Insurrección de los españoles contra el Imperio napoleónico

10: La restauración monárquica (1875-1898)

  1. El sistema político de la restauración

El pronunciamiento de Martínez campos en Diciembre de 1874, acogido favorablemente por el ejército y las fuerzas políticas conservadoras, significó la restauración de la monarquía en la persona de Alfonso XII, el único hijo varón de Isabel II. El político clave del momento fue Antonio Cánovas, que asumíó la regencia hasta el regreso del rey en Enero de 1875.

TURNO PACÍFICO



alternancia en el gobierno de los dos partidos dinásticos (conservador y liberal). La formación de gobierno por parte de cada uno de ellos no dependía del triunfo en las elecciones, sino de la decisión del rey en función de una crisis política o desgaste en el poder del partido gobernante.Un nuevo sistema político

Cánovas no pretendía el regreso a los tiempos de Isabel II, sino la vertebración de un nuevo modelo político que superase algu­nos de los problemas endémicos] del liberalismo precedente: el carácter partidista y excluyente de los moderados durante el reinado isabelino, el intervencionismo de los militares en la política y la proliferación de enfrentamientos civiles. Para conseguir su propósito, se propuso dos objeti­vos: elaborar una constitución que vertebrase un sistema político basado en el bipartidismo y pacificar el país poniendo fin a la guerra de Cuba y al conflicto carlista.

La constitución de 1876

La constitución consideraba a la monarquía como una institución su­perior, incuestionable, permanente y al margen de cualquier decisión polí­tica.

Las cortes eran bicamerales y estaban formadas por el senado y el congreso de los diputados, este último de carácter electivo. La constitu­ción no fijaba el tipo de sufragio, pero una ley de 1878 establecíó el voto censitario, limitado a los mayores contribuyentes. Sin embargo, en 1890, cuando estaba en el poder el partido liberal, se aprobó el sufragio univer­sal masculino. En el senado, la mitad de los senadores lo eran por dere­cho propio o vitalicio, lo que daba opción al rey y al gobierno a nombrar directamente a los senadores.

La constitución también proclamaba la confesionalidad católica del estado, aunque toleraba otras creencias siempre que no se hiciese manifestación pública de ellas. Asimismo, el nuevo texto constitucional contaba con una prolija declaración de derechos, pero su concreción se remitía a leyes ordinarias posteriores que, en general, tendieron a restringirlos, especial­mente los derechos de imprenta, expresión, asociación y reuníón.

Bipartidismo y turno pacífico

Antonio Cánovas del castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y en la alternancia en el poder de los dos grandes partidos dinásticos, el conservador y el liberal, que renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba, por tanto, que habría un turno pacífico de partidos que aseguraría la estabilidad institucional mediante la participación en el poder de las dos familias del liberalismo y pondría fin a la intervención del ejército en la vida política.

El ejército, que constituía uno de los grandes pilares del régimen, quedó coordinado al poder civil.

1.2. El fin de los conflictos bélicos

La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlista y cubana.

La consecuencia inmediata de la derrota carlista fue la abolición definitiva del régimen foral.

2. La vida política y la alternancia en el poder

2.1 los partidos dinásticos

Cánovas había sido el principal dirigente del partido Alfonsino, que durante el sexenio democrático había defendido la restauración monárquica y que acabó llamándose simplemente partido conservador. El proyecto partidista de Cánovas requería otro partido de carácter más pro­gresista, la llamada izquierda dinástica, y él mismo propuso a Sagasta su formación. De un acuerdo entre progresistas, unionistas y j algunos republicanos moderados nacíó el partido liberal-fusionista más tarde conocido como partido liberal.

Conservadores y liberales coincidían ideológicamente en lo funda­mental, pero diferían en algunos aspectos y asumían de manera consensuada dos papeles complementarios. Ambos defendían la monarquía, la constitución(1876), la propiedad privada y la consolidación del estado liberal, unitario y centralista. Su extracción social era bastante homogénea y se nutrían principalmente de las élites económicas y de la clase media acomodada.

En cuanto a su actuación política, las diferencias eran escasas. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo político, propónían un sufragio censitario y la defensa de la iglesia y del orden social. Los liberales defendían el sufragio universal masculino y estaban más inclinados a un reformismo social de carácter más progresista y laico.

La alternancia regular en el poder entre estas dos grandes opcio­nes dinásticas (turno pacífico) tenía como objetivo asegurar la esta­bilidad institucional.

