En 1833 Isabel II es proclamada reina aunque se encarga de la regencia su madre Mª Cristina de Nápoles.
En un ambiente de Guerra Civil provocada por el levantamiento carlista, el absolutismo moderado y reformista considera que la única forma de asegurar el trono de Isabel II es conseguir el apoyo de los liberales y profundizar en las reformas para solucionar la crisis económica. Existe además una presión de las potencias occidentales a favor de las reformas liberales y que se refleja en la formación de la Cuádruple Alianza por la que Inglaterra y Francia apoyaban a las reinas niñas de España y Portugal frente a carlistas y miguelistas. Como consecuencia, se va a iniciar una transición hacia el liberalismo que se basará en el compromiso entre la vieja nobleza y la nueva burguésía liberal.Los liberales retornan del exilio y se empiezan a fraguar dos modelos políticos que dan pie a la formación de los primeros partidos políticos.El partido moderado se basa en el liberalismo doctrinario, que combina elementos del Antiguo Régimen con el liberalismo. Defienden la soberanía compartida entre rey y Cortes, derechos y libertades limitados, la oficialidad de la religión católica, unas Cortes bicamerales con un Senado elitista y un Congreso de los diputados elegidos por un sufragio muy restringido, y fuertes poderes para el rey que tendría derecho de veto. El partido progresista se basa en un liberalismo popular, que busca romper con el Antiguo Régimen. Defiende la soberanía nacional, garantías para los derechos y libertades individuales, especialmente de imprenta, mayor tolerancia religiosa, unas Cortes bicamerales en las que ambas cámaras serían electivas por un sufragio censitario más amplio, y unos poderes del rey más limitados.
La dinámica política se caracteriza por la falta de entendimiento entre ambos partidos, que monopolizan el gobierno e imponen su modelo político. Por eso el partido de la oposición, incapaz de alcanzar el poder de forma legal a través de las elecciones, recurre a formas violentas como el pronunciamiento militar o levantamientos populares.En los primeros años del reinado, Cea Bermúdez inicia la transición hacia el liberalismo con una tímida apertura política que se basa en el acuerdo entre absolutistas reformistas y liberales moderados. Este acuerdo se plasma en el Estatuto Real de 1834, una especie de carta otorgada que contempla unas Cortes Bicamerales, con muy pocos poderes, en las que el Estamento de Próceres estaría reservado a las élites mientras que el Estamento de Procuradores sería elegido mediante un sufragio muy restringido.
Este régimen tan autoritario propicia la oposición de los progresistas que se plasma en varios levantamientos populares, a veces con un carácter anticlerical, y que favorecen que en 1835 la regente llame a un progresista, Mendizábal, para presidir el gobierno y abordar la desamortización eclesiástica.
Finalmente, en 1836 el pronunciamiento de los Sargentos de La Granja (La Sargentada)
Obliga a la regente a jurar la Constitución de 1812.
El partido progresista controla el gobierno y profundiza las reformas liberales aboliendo mayorazgos y los señoríos jurisdiccionales. Sin embargo, se elabora una nueva Constitución promulgada en 1837 que recoge los principios progresistas aunque con concesiones a los moderados. Se reconoce la soberanía nacional, aunque en la práctica es compartida, se hace una limitada declaración de derechos y libertades, se mantiene cierta ambigüedad en materia religiosa, se contemplan unas Cortes bicamerales con un Congreso de Diputados elegidos por sufragio censitario y un Senado cuyos miembros son designados por el rey entre los elegidos por la Nacíón. El rey conserva importantes poderes, incluido el derecho de veto, y se contempla el jurado para los delitos contra la libertad de imprenta.
En 1840 los moderados, de nuevo en el poder, aprueban una ley municipal centralizadora con el apoyo de la reina regente. Esto provoca nuevos levantamientos populares que obligan a Mª Cristina a renunciar a la regencia. El general Espartero, líder del partido progresista, es designado regente. Los progresistas se hacen con el control de todas las instituciones del Estado y se enfrentan a pronunciamientos militares impulsados por los moderados como el de Diego de León.
Finalmente, el autoritarismo de los progresistas provoca su desgaste hasta que un nuevo pronunciamiento militar de los moderados en 1843 pone fin a la regencia de Espartero declarando la mayoría de edad de Isabel II.
