A la crisis política del siglo XVII se le añadió una profunda depresión económica y un notable descenso demográfico.
Los factores específicos de la crisis española fueron fundamentalmente dos, que se reforzaron entre sí:
Los factores específicos de la crisis española fueron fundamentalmente dos, que se reforzaron entre sí:
Descenso demográfico, por el que España acabó el Siglo XVII con menos población que en el siglo anterior.
El agotamiento económico que afectó a todos los sectores económicos.
Desde el punto de vista demográfico la población española pasó de 8 millones en 1600 a 7 millones en 1700. Este descenso afectó especialmente a Castilla, reino que más población perdíó.
La crisis demográfica
Entre las causas de la crisis demográfica destacan las siguientes:
Las grandes epidemias de peste cuya intensidad récordó a la peste de 1348. Podemos distinguir tres grandes oleadas (a principios, a mediados y a finales de siglo). Las malas cosechas, la desnutrición y las malas condiciones higiénicas contribuyeron a que la mortandad de las epidemias fuera aún mayor.
Descenso en las tasas de natalidad: las guerras ocasionaron la muerte de muchos varones jóvenes en edad de procrear, que provoca, de manera inmediata un aumento de la mortandad, y provocan, a la larga, una disminución de la natalidad. Además, la crisis económica retrasaba la edad de los matrimonios. Esto unido al aumento del número de eclesiásticos no favorecíó el aumento de la población.
La expulsión de los moriscos (unos 300.000 entre 1609-1614), que perjudicó sobre todo a Aragón y Valencia. A esta salida se une el incremento de la emigración.
La crisis económica
Desde principios del Siglo XVII la economía en España, en especial en la Corona de Castilla, se hundíó en una profunda decadencia:
Problemas agrarios: La actividad agraria quedó muy afectada por el descenso de población (sobre todo la expulsión de los moriscos), que provocó despoblamientos y abandonos de tierras cultivadas. Los nobles vieron disminuir sus rentas debido al descenso de la producción y el aumento de los salarios ante el descenso demográfico.
Actividad artesanal y comercial: La actividad artesanal quedó paralizada debido a los efectos de la revolución de los precios y al descenso demográfico. La competencia de los productos extranjeros, más baratos que los productos nacionales, afectó a la rentabilidad de estos sectores. Estos extranjeros actuaban a través de agentes españoles para burlar el impedimento legal que el monopolio castellano impónía en América. De esta manera, se produce el acaparamiento del comercio con América por extranjeros. En estas condiciones la actividad mercantil disminuyó tras el descenso demográfico. Además, el mercado interior seguía siendo pequeño y difícil. Las aduanas interiores y el aumento de los impuestos sobre las mercancías no incitaban a la inversión. El capital buscaba inversiones más seguras como la deuda del Estado. Por otro lado, la decadencia de la minería americana provocó un notable descenso de estos minerales; y, además, siguieron utilizándose para compensar el déficit comercial y para financiar las continuas guerras de la Monarquía.
La Hacienda pública: El esfuerzo bélico realizado durante los siglos XVI y XVII para el mantenimiento del Imperio provocó en la Hacienda Real un fuerte endeudamiento, que se financió con el oro y plata americano. La disminución en el volumen de metales preciosos al inicio del s. XVII empeoró aún más la situación. Ello originó hasta seis suspensiones de pagos de la Corona a sus acreedores por falta de medios. A ellas seguía siempre una negociación con los banqueros afectados, que solía consistir en sumar a la deuda principal los intereses no pagados, con lo que el endeudamiento de la monarquía era cada vez mayor. Para resolver esta situación se recurríó a la búsqueda de nuevas fuentes de ingresos que afectaron sobre todo a Castilla:
Las alteraciones monetarias como la acuñación de las monedas de vellón de cobre puro (sin contenido en plata). Así se reducía su contenido metálico pero se aumentaba su valor legal. La Hacienda se beneficiaba de la diferencia entre el valor legal de la moneda y el valor (muy inferior) de su contenido metálico. Esto produjo una inflación galopante que desorganizó toda la economía del país.
El aumento de impuestos tradicionales y la creación de nuevos impuestos, lo que desincentivaba la inversión en sectores productivos.
La venta de cargos públicos, en especial los municipales; o la venta de títulos nobiliarios (que eran adquiridos por burgueses que, en el momento de convertirse en nobles, dejaban de pagar impuestos.
Todos estos recursos solo sirvieron para poder afrontar las necesidades inmediatas de la Corona, sobre todo los gastos militares y el pago de los crecientes intereses a sus acreedores, pero no fueron suficientes para atajar el progresivo endeudamiento de la Hacienda Real.
En suma, la crisis económica que se produjo en el s. XVII supone el traslado del centro de gravedad económica desde el centro (Castilla) a la periferia. Castilla quedó agotada en su mantenimiento del Imperio.