaban para la explotación comercial. La conquista americana permitió un intercambio de productos agrarios que eran desconocidos hasta entonces en uno u otro lado del Atlántico. El maíz, la patata, el cacao, el tabaco o el cacahuete fueron las aportaciones más relevantes desde América. Aunque el oro y la plata fueron las mayores riquezas que se extrajeron de América.

Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla, y especialmente para la Corona, que controlaba el tráfico comercial y se reservaba la quinta parte de todos los productos importados. Pero el elevado endeudamiento de la corona española para financiar la expansión, primero, y el mantenimiento, después, del Imperio hizo que gran parte de este tesoro se gastara con tanta rapidez como fue adquirido.
Durante la primera mitad el siglo XVI se dio un importante crecimiento económico en la Península, en parte por la colonización de América: los colonos reclamaban todo tipo de productos, lo que hizo aumentar la producción y la actividad portuaria y comercial. Por otro lado, la llegada de metales preciosos procedentes de América hizo subir los precios, sobre todo en las ciudades del sur y en los puertos donde llegaban las flotas cargadas de oro y plata. Aunque en teoría no podía sacarse oro ni plata de los reinos peninsulares, esta prohibición no se cumplía, se traían metales preciosos de contrabando y se compraban productos europeos con estos metales. También la corona empezó a pagar los préstamos, (fundamentalmente para sostener las guerras europeas) que le hacían los banqueros europeos con la plata americana. Poco a poco se formó un circuito que hacía salir la plata de Castilla hacía Europa. El rápido aumento de la cantidad de metal en circulación, tanto en España como en Europa, ante una oferta de productos que crecía más lentamente, fomentó el alza sostenida de los precios dando lugar a un fenómeno conocido como la revolución de los precios.

Desde el punto de vista demográfico se calcula que apenas unos 150 000 castellanos emigraron a América a lo largo del siglo. Aunque no eran muchos en su mayoría se trataba de hombres jóvenes lo que afecto tanto a la población peninsular como a la de América.


Tema 8.  La España del siglo XVI.

El Imperio de Carlos V. Conflictos internos: Comunidades y Germanías.

Carlos fue recibido con desconfianza por sus nuevos súbditos debido a la práctica de la venalidad de los altos cargos, que estos se entregasen a extranjeros y las desconsideraciones hacia la reina Juana. En las Cortes de Valladolid de 1518 se solicitó al monarca que cesaran los nombramientos de extranjeros, no se permitiese la salida de metales preciosos, aprendiese castellano, residiese en el reino y tratase a su madre con consideración. La marcha del rey hacia Austria como pretendiente a la corona imperial y los fuertes subsidios que solicitó para pagar a los electores, así como que nombrase regente a un extranjero, Adriano de Utrech, provocó el descontento y se alzaron las comunidades de Toledo, Zamora, Segovia, Toro, Salamanca, Ávila, Madrid… Si en un principio fue un acto de rebeldía contra los actos de un rey, pronto tomó un carácter antiabsolutista, con un programa reformista (creación de una junta permanente, rebaja de impuestos y supresión de corregidores). Carlos V nombró a altos miembros de la nobleza (almirante Enríquez y al condestable Iñigo de Velasco) como colaboradores de Adriano de Utrech, enajenando el débil apoyo que la nobleza había dado al movimiento comunero, facilitando la victoria militar realista y la ejecución de los líderes comuneros (Padilla, Bravo y Maldonado). Esta derrota acabó con los últimos reductos de las libertades castellanas.

Los artesanos y clases populares de Valencia tenían el privilegio (Fernando el Católico) de formar milicias armadas para defenderse de los berberiscos. En 1519 Carlos V autorizó a las milicias gremiales que se agermanasen. En 1520 se produjo una epidemia de peste en la ciudad. Los nobles abandonaron Valencia y A. De Utrech ordenó la disolución de las milicias, éstas no le obedecieron y se declararon en rebeldía, extendiéndose el movimiento por el resto del reino. Tras la derrota de los Comuneros, el ejército se dirigió a Valencia y derrotó a la Germanías. Carlos V gravó con fuertes impuestos a las ciudades rebeldes.

Conclusión: la monarquía fue la gran vencedora en ambas revueltas. Las Cortes de Castilla se convirtieron en una institución sumisa. Los nobles temerosos e impotentes ante las rebeliones se convirtieron en aliados fieles del rey y en consecuencia la política exterior posterior, costosa y ambiciosa, se financió con recursos humanos y económicos de Castilla obtenidos sin casi oposición.

La Monarquía hispánica de Felipe II. La unidad ibérica.

Felipe II, heredó de su padre Carlos V, todas sus posesiones, excepto las de los Habsburgo y la opción  al Imperio Alemán (que Carlos había dejado a su hermano Fernando). Gobernó un vasto territorio formado por: Castilla, Aragón, Navarra, el Franco-Condado, los Países Bajos, Sicilia, Cerdeña, Milán, Nápoles, Orán, Túnez,toda la América descubierta y Filipinas, y en 1580 Portugal y su Imperio afroasiático y Brasil. Sus sucesivos matrimonios fueron parte importante de su política exterior (Siguiendo la política de los RR.CC. de aislar a Francia). Se casó por con María de Portugal en 1543 y, tras su muerte, con María I Tudor, reina de Inglaterra (su tía, 11 años mayor), en 1554. Isabel de Valois en 1559 (tras la paz de Cateau Cambrésis). Y en 1570, con su sobrina Ana de Austria, madre Felipe III.

