Industrialización Española en el Siglo XIX: Auge y Desafíos

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En Cataluña, a partir de 1770, se había iniciado una incipiente manufactura textil. Las **fábricas indianas** a finales del siglo habían aumentado su producción y adoptado las primeras hiladoras mecánicas. Pero en 1808, la **Guerra de Independencia** desarticuló los mercados y detuvo su expansión. Después del conflicto, el aumento de la producción se reanudó con rapidez, mostrando que su principal mercado era el interior de España.

La supresión de los privilegios gremiales aseguró el libre ejercicio de la actividad industrial y permitió una rápida mecanización de la industria en lugares como Cataluña, que contaba con capitales y empresarios.

A mediados del siglo XIX, la industria textil catalana era la punta de lanza de la industrialización española. Se ha dicho que, al igual que Gran Bretaña era la fábrica del mundo, Cataluña era la fábrica de España. El proceso de mecanización textil catalán se inició a partir de 1830, cuando se instalaron las primeras máquinas de vapor. La mecanización fue más rápida en la hilatura que en el tejido. Entre las causas de la rápida mecanización de la hilatura destaca la escasez relativa de mano de obra, al incorporarse al mercado laboral las generaciones menos numerosas nacidas durante la Guerra de Independencia.

La falta de trabajadores hizo aumentar los salarios en un momento de abundancia de capitales por su repatriación de las colonias recién independizadas. Este hecho fomentó los usos mecánicos, que requerían menos mano de obra.

La mecanización supuso una notable disminución de los costes y precios de venta. Los precios más bajos estimularon la demanda, que se vio aumentada por la protección arancelaria y la sustitución de las prendas de lana por las de algodón, una fibra más higiénica y de fácil mecanización. Así, el aumento de la demanda favoreció el de la producción.

A pesar del crecimiento continuo de la producción, las cantidades absolutas eran muy pequeñas comparadas con otros países europeos. Por ello, el sector algodonero catalán fue suficiente para industrializar Cataluña, pero no para arrastrar al conjunto de la industria española.

La siderurgia fue el sector que, en la segunda mitad del siglo XIX, acompañó al textil en el desarrollo de la industria moderna. Está ligado al desarrollo de la minería del hierro y del carbón. Las primeras siderurgias se desarrollaron en Andalucía a partir de 1826, en Málaga, aprovechando el hierro de Ojén. De este modo, la producción siderúrgica andaluza fue hegemónica en la Península durante treinta años.

La existencia de yacimientos de hulla en Asturias convirtió a esta región en el centro siderúrgico de España entre 1864 y 1879. Sus minas de carbón favorecieron la localización de las siderurgias y, a pesar de la escasa calidad y poder calorífico de la hulla asturiana, la producción de hierro creció con rapidez.

A partir de 1876, con la llegada de carbón coque galés a Bilbao, se consolidó la industria siderúrgica en el País Vasco. El mayor poder calorífico del carbón galés y su precio más reducido comportó la pérdida de competitividad de las empresas asturianas, con costes muy superiores. La exportación de hierro a Gran Bretaña y la importación de carbón galés para los altos hornos vascos desempeñaron un papel fundamental en la industrialización del País Vasco.

En cuanto a la minería, la **Ley de Minas de 1868** supuso el final de una rígida reglamentación de las concesiones mineras y la liberalización del sector, que inició la explotación masiva de los yacimientos españoles. La expansión minera se debe a tres factores:

  1. El aumento de la demanda internacional.
  2. Los avances en las técnicas de explotación, que abarataron los costes de extracción.
  3. El crónico endeudamiento de la Hacienda española, que impulsó la concesión de explotación de yacimientos y, en algunos casos, su propiedad, a compañías extranjeras a cambio de compensaciones monetarias para el Estado.

Por ello, algunos historiadores han calificado estas concesiones como una auténtica desamortización del subsuelo. Entre 1870 y 1913 fueron importantes los yacimientos de plomo en el sur peninsular (Linares, La Carolina), los de cobre de Riotinto (Huelva), que llegaron a encabezar la producción mundial, los de mercurio de Almadén (Ciudad Real) y los de cinc en Cantabria.

Sin embargo, la extracción de estos recursos tuvo escasos efectos sobre el conjunto de la economía española al ser explotados y exportados en su mayoría casi en exclusiva por sociedades extranjeras, por lo que no fueron desencadenantes de procesos industriales en el país.


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Nos encontramos ante un gráfico de barras que nos indica el % de población activa en los tres sectores económicos, como nos señala la leyenda de 6 países: USA, Francia, Alemania, Holanda, Reino Unido y España en el año 1877.

