La Crisis de 1898: El Fin del Imperio Español

LAS GUERRAS DE CUBA, EL CONFLICTO BÉLICO CONTRA ESTADOS UNIDOS Y LA CRISIS DE 1898

El final del imperio colonial español se produjo en 1898 como consecuencia de la guerra mantenida entre España y Estados Unidos, que se desarrolló en dos escenarios: Cuba y Filipinas, donde previamente se habían originado movimientos independentistas.

La política española en Cuba

Las Cortes españolas rechazaron las propuestas del Partido Liberal de llevar a cabo reformas profundas en la relación entre España y Cuba (dotar de autonomía a Cuba y reformar el estatuto colonial de la isla). Solo se aprobó la abolición de la esclavitud y que los cubanos tuviesen representación en las Cortes. Se trataba de medidas insuficientes para las aspiraciones de los autonomistas isleños.

Por otro lado, España mantuvo elevados aranceles proteccionistas que convertían Cuba en un mercado exclusivo para los productos españoles. Esto incrementó las tensiones con la colonia y también con los Estados Unidos, que se habían convertido en el principal importador de productos cubanos [en 1884 EEUU adquiría el 88% de las exportaciones cubanas].

La guerra de Cuba y Filipinas

En 1892 José Martí había fundado el Partido Revolucionario Cubano, protagonista de la insurrección. Esta comenzó en 1895 en la parte oriental de la isla (“el grito de Baire”). Los dirigentes militares rebeldes fueron Antonio Maceo y Máximo Gómez, que consiguieron extender poco a poco la insurrección hacia la zona occidental de Cuba.

El gobierno español, presidido por Cánovas, reaccionó enviando a la colonia el ejército, dirigido por Arsenio Martínez Campos (que había conseguido terminar con la guerra de los diez Años -Paz de Zanjón 1878-), para sofocar el levantamiento. Sin embargo, la falta de éxitos militares fue la causa del relevo de Martínez Campos por el general Valeriano Weyler (1896), dispuesto a emplear métodos más contundentes.

Tras el asesinato de Cánovas (1897), un nuevo gobierno liberal decidió volver a la estrategia de la conciliación, relevando a Weyler del mando y concediendo a Cuba autonomía, sufragio universal, igualdad de derechos entre peninsulares e isleños y autonomía arancelaria. No obstante, estas reformas llegaban demasiado tarde: los independentistas, que contaban con el respaldo de los Estados Unidos, se negaron al cese de las hostilidades.

Coincidiendo con la insurrección cubana, en 1896 se produjo también la de Filipinas. El levantamiento filipino fue duramente reprimido: su principal dirigente, José Rizal, acabó siendo ejecutado y los insurrectos tuvieron que capitular.

La intervención de los Estados Unidos

La clave del conflicto fue la intervención de Estados Unidos, cuyos intereses económicos en la isla desempeñaron un papel de primer orden, en especial los de la American Sugar Refining Company. Antes de intervenir, Estados Unidos había realizado gestiones de todo tipo para resolver el conflicto a su favor, incluida una oferta de compra de la isla al gobierno español.

Finalmente, tuvo lugar la voladura del acorazado Maine en 1898: enviado a la bahía de La Habana con el fin de proteger a los residentes estadounidenses en Cuba, explotó en extrañas circunstancias (la explosión provocó 266 víctimas entre la tripulación); con este pretexto, Estados Unidos declaró la guerra a España (a la que responsabilizaba del suceso), a menos que renunciara a la soberanía sobre Cuba en el plazo de tres días.

La flota española era aniquilada en Santiago de Cuba, mientras tropas estadounidenses invadían Cuba y Puerto Rico. Cuando los norteamericanos declararon la guerra a España en 1898 por la cuestión cubana, se presentaron también ante los filipinos como sus libertadores. Igual que en Cuba, la flota estadounidense infligió una aplastante derrota a la española cerca de Manila (batalla de Cavite) y, posteriormente, las tropas norteamericanas entraron en la capital filipina.

El Tratado de París y la liquidación de las últimas colonias

La guerra hispano-norteamericana finalizó con la capitulación de España y la firma del Tratado de París en diciembre de 1898. En eses tratado, Estados Unidos impuso a España sus condiciones, utilizando como último argumento su superioridad militar. El tratado significó para España el abandono de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y Guam, que quedaron desde ese momento bajo la influencia y el dominio de los Estados Unidos. España recibió una pequeña indemnización económica por la cesión de estos territorios.

Así pues, España había perdido lo que quedaba de su imperio colonial en América y el Pacífico, donde solo conservaba los pequeños archipiélagos de Carolinas, Marianas y Palaos, que fueron vendidos poco después a Alemania.

Las consecuencias del 98. La crisis del 98

El desastre del 98 tuvo consecuencias de todo tipo en España:

  • Se criticó severamente la torpeza de los gobernantes españoles, pero el sistema político sobrevivió al desastre.
  • En el ámbito económico, fue negativa la pérdida de los mercados coloniales, de la que se recuperó pronto la industria nacional; pero resultó positiva la repatriación a España de los capitales situados en América, que permitió un gran desarrollo de la banca española.
  • Así pues, más que una crisis política o económica, la crisis del 98 fue fundamentalmente moral o ideológica, ya que el desastre causó un gran impacto psicológico sobre la población española, pues quedaba destruido el mito del imperio español en un momento en el que las potencias europeas estaban construyendo vastos imperios coloniales en Asia y África.
  • Además, la prensa extranjera presentó a España como una nación moribunda, con un ejército totalmente ineficaz, un sistema político corrupto y unos políticos incompetentes; y esa visión cuajó en buena parte de la opinión pública española.
  • La crisis colonial favoreció la aparición de movimientos que criticaban el sistema de la Restauración y propugnaban la necesidad de una regeneración y modernización de la política española (“Regeneracionismo”). Así pues, tras el 98 surgieron diversos movimientos regeneracionistas cuyos ideales quedaron ejemplificados en el pensamiento de Joaquín Costa, que defendía la necesidad de modernizar la economía y la sociedad y alfabetizar a la población; también proponía reformar el sistema político, acabando con el caciquismo y el falseamiento electoral.
  • A raíz de la derrota del 98, los movimientos nacionalistas conocieron una notable expansión, sobre todo en el País Vasco y Cataluña, donde la burguesía comenzó a tomar conciencia de la incapacidad de los partidos dinásticos para desarrollar una política renovadora y orientó su apoyo hacia las formaciones nacionalistas.
  • El desastre colonial dio cohesión a un grupo de intelectuales, conocidos como la Generación del 98 (Unamuno, Valle Inclán, Baroja, Azorín…). Casi todos ellos se caracterizaron por su profundo pesimismo, su crítica al atraso del país y plantearon una profunda reflexión sobre el sentido de España y su papel en la Historia.
  • Finalmente, la derrota también supuso un importante cambio en la mentalidad de los militares, que se inclinaron en buena parte hacia posturas más autoritarias e intransigentes como reacción a la ola de antimilitarismo que siguió al desastre colonial. Además, se produjo el retorno de la injerencia del ejército en la vida política española, convencido de que la derrota había sido culpa de la ineficacia y la corrupción de los políticos y del parlamentarismo.

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