Política Interior: destaca la defensa de la ortodoxia cristiana (Reforma) y el reforzamiento del poder real. Sofocó los brotes protestantes de Valladolid y Sevilla. Desterró a los moriscos tras la Rebelión de las Alpujarras (1568-1571), sofocada por Juan de Austria. Reforzó su poder frente a los fueros del reino de Aragón y ejecutó al Justicia Mayor por problemas con su ex secretario Antonio Pérez.

Política exterior: defendió la hegemonía en Europa y el triunfo del catolicismo. Venció a Francia en San Quintín (1557). La paz en Cateau-Cambrésis en 1559, supuso el inicio de la preponderancia española y un largo período de paz con Francia. En el Mediterráneo la flota de la Santa Liga (España, Venecia y el Papa), dirigida por D. Juan de Austria, venció a los turcos en Lepanto (1571). Se enfrentó con Inglaterra por el apoyo que prestaba a los rebeldes flamencos, los ataques de los corsarios en el Caribe (John Hawkins y Francis Drake) y la ejecución de la reina católica de Escocia, María Estuardo. El intento de invadir la isla en 1588 con la Armada Invencible acabó con un gran fracaso que inició el declive del poder naval español en el Atlántico. Felipe II no pudo acabar tampoco con el conflicto político (mayor autonomía)  y religioso (revuelta calvinista) generado en los Países Bajos. Ninguno de los sucesivos gobernadores pudieron impedir que la rebelión triunfara y llevase finalmente en el siglo XVII  a la independencia de las Provincias Unidas (actual Holanda).

La unidad ibérica.

En 1578 moría el rey Sebastián I de Portugal en la batalla de Alcazarquivir. El rey carecía de descendencia y varios candidatos aspiraban al trono que detentaba la dinastía Avis.

Felipe II, rey de España y tío del fallecido y descendiente directo del rey Manuel I de Portugal (por su madre Isabel), reclamó sus derechos al trono.

Parte importante de la nobleza y los grandes comerciantes portugueses favorecía la pretensión española. La unión ibérica podía traer importantes beneficios políticos y económicos. Las clases populares portuguesas, sin embargo, no veían con buenos ojos la anexión a España.

Felipe II decidió la invasión de Portugal que encargó al Duque de Alba. Las tropas castellanas llegaron a Lisboa sin encontrar apenas resistencia.

Finalmente las Cortes portuguesas reunidas en Tomar proclamaron rey a Felipe II en 1581. El que sería conocido como Felipe I de Portugal permaneció tres años en Lisboa.

Para conseguir la anexión, Felipe se comprometió a mantener y respetar los fueros, costumbres y privilegios de los portugueses, así como la permanencia en sus cargos de todos los funcionarios de la administración central y local. También se comprometió a mantener a todos los efectivos de las guarniciones y armadas que controlaban el imperio portugués. 

Se creó un Consejo de Portugal y se suprimieron las aduanas con Castilla.

La anexión significó la unión de dos grandes imperios. Las posesiones portuguesas en Brasil, África y Asia pasaron al Imperio de Felipe II. Un imperio “en donde nunca se ponía el sol”.

El modelo político de los Austrias. La unión de reinos.

Los Austrias continuaron y desarrollaron la organización polisinodial heredada de los Reyes Católicos. Procuraron rodearse de letrados, funcionarios expertos en leyes que no pertenecían a la alta nobleza. Aunque la alta nobleza siguió formando parte de los Consejos y ocupando los altos cargos  del ejército, la marina y la diplomacia, pero siempre subordinada a la corona.

Carlos I creó el Consejo de Estado con jurisdicción sobre todos los reinos y que asesoraba al soberano en asuntos relevantes, sobre todo de política exterior. Los se dividían en territoriales (Aragón, Castilla, Navarra, Portugal, Flandes, Indias.) y los temáticos, que trataban asuntos particulares (Consejo de Hacienda, de la Inquisición, de las Órdenes Militares, de Guerra, etc.). Felipe II creó la figura del Secretario Real (intermediarios entre los Consejos y el monarca) y las Juntas, (comités extraídos de los Consejos para tratar temas específicos).

Se mantuvo la delegación del poder en virreyes y gobernadores en los territorios en los que el soberano estaba ausente: Navarra, Aragón, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, Virreinatos de Nueva España y Perú… En Milán y los Países Bajos había gobernadores (familia real).

Las Audiencias o Chancillerías, órganos supremos de la administración de justicia incrementaron su número, además de las de Valladolid y Granada, se crearon la de la Coruña, Sevilla y Canarias, al margen de las audiencias de la Corona de Aragón y de los territorios americanos.

De la administración local se encargaban los concejos, formados por regidores, pero el control de los municipios castellanos y americanos lo tenía la corona (corregidores) o la oligarquía urbana  en la corona de Aragón donde seguirá vigente el sistema insaculatorio establecido por Fernando.

