La construcción del Estado liberal en España (1808-1874)

A. CONVOCATORIA DE LAS CORTES DE CÁDIZ

La Junta Central dirige la lucha y se marca la tarea de redactar una constitución en respuesta al estatuto de Bayona dado por Napoleón. La renovación que éste ofrecía no era aceptable, pero sí una renovación patriótica contra él. Jovellanos propone convocar cortes, y se hace una “Consulta al País” sobre su funcionamiento: unos quieren cortes tradicionales por estamentos; otros una asamblea única de raíz popular. Vencen estos últimos.

En 1810, la Junta Central huye a Cádiz -mercantil, burguesa, innovadora y abierta-. De 1810 a 1813 se reúnen las Cortes, entre cuyos diputados -unos 200, elegidos como buenamente se pudo- predominan las clases medias cultas urbanas (funcionarios, abogados, comerciantes), un tercio son clérigos, hay algún noble, pero nadie de las clases populares. Hubo diversos grupos ideológicos:

  • Renovadores ilustrados (jovellanistas): desean recuperar la “constitución histórica” española que Austrias y Borbones olvidaron: leyes y costumbres de antaño, cuando la soberanía se compartía entre reyes y cortes (con los tres estamentos). Son reformistas del Antiguo Régimen: confían en su evolución. Su modelo es el parlamentarismo inglés y aceptan la división de poderes.
  • Innovadores o liberales: serán los triunfadores. Defienden la ruptura radical con el Antiguo Régimen, con soberanía nacional – representada en unas cortes únicas, no por estamentos-.
  • Minoría absolutista: acusa a los liberales de ideas extranjeras, contrarias a la tradición española.

B. CONSTITUCIÓN DE 1812, “LA PEPA”

Nuestra primera constitución, pactada por liberales e ilustrados, desmantela el Antiguo Régimen y proclama un nuevo modelo de estado, el liberal, – monarquía constitucional parlamentaria-. El triunfo de la minoría liberal en las Cortes –destacan Argüelles y Muñoz Torrero- revela que era el grupo más audaz y organizado, con un programa claro y concreto que se impuso al carácter pasivo y amorfo del resto.

Estructura. Monumento jurídico en diez títulos, enunciados con perfecto orden y énfasis solemne.

Principios: libertad, igualdad y propiedad, inspirados en la Rev. Francesa y en el régimen inglés, aunque prefieren proclamarse renovadores de la vieja “constitución histórica” española, siguiendo el ejemplo de los comuneros de Castilla.

Su vena ética y religiosa la distingue del modelo francés: se encabeza invocando a Dios y hay una profesión de fe; señala la obligación de “amar a la patria…, ser justos y benéficos”, algo encantadoramente ingenuo.

Puntos principales:

  • Soberanía nacional. Se afirma: “La soberanía reside esencialmente en la Nación, y por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de establecer sus leyes fundamentales”. La voluntad popular se expresa en las cortes, con una sola cámara de diputados (debían ser propietarios), elegidos por sufragio universal masculino e indirecto (en tres niveles: parroquia, municipio y provincia).
  • División de poderes: -Judicial (jueces). -Legislativo: cortes, poder preeminente del estado, verdaderamente excesivo, incluía ámbitos ejecutivos y judiciales, y no armonizan bien con el gobierno (no presente en ellas). -Ejecutivo: lo ostenta el rey (pierde poder, es inviolable) y su gobierno (los ministros responden ante las cortes), con veto limitado -puede rechazar resoluciones de las cortes- (al tercer veto, prevalece lo aprobado en cortes).
  • Derechos, libertades (no se prodiga mucho: expresión, imprenta, procesal…) e igualdad ante la ley.
  • Estado confesional católico. Religión católica, la única permitida.
  • Otras medidas: la Milicia Nacional (cuerpo de civiles armados defensores de la Constitución y la Nación en casos de emergencia), ayuntamientos democráticos, un sistema fiscal único según la renta, y un centralismo radical: provincias iguales con sus diputaciones (administración con un patrón unitario, ignorando fueros y privilegios locales, lo que ya comenzaron los primeros Borbones).

C. LABOR LEGISLATIVA DE LAS CORTES DE CÁDIZ

No se limitaron sólo a elaborar una constitución, desarrollan una gran obra de gobierno con leyes y decretos que transforman el país a todos los niveles. Liquidan los fundamentos económicos y jurídicos de la vieja sociedad estamental. Suponía implantar la revolución burguesa en España.

