La Industrialización en el País Vasco y sus Consecuencias Sociales
La industrialización en el País Vasco, especialmente en Bizkaia a partir de 1876, constituye un capítulo fundamental de la Revolución Industrial en España. La abundancia de hierro en Bizkaia impulsó el desarrollo de una poderosa industria siderúrgica, que se convirtió en el motor económico de la región en la década de 1880. La extracción y exportación de hierro fueron los pilares de esta transformación.
La supresión del régimen foral en 1876, tras la Tercera Guerra Carlista, marcó un punto de inflexión. La Restauración puso fin a las leyes forales, dando paso a una rápida expansión de la producción de mineral de hierro destinado a la exportación. Compañías extranjeras y vascas se establecieron para explotar el subsuelo, y el mineral vasco, de alta calidad y bajo precio, se convirtió en el más demandado por las siderurgias de Europa occidental.
Se formó una burguesía industrial, propietaria de las minas, y se consolidó una importante presencia de capital extranjero, que controlaba alrededor del 80% de la producción de hierro. Surgieron compañías mixtas como Martínez Rivas e Ibarra Hnos., que reinvirtieron sus beneficios en la industria, marcando el fin de una relación económica meramente colonial.
A partir de 1887, una concepción nacionalista de la economía española impulsó la reestructuración de la siderurgia vasca. Se implementó una legislación proteccionista para acabar con la competencia extranjera. Como resultado, se desarrolló una industria metalúrgica mediana que trabajaba los productos de las grandes empresas y los distribuía en el mercado.
La repatriación de capitales coloniales tras la pérdida de Cuba y Filipinas en 1898 impulsó aún más el crecimiento de la industria vasca, especialmente entre 1898 y 1902. Se fundaron empresas emblemáticas como Altos Hornos de Vizcaya y Astilleros del Nervión. El capitalismo vasco inició una fase expansiva de inversiones en diversos sectores de la Península, consolidando su hegemonía en el mercado nacional.
La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) generó una fuerte demanda de productos exportables, lo que facilitó la ampliación de capital de las empresas existentes y la creación de nuevas.
La industrialización tuvo un profundo impacto social. El aumento de la producción requirió una gran cantidad de mano de obra, lo que provocó una inmigración masiva al País Vasco. Se formó un fuerte proletariado industrial y minero en Bizkaia, dando lugar a una sociedad de clases dividida entre el proletariado y la burguesía vizcaína, con apellidos destacados como De la Sota, Aznar, Ybarra o Chavarri.
Entre 1879 y 1920, la Bizkaia rural experimentó un proceso de urbanización, transformándose en una provincia industrial. El modelo industrial guipuzcoano fue más tardío y recibió influencia vizcaína. En Gipuzkoa, la industrialización fue más dispersa, con predominio de empresas pequeñas y medianas y un desarrollo más diversificado de sectores industriales.
El Movimiento Obrero y el Nacionalismo en el País Vasco (1890-1923)
La industrialización del País Vasco a finales del siglo XIX trajo consigo una gran inmigración de mano de obra, especialmente hacia las minas y fábricas del entorno de Bilbao. Se formaron poblados de trabajadores en condiciones precarias. Las compañías mineras ejercían un control estricto sobre los trabajadores, hacinándolos en barracones y obligándolos a comprar en las cantinas.
Estas deplorables condiciones vitales y laborales favorecieron el surgimiento de un fuerte movimiento obrero. Los mineros se convirtieron en la vanguardia del proletariado vizcaíno, dando inicio a una etapa de gran conflictividad social.
En mayo de 1890, tuvo lugar la primera huelga minera, convocada por la Internacional Socialista, que culminó con la aceptación de las peticiones de los mineros por parte del general Loma. Los trabajadores exigían mejoras en sus condiciones y la readmisión de los despedidos. El éxito de esta huelga consolidó la hegemonía sindical de los socialistas y sirvió de modelo para futuras movilizaciones, como la de los trabajadores de AHV en 1899, la de los mineros en 1903 (que logró el pago semanal de los salarios) y la de 1910 (que redujo la jornada laboral a 9 horas y media).