Castilla se convirtió en el centro del Imperio al ser la principal fuente de financiación, gracias a sus impuestos(la alcabala, las órdenes militares y los subsidios votados en las Cortes)  y los ingresos provenientes de las Indias. Lo que justificaría, en parte, que en 1561, Felipe II fijase la capital en Madrid.

Economía y sociedad en la España del siglo XVI.

 
A lo largo del siglo XVI se dio en la península ibérica una etapa de crecimiento demográfico y económico. La población se incrementó, alcanzando los 8 millones de habitantes a finales de siglo. Se amplió el espacio de cereales y viñedo a costa de bosques aunque la ganadería siguió siendo la base de la economía castellana. Las actividades artesanales seguían siendo escasas. La demanda de productos aumento en parte debido a los colonos americanos, además, la conquista americana permitió el intercambio de productos agrarios. Aunque el oro y la plata fueron las mayores riquezas que se extrajeron de América. Los nuevos territorios supusieron una importante fuente de ingresos para Castilla, y especialmente para la Corona. Pero España desaprovechó la buena coyuntura económica y empezó a quedar relegada mientras que otros países como Francia, Inglaterra y Holanda iniciaban su despegue económico. Los gastos de las Guerras acabaron provocando la ruina de la Hacienda real, el endeudamiento y el aumento de la presión fiscal provocaron la ruina de los sectores productivos. El crecimiento económico se tradujo también en una peligrosa subida de precios. A mediados de siglo comenzaron a aparecer los primeros síntomas de crisis.
En cuanto a la sociedad, se mantuvo la sociedad estamental tripartita de la Edad media, (nobleza, clero y pueblo llano) destacando la diferenciación de un grupo de nobles: los Grandes de España, una élite instituida por Carlos I tras su coronación como emperador, su número aumento con el tiempo, gozaban de ciertos privilegios y desempeñaban altos cargos militares y diplomáticos. También se generalizó el requisito de la limpieza de sangre para acceder a determinados cargos o instituciones. Esto trajo consigo el rechazo de prácticas fundamentales para el desarrollo económico como el comercio que eran repudiadas como propias de judíos o conversos. Mientras en los países protestantes mejoraba la consideración del trabajo de artesanos y mercaderes en España eran estimadas incompatibles con el honor.


 Cultura y mentalidades en la España del siglo XVI. La Inquisición.


En el siglo XVI España se movió entre el espíritu humanista del Renacimiento y la ortodoxia de la Contrarreforma. Paralelo al desarrollo artístico se produce un desarrollo de la cultura, pasándose de la escolástica bajomedieval al humanismo renacentista, en el que tuvo una gran influencia Erasmo de Rotterdam y que se desarrolla en las nuevas universidades como la de Alcalá de Henares, fundada por Cisneros, y la de Salamanca. Creciendo el número de alumnos universitarios. La política internacional de Carlos I y la expansión ultramarina estimuló la atención a los problemas de las relaciones internacionales, destacando el dominico Francisco de Vitoria como uno de los creadores del derecho internacional. Las conquistas también contribuyeron al desarrollo de la navegación, la geografía y las ciencias naturales. Pero el triunfo de la Reforma protestante en territorios europeos provocó un cambio de actitud mental, coincidiendo con el acceso al trono de Felipe II. La sociedad española se convirtió en la más rígida defensora de la ortodoxia católica. Teólogos españoles que asistieron al Concilio de Trento adquirieron gran protagonismo como Alfonso Salmerón o Melchor Cano. Se fundó la Compañía de Jesús que representaron el espíritu combativo frente a los protestantes y que desarrollará una activa labor misionera en América. La Inquisición se convirtió en un instrumento contundente contra el protestantismo. En 1553 la Inquisición publicó el primer Índice de libros prohibidos y cinco años más tarde se instauró la censura. Cualquier manifestación de heterodoxia podía llevar a la cárcel. En 1558 surgieron en Sevilla y Valladolid dos brotes de protestantismo en torno a grupos de intelectuales y nobles. Se detuvo a los sospechosos y los principales cabecillas fueron ejecutados. El mismo Felipe II acudió al auto de fe celebrado en Valladolid para manifestar su posición frente al protestantismo.


  1. La España del siglo XVII.

Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos.

Felipe III: duque de Lerma y duque Uceda.

Felipe IV: conde duque de Olivares (Gaspar de Guzmán); Don Luis de Haro, marqués de Carpio y III duque de Olivares (sobrino del anterior).

Carlos II: Padre Nithard y Fernando de Valenzuela (durante la regencia de Mariana de Austria) y don Juan José de Austria, duque de Medinacelli y el conde de Oropesa (con Carlos II)

Con  Felipe III se inició la práctica de la privanza o delegación de las cuestiones de gobierno en manos de un hombre de confianza: el privado o valido. El valido carecía de cargo oficial, pero en la práctica actuaba como un auténtico primer ministro. El valido de Felipe III fue el duque de Lerma, político mediocre y ambicioso que colocó en todos los cargos importantes a sus parientes y amigos; y convenció al rey de trasladar la capital a Valladolid, en 1600. Le sucedió en la privanza, su hijo el Duque de Uceda, que no fue capaz de solucionar los graves problemas de España. El hecho más destacado en política interior durante el reinado  de Felipe III fue la expulsión de los moriscos decretada en 1609.