  • Reforma social. La igualdad ante la ley rompe la sociedad estamental y sus privilegios. Suprime los restos del régimen señorial (acaba el señorío jurisdiccional: el señor ya no ejerce administración ni justicia, no habrá dependencia personal del campesino). Establece el derecho a la educación, bien público por el que debe velar el estado. Suprime la Inquisición. El clero reaccionario tachó la Constitución de ataque a la religión (algo totalmente falso) y extranjerizante.
  • Reformas económicas. Defendió el liberalismo económico al favorecer la iniciativa privada y la competencia: suprime gremios y da libertad total a los negocios. Lucha contra la propiedad de mano muerta, para lo que propone iniciar la incautación de los bienes del clero y ayuntamientos. No se atrevió a suprimir el mayorazgo ni toda la propiedad vinculada.

B. PRIMERA GUERRA CARLISTA 1833-1840

●CAUSAS.

Fernando VII, para asegurar a su hija Isabel en el trono, vuelve a la sucesión tradicional: publica la Pragmática, derogando la Ley Sálica. En 1833 muere el rey; la regente M.ª Cristina, madre de Isabel II, recibe el apoyo liberal. Carlos M.ª Isidro, hermano de Fernando VII, rechaza como heredera a Isabel y se proclama rey (Carlos V) con apoyo absolutista (realistas puros).

●EL CARLISMO (O TRADICIONALISMO) Ideología y apoyos.

Es la España tradicional que se resiste a desaparecer:

  • Reaccionario, absolutista y antiliberal: * Integrismo defensor de la Iglesia; es una cruzada al grito de “Dios, patria y rey” contra el “liberal impío”. El clero rural se compromete en las partidas (frailes y curas “trabucaires”), no la jerarquía. * Fueros: las zonas de tradición foral vasco-navarra y vieja Corona de Aragón lo apoyan (no sus ciudades). * Más rural y popular Las clases altas y cultas no lo apoyan. Es “un odio del campo a la ciudad”, un temor a proletarizarse por las desamortizaciones, favorables a los ricos.

● DESARROLLO DE LA GUERRA

Esta atroz guerra civil se libró principalmente en el Norte: núcleo vasco-navarro (el carismático Zumalacárregui organizó un ejército y morirá sitiando Bilbao), Maestrazgo (allí actuó Cabrera), Cataluña y Aragón. Derrotarlos es difícil: luchan en su terreno, con partidas dispersas, pero sin ciudades no podían vencer. La “Expedición Real” a Madrid de don Carlos fracasa. Espartero, liberal, levanta el sitio de Bilbao. En 1839 el Abrazo de Vergara del carlista Maroto y Espartero sella la paz. Se respeta gran parte de los privilegios forales y ofrece una buena salida a los militares carlistas. Hubo rebrotes carlistas intermitentes: la Segunda (1846-48) y Tercera (1873-75) carlistada. Vencido, pervivió y cobró auge en la Guerra Civil (1936).

C. RASGOS DEL SISTEMA Y PARTIDOS POLÍTICOS

RASGOS DEL SISTEMA (7)

Se olvida el idealismo de “la Pepa”. Triunfa el liberalismo doctrinario (gobierno de los más capaces) con sufragio censitario: votan unos pocos “ciudadanos activos” de pleno derecho: ricos, altos cargos y dignidades. Poder oligárquico, al servicio de ricos terratenientes y especuladores, nobles y burgueses que mezclan sus familias y valores.

Inestabilidad con gobiernos efímeros (alguno duró un día), varias constituciones (cada partido pone la suya) y partidos divididos; hay infinidad de motines, revoluciones y pronunciamientos. El capricho de la Reina favorece a los moderados, cambia gobiernos y disuelve las cortes. Fraude electoral que impide llegar al poder por las urnas. De ahí, el protagonismo político del militar, “espadón”, jefe del partido que utiliza la burguesía para llegar al poder por un pronunciamiento. Las cortes no representan la voluntad nacional, se reducen a un torneo oratorio de “picos de oro”. Fue una “hipocresía oficial” que falseó los ideales que tanto proclamaba de soberanía nacional, derechos e igualdad; se solía gobernar de modo autoritario y dictatorial.

Los partidos no son muy distintos: defienden el mismo liberalismo doctrinario de la burguesía adinerada.