Con respecto al **Sector Primario** (Agricultura/pesca, con barras diagonales negras) podemos observar como España triplica en población activa, con el 66.1%, a Reino Unido y casi duplica a Holanda, y asciende en un 15% con respecto a USA, Francia y Alemania, por lo que el sector primario tiene un peso determinante en la ocupación de la población activa.

En el **Sector Secundario** (Industria/ minería / construcción, en color blanco) España, con respecto a las demás potencias, ocupa la mitad de población activa que USA, Francia, Alemania y Holanda, y una tercera parte en relación al Reino Unido. Estos porcentajes se explican para el caso español por el incipiente desarrollo industrial que se inició en la fachada cantábrica.

En relación al **Sector Servicios** (en negro), las mayores diferencias de población activa en este sector España se establece con Reino Unido y Holanda (16% menos que estos países), mientras que con respecto al resto de países la diferencia en porcentaje es menor, entre un 2 y un 6% con respecto a Alemania, Francia y EEUU.

Estos datos nos indican el menor nivel de desarrollo industrial y económico de España con respecto al resto de países que aparecen en este gráfico de barras, muy especialmente con respecto a Reino Unido, lugar donde se inició la **Revolución Industrial**. España aparece como un país agrario, rural, escasamente industrializado y con un sector servicios muy incipiente.

La economía de algunos países de Europa (Gran Bretaña, Francia, Alemania, y Bélgica) se transformó profundamente en el siglo XIX. La industria desplazó a la agricultura como principal actividad económica, y el intercambio de bienes crecía en unas proporciones hasta entonces desconocidas.

La mecanización y el uso de energía inanimada cambió radicalmente las formas de producción mientras se consolidaba la propiedad privada. Todo ello transformó radicalmente la estructura económica y la organización de la sociedad, inaugurando la era del **capitalismo**.

España, a finales del siglo XIX, mantenía una economía predominantemente agraria, con un sector industrial limitado y poco capaz de competir en el mercado exterior.

Durante la Restauración se produce una coyuntura económica favorable, a la que no es ajena la estabilidad política derivada del fin de las guerras carlistas y el aumento de la demanda del exterior.

Aun viviendo un periodo de expansión, España se aleja progresivamente de las innovaciones tecnológicas del Norte de Europa.

El lento proceso de industrialización de España a lo largo del siglo XIX tiene sus causas en una serie de factores combinados que se pueden resumir en los siguientes:

  • El bajo nivel de vida del conjunto de la población española, en especial la rural, carente de poder adquisitivo necesario para demandar productos industriales.
  • La inexistencia de un mercado integrado nacional, hasta la construcción de una red ferroviaria que facilitara la relación interior-periferia y favoreciese los intercambios con el exterior.
  • La orientación de la inversión hacia empresas no industriales, ya que se consideraba más seguro comprar bienes desamortizados, acciones y obligaciones de los ferrocarriles o títulos de la deuda pública que invertir en proyectos más creativos.
  • La ausencia o insuficiencia de una política que fomentase la industria nacional.

El desarrollo minero y el avance industrial crecieron con rapidez entre 1875 y 1900, y la clave está en la **Ley de Minas de 1869**, que concedía minas a perpetuidad a cambio de una modesta tributación pública. Compañías internacionales aprovecharon la cobertura que les proporcionaba la liberal legislación para explotar y exportar minerales en bruto a los países industrializados con costes bajos y muy altos beneficios.

La fachada cantábrica conoce un considerable desarrollo económico. Las causas se encuentran en la creación de un importante núcleo siderúrgico en el País Vasco como consecuencia de la existencia de importantes yacimientos de hierro en Vizcaya. La mayor parte de la producción se exporta a Reino Unido.

La alta capacidad de explotación determina un flujo de dinero que constituye la base del capitalismo financiero vasco. En Bilbao se crean además grandes compañías navieras. Santander continúa siendo centro de exportaciones e importaciones de productos agrícolas, Asturias mantiene la producción carbonífera y Vigo se convierte en el primer núcleo conservero de España.

Cataluña es foco de una importante actividad textil, aunque sufre dificultades debido a la competencia extranjera. En la última década del siglo mantiene altos niveles de producción industrial algodonera y se moderniza la maquinaria textil, pero la pérdida de las colonias provoca la crisis del sector en las postrimerías del siglo XIX.

En definitiva, en la España del siglo XIX el proceso de industrialización sufrió un notable retraso con respecto a los países que lideraron la Revolución industrial. Sin embargo, y a pesar de que a comienzos del siglo XX la economía española era fundamentalmente agraria, algunas zonas de la Península iniciaron el camino hacia la industria moderna.

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