El Socialismo en el País Vasco
El socialismo fue introducido en el País Vasco por Facundo Perezagua, fundador del PSOE, quien también creó la Agrupación Socialista de Bilbao (1886) y la Federación Socialista Vizcaína (1900). El socialismo se concentró en las capitales, especialmente en Bilbao, y se extendió a localidades como Eibar, conocida por su socialismo vasquista y cooperativista.
El primer socialismo vasco se caracterizó por su radicalismo sindical, anticlericalismo, antimilitarismo y antinacionalismo. Destacó la figura de Tomás Meabe, director del semanario «La Lucha de Clases» y fundador de las Juventudes Socialistas de Bilbao y España, quien, junto a Miguel de Unamuno, aportó un tono intelectual al socialismo vasco.
La primera etapa del socialismo vasco, liderada por Perezagua, se distinguió por su radicalismo y conflictividad, priorizando la lucha sindical sobre la acción política. Tras el cambio de estrategia del PSOE en 1910 (coalición republicano-socialista) y el fracaso de la huelga general de 1911 en Bizkaia, el liderazgo de Perezagua se debilitó y fue reemplazado por Indalecio Prieto.
Se produjo un conflicto entre la tendencia radical y sindical de Perezagua y la tendencia moderada y política de Prieto, que culminó con el triunfo de Prieto en las elecciones municipales de 1915. Comenzó una nueva etapa en el movimiento obrero vasco, consolidada durante la Primera Guerra Mundial, con los sindicatos minero y metalúrgico como pilares fundamentales.
Prieto se apoyó en los trabajadores metalúrgicos, promoviendo acuerdos entre su sindicato y la dirección de AHV mediante la negociación. Esto también facilitó su entendimiento político con los monárquicos vizcaínos para derrotar al nacionalismo vasco en las elecciones generales.
Entre 1919 y 1921, el PSOE se dividió entre terceristas (partidarios del comunismo y la III Internacional de Lenin) y antiterceristas (seguidores de la Internacional Socialista). Prieto se alineó con los antiterceristas y obtuvo el apoyo de la mayoría del socialismo vasco, excepto del sindicato minero. Estos últimos optaron por el comunismo y formaron el Partido Comunista de España en 1921, con la cuenca minera vizcaína como uno de sus principales focos de apoyo, contando con Perezagua y Dolores Ibárruri.
Los comunistas, junto con el sindicalismo revolucionario de los anarquistas (CNT), fueron perseguidos por la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), que toleró la actividad sindical de los socialistas.
En las zonas industriales de Bizkaia, el sindicato socialista UGT fue la principal fuerza sindical. En las comarcas rurales, actuaron los sindicatos católicos, impulsados por la Iglesia y empresarios católicos, con influencia en centros urbanos como Azkoitia o Vitoria.
Para contrarrestar la hegemonía de la UGT, el PNV creó en 1911 el sindicato nacionalista, cristiano y antisocialista Solidaridad de Obreros Vascos (SOV), con foco principal en Bizkaia y apoyo de los astilleros Euskalduna de Bilbao, propiedad del nacionalista Ramón de la Sota. Durante la Segunda República, hubo un equilibrio entre UGT y SOV.
El Nacionalismo Vasco
El nacionalismo vasco surgió como respuesta a la abolición del régimen foral en 1876, la necesidad de reconocimiento de la lengua y cultura vascas, el declive del carlismo y la defensa del mundo rural frente al urbano e industrializado.
Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895, liderando el primer nacionalismo vasco, que inicialmente se definió como etnicista, euskaldun, independentista, fuerista, ultracatólico, agrario, anticapitalista, vizcaíno y antisocialista, bajo el lema «Dios y Fueros».