Muy diferente a los anteriores fue el Conde Duque de Olivares, valido de Felipe IV,  que tenía una gran inteligencia política y una sincera voluntad de reforma, aunque sus proyectos más importantes no se llegarán a realizar. Puso en marcha una serie de reformas para aumentar los recursos de la monarquía, además intentó implantar como sistema de organización política el modelo castellano en todos los territorios. La propuesta provoco el rechazo general produciéndose importantes enfrentamientos. Estos sucesos acentuaron la impopularidad del valido y en 1643 Felipe IV le apartó de la política, siendo sustituido por Don Luis de Haro,  pero su caída no fue suficiente para restablecer la paz social.

Durante la primera parte del reinado de Carlos II ejerció la regencia su madre, Mariana de Austria, quien confió el gobierno a validos como el jesuita alemán Nithard o a Fernando de Valenzuela. Durante la mayoría de  edad de Carlos II primero gobernó Juan José de Austria, enemigo de la reina madre, y posteriormente el duque de Medinaceli y el conde de Oropesa, que llevaron a cabo una acertada política financiera de reducción de impuestos y contención del gasto público que acabará con la crisis del XVII y pondrá las bases de la recuperación del XVIII.

La crisis de 1640

La política exterior del conde-duque (valido de Felipe IV): la defensa de la integridad de los territorios de corona española y la hegemonía europea, así como la entrada en la Guerra de los 30 años y el fin de la Tregua de los 12 años con Holanda puso de manifiesto la necesidad de recursos económicos y humanos para defensa de la Monarquía.   Castilla no podía afrontar por sí sola la defensa de los intereses españoles en Europa y en las Indias. Las remesas de plata de las Indias cada vez llegaban con mayor dificultad (piratas) y fuera de Castilla, las leyes particulares de cada territorio impedían imponer nuevas contribuciones. Olivares intentó unificar las leyes del Imperio, para que todos contribuyesen equitativamente a los gastos del Estado. La “Unión de Armas” fue el proyecto de Olivares para conseguir un ejército permanente reclutado de todas las partes del Imperio español (cada uno aportaría según sus recursos). Eso suponía modificar las leyes de los reinos de la Corona de Aragón. Valencia y Aragón aceptaron aportar dinero, pero no hombres. Cataluña se negó, ya que según sus leyes no se podían reclutar hombres en su territorio para luchar fuera de sus fronteras: Cortes Catalanas de 1626 y 1632.  Tras la entrada de Francia en la guerra a partir de 1635, el envío de tropas castellanas a la frontera provocó el estallido de una revuelta entre el campesinado catalán dando origen al Corpus de Sangre. Tras el asesinato del virrey (Santa Coloma), la Generalitat se hizo cargo de la situación declarándose en rebeldía, no reconociendo como rey a Felipe IV y ofrecieron el condado a Luis XIII. Se inició una guerra a la que Olivares consideró prioritaria y que finalizaría con la toma de Barcelona Por Felipe IV en 1652.

Al mismo tiempo estalló la revuelta portuguesa. Portugal había visto incrementados sus enemigos con la incorporación al imperio español en 1580. Sus intereses comerciales se veían constantemente atacados por los holandeses. A esto se unió el descontento por las reformas fiscales y la presencia de castellanos en su gobierno. En 1640 la nobleza  proclamó rey al duque de Braganza, Juan IV. Se inició un enfrentamiento armado que fue relegado a un segundo término hasta la recuperación de Cataluña. La derrota española en Villaviciosa precipitaría que, en 1668, siendo Mariana de Austria regente del reino, se firmara la paz de Lisboa por la que se reconocía la independencia de Portugal y su imperio colonial.

La España del siglo XVII: el ocaso del imperio español en Europa.

Durante el reinado de Felipe 111(1598-1621) el pacifismo fue la táctica imperante en lo relativo a política exterior. El agotamiento tras un siglo de guerras dio origen a la Paz de Londres de 1604 con Inglaterra, al doble acuerdo matrimonial con Francia tras la muerte en 1610 de Enrique TV, por el que el futuro Felipe IV contraía matrimonio con Isabel de Borbón y Luis XIII lo hacía con la infanta española Ana de Austria; y a la firma de la Tregua de los 12 años con Holanda (1609).

El cambio de reinado dio lugar a un giro radical en la política exterior. Felipe IV (1621-1665) y más concretamente su valido, el Conde-duque de Olivares, se propusieron devolver a la Monarquía española el prestigio perdido durante la época pacifista. El apoyo prestado a la rama alemana de los Habsburgo en la Guerra de los 30 años (1618-1648) y el fin de la Tregua de los 12 años (1621) iniciaron un largo periodo belicoso que no culminaría hasta el reinado siguiente. Si en un primer momento la balanza se decantó del lado de los Austrias, y prueba de ello son las victorias en la batalla de la Montaña Blanca y Nordlingen en el conflicto imperial y, la rendición de Breda en la guerra con Holanda, la entrada de Francia en la contienda en 1635 sería decisiva. Las derrotas en la batalla naval de las Dunas (1639) y la de Rocroi (1643) unido a los conflictos internos que tuvo que soportar la Monarquía por aquellas fechas (sublevación de Cataluña, Portugal, Nápoles) llevaron a la firma de la Paz de Westfalia (1648) por la que España reconocía definitivamente la independencia de Holanda. Sin embargo, este tratado iba más allá pues suponía la pérdida definitiva de la hegemonía de los Habsburgo en Europa, el fin de la época imperial y el triunfo de la Europa de los estados independientes.