En un ambiente de Guerra Civil provocada por el levantamiento carlista, el absolutismo moderado y reformista considera que la única forma de asegurar el trono de Isabel II es conseguir el apoyo de los liberales y profundizar en las reformas para solucionar la crisis económica. Existe además una presión de las potencias occidentales a favor de las reformas liberales y que se refleja en la formación de la Cuádruple Alianza por la que Inglaterra y Francia apoyaban a las reinas niñas de España y Portugal frente a carlistas y miguelistas. Como consecuencia, se va a iniciar una transición hacia el liberalismo que se basará en el compromiso entre la vieja nobleza y la nueva burguésía liberal.Los liberales retornan del exilio y se empiezan a fraguar dos modelos políticos que dan pie a la formación de los primeros partidos políticos.El partido moderado se basa en el liberalismo doctrinario, que combina elementos del Antiguo Régimen con el liberalismo. Defienden la soberanía compartida entre rey y Cortes, derechos y libertades limitados, la oficialidad de la religión católica, unas Cortes bicamerales con un Senado elitista y un Congreso de los diputados elegidos por un sufragio muy restringido, y fuertes poderes para el rey que tendría derecho de veto. El partido progresista se basa en un liberalismo popular, que busca romper con el Antiguo Régimen. Defiende la soberanía nacional, garantías para los derechos y libertades individuales, especialmente de imprenta, mayor tolerancia religiosa, unas Cortes bicamerales en las que ambas cámaras serían electivas por un sufragio censitario más amplio, y unos poderes del rey más limitados.
La dinámica política se caracteriza por la falta de entendimiento entre ambos partidos, que monopolizan el gobierno e imponen su modelo político. Por eso el partido de la oposición, incapaz de alcanzar el poder de forma legal a través de las elecciones, recurre a formas violentas como el pronunciamiento militar o levantamientos populares.En los primeros años del reinado, Cea Bermúdez inicia la transición hacia el liberalismo con una tímida apertura política que se basa en el acuerdo entre absolutistas reformistas y liberales moderados. Este acuerdo se plasma en el Estatuto Real de 1834, una especie de carta otorgada que contempla unas Cortes Bicamerales, con muy pocos poderes, en las que el Estamento de Próceres estaría reservado a las élites mientras que el Estamento de Procuradores sería elegido mediante un sufragio muy restringido.
Este régimen tan autoritario propicia la oposición de los progresistas que se plasma en varios levantamientos populares, a veces con un carácter anticlerical, y que favorecen que en 1835 la regente llame a un progresista, Mendizábal, para presidir el gobierno y abordar la desamortización eclesiástica.
Finalmente, en 1836 el pronunciamiento de los Sargentos de La Granja (La Sargentada)
Obliga a la regente a jurar la Constitución de 1812.
El partido progresista controla el gobierno y profundiza las reformas liberales aboliendo mayorazgos y los señoríos jurisdiccionales. Sin embargo, se elabora una nueva Constitución promulgada en 1837 que recoge los principios progresistas aunque con concesiones a los moderados. Se reconoce la soberanía nacional, aunque en la práctica es compartida, se hace una limitada declaración de derechos y libertades, se mantiene cierta ambigüedad en materia religiosa, se contemplan unas Cortes bicamerales con un Congreso de Diputados elegidos por sufragio censitario y un Senado cuyos miembros son designados por el rey entre los elegidos por la Nacíón. El rey conserva importantes poderes, incluido el derecho de veto, y se contempla el jurado para los delitos contra la libertad de imprenta.
En 1840 los moderados, de nuevo en el poder, aprueban una ley municipal centralizadora con el apoyo de la reina regente. Esto provoca nuevos levantamientos populares que obligan a Mª Cristina a renunciar a la regencia. El general Espartero, líder del partido progresista, es designado regente. Los progresistas se hacen con el control de todas las instituciones del Estado y se enfrentan a pronunciamientos militares impulsados por los moderados como el de Diego de León.
Finalmente, el autoritarismo de los progresistas provoca su desgaste hasta que un nuevo pronunciamiento militar de los moderados en 1843 pone fin a la regencia de Espartero declarando la mayoría de edad de Isabel II.