Arana fue diputado provincial desde 1898 y, durante cuatro años, moderó su mensaje, aceptando la industrialización y defendiendo la autonomía. Esto generó un conflicto interno en el PNV entre autonomistas e independentistas.
El encarcelamiento de Sabino Arana en Bilbao desde 1902 hasta su muerte en 1903 marcó un hito en el PNV. Se renunció a la independencia y se evolucionó hacia el españolismo, aunque defendiendo una amplia autonomía al estilo de la Lliga catalana.
Se produjo una escisión del PNV: Aberri (independentistas), liderado por Luis Arana y Ángel Zabala, y Comunión (autonomistas, laicos y republicanos), liderado por Ramón de la Sota. La solución llegó en 1906 con el manifiesto del PNV, que definió al partido como fuerista, católico y con convivencia de independentistas y autonomistas.
En 1930, surgió una nueva escisión, ANV, un partido laico, republicano y urbano. Los historiadores consideran que el PNV sigue la teoría del péndulo, oscilando entre independentismo y autonomismo según el líder de cada momento.
La Segunda República: Constitución de 1931 y Reformas
El bloque antimonárquico triunfó en las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, instaurando la Segunda República en España. Se estableció un Gobierno Provisional, presidido por Alcalá Zamora, compuesto por republicanos, socialistas y nacionalistas. Los principales desafíos de este gobierno fueron la proclamación de la República catalana y el anticlericalismo gubernamental, que generó un movimiento popular de rechazo a la Iglesia católica.
La victoria de la conjunción republicano-socialista en las elecciones del 28 de junio de 1931 (excepto en Euskadi y Navarra, donde ganó la coalición entre PNV y Comunión Tradicionalista) resultó en un Congreso con mayoría de centro-izquierda y una notable presencia de intelectuales. Estas Cortes Constituyentes redactaron y aprobaron la Constitución de diciembre de 1931.
Los temas más controvertidos de la Constitución fueron la relación entre Iglesia y Estado (separación de poder civil y religioso, disolución de órdenes religiosas consideradas peligrosas) y la estructura territorial (descentralización con un Estado fuerte pero compatible con Estatutos de Autonomía).
La Constitución de 1931 estableció que España sería un Estado democrático y laico, con un legislativo unicameral y un Presidente de la República con poder para disolver la Cámara en dos ocasiones. Se aprobó el sufragio universal para hombres y mujeres mayores de 23 años.
El Primer Bienio de la Segunda República (1931-1933)
El primer bienio se caracterizó por su carácter reformista, implementando reformas en diversos ámbitos:
- Educación: Prohibición de la enseñanza religiosa, disolución de los Jesuitas, creación de escuelas, plazas de maestros con mejores sueldos y mejoras pedagógicas. Republicanos y socialistas consideraban la educación como un instrumento para superar el atraso social y económico.
- Reforma militar: Modernización y republicanización del ejército. Se ofreció jubilación anticipada con sueldo íntegro a oficiales (medida poco efectiva) y se creó la Guardia de Asalto, leal a la República. Las reformas de Azaña (Ministro de Guerra) generaron rechazo en un sector del ejército.
- Reforma agraria: Objetivo de repartir la tierra de forma más justa y aumentar la producción. En 1932 se aprobó la Ley de Bases para la Reforma Agraria, que permitía la expropiación de propiedades con indemnización, y sin indemnización para las tierras de los Grandes de España. No planteaba el reparto de terrenos entre campesinos no propietarios. Su aplicación fue lenta debido a la oposición de los propietarios y la necesidad de grandes sumas de dinero.
- Mundo laboral: Presencia socialista en el Ministerio de Trabajo. Se aprobaron leyes que establecían la jornada de 8 horas en el campo, la prolongación automática de contratos de arrendamiento, la obligación de explotar todas las tierras si había campesinos en paro y la creación de los Jurados Mixtos. Se mejoraron las condiciones de vida de los trabajadores.