2.2. Falseamiento electoral y caciquismo

El sistema del turno pacífico pudo mantenerse durante más de veinte años gracias a la corrupción electoral y a la utilización de la influencia y poder económico de determinados individuos sobre la sociedad (caciques). El caciquismo fue un fenómeno que se dio en toda España, aunque alcanzó su máximo desarrollo en Andalucía, Galicia y Castilla.

La adulteración del voto constituyó una práctica habitual en to­das las elecciones.

Los caciques eran personas notables, sobre todo del medio rural, a menudo ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros y que te­nían una gran influencia en la vida local, tanto en lo social como en lo político.

Los caciques manipularon las elecciones continuamente de acuer­do con las autoridades, especialmente los gobernadores civiles de las provincias. El conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la sistemática adulteración de los resultados electorales se conoce  como pucherazo. Para conseguir la elección del candidato mental, no se dudaba en falsificar el censo -incluyendo a personas muertas o impidiendo votar a las vivas-, manipular las actas electorales, ejercer la compra de votos, amenazar al electorado con coacciones de todo tipo e incluso emplear la violencia para atemorizar a los contrarios.

CACIQUE


Termino que aludía a la persona que dominaba los principales resortes del poder en un núcleo de población.

2.3. El desarrollo del turno de partidos

A lo largo del período que transcurríó entre 1876 y 1898, el turno funciónó con regularidad: de todas las elecciones realizadas, seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales.

El partido conservador se mantuvo en el gobierno desde 1875 hasta 1881, cuando Sagasta formó un primer gobierno liberal que introdujo el sufragio universal masculino para los comicios municipales (1882).


4. El surgimiento de nacionalismos y regionalismos

En el último cuarto del Siglo XIX comenzó en España el ascenso de movimientos de carácter regionalista o nacionalista. Grupos de inte­lectuales, políticos, periodistas y hombres de negocios empezaron a proponer en ciertas regiones españolas, primero en Cataluña, el país vasco y Galicia, pero más adelante también en Valencia, Andalucía y Aragón, políticas contrarias al uniformismo y al centralismo estatal propios del liberalismo español.

REGIONALISMO


Doctrina política según la cual en el gobierno de un estado debe atenderse especialmente al modo de ser y a las aspiraciones 

NACIONALISMO


Ideología de in pueblo que, afirmando su naturaleza de nacíón, aspira a constituir una entidad autónoma o un estado independiente. 

4.1. El nacionalismo catalán

La regíón pionera en desarrollar un movimiento regionalista fue Cataluña, donde a lo largo del Siglo XIX había tenido lugar un crecí­miento económico superior al de cualquier otra regíón española.

El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidíó con un notable Renacimiento de la cultura catalana y una expansión del uso de su lengua vernácula, el catalán, en este contexto, y a mediados del Siglo XIX, nacíó un movimiento conocido como la renaixença, cuyo obje­tivo era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad cata­lanas.

Por otro lado, en la década de 1880 se desarrolló el catalanismo político, que tuvo varias corrientes. Una de ellas estuvo basada en el tradicionalismo y tuvo en el obispo torras y bages su máximo repre­sentante. Otra era de carácter progresista, base popular y principios federalistas y estuvo alentada por Valentí Almirall, considerado como el padre del catalanismo político. Almirall fundó en 1882 el Centre Catalá, que empezó a defender la autonomía de Cataluña.

Un paso muy importante en la consolidación del catalanismo polí­tico fue la elaboración de las bases de Manresa en 1892, un docu­mentó producido por la uníó catalanista, que propónía la consecu­ción de un poder catalán como resultado de un pacto con la corona y, por tanto, la consideración de Cataluña como una entidad autóno­ma dentro España. El regionalismo pasó entonces a convertirse en verdadero nacionalismo.

La crisis del sistema político de la restauración en 1898 acrecen­tó el interés de la burguésía catalana por tener su propia representa­ción política al margen de los partidos dinásticos. En 1901 se creó la lliga regionalista, fundada por el intelectual nacionalista Enric Prat de la riba y el joven abogado Francesc cambó. El nuevo partido aspiraba a participar activamente en la política y a tener re­presentantes en las instituciones que defendiesen los intereses del catalanismo. El éxito electoral convertiría a la lliga en el principal partido de Cataluña durante primer tercio del Siglo XX.

4.2. El nacionalismo vasco

El nacionalismo vasco surgíó en la década de 1890. En sus orígenes hay que considerar la reacción ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros tras la derrota del carlismo; pero también el desarrollo una corriente cultural en defensa de la lengua vasca, el euskera, que dio lugar a la creación del movimiento de los euskaros, con un aportante componente religioso y de defensa de las tradiciones.