La guerra con Francia continuó hasta la firma del Tratado de los Pirineos (1659) por el que España cedía el Rosellón y la alta Cerdaña, unas plazas en los Países Bajos y ventajas comerciales. El acuerdo se sellaba con un enlace matrimonial por el que Luis XIV se casaba con la infanta española María Teresa de Austria; enlace que, pese a la renuncia de la novia a la corona española, sería la puerta de acceso de los 13or¬bones al trono español.

Con Carlos II (1665-1700) continuaron los enfrentamientos con Francia que se saldaron con pérdidas de algunas plazas en los Países Bajos y del Franco-condado por las paces de Nimega, Aquisgrán y Rijswijk. Igualmente, durante su minoría de edad, se firmó el Tratado de Lisboa (1668) por el que se reconocía la independencia de Portugal y su imperio colonial. La muerte del soberano sin descendencia daría origen a la Guerra de Sucesión (1701-1714) y al final de la casa de Austria bajo cuyo mandato la Monarquía española había alcanzado las más altas cotas de poder.

La España del siglo XVII: evolución económica y social.

El siglo XVII se caracterizó por una profunda crisis que asoló a toda Europa y de la que la monarquía española, y especialmente Castilla, que era quien mantenía la política imperial de los Austrias, no fue ajena. Guerras, epidemias y hambrunas fueron constantes a lo largo de la centuria.

El descenso demográfico fue motivado por las constantes epidemias de peste negra, el hambre, las bajas en la guerra, la merma de la natalidad, la expulsión de los moriscos y, en menor medida, la emigración a América. Se evidenció un cambio en la distribución de la población pasando la periferia a tener un mayor peso demográfico y económico, al tiempo que se producía la decadencia de las grandes ciudades castellanas a excepción de Madrid.

A nivel económico la crisis afectó a todos los sectores. La agricultura se vio afectada por las malas cosechas motivadas por la climatología adversa y la escasez de avances técnicos, tendiendo a producirse una mayor concentración de la tierra en manos de los poderosos que agravó la situación de los campesinos. La ganadería trashumante también encontró dificultades que se tradujeron en una disminución de la exportación de la lana castellana. La artesanía, sometida a la rigidez impuesta por el sistema gremial, se mostró incapaz de competir con las producciones extranjeras. El comercio también entró en recesión; la competencia ejercida por franceses, ingleses y holandeses, la disminución de las remesas de plata americana, las alteraciones monetarias y el aumento de los precios fueron la causa del descenso. Todo ello se tradujo en un aumento de la presión fiscal, en un envilecimiento de la moneda (emisión del vellón) y en un endeudamiento de la Hacienda que tuvo que declararse en bancarrota en numerosas ocasiones.

La crisis también afectó a la rígida sociedad estamental. El campesinado vio como empeoraban sus, ya de por sí penosas, condiciones de vida. La nobleza continuó aferrada a sus privilegios incrementando el nivel de las rentas en sus señoríos y el clero aumentó su número al tiempo que también lo hacían los grupos marginados. La mentalidad social imperante, marcada por el desprecio al trabajo, agravó la crisis social y económica. El hidalgo ocioso y el pícaro se convirtieron en arquetipos sociales de la España del Barroco.

La España del siglo XVII: esplendor cultural. El Siglo de Oro.

(Libro de texto, pág. 120-121 )

Comentario de texto.

«Tenga V.M. por el negocio más importante de su dinastía, el hacerse Rey de España; quiero decir, Señor, que no se contente V.M. con ser Rey de Portugal, de Aragón, de Valencia, Conde de Barcelona, sino que trabaje por reducir estos rei­nos de que se compone España al estilo y leyes de Castilla sin ninguna diferen­cia, que si V.M. lo alcanza será el Príncipe más poderoso del mundo.

Tres son, señor, los caminos que a V.M. le pueden ofrecer.

El  primero, señor, y el más dificultoso de conseguir (pero el mejor pudiendo ser) sería que V.M. favoreciese los de aquel reino, introduciéndolos en Castilla, con beneficios y blandura, los viniese a facilitar de tal modo, que viéndose casi na­turalizados acá, por la admisión a los oficios y dignidades de Castilla, se olvi­dasen de aquellos privilegios, y se pudiese disponer con negociación tan conveniente y necesaria.

El segundo sería, si hallándose V.M. con alguna gruesa aunada y gente deso­cupada, introdujese el tratar de estas materias por vía de la negociación, procurando que, obrando mucho la fuerza, se desconozca lo más que se pudiere.