- Reforma territorial: Aprobación de los Estatutos de Autonomía de Cataluña (1932) y el Estatuto Vasco (1936).
Durante el bienio reformista, el gobierno se enfocó en controlar el déficit, desarrollar infraestructuras y avanzar en la fiscalidad igualitaria, aplicando el impuesto sobre la renta.
La conflictividad aumentó debido a la desilusión de los trabajadores ante la lentitud de las reformas y la intransigencia de los patronos. Los anarquistas organizaron huelgas y ocupaciones de tierras. La UGT se radicalizó, acusando a las autoridades de represión. Se sumó la oposición de las derechas.
La derecha católica se fortaleció ante el anticlericalismo gubernamental y formó la CEDA en 1933. Su principal objetivo era modificar la Constitución, pero muchos republicanos los acusaban de no defender la República. Más a la derecha estaban partidos como Renovación Española (ultramonárquicos, Calvo Sotelo, partidarios de la sublevación militar), Comunión Tradicionalista (carlismo, ultraderecha nacionalista) y la Falange Española, fundada en 1933 por J.A. Primo de Rivera (antiliberal, antimarxista, antirrepublicano, ultranacionalista).
En noviembre de 1933, se celebraron nuevas elecciones con voto femenino por primera vez. En un contexto de crisis económica y tensión, vencieron los partidos de derechas debido a la división de las izquierdas y la unión de las derechas. Aunque la CEDA fue el partido más votado, Alcalá Zamora encargó a Lerroux (Partido Republicano Radical) formar gobierno.
El Bienio Conservador (1933-1936)
El PRR formó gobierno con el apoyo parlamentario de la CEDA, dando un giro a la derecha, revisando o anulando lo aprobado durante el primer bienio, favoreciendo a la Iglesia y otorgando mayor protagonismo al ejército. Las principales consecuencias fueron el enfrentamiento entre Madrid y la Generalitat, el freno al Estatuto Vasco y la radicalización del movimiento obrero.
En octubre de 1934, la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno desencadenó una huelga general, interpretándose como un intento de la CEDA de acabar con la República. El presidente de la Generalitat proclamó el Estado catalán dentro de la República, decisión que fue reprimida y resultó en la suspensión del Estatuto catalán.
La huelga general en Asturias tuvo gran relevancia, con el control del territorio por parte del movimiento obrero, que sufrió una fuerte represión militar diseñada por Franco. Esta represión se extendió, creando dos bandos que se enfrentarían en la Guerra Civil.
1935 fue un año de radicalización de derecha e izquierda, en un contexto internacional de disyuntiva entre fascismo y democracia. En España, los partidos de centro-izquierda se unieron en el Frente Popular, defendiendo el restablecimiento de las políticas del Primer Bienio, la amnistía para los procesados por los sucesos de octubre del 34 y una política socialdemócrata.
En las elecciones de febrero de 1936, el Frente Popular obtuvo mayoría absoluta, frente a una derecha desunida.
Tras conocerse los resultados, se iniciaron enfrentamientos. Los gobiernos presididos por Azaña enfrentaron problemas como la radicalización del movimiento obrero y el pistolerismo de la derecha.
La Segunda República y la Guerra Civil en el País Vasco
Esta etapa se caracterizó en el País Vasco por el pluralismo político y social y el objetivo de lograr un Estatuto de Autonomía. Durante la Segunda República, se formaron tres bloques políticos en Euskadi:
- Bloque de derechas: Liderado por el carlismo, fuerza contrarrevolucionaria y paramilitar, mayoritario en Álava y Navarra.
- Bloque de izquierdas: Compuesto por el PSOE, partidos republicanos y el PCE (Frente Popular), mayoritario en Bilbao y su entorno.