Su gran propulsor fue Sabino de Arana. Arana creyó ver un gran peligro pa­ra la subsistencia de la cultura vasca en la llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona minera e industrial de Bilbao, como resultado de la enorme expansión de la mine- y la siderurgia vascas en el último tercio del Siglo XIX. Pensaba que esta población de maketos (nombre dado a los inmigrantes no vascos) ponía en peligro el euskera -cuyo uso se reducía a pequeños territorios rurales-, las tradiciones y la etnia vasca.

Las propuestas de Arana prendieron en diversos sectores, sobre do en la pequeña burguésía, y en 1895 se creó el partido naciona­lista vasco en Bilbao. Arana popularizó un nuevo nombre para su patria, Euzkadi, una bandera propia y propuso un lema para el partido. «Dios y ley antigua».

En un principio, el PNV se declaró de inmediato independentista con respecto a España, pero esta posición fue evolucionando hacia el autonomismo.

4.3. El nacionalismo gallego

Además del catalán y el vasco, otro nacionalismo con cierto relie­ve fue el galleguismo, que tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien entrado el Siglo XX. La lengua gallega se usaba sobre todo en el medio rural, y a mediados del Siglo XIX, intelectuales y li­teratos gallegos emprendieron el camino de convertirla en lengua literaria.

En la última etapa de la restauración, el galleguismo fue adquiriendo un carácter más político, pero este movimiento se mantuvo muy minori­tario a pesar del prestigio de algunos de sus componentes (Manuel Murguía y Alfredo brañas, entre otros). Más tarde fue importante la figura de Vicente risco, que en la segunda década del Siglo XX se convertiría en el gran teórico y líder del nacionalismo gallego.


5. La guerra en ultramar

En 1895 estalló en Cuba una nueva insurrección, a la que se sumó más adelante la rebelión de las islas filipinas. Después de una corta guerra con Estados Unidos, en 1898, España perdíó sus últimos territorios coloniales y quedó inmersa en una grave crisis política y moral.

5.1. Cuba, la perla de las Antillas

En 1893, un intelectual, José martí, fundó el partido revolucionario cubano, cuyo objetivo era la consecución de la inde­pendencia y de inmediato consiguió apoyo exterior, especialmente de Estados Unidos.

En 1891, el gobierno español elevó las tarifas arancelarias para los produc­tos importados a la isla que no procediesen de la península (arancel Cánovas). Por aquel entonces, el principal cliente económico de Cuba era Estados Unidos, que adquiría casi la totalidad de los dos grandes productos cubanos, el azúcar y el tabaco, mientras que esa potencia sólo podía exportar a Cuba productos con fuertes aranceles de entrada. En 1894, EE.UU. Adquiría el 88,1% de las expor­taciones cubanas, pero sólo se beneficiaba del 32% de sus importaciones, que seguían procediendo mayoritariamente de España. El presidente Norteamérica­no William Mckinley manifestó su protesta ante tal situación y amenazó con cerrar las puertas del mercado estadounidense al azúcar y al tabaco cubanos si el gobierno español no modificaba su política arancelaria en la isla. Al temor a uña nueva insurrección independentista, se sumó el recelo a que ésta pudiese contar con el apoyo de Estados Unidos.

5.2. La gran insurrección

El grito de baire del 24 de Febrero de 1895 dio inicio a un levantamiento generalizado. La rebelión comenzó en el este de la isla, en Santiago de Cuba, pero se extendíó rápidamente a la zona occidental donde estaba la capital, la habana. El jefe del gobierno español, Cánovas del castillo, envió un ejército al mando del gene­ral Martínez campos, que entendía que la pacificación de la isla requería una fuerte acción militar que debía acompañarse de un esfuerzo político ele concilia­ción con los sublevados.

Martínez campos no consiguió controlar militarmente la rebelión, por lo que fue sustituido por el general Valeriano Weyler, que se propuso cambiar com­pletamente los métodos de lucha e iniciar una férrea represión. Para evitar que los insurrectos aumentasen sus adeptos en el mundo rural, organizó las concentraciones de campesinos, a los que se obligaba a cambiar de asentá­miento recluyéndolos en determinados pueblos sin posibilidad de contacto con los combatientes. Weyler trató muy duramente a los rebeldes, aplicando la pe­na máxima a muchos de ellos, y también a la población civil, víctima del ham­bre y las epidemias.

