La sublevación Militar
La conspiración militar se inició como consecuencia de la victoria del Frente popular en febrero de 1936. En la conspiración hubo colaboradores civiles, pero el Golpe de Estado fue organizado, liderado y planeado exclusivamente por militares. El estratega y jefe de la operación fue el general Emilio Mola. Mola pretendía instaurar un modelo de gobierno idéntico al de la Dictadura de Primo de Rivera. Preveían un golpe breve y que durase horas o días.
El gobierno de la II República: confió excesivamente en sus fuerzas y en sus posibilidades, temió armar a las organizaciones obreras y no adoptó las medidas adecuadas para prevenir el conflicto.
La Guerra Civil fue la consecuencia de un golpe militar mal ejecutado y de un gobierno demasiado débil para atajarlo.
La sublevación comenzó en la tarde del 17 de julio de 1936 en Marruecos, donde estaban las fuerzas más preparadas.
Franco tras controlar la situación en Canarias, se trasladó a Marruecos y se puso al frente de la rebelión. Entre el 18 y 19 de julio:
– Sevilla y Cádiz (Imprescindibles para desembocar las tropas procedentes de África), Córdoba, Granada, Navarra, la mayor parte de Castilla y León, las tres capitales de Aragón, Galicia, Oviedo y Baleares (excepto Menorca).
– La zona leal al gobierno quedó dividida en dos: las grandes ciudades y núcleos industriales: la cornisa cantábrica y el País Vasco (excepto Álava) y Madrid, Cataluña, Valencia, Castilla-La Mancha, Málaga y Murcia.
Los obreros armados constituyeron las primeras milicias espontáneas a favor de la República. El gobierno perdió durante varios meses el control del orden público y la iniciativa militar. A partir del 21 de julio fue manifiesto el fracaso del golpe militar. Era el comienzo de la Guerra Civil.
El desarrollo de la Guerra
La «guerra de columnas» y la marcha hacia Madrid
Esta etapa se desarrolló entre julio y noviembre de 1936.
La toma de Madrid se convirtió en el objetivo primordial para los rebeldes, pero la resistencia miliciana detuvo a las columnas mandadas por Mola al norte del sistema central. Las tropas de Franco y Yagüe tenían más posibilidades de entrar en Madrid por el sur. Avanzaron a través de Extremadura sin que el gobierno republicano pudiera detenerlos.
En el frente norte, la toma de Irún cortaba el acceso del ejército republicano del norte de la frontera con Francia e impedía la llegada de refuerzos por tierra (septiembre 1936). San Sebastián se rindió sin lucha alguna ante el avance de los sublevados.
La batalla de Madrid
Duró entre Noviembre 1936 y Marzo 1937, se convirtió en una guerra de desgaste:
Los franceses se estabilizaron, se incrementó la intervención extranjera y se creó un nuevo ejército popular republicano.
El gobierno republicano se trasladó Valencia. La resistencia fue dirigida a partir de ese momento por una Junta de Defensa, la cual recibió los primeros refuerzos extranjeros favorables a la República: los voluntarios de las «Brigadas Internacionales».
Al no lograr la toma rápida de Madrid, Franco decidió poner en marcha una operación para rodearla, en la que se sucedieron tres batallas: La de la carretera de la Coruña (hasta enero de 1937), la del río Jarama y la de Guadalajara (1937)
En el frente sur, los rebeldes lograron tomar Málaga (febrero 1937). Su caída representó el fracaso del modelo de guerra con milicias desorganizadas.
La campaña del norte y las ofensivas republicanas
Entre Marzo de 1937 y marzo de 1938. Franco cambió de estrategia y decidió atacar el territorio republicano del norte. Esta zona estaba aislada, por lo que su bloqueo no resultaría complicado gracias a la superioridad aérea y naval de los sublevados.
En primer lugar ocupó Vizcaya. Las industrias supusieron un gran refuerzo.
Parte del ejército republicano situado en el País Vasco se rindió a los italianos tras firmar el Pacto de Santoña, que Franco no cumplió.
Durante esta etapa se produjo el Bombardeo de Guarnica (26-4-1937). Tras Bilbao cayeron Santander y, por último, Asturias (agosto y octubre 1937)
El reconstruido ejército popular de la República emprendió varias ofensivas para intentar detener o, al menos retrasar el avance franquista desde el norte; no obstante sólo lo lograron parcialmente: Así ocurrió en la batalla de Brunete (Madrid, julio 1937) y la de Belchite (Zaragoza, agosto 1937) y batalla de Teruel (invierno 1937-1938)
La batalla del Ebro y la toma de Cataluña
Esta etapa (marzo 1938-febrero 1939) constituyó la ofensiva final que decidió la suerte de la guerra. Franco desplegó un ataque a lo largo del frente de Aragón con la intención de alcanzar el Mediterráneo y dividir la zona republicana: en abril de 1938 Vinaroz (Castellón). A continