Uno de los signos de la descomposición del régimen fue el aumento de la oposición. Aunque el régimen seguía manteniendo un alto grado de adhesión, la resistencia bullía en la clandestinidad:
- Monárquicos descontentos por la tardanza de Franco en restaurar la monarquía.
- Comunistas y socialistas (PCE, PSOE, UGT, CCOO), que participan clandestinamente en las elecciones de los sindicatos verticales, hasta controlarlos.
- Nacionalistas, frente a la política centralista del régimen. ETA (1959) inicia una cadena de atentados, a los que el régimen responde con una dura represión.
La incorporación a las aulas de profesores, reclutados por sus méritos intelectuales y no políticos, junto con el aumento galopante de los alumnos, hacían perder al franquismo el control de las universidades. Llegó también el Vaticano II y sus documentos defensores de los derechos humanos. Mientras, los curas más jóvenes, que no habían vivido la guerra, se amotinaban contra la jerarquía exigiéndole su ruptura con el régimen, y poniéndose al frente de los deseos de cambio de sus parroquianos. Todas las protestas obedecían a la misma razón: la incapacidad del Régimen para responder a las demandas de una sociedad cada día más abierta. Si bien el desarrollo económico era un éxito, el desarrollo político era frenado una y otra vez. En Barcelona, Madrid, País Vasco, y sobre todo Asturias se sucedían los estallidos huelguísticos; en la primavera de 1968 se produjeron una serie de incidentes estudiantiles por influjo del “mayo francés”; el Partido Comunista y CCOO agitaban el mundo laboral; pero será ETA la que se convierta en el principal problema del régimen, al decidirse por el terrorismo. Sin embargo, el régimen se mantenía en sus trece, recurriendo a los estados de excepción, las cargas policiales, las cárceles…
El 1969 se pone en funcionamiento la Ley Orgánica del Estado. De acuerdo con esta Ley, Franco designó como sucesor al príncipe Juan Carlos, quien aceptó ante las Cortes el 23 de julio. D. Juan Carlos recibirá el título de Príncipe de España, (para evitar el título tradicional de Príncipe de Asturias, lo que daría a entender una restauración de la monarquía, en lugar de una instauración, como se pretendía). Esta situación provocó las protestas de Don Juan, Conde de Barcelona, que se veía excluido del trono. Pero también surgen las protestas de otras fuerzas políticas que pretendían una solución republicana.
Decadencia del Franquismo (1970-1973)
Al inicio de los 70 asistimos a la decadencia del sistema franquista. Franco, muy deteriorado físicamente y enfermo de Parkinson, delega más funciones en el almirante Carrero Blanco al que, en junio de 1973, nombra Presidente del Gobierno. Los dos problemas que atendió Carrero fueron los mismos que desde finales de los años 60 habían ocupado al régimen: el mantenimiento del orden público y la exigencia de una apertura, que debía manifestarse en la legalidad de las Asociaciones políticas. Su respuesta, también fue la misma: impedir la formación de Asociaciones políticas y aumentar la represión. La oposición al franquismo es muy fuerte. El movimiento estudiantil provocaba huelgas en una Universidad controlada por la policía. El mundo laboral sufría los efectos de la crisis del petróleo. Comisiones Obreras, infiltrada en los sindicatos verticales y dirigida por el P.C.E. desarrolla una intensa actividad en forma de huelgas. Varios de sus militantes (Marcelino Camacho, Nicolás Sartorius, García Salve …) son descubiertos y condenados a largas penas de cárcel (proceso 1.001). Reaparecen también de forma clandestina la U.G.T., y el P.C.E. (controlado por Santiago Carrillo). El P.S.O.E. se reorganiza en la clandestinidad, poniéndose fin en el Congreso de Suresnes a la dirección de Llopis, sustituido por Felipe González.
Y, por si fuera poco, también se complicaba la situación internacional. El problema era ahora la reivindicación marroquí del territorio del Sahara español en donde, además, había surgido en movimiento independentista llamado Frente Polisario, que comienza una guerra de guerrillas contra los españoles (España había abandonado ya Sidi Ifni y Guinea Ecuatorial en 1968). El clima político se agravó el 20 de diciembre de 1973 con el asesinato en Madrid, en un atentado de ETA (“Operación Ogro”), del almirante Carrero Blanco.
Últimos Años de la Dictadura (1974-1975)
Tras su muerte, los dos últimos años de la dictadura (1974-1975), dirigió el Gobierno un hombre del entorno de Franco: Carlos Arias Navarro, partidario de la línea “dura”. Debía hacer frente a la crisis económica, al orden público y al desarrollo político. Ante la convicción de que la muerte de Franco estaba cerca, Arias presentó a las Cortes un programa de gobierno que preveía una auténtica reforma del Régimen: es el llamado «espíritu del 12 de febrero» (fecha en que se pronunció el discurso), en el que se insinuaba que la Monarquía debería contar con fórmulas de participación y no de adhesión como había ocurrido con el franquismo. Pero pronto fracasa este aperturismo por los recelos que suscita en los franquistas más radicales y se endurece la represión. En el verano de 1974 (19 de julio) Franco se vio obligado, ante el deterioro de su salud, a ceder el poder al príncipe Juan Carlos, si bien retoma de nuevo la Jefatura del Estado el 2 de septiembre. No obstante, la situación es ya insostenible. En julio de 1974 se constituyó en París la Junta Democrática que reclamaba la “ruptura democrática” y un proceso constituyente. La situación económica se deterioraba por momentos y corría parejo el malestar laboral; el terrorismo no cejó en su empeño de luchar contra la dictadura (once policías murieron en atentados entre enero y agosto de 1975). Ello provocó la reacción última del Régimen: un consejo de guerra condenaba a muerte a tres miembros del FRAP y dos de ETA. El 27 de septiembre se cumplía la condena en medio de protestas internacionales. Al mismo tiempo Hassan II de Marruecos aprovechaba la coyuntura para lanzar la “Marcha Verde” contra el territorio del Sahara español con el fin de anexionarlo. En 1973, los saharauis habían creado el Frente Polisario, una formación. En plena agonía de Franco, la llamada Marcha Verde, una invasión pacífica del territorio que movilizó a unos 350.000 civiles. Ante el peligro de un conflicto bélico con Marruecos en un momento tan delicado, el 14 de noviembre se firmó el Acuerdo de Madrid que suponía la entrega de la administración – que no soberanía- del Sahara a Marruecos y Mauritania, en medio de una gran oposición de sectores del Ejército Nunca el régimen se había visto tan acosado desde 1946. Por ello, organizó una gran manifestación de apoyo en la Plaza de Oriente de Madrid, el 1 de octubre, en la que aparece un Franco muy deteriorado físicamente. Casi inmediatamente enferma, aparentemente de gripe, debiendo ceder el poder de nuevo a Juan Carlos el 30 de octubre, Tras una larga agonía, Franco fallece el 20 de noviembre de 1975 a los 83 años de edad y Juan Carlos I es proclamado rey.
Evolución Política Durante el Franquismo
En enero del año 1938, Franco designa su primer gobierno con la participación de falangistas, monárquicos y militares. Su modelo político se basa en la existencia de un partido único, FET y de las JONS, que tenía a su frente a un Jefe de Partido y del Gobierno, dotado con el título de Caudillo y Jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Franco era el Jefe del Estado y del Gobierno. Terminada la guerra, Franco se consideró “responsable ante Dios y ante la Historia” y no sometió su modelo de Estado y su jefatura personal a ninguna ratificación popular. Consideró suficiente la elección que realizaron sus compañeros de armas, y continuó concentrando, como en los tiempos de la guerra, todo el poder en sus manos. La voluntad dictatorial quedó bien patente con el desmantelamiento de todas las instituciones de la época republicana. Se suprimió la Constitución de 1931, se prohibieron las organizaciones sindicales y los partidos políticos (prohibió incluso que el partido único fuese llamado como tal por lo que se denominaba Movimiento Nacional), se abolieron los Estatutos de Autonomía de Cataluña y el País Vasco, a la vez que se prohibía toda manifestación de tipo nacionalista (lengua, partidos, etc.).