  • MODERADO Lo apoya la Reina, la oligarquía y veteranos “doceañistas” que disfrutan de la riqueza y el poder alcanzados. Ideario: soberanía conjunta (cortes y rey), orden y autoridad. ▪Sufragio muy restringido: vota el 1%. ▪Más centralista (alcaldes los nombra el gobierno) y francófilo. ▪Se entiende con la iglesia. ▪Reformador de la administración y la Hacienda (más impuestos indirectos). Proteccionista. ▪Su espadón fue Narváez.
  • PROGRESISTA (antes, exaltados). Gobernó menos tiempo, Isabel II lo aleja del poder. Media burguesía, favorito de la clase media y popular urbana. IDEARIO: liberalismo más pleno, cortes poderosas y menos poder del rey. Amplía el sufragio y las libertades. ▪Ayuntamientos democráticos; milicia nacional. Anglófilo. ▪Reformador de la economía: más impuestos directos y menos indirectos; apoya el liberalismo económico, el librecambismo y la desamortización (eso le enfrenta a la iglesia). ▪Espadón: Espartero y, al final, Prim.
  • Al final, UNIÓN LIBERAL (dialogante híbrido de moderados y progresistas) y DEMÓCRATA (sufragio universal).

C. EVOLUCIÓN POLÍTICA

● REGENCIAS 1833-1843

Periodo muy turbulento (transición al liberalismo hasta 1836; luego se consolidó).

  • –De M.ª CRISTINA (1833-40) Intentó un reformismo absolutista para aplacar al carlismo que no funcionó. Javier de Burgos hizo la actual división provincial. El Estatuto Real de1834 de Martínez de la Rosa, una “carta otorgada”, representa la transición del absolutismo al liberalismo para ampliar el apoyo al bando isabelino: cortes sin poder (sólo opinan) divididas en: próceres (dignidades y nobles) y procuradores (elegidos por voto limitadísimo). En 1835 se avanzó al liberalismo pleno. Asustada por las revueltas del liberalismo radical (matanzas de frailes: los culpan del cólera), la regente nombró al progresista Mendizábal que inició la desamortización, urgido por la guerra carlista y la enorme deuda. En 1836 la “sargentada” de la Granja restituye la Const. de 1812. Para unir a todos los liberales frente al carlismo, negocian la Constitución de 1837, un texto conciliador: moderada en el fondo (soberanía compartida: cortes bicamerales con el rey reforzado) y progresista en la forma (soberanía nacional, derechos y libertades, ayuntamientos democráticos, etc.).
  • –De ESPARTERO (1841-43) Los moderados y la Regente atacan los puntos progresistas de la Constitución del 37: aprueban una inconstitucional Ley de Ayuntamientos (el gobierno elige los alcaldes). Los motines progresistas dan el poder a su ídolo Espartero: asume la regencia y gobierna de modo autoritario. Su librecambismo (baja aranceles) perjudica a los industriales catalanes proteccionistas (lo acusan de esbirro de Inglaterra). Barcelona se amotina y Espartero la bombardea. La indignación favorece el triunfo del pronunciamiento moderado de Narváez.

● DÉCADA MODERADA 1844-54.

Isabel es declarada mayor de edad con 13 años. Los moderados de Narváez ofrecen estabilidad y consolidar las instituciones del Estado, en favor de las clases altas. Recortan los “excesos” progresistas con la Constitución moderada de 1845, muy oligárquica, centralista y doctrinaria: soberanía conjunta rey-cortes, según nuestra “constitución histórica”; da enorme poder al monarca (disuelve las cortes, pone y quita ministros) y al gobierno; debilita las cortes (bicamerales: senado elitista nombrado por el rey, y congreso por voto muy restringido) elimina la milicia nacional, menos libertad de prensa, etc.

Las perdurables reformas de los moderados. El gobierno “técnico” y de fomento de Bravo Murillo remodeló la administración estatal de modo centralista (gobernador provincial, diputaciones y ayuntamientos bajo control del gobierno). En Hacienda: pone las bases del Banco de España; reduce los impuestos directos (según la riqueza, hubo mucho fraude) y sube los indirectos (encarece bienes básicos: los impopulares “consumos”). Su código civil y penal defiende el orden y la propiedad privada, para eso se funda la Guardia Civil.

El Concordato de 1851. Para lograr paz social convenía pactar con la iglesia, enfrentada por la desamortización al Estado. Le ofrece sostenimiento económico, derecho a adquirir propiedades y mayor presencia pública (censura, enseñanza); la iglesia acepta la desamortización y respalda el régimen.