El tercer camino, el más eficaz, sería ir en persona como a visitar aquel reino, y hacer que se ocasione algún tumulto popular y grande y con este pretexto, como por nueva conquista asentar y disponer las leyes en conformidad con las de Castilla y así irla ejecutando con los otros reinos».

Instrucciones del Conde-Duque  de  Olivares a Felipe IV,  sobre la unificación de la Península, 1625.

1.- Indicael objetivo político que plantea el conde-duque en este documento

2.- Señala las diferencias que presentan las distintas opciones en este documento.

TEMA 10. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII.

La guerra de sucesión y el sistema de Utrech.

Carlos II muere sin descendencia y deja los reinos españoles a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y Felipe IV. Otro candidato era el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Alemania y nieto de Felipe IV.

Felipe de Anjou llega a Madrid en 1701 para tomar posesión. La que en un principio era una cuestión interna de España, por el sistema de equilibrios establecido en Westfalia, derivo en una guerra internacional. En este año Holanda, Gran Bretaña y Austria constituyeron la Gran Alianza de la Haya, a la que se unieron Portugal, Prusia y Saboya, dando lugar a la Guerra de Sucesión de España (1701-1715)

A la vez fue una guerra civil: la corona de Aragón apoyó al archiduque Carlos (foralismo); Castilla, Navarra y los territorios vascos apoyaron a Felipe (centralismo, monarquía absoluta, bancarrotas de los Austrias). Aunque parte de la nobleza recelaba de la política absolutista Borbones en Francia.

La armada inglesa tomó Gibraltar (1704) y Menorca (1708). Carlos de Habsburgo llegó a ocupar Madrid en dos ocasiones. Las tropas de Felipe V obtuvieron importantes victorias en Almansa (1707) y Villaviciosa (1710), tras las cuales sólo quedarán como provincias rebeldes Cataluña y Baleares.

En 1711, Carlos de Habsburgo hereda el trono imperial. Gran Bretaña y Holanda, tras la renuncia de Felipe V al trono francés, inician las negociaciones de paz.

La Paz de Utrech ( tratados de Utrech en 1713 y Rastadt en 1714) puso fin al conflicto

internacional, pero Cataluña y Baleares siguieron luchando contra Felipe V, hasta su ocupación por las tropas reales en 1704 y 1705.

. Las consecuencias de la paz fueron:

– La consolidación del Reino Unido como potencia naval. Inglaterra se quedaba con Gibraltar y Menorca y adquiría diversos privilegios en el comercio americano: el navío de permiso, asiento de negros.

– España perdió Flandes, Nápoles, Cerdeña y Milán, que pasaron al emperador austriaco.

– Portugal adquirió la colonia de Sacramento (Uruguay) muy importante para el contrabando de portugueses y británicos en la América española.

Los tratados de Utrech significaron la consagración del principio de equilibrio en Europa, ya anticipado por la Paz de Westfalia. En el interior frente al supuesto foralismo del archiduque Carlos triunfó el absolutismo centralista y uniformista de los Borbones.

Castilla guardaba mal recuerdo de los Austrias, especialmente con el último, Carlos II,  y no veía mal el cambio dinástico. La corona de Aragón, con un  gran auge económico en el último cuarto de siglo y el respeto escrupuloso a los fueros por los últimos Austrias, confiaban que el Archiduque sería más respetuoso con sus fueros y temían al centralismo francés. A lo que se unía una francofobia por su comportamiento en la guerra de secesión catalana de 1640

Cambio dinástico. Los primeros Borbones.

En España el ascenso de una nueva dinastía de origen francés trajo importantes cambios en la estructura del estado, planteándose reformas para modernizar la administración, reforzar el poder real y fomentar la actividad económica.

 Felipe V, ( 1700-46), tuvo un largo  reinado interrumpido por la abdicación en su hijo Luis I en 1724, pero la muerte de este le obligó a volver a reinar. Unificó la organización del Estado mediante los Decretos de Nueva Planta e invirtió grandes esfuerzos en la recuperación de la marina de guerra.

Su segundo matrimonio, con Isabel de Farnesio, obsesionada por obtener reinos para sus hijos, le impulsó a una política exterior agresiva.

 Fernando VI,( 1746 – 49), inauguró una época de neutralidad en la política exterior. Su secretario más importante fue el Marques de Ensenada que puso en marcha un programa político que comprendía:

– La reordenación de la Hacienda: planteo un estudio sobre la situación económica de los territorios, Catastro de Ensenada, con el fin de implantar un impuesto único que no se llevó a cabo por la oposición de los privilegiados.

-Un programa construcción de barcos. Como medio de mejorar la defensa del país y las relaciones con las colonias americanas. Construye los Arsenales de El Ferrol, Cádiz y Cartagena.
– Medidas de renovación intelectual. Viajes científicos al extranjero, creación de la Academia de Medicina, del Observatorio Astronómico, de un mapa más exacto de España
Estas medidas abrieron el camino para el despotismo ilustrado de Carlos III.

Reformas en la organización del Estado. La monarquía centralista.