No quiso redactar un cuerpo legal que pudiera recordar a una Constitución y en su lugar fue publicando una serie de Leyes fundamentales que reforzaron el carácter antidemocrático y autocrático del Régimen. Estas siete leyes orgánicas fueron apareciendo poco a poco y organizaron España como una “Democracia orgánica”, en la que la representatividad no se lograba mediante partidos políticos sino a través de los “organismos naturales” como la familia, el municipio y el sindicato. Este proceso no concluyó hasta 1967 con la promulgación de la Ley Orgánica del Estado. Las otras seis Leyes Fundamentales fueron:
- Fuero del Trabajo (1938)
- Fuero de los Españoles (1945), que pretendían ser una especie de declaración de derechos
- Ley Constitutiva de las Cortes (1942)
- Ley de Referéndum Nacional (1945)
- Ley de Sucesión (1947), que preveía una monarquía como sucesora del franquismo
- Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958)
La estructura se completó con establecimiento de unas Cortes a las que se definió como “Órgano Superior de participación del pueblo español en tareas del Estado”. Los procuradores eran designados por el poder. También había procuradores “natos” por razón de su cargo (alcaldes de las mayores ciudades -que eran también designados-, rectores de las Universidades, representantes de la jerarquía eclesiástica). Al no existir disidencia política, las Cortes se convirtieron en un organismo inoperante: en toda su historia no rechazaron jamás ninguna ley o decreto propuesto por Franco. En el plano territorial, el poder del gobierno se transmitía mediante la vieja institución de los Gobernadores Civiles de cada provincia, que también eran jefes Provinciales del Movimiento y nombraban a los alcaldes. Otro gran poder del Estado fueron los Sindicatos Verticales. La Ley de Unidad Sindical (1940) imitaba al modelo corporativo de la Italia fascista y establecía que empresarios y trabajadores se integrarían en un mismo sindicato por ramas de producción, llamado cada uno de ellos Sindicato Vertical. El Estado controlaba el sistema y la afiliación a los sindicatos era obligatoria. En la práctica estos sindicatos quedaban en manos de la patronal.
Los Años de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)
La política interior se orientó hacia la represión contra los vencidos. Unos 45.000 españoles fueron fusilados entre 1939 y 1943; todavía quedaban en mayo de 1940 alrededor de 260.000 prisioneros (sin contar los exiliados). La represión se cebó también en las familias de los condenados, castigadas con el pelado al rape, la purga, la marcha por las calles del pueblo y el despojo de sus bienes. Según dijo el mismo Franco, había que enderezar la nación torcida. Durante este período, se multiplicaron los signos externos que identificaban el franquismo con el fascismo. Las libertades democráticas fueron suspendidas y los medios de comunicación puestos bajo la férrea censura del Estado. La enseñanza y la cultura sufrieron implacables procesos de depuración. “Franco manda y España obedece”, pregonaba una de las consignas del régimen.
La II Guerra Mundial estalla en septiembre de 1939. El régimen franquista debe posicionarse ante la misma. Y aunque al principio se declaró neutral, ante los triunfos espectaculares de Alemania en 1939 y 1940, pasó de la neutralidad a la no beligerancia, sin esconder su simpatía por las potencias del Eje, que le habían ayudado en la Guerra Civil. Franco se entrevistó con Hitler en Hendaya, pero no entró en la guerra por la debilidad interior y porque Hitler no atendió a las pretensiones de Franco de ampliar el protectorado en Marruecos a costa del francés o la cesión de Gibraltar. Aun así, España facilitó el trabajo de los espías nazis contra la Marina inglesa, el aprovisionamiento de barcos alemanes y la exportación a Alemania de piritas, hierro y wolframio. Y en 1941 envió al frente ruso un cuerpo de voluntarios, la División Azul, (llamada así por el color azul de la camisa falangista). Estuvo formada por unos 45.000 soldados, dirigidos por Agustín Muñoz Grandes y, luego, por Emilio Esteban Infantes. Lucharon contra el comunismo en el Frente Oriental, falleciendo unos 8.000. A partir de 1943, cuando las potencias del Eje empezaron a tener dificultades en la guerra tras la batalla de Stalingrado, España volvió a proclamarse neutral y Franco disolvió la División Azul (octubre de 1943), fue retirando a los falangistas de ciertos cargos e intentó aproximarse a los aliados, acercándose hacia posiciones más democráticas: las Cortes se reunieron por primera vez el 17 de julio de 1942 y se promulgó el Fuero de los Españoles (1945), que aceptaba una serie de derechos individuales, si bien el artículo 35 otorgaba poderes al Régimen para suspenderlos. En octubre de ese mismo año se aprobaba la Ley de Referéndum Nacional.
El Aislamiento Internacional (1945-1950)
Estas medidas no fueron suficientes para convencer a los vencedores, y al terminar la guerra mundial, la ONU declaró a España “un peligro para la paz mundial”, y recomendó no mantener relaciones diplomáticas con el Estado español. Francia cerró la frontera pirenaica y poco a poco se fueron retirando todos los embajadores, excepto los de Argentina, Portugal y Vaticano. Y tampoco recibió España ayudas del Plan Marshall. El bloqueo económico y político empeoró las condiciones de vida de los españoles. Franco presentó este aislamiento como una conjura internacional de los enemigos de España. También tomó algunas medidas para mejorar la imagen del régimen, como la Ley de Sucesión en 1947. Según esta ley, España se convertía en un Reino, pero el Jefe de Estado continuaba siendo Franco a perpetuidad, quien quedaba facultado para designar a su sucesor a título de rey, cuando lo creyera oportuno. Respecto a la sucesión, no especificó qué dinastía sería la designada para reinar, aunque fue significativa la llegada de D. Juan Carlos a España para estudiar
La Guerra Fría (1950-1959)
La tensión creciente entre EEUU y la URSS dio un valor político importante al anticomunismo del Régimen español, ya que la situación estratégica de España proporcionaba un alto interés militar. Eso comportó un cambio de actitud de EEUU hacia la dictadura franquista. Se reabrió la frontera francesa en 1948. En 1949, la banca estadounidense concedió un préstamo al gobierno español. En 1950 la ONU anuló su aislamiento diplomático y empezaron a regresar los embajadores. En 1952 España era admitida en la UNESCO y en 1953 EEUU firmaba con el gobierno español el Pacto de Madrid, por el que se creaban bases militares estadounidenses en España (Rota, Morón, Zaragoza y Torrejón de Ardoz) a cambio de ayuda militar y económica. El mismo año, el Vaticano firmó con España un concordato por el que se reconocía a la Iglesia católica la única del Estado. En 1955 España era admitida en la ONU. La visita oficial a España del presidente Eisenhower en 1959 fue la manifestación extrema del afianzamiento del poder de Franco, si bien permanecía apartado de integración en los sistemas occidentales, O.T.A.N. y Comunidad Económica Europea. Franco empezó a dar muestras de cambios: fue disminuyendo la importancia de los falangistas a favor de los políticos de organizaciones católicas, la represión disminuyó y se permitió cierta apertura en la universidad y el mundo cultural. No obstante, en 1958 se promulgó la Ley Fundamental de Principios del Movimiento. En esta ley se mantenía la vigencia de algunos principios falangistas, por los cuales la familia, el municipio y el sindicato eran los únicos sistemas de participación política. La misma ley declaraba que estos principios eran permanentes e inalterables. Cualquier persona que accedía a cargo público tenía que jurar acatarlos.
La Fase Tecnocrática (1959-1969)
El fin del cerco internacional mejoró la situación en España. Desde el punto de vista social, en esta fase se experimentó una modernización acelerada de la economía y de la sociedad. Franco despolitizó la Administración y la dejó en manos de especialistas. Deja a la Falange los ministerios menos importantes y se apoya en miembros del Opus Dei y en los llamados tecnócratas para lleva a cabo el Plan de Estabilización. Pero la modernización no aportó cambios significativos, a pesar de la Ley de Prensa (1966), propiciada por el ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne. Esta ley suprimía la censura previa y establecía una tímida libertad de expresión, aunque con controles y sanciones a las publicaciones no oficiales. También se promulgó la Ley de Libertad Religiosa (1967), que toleraba el culto privado y público de otras religiones, pero oficialmente el Estado continuaba siendo católico. En enero de 1967 se promulgaba la Ley Orgánica del Estado, especie de pseudoconstitución con la que se quería asegurar la pervivencia del Régimen tras la muerte del Jefe del Estado. Para ocupar este puesto Franco eligió a D. Juan Carlos. Se mantenía la definición de la forma del Estado como un reino, la fidelidad a los principios fundamentales del Movimiento y se separaba la función de jefe del Estado de la presidencia del Gobierno. Aparecen ahora una serie de años tranquilos, en lo que respecta a la política interior. El Caudillo llegó a creer por un tiempo que “todo estaba bien atado”. En política exterior, España dio un impulso a su presencia en el extranjero. España se integró en una serie de organismos (F.M.I., el Banco Mundial). Paulatinamente, las relaciones internacionales se fueron normalizando. En febrero de 1962 Castiella, ministro de Asuntos Exteriores, solicitó a la CEE la apertura de negociaciones para “estudiar una asociación susceptible de llegar en su día a la plena integración”, a pesar de que el Parlamento Europeo había aprobado el informe Birkelbalk, por el que no se permitía la adhesión plena a los Estados no democráticos. Pero en el mismo 1962 se produjo una reunión de varias personalidades identificadas con la oposición al franquismo tanto desde el campo republicano como del monárquico en Munich, recomendando a Europa no acceder a las peticiones de Franco al no ser democrático su régimen. Se reaccionó con dureza ante esta reunión a la que la prensa llamó «el contubernio de Munich». Al regreso a España de varios de los implicados, éstos fueron deportados a distintos lugares y sancionados con fuertes multas. No obstante, la adhesión fue denegada, por el carácter antidemocrático del régimen franquista.