● BIENIO PROGRESISTA 1854-56

El favoritismo y corrupción en el gobierno y la camarilla cortesana, unas cortes irrelevantes y la división entre los moderados contribuyen al éxito del pronunciamiento en Vicálvaro de O’Donnell, moderado crítico. Gobiernan de nuevo los progresistas con Espartero. Su liberalización económica facilita la expansión en los negocios y la inversión extranjera: Ley de Ferrocarriles, de Soc. Anónimas y de Crédito, y la gran desamortización de Madoz. Proyectan una constitución, la “non nata” del 56 netamente progresista (no se promulgó). Reafirma la Soberanía nacional y las cortes, e introduce la tolerancia religiosa. Espartero dimitió por los graves motines proletarios, cuya situación no mejoraba.

● DOCE AÑOS FINALES: ALTERNANCIA DE UNIÓN LIBERAL Y MODERADOS

Se restablece la Constitución del 45 y el conservadurismo. Se alternan O’Donnell, de Unión Liberal, y Narváez. La Ley Moyano organizó la enseñanza en todos sus niveles (el atraso era penoso: sólo 141 estudiantes de ciencias en las universidades). El “Gobierno Largo” de O’Donnell 1858-63 (¡asombroso! duró cinco años) fue de los más florecientes económicamente y tranquilos del XIX. Reanudó la política exterior, olvidada tiempo ha: intervino en Chile, México, Perú, Marruecos, Santo Domingo, e Indochina. Buscaba reconstruir un imperio colonial de la mano de Francia y ganar prestigio, aunque poco se logró (Sidi Ifni).

Desde 1863, descomposición del sistema. La reina se desacreditó por escándalos de camarilla y alcoba, y su apoyo descarado a los moderados más reaccionarios. La deriva autoritaria y represiva de Narváez frente al descontento, da auge a la oposición del nuevo partido demócrata (intelectuales) y los progresistas de Prim. La Noche de S. Daniel, 1865 (protesta universitaria por la expulsión de catedráticos) y la rebelión de los sargentos de S. Gil, 1866, son ahogadas en sangre. A eso se suma el malestar social por la crisis económica: fue la puntilla del régimen de Isabel II. El Pacto de Ostende de toda la oposición y la Revolución del 68 la mandaron al exilio.

B. EL SEXENIO ABSOLUTISTA (1ª restauración absolutista. 1814-1820).

Fernando VII quería restaurar el Antiguo Régimen. Las Cortes liberales esperan que jure la Constitución de 1812. El rey recibe el entusiasmo del pueblo y comprueba el escaso apoyo con que cuentan aquellas Cortes. En Valencia el general Elío le ofrece la ayuda del ejército. Diputados realistas de las cortes le presentan el “Manifiesto de los Persas”, en defensa del absolutismo, pedían que revitalizara las cortes tradicionales y el rechazo de la Pepa. Fernando decide actuar y anula la obra de las Cortes de Cádiz (disueltas por “rebeldes”) y la Constitución. Este golpe de estado absolutista hizo fracasar la labor de la minoría modernizadora e ilustrada.

Inicia la represión contra los liberales que sufren el primer gran exilio político -constante de la España contemporánea- o conspiran en sociedades secretas clandestinas-como las logias masónicas -para llegar al poder por un pronunciamiento militar, algo típico del XIX español. Fracasan los de Espoz y Mina (Navarra), Porlier (La Coruña), Lacy y Milans del Bosch (Barcelona); fueron obra de una minoría, improvisados, sin apoyo de los soldados ni de las masas. Muchos eran héroes de la Guerra de Independencia descontentos al no reconocerse sus méritos.

Se restituye el Antiguo Régimen: la Inquisición, los privilegios y el régimen señorial. El clero -en especial el regular (frailes)- alimenta una “cruzada” antiliberal.

Su mediocre gobierno se mostró incapaz ante el caos y la ruina, empeorada por la sublevación de las colonias americanas. Fruto del gusto populachero del rey fue la “camarilla” (Duque de Alagón, Ugarte, Chamorro etc.), tertulia chabacana de “amigotes” que influyó en el rey, pero no gobernó en la sombra como se ha afirmado.

C. EL TRIENIO LIBERAL (1820-1823).

Inesperadamente, triunfa el pronunciamiento de Riego (1820, Cabezas de S. Juan, Sevilla) entre las tropas que partían a América, -para unos, heroico, para otros, deserción vergonzosa-. El Rey, resignado, jura la Constitución de 1812: “…marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional”. Por primera vez un gobierno liberal tiene el poder y puede llevarlo a la práctica, justo cuando todo iba de mal en peor.

