12.3 Isabel II (1843-1868): el reinado efectivo. Los veinticinco años (1843-68) del reinado de Isabel II estuvieron marcados por la alternancia en el poder de los partidos liberales burgueses llamados dinásticos porque apoyaban a la monarquía. Estaban encabezados por militares. El partido moderado liderado por Narváez defendía la soberanía compartida, un sufragio muy restringido, la aconfesionalidad del Estado y la limitación de los derechos individuales. El partido progresista, liderado por Espartero, defendía la soberanía nacional, un sufragio menos restrictivo, libertad religiosa y derechos individuales más amplios debido a las preferencias de Isabel II por los moderados, estos predominaron en los gobiernos de Isabel II. Los progresistas solo accedieron al poder mediante revueltas. A lo largo del siglo surgieron dos partidos entre los que destacan la Unión Liberal de O’Donnel, situada entre moderados y progresistas, y el partido Democrata extendido del progresista.
La década moderada (1844-1854)
Surge cuando el General Narváez presidió la mayoría de los gobiernos moderados y mediante su mandato se elaboró la Constitución de 1845 que suprimió los aspectos progresistas de la constitución anterior de 1837. Sus principales características: la soberanía es compartida entre la corona y las cortes, confesionalidad católica del estado, la corona podía convocar y disolver las cortes y tenía derecho de veto sobre las leyes, el poder legislativo estaba compuesto por un parlamento bicameral, el congreso elegido por sufragio muy restrictivo y el senado cuyos miembros eran elegidos de por vida por la corona y aunque reconocía muchos derechos individuales la constitución permitía regular la limitación del ejercicio de los derechos individuales mediante leyes ordinarias. La década moderada se caracterizó por la elaboración de las leyes que establecían un sistema político liberal muy conservador y que garantizaban el orden público. Las principales medidas fueron la ley del ayuntamiento que permitía que los alcaldes de las ciudades principales fueran elegidos por el gobierno y el resto de las gobernaciones civiles de cada provincia. Se creó la guardia civil para encargarse del orden en las zonas rurales. En el aspecto educativo se crearon los institutos de segunda enseñanza en cada provincia. También se reformó la hacienda con Mon y Santillán, se simplificaron los impuestos indirectos llamados consumo, muy populares porque gravaban a los productos básicos. Por último, se restablecieron buenas relaciones con la iglesia deterioradas por las desamortizaciones de Mendizábal, así se firmó el concordato de 1851 con el Vaticano que mantenía el sufragio del Estado al culto y clero y la influencia del catolicismo en la enseñanza.
La crisis de los gobiernos moderados
Llegaron con la Segunda Guerra Carlista con la aparición de los partidos democrata y republicano y una serie de escándalos de corrupción ligados a la construcción del ferrocarril.
El Bienio Progresista (1854-1856)
Se inició con el golpe militar del General O’Donnel en Vicálvaro (Vicalvarada) seguido por el manifiesto de Manzanares, redactado por el moderado Cánovas del Castillo y firmado por los Generales O’Donnel y Serrano. En este manifiesto se prometían reformas y los generales firmantes consiguieron el apoyo de los progresistas y democratas. La sublevación triunfó e Isabel II nombró jefe de gobierno a Espartero, quien designó a O’Donnel como ministro de la guerra.
Durante el Bienio Progresista se llevaron a cabo reformas económicas entre las que destacan la desamortización civil de Madoz, que ponía en venta los bienes de propios y baldíos. Se aprobó la ley de ferrocarriles y se creó el Banco de España, todo lo cual impulsó el capitalismo en España.
Se elaboró la Constitución no promulgada (non nata, nonata) de 1855, que recogía los principios progresistas: soberanía nacional, limitación de los poderes de la monarquía, ampliación de derechos y libertades y la tolerancia religiosa. La constitución no entró en vigor debido a la inestabilidad que se produjo en 1856: se incrementó la conflictividad social a causa del alza de precios provocado por malas cosechas y a las protestas del movimiento obrero. El gobierno se vio acosado por el partido democrata por no cumplir la promesa del sufragio universal y por último surgieron diferencias en la coalición gobernante. O’Donnel fundó la Unión Liberal que se situaba entre los progresistas y los moderados e Isabel II nombró a O’Donnel jefe de gobierno y este prescindió de los progresistas.
Los últimos años del reinado de Isabel II
Estuvieron presididos por los liberales y los moderados. Entre estos gobiernos destaca el gobierno largo de la Unión Liberal, que se caracterizó por la estabilidad social y el crecimiento económico. Para aumentar el prestigio internacional se enviaron expediciones militares a México y Conchinchilla (Vietnam), que fracasaron. Santo Domingo fue anexionado a petición de los Dominicanos y se inició una gran guerra con Marruecos donde se consiguió la cesión de los territorios del Ifni y asegurar Ceuta y Melilla. El desgaste de la Unión Liberal y las discrepancias con la corona provocaron la caída de O’Donnel.
Los moderados vuelven al poder en los últimos años del reinado de Isabel II con Narváez a la cabeza hasta su muerte. Se produjo la quiebra del sistema implantado en 1845 y el régimen Isabelino se va quedando cada vez más aislado, se producen sublevaciones que son reprimidas con dureza. Los progresistas intentaron acceder al poder mediante un pronunciamiento encabezado por el General Prim, que fracasó. En el exilio, Prim firmó con los democratas el Pacto de Ostende con el fin de destronar a Isabel II, a este pacto se unió posteriormente el General Serrano, sucesor de O’Donnel al frente de la Unión Liberal y en septiembre de 1868, aprovechando que la reina se encontraba veraneando en San Sebastián, un grupo de generales se pronunció en Cádiz contra el régimen, comenzando la revolución Gloriosa que triunfa e Isabel se exilia.