En 1897, tras el asesinato de Cánovas y conscientes del fracaso de la vía represiva propiciada por Weyler, el nuevo gobierno liberal lo destituyó del cargo y encargó el mando al general blanco. Además, inició una estrategia de con­flación con la esperanza de empujar a los separatistas a pactar una fórmula que mantuviera la soberanía española en la isla y evitase el conflicto con Estados Unidos.

Paralelamente al conflicto cubano, en 1896 se produjo una rebelión en las islas filipinas.
La colonia del pacífico había recibido una escasa inmigración española y contaba con una débil presencia militar, que se veía reforzada por importante contingente de misioneros de las principales órdenes religiosas. Los intereses económicos españoles eran mucho menores que en Cuba, pero se manténían por su producción de tabaco y por ser una puerta de intercambios comerciales con el continente asíático.

El independentismo fraguó en la formación de la liga filipina, fundada por José rizal en 1892, y en la organización clandestina katipunan. Ambas tu­rrón el apoyo de una facción de la burguésía mestiza hispanoparlante y de grupos indígenas. La insurrección se extendíó por la provincia de manila y el capitán general camilo García polavieja llevó a cabo una política represiva, condenando a muerte a rizal a finales de 1896. El nuevo gobierno liberal de – í|7 nombró capitán general a Fernando Primo de Rivera, que promovíó una negociación indirecta con los principales jefes de la insurrección, dando como resultado una pacificación momentánea del archipiélago.

5.3. La intervención de Estados Unidos

La ocasión para intervenir en la guerra la dio el incidente del acorazado es­tadounidense Maine, que estalló en el puerto de la habana en Abril de 1898. Estados Unidos culpó falsamente del hecho a agentes españoles y envió a España un ultimátum en el que se le exigía la retirada de Cuba. El gobierno español negó cualquier vinculación con el Maine y rechazó el ultimátum estadouniden­se. Amenazando con declarar la guerra en caso de invasión de la isla. Los diri­gentes políticos españoles eran conscientes de la inferioridad militar española, cero consideraron humillante la aceptación, sin lucha, del ultimátum. Comen­zaba así la guerra hispano-norteamericana.       

Una escuadra mandada por el almirante Cervera partíó hacia Cuba, pero fue rápidamente derrotada en la batalla de Santiago, donde se enfrentaron bar­ios desvencijados contra modernos navíos. Estados Unidos derrotó igualmente otra escuadra española en filipinas, en la batalla de Cavite. En Diciembre de 1898 se firmó la paz de París por la cual España se comprometía a abandonar Cuba, puerto rico y filipinas, que pasaron a ser un protectorado Norteamérica­no. El ejército español regresó vencido y en condiciones lamentables, mientras muchos españoles se preparaban para evacuar la isla y repatriar sus intereses.


11: La crisis del sistema de la restauración (1898-1931)

Movimiento obrero en la España de la restauración

El desarrollo del movimiento obrero en España fue mucho más limitado que en otros países de Europa dado nuestro menor desarrollo industrial. Sin embargo, a finales del Siglo XIX nacen los primeros partidos políticos y los primeros sindicatos de clara tendencia obrera.

En 1881 Pablo Iglesias funda el PSOE que en estos años es un partido marxista. En 1886 aparece el semanario “El socialista”.

En 1888 nace UGT que alcanzaría pronto un gran desarrollo en Madrid y el País Vasco. También, en el Siglo XIX se desarrollan los primeros sindicatos anarquistas, los anarquistas defienden la libertad total del individuo, la supresión del Estado y de la propiedad privada de los bienes de producción; su arma política era la huelga general y el terrorismo, sus principales afiliados eran jornaleros andaluces y en 1882 protagonizaron los sucesos conocidos como la mano negra en el que varios latifundistas andaluces fueron asesinados por anarquistas. Tras este acontecimiento, el gobierno de Cánovas inició una gran represión contra el anarquismo.

La tercera forma de sindicalismo será el sindicalismo cristiano, su origen esta en la encíclica “rerum novarum”, documento en el que el Papa León XIII muestra un claro interés por los problemas de los obreros y en España personajes destacados como el marques de Comillas, el Padre Vicent y el Padre Palau fundaron en España este tipo de sindicatos, siendo acusados por los otros tipos de sindicalismo de sindicatos amarillos, es decir, sindicatos que se plegaban a la patronal y este término proviene del color de la bandera del Vaticano.