Continúa la labor de las Cortes de Cádiz para liquidar el poder de los privilegiados: ataque a los señoríos; elimina la censura y la Inquisición; desamortización; cierra monasterios y los conventos con menos de 24 religiosos… El clero se opone rotundamente (liberal equivale desde entonces a anticlerical). Además, implanta la Milicia Nacional, una ley de enseñanza (pública y gratuita, en tres grados), un código penal…

Los liberales se dividen:

  • Moderados o doceañistas. Gobiernan hasta 1822. Veteranos de las Cortes de Cádiz (Martínez de la Rosa, Argüelles) desengañados y prácticos. Resaltan la libertad. Quieren entenderse con el rey y los nobles, garantizándoles cierto poder y la propiedad. Dominarán el liberalismo del XIX.
  • Exaltados. Gobiernan de 1822 a 1823(Alcalá Galiano, Mendizábal, Istúriz, su jefe fue Riego) con apoyo de la prensa, los influyentes masones (todos los ministros lo eran) y sociedades patrióticas (“Comuneros”, “La Fontana de Oro”). Cantan el “Himno de Riego” y el “Trágala” contra los absolutistas serviles. Son más radicales contra la nobleza y el clero; resaltan la democracia y la igualdad. Sucedió entonces la primera protesta proletaria de nuestra historia, con ecos de socialismo y anarquismo anticipado.

Los realistas apostólicos forman partidas antiliberales (del P. Vasco a Cataluña) y crean la Regencia de Urgel. En ella hubo absolutistas a ultranza, y otros que querían renovar y reformar desde la tradición (desean una constitución pactista de estilo foral aragonés y castellano con soberanía del rey y las cortes). Los apostólicos reciben apoyo popular y campesino, sectores que temen salir perdiendo frente al liberalismo económico que propone desamortizaciones -que sólo benefician a los ricos- y la supresión de los gremios que protegían al trabajador.

El Rey sabotea al gobierno y conspira: pide la intervención de la Alianza absolutista que envía un ejército francés, “Los 100.000 Hijos de S. Luis”, con apoyo de partidas realistas. El pueblo los recibe con los brazos abiertos. El gobierno liberal, refugiado en Cádiz, libera al Rey que promete perdón (lo incumplió). Dicen que el pueblo lo aclamó gritando “¡vivan las caenas!”, algo dudoso e impropio del ser español

D. LA DÉCADA OMINOSA (2ª restauración absolutista.1823-1833)

La represión es feroz (exilio, depuraciones, ejecutan a Riego, El Empecinado, Mariana Pineda). La nueva policía y las Juntas de Fe persiguen a disidentes y liberales. Hasta las universidades cierran: “lejos de nos, señor, la funesta manía de pensar” le escriben al Rey. Su política es desconcertante, arbitraria, mezcla de dureza y blandura. Vuelve el absolutismo reaccionario, pero no la Inquisición. Respeta los decretos socioeconómicos del Trienio. Perdidas casi todas las colonias en 1824, y pendiente la necesaria reforma fiscal, la situación económica es desesperada. Se evidenció la crisis del absolutismo y la ineficacia de las instituciones del Antiguo Régimen.

En 1826, el Rey da un giro político: salen del gobierno los ultraabsolutistas y llegan “hombres puente”, tercera vía entre realistas ilustrados y liberales moderados, a los que suaviza el trato. Se reconcilia con la burguesía para resolver el caos económico. Hay una tímida reforma administrativa (Ballesteros pone orden en Hacienda: primeros presupuestos generales del estado) y cierta liberalización económica (Bolsa de Madrid, Código de Comercio): la economía empieza a remontar.

Ocurre algo difícil de entender: conspiran a la vez contra Fernando liberales exaltados, y apostólicos o “realistas puros”. Entre ellos hay renovadores defraudados y ultraabsolutistas que acusan al Rey de blando y débil (piden Inquisición, mano dura, creen que el rey está manejado por masones; algunos forman partidas en Cataluña -como El Ángel Exterminador-). Apoyan al intransigente Carlos M.ª Isidro, hermano y heredero del Rey. Fernando aludió a sus enemigos liberales y apostólicos con una frase brillante: “palo a la burra negra, palo a la burra blanca”.

Se apunta el problema sucesorio D. Carlos espera la corona; pero el Rey (sin hijos) se ha casado en 1829 por cuarta vez con su sobrina M.ª Cristina. En 1830 nace una niña, Isabel. Fernando publica la Pragmática que anula la Ley Sálica para asegurar como heredera a su hija. D. Carlos es desheredado, y los “realistas puros” se ponen de su parte en pie de guerra. En 1832, enfermo el Rey, la regente M.ª Cristina busca el apoyo de los liberales; el Rey lo acepta, y muere en 1833.

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