La llegada al trono de los Borbones supuso cambios en la estructura del Estado implantándose el absolutismo monárquico por el que el soberano, que solo debía responder de su gestión ante Dios, concentraba en sus manos el poder legislativo, el ejecutivo y el judicial sin límite alguno. Para conseguir tal implantación eran necesarias reformas que reorganizaran los reinos peninsulares con objeto de centralizar y unificar el poder político. Felipe V (1700-1746) promulgó los Decretos de Nueva Planta (1707 en Aragón y Valencia, 1715 en Mallorca y 1716 en Cataluña) por los que quedaron abolidos los fueros e instituciones de los reinos integrantes de la Corona de Aragón (que se opusieron a él en la Guerra de Sucesión apoyando al candidato austriaco) imponiéndoles la organización político-administrativa de Castilla. Solo conservaron sus privilegios Navarra y el País Vasco que le apoyaron en la con-tienda. También se suprimieron las Cortes de los distintos reinos quedando integradas a las de Castilla.

Los órganos de la administración central también fueron reformados. Se suprimieron los Consejos, salvo el de Castilla que pasó a convertirse en un órgano consultivo que actuaba como Tribunal Supremo de Justicia. Se crearon las Secretarías de despacho, antecedentes de los ministerios, para Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias.

En lo referente a la administración territorial se produjo la división del territorio en provincias al frente de las cuales se colocó a un Capitán general con funciones militares y gubernamentales. Otra figura clave fue el intendente que velaba por los intereses económicos del soberano en las provincias encargándose de la recaudación de impuestos y de la política de obras públicas. Las Audiencias mantuvieron las funciones judiciales. A nivel municipal se continuó con la figura del corregidor, represen­tante del rey, que fiscalizaba la acción del alcalde o regidor.

Papel importante en el proceso centralizador fue el intento de reorganizar la Hacienda con la racionalización del sistema impositivo tradicional haciendo exten­sivos los gravámenes a todos los estamentos sociales acabando con los privilegios de nobleza y clero. En la Corona de Aragón se impuso una cantidad tija en cada territo­rio que debería ser recaudada entre sus habitantes (Catastro en Cataluña, equivalente en Valencia, contribución única en Aragón y talla en Mallorca). Pese a los intentos del marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI (1746-1759), de hacer lo mismo en Castilla (para ello mandó elaborar el célebre Catastro donde aparecían cen­sadas todas las propiedades del reino) la oposición de los privilegiados impidió hacerlo.

La práctica del Despotismo ilustrado: Carlos III


Carlos III fue proclamado rey de España en 1759 contando con una larga experiencia como soberano en Nápoles (1735). Llevó a la práctica un programa de reformas bajo los principios del de Despotismo Ilustrado (“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”), un absolutismo benefactor cuyos objetivos prioritarios eran la educación, la cultura y la economía.

La primera etapa de su reinado con los ministros italianos Grimaldi y Esquilache viene marcada por del motín de 1766 (motín de Esquilache) motivado por la abolición de la tasa del grano y el cambio de indumentaria. El motín provocó el cese de los ministros extranjeros y la expulsión de los jesuitas (política regalista) a los que se acusó de ser los instigadores. La segunda dominada por ministros españoles como Aranda, Floridablanca, o Campomanes1 es en la que se producen mayor numero de reformas: se reorganiza el sistema educativo (disciplinas científicas), se declaran honestas las profesiones (1783) y se apoya la creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País. Desde el punto de vista económico las medidas se centraron en los siguientes sectores:

En agricultura se repartieron tierras comunales (realelngo), se repobló Sierra Morena (Pablo de Olavide), se redujeron los derechos de la Mesta y se iniciaron obras de regadío como el Canal Imperial de Aragón o el de Castilla

En Industria se rompió el monopolio de los gremios, se crearon las Reales Fábricas (Porcelanas, Vidrio Tapices, armas etc.) y en Cataluña las fábricas de indianas (manufacturas de algodón)

A nivel comercial se intentó crear un mercado nacional sin aduanas interiores y con buenas vías de comunicación (plan de caminos reales de carácter radial, con origen en Madrid)*. Se liberalizó el comercio con América (1778)

En el terreno financiero se creó el Banco Nacional de San Carlos**, antecedente del Banco de España y se introdujo el juego de la Lotería Nacional.

En política religiosa se mantuvo la política regalista (Concordato de 1753, Ensenada, Patronato Universal), reafirmó su soberanía sobre la Inquisición, aunque no se suprimió se le impusieron restricciones, además del establecimiento del Placet o Regium Exequatur (derecho a retener y dar su aprobación a las bulas y escritos salidos de la Santa Sede).

Evolución de la política exterior en Europa.

La política exterior española a lo largo del siglo XVIII estuvo condicionada por la pérdida de las posesiones europeas como consecuencia del Tratado de Utrecht (1714) y por la vinculación a Francia reforzada mediante los llamados Pactos de Familia, tratados internacionales que vinculaban los intereses de España a los de Francia y que llevarían al enfrentamiento con Gran Bretaña.

Durante el reinado de Felipe V (1701-1746) el objetivo prioritario fue la recupera­ción de las posesiones italianas en manos de Austria para mantener la influencia en el Mediterráneo (fracaso de la invasión de Cerdeña y Sicilia en 1717, Alberoni). Los dos primeros Pactos de Familia (1733 Guerra de Sucesión Polaca y 1743 Guerra de sucesión austríaca) trajeron como con­secuencia la recuperación del reino de Nápoles-Sicilia (1736) a cuyo frente se colocó al infante don Carlos, futuro Carlos III de España, y el ducado de Parma (1748, Paz de Aquisgrán) para el infante don Felipe.