- PNV: Evolucionó hacia la derecha en 1931 y hacia el centro en 1936, convirtiéndose en la primera fuerza política en Euskadi gracias a su predominio en Bizkaia y Gipuzkoa.
La reivindicación de autonomía en el País Vasco tuvo su origen en la pérdida del régimen foral en 1876, el auge de los nacionalismos en Europa tras la Primera Guerra Mundial y la creación de la Sociedad de Estudios Vascos, que desempeñó un papel crucial en la gestación del Estatuto.
En 1931, el PNV y el carlismo, unidos por su carácter católico, defendieron el Estatuto de Estella. Este estatuto limitaba los derechos políticos de los inmigrantes (derecho al voto solo con 10 años o más de residencia), otorgaba al Estado Vasco la capacidad de establecer un Concordato con la Santa Sede y concedía mayores atribuciones políticas a las Diputaciones que al Gobierno Vasco. Fue rechazado por las Cortes por su carácter preconstitucional, especialmente por la cuestión religiosa, la limitación de derechos de los inmigrantes y el reparto competencial, favorable al Gobierno Vasco.
Posteriormente, el PNV y las izquierdas elaboraron un nuevo proyecto, el Estatuto de las Gestoras Provinciales, ajustándose al procedimiento constitucional: proyecto de las gestoras, aprobación por los ayuntamientos, plebiscito popular y aprobación parlamentaria. Navarra quedó excluida por el rechazo de los representantes de los municipios navarros en junio de 1932, y se utilizó el término «País Vasco» en lugar de «Estado Vasco». Se eliminaron las medidas discriminatorias contra los inmigrantes, se otorgó mayor peso a las instituciones comunes y se mantuvo el Concierto. Reivindicaba un menor grado de autonomía, pero su tramitación fue frenada por la victoria de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933.
En 1936, la victoria del Frente Popular permitió un entendimiento con el PNV para aprobar el Estatuto Vasco en las Cortes el 1 de octubre, ya iniciada la Guerra Civil (1936-1939). Este Estatuto suprimió las referencias a los fueros y a la integración de Navarra, y estableció amplias competencias para el Gobierno Vasco.
El golpe militar de julio de 1936 triunfó en casi toda Álava y en Navarra, donde los requetés carlistas se unieron al ejército sublevado de los generales Mola y Franco. El golpe fracasó en Bizkaia y Gipuzkoa. En el verano de 1936, el ejército de Mola conquistó Gipuzkoa.
El PNV aceptó que su diputado fuera ministro del Gobierno del socialista Largo Caballero a cambio de la aprobación del Estatuto y la formación del primer Gobierno vasco, un gobierno de coalición entre el PNV y el Frente Popular, con hegemonía nacionalista. Debido a la guerra, no se celebraron elecciones al Parlamento Vasco, y los concejales de los Ayuntamientos vascos no ocupados eligieron a José Antonio Aguirre como primer Lehendakari.
Durante nueve meses en Bizkaia, el Gobierno vasco convirtió el Estatuto de 1936 en una autonomía máxima, ejerciendo plenos poderes: mantuvo relaciones internacionales, creó el ejército de Euskadi, acuñó moneda, expidió pasaportes, reorganizó la justicia y fundó la Universidad vasca en Bilbao.
La Guerra Civil Española fue también una guerra civil entre vascos, con rasgos peculiares: fue un conflicto entre católicos, y el predominio del PNV evitó una revolución social y garantizó el respeto a la Iglesia.
En 1937, el ejército de Mola lanzó la ofensiva contra Bizkaia, con los bombardeos de Durango y Gernika por la Legión Cóndor alemana. La destrucción de Gernika dio una dimensión internacional a la cuestión vasca. Finalmente, las tropas de Franco conquistaron Bilbao y toda Bizkaia, poniendo fin a la Euskadi autónoma en junio de 1937. Dos meses después, gran parte de los batallones nacionalistas se rindieron en Santoña.