El gobierno de Maura (1904 – 1909)


Maura, líder del partido conservador tras la muerte de Cánovas, fue un político honesto que intentó derribar el sistema caciquil e iniciar un programa de reformas sociales intentando, según sus propias palabras “hacer la revolución desde arriba antes que la hiciesen desde abajo”. Pero la semana trágica de Barcelona, Julio de 1909, acabó con su carrera política, la semana trágica fue un movimiento revolucionario desencadenado por el malestar de la población por la movilización de reservistas y el embarque de tropas con destino a Melilla para hacer frente a los ataques marroquíes. La protesta alcanzó unos límites de violencia considerables, y los anarquistas se hicieron dueños de Barcelona durante una semana. El resultado fueron más de 100 muertos, iglesias y conventos saqueados y una fuerte represión contra el anarquismo cuando todo terminó.

El gobierno de Canalejas, la crisis de 1917 y el desastre de Annual

Canalejas, líder del partido liberal, sustituyó a Maura y gobernó hasta 1912, año en que murió asesinado a manos de un anarquista.

Intentó regenerar la vida política y establecer una mayor limpieza en el juego político. Intentó acabar con el caciquismo pero no tuvo tiempo por su repentina muerte.

Le sustituyó Eduardo Dato y en 1914 estalla la 1º Guerra Mundial.

Son años de bonanza económica porque aprovechamos nuestra neutralidad en dicho conflicto. Esto acaba en 1917 con la crisis económica que afectó durísimamente a España.

En 1917 se produjeron conflictos sociales y políticos en gran parte de Europa. En Febrero había caído el zarismo en Rusia y en Octubre se producía la revolución bolche­vique. En ese contexto revolucionario, en España, la coin­cidencia entre las graves dificultades del sistema político de la restauración (crisis del turnismo, necesidad de re­formas…), el descontento militar y la conflictividad social provocaron una protesta generalizada de carácter anti­gubernamental en la que se vieron implicados los partí­dos situados al margen del turno dinástico, los militares y las organizaciones obreras.

La protesta militar

El ejército español, como consecuencia de las guerras co­loniales, presentaba un número excesivo de oficiales en relación al de soldados. El hecho de que los ascensos se ob­tuvieran mayoritariamente por méritos de guerra, lo cual beneficiaba a los militares africanistas en detrimento de los peninsulares, agravaba la situación. Además, la infla­ción había hecho disminuir el valor real de los ya bajos sa­larios militares.

La crisis política

La situación política no era menos grave. El gobierno conservador de Dato había sido sustituido, en 1916, por un gabinete liberal presidido por el conde Romanones, que continuó con las viejas prácticas de corrupción política.

La huelga general revolucionaria

En 1916 ya se había producido un importante movimiento huelguístico y, en Marzo de 1917, las centrales sindicales CNT y UGT acordaron firmar un maní­fiesto conjunto en el que se instaba al gobierno a intervenir para contener los precios bajo la amenaza de convocar una huelga general. La tensión estalló en Agosto de 1917, a raíz de un conflicto ferroviario en Valencia, y la UGT, con el apoyo del PSOE, decidíó llamar a la huelga general.

La huelga tuvo una incidencia muy desigual, porque apenas contó con la participación de los sectores campesinos.

La reacción del gobierno fue básicamente represiva: se declaró la ley marcial y se envió al ejército a aplacar el movimiento. El balance fue de más de setenta muertos, dos centenares de heridos y aproximadamente dos mil detenidos. La huelga general fracasó y no consiguió contar con el apoyo de amplios sectores, pero tuvo unas enormes consecuencias: debilitó aún más al régimen, que demostró su brutalidad, y radi­cálizó a la oposición. En los años siguientes, el sistema político ele la restaura­ción entró en su crisis definitiva.

El sistema político de la restauración entra en crisis el 21/Julio/1921 fecha en la que se produce el Desastre de Annual. Las tropas españolas lideradas por el general Fernández Silvestre se enfrentaron a los independentistas marroquíes liderados por Abd el-Krim. El enfrentamiento fue un desastre para el ejército español, que sufríó 10000 muertos, 2000 heridos y 4000 prisioneros. En su huida, los soldados españoles mataban a los oficiales españoles para quitarles los caballos y esta fue una muestra de la degradación a la que había llegado el ejército español. Este episodio ha sido estudiado por Manuel Leguineche en su libro “Annual, el desastre del Rif, 1921”. Todo el mundo le echó la culpa al Rey por mandar a un general incompetente con Fernández Silvestre. La crisis de Annual supone el fin del sistema de la restauración y el Golpe de Estado de Miguel Primo de Rivera que impondrá una dictadura militar.

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