Con Fernando VI (1746-1759) primó la tendencia a permanecer neutral con idea de reforzar la armada y el ejército (reformas del Marqués de la Ensenada,  que sigue a José Patiño). Sin embargo, esta situación no duró mucho tiempo y en 1761, reinando ya Carlos III (1759-1788), se firmó el tercer Pacto de Familia que llevaría a la participación de la Guerra de los Siete años (1756-1763). La victo­ria de ingleses y portugueses llevo a la firma del Tratado de París (1763) por el que España cedía Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Como compensación recibíamos, de manos de Francia el territorio de Luisiana. La Guerra de Independen­cia americana permitiría, por el Tratado de Versalles (1783), la recuperación de Flo­rida, Sacramento y Menorca al prestar apoyo a los rebeldes norteamericanos.

La política exterior de Carlos IV (1788-1808) estuvo marcada por la Revolu­ción francesa y la vinculación a la figura de Napoleón que desencadenaría, en los inicios del siglo XIX, la trágica Guerra de la Independencia (1808-1814).

La política borbónica en América.

La nueva dinastía borbónica impuso cambios administrativos en América, con el fin de controlar con más eficacia a las colonias para obtener de ellas un mejor rendimiento económico.

 El Consejo de Indias fue perdiendo competencias a favor de las correspondientes secretarias igual que la Casa de contratación que se disolvió en 1790. A los dos virreinatos existentes, Nueva España y Perú se añadieron otros dos, segregados del de Perú: Nueva Granada y  el Río de la Plata.

Se creó un ejército regular americano y se establecieron intendencias, con las mismas atribuciones que las peninsulares.

También se adoptaron medidas económicas a lo largo del siglo:

En un primer momento se crearon compañías comerciales al estilo de las británicas y holandesas, como la Compañía Guipuzcoana de Caracas.

En 1735 se suprimió el tradicional sistema de flotas y galeones (las mercancías con destino a América se embarcaban todas juntas una vez al año en flotas escoltadas por galeones de guerra) por el sistema de registros, en el que los particulares podían cargar sus mercancías en barcos autorizados (registros) que partían cuando querían desde Cádiz. Los decretos de 1765 y 1778 autorizaron el libre comercio directo, suprimiendo el monopolio de Cádiz, esto fue un gran estímulo para la industria y el comercio, en especial para Cataluña.

Aunque el comercio con América aumentó como resultado de estas medidas, el mercado era excesivo para la industria peninsular, por lo que la mayoría de las manufacturas enviadas a América eran extranjeras y el volumen de contrabando era superior al comercio legal.

La Ilustración en España

Las ideas ilustradas penetraron en España en la primera mitad del siglo XVIII pro­cedentes de Francia. La confianza en la razón, el espíritu crítico, el afán de progreso, la importancia de la ciencia y la educación fueron los rasgos que la caracterizaron al igual que en el resto de Europa.

Los ilustrados españoles eran una minoría intelectual integrada por nobles, fun­cionarios, burgueses y clérigos que analizaron los problemas que asolaban a la nación y propusieron soluciones para superar el atraso que vivía el país. Pretendían reformar la economía y el sistema educativo, criticaron algunos aspectos de la rea­lidad social y mostraron interés por las ideas políticas del liberalismo aunque sin aspiraciones revolucionarias. Su afán reformista chocó con los intereses de la Igle­sia y de gran parte de la nobleza que se opusieron frontalmente a sus programas.

En la primera mitad del siglo XVIII destacó la figura de Feijoo quien combatió la superstición e informó sobre las novedades científicas, y Mayans, fundador de la his­toria de la lengua y la literatura española.

Fue en la segunda mitad del siglo y especialmente durante el reinado de Carlos III cuando la Ilustración llegó a su máximo apogeo. Sus ministros, Aranda, Florida- blanca y Campomanes trataron de elevar el nivel económico y cultural del país. Hombres como Jovellanos, Cabarrús y Capmany son muestra de la asimilación de las corrientes fisiocráticas y liberales. Se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País con objeto de fomentar la economía y el progreso en las diferentes regiones españolas. Surgieron las Reales Academias, se crearon instituciones de enseñanza secundaria (Reales estudios de San Isidro) y superior y se reformaron las universida­des y los colegios mayores, unificando la educación bajo control estatal sobre todo a raíz de la expulsión de los jesuitas decretada en 1767.

También a nivel literario destacó la Figura de Fernández de Moratín quien criticó las costumbres sociales en su obra El sí de las niñas. así como las obras de José de Cadalso ( Cartas Marruecas), Celestino Mutis o Gaspar Melchor de Jovellanos. A nivel urbanístico se realizaron importantes mejoras en la ciudad de Madrid, desde el alcantarillado, alumbrado y pavimentación hasta la construcción de fuentes (Neptuno, Apolo y Cibeles), el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico y la Puerta de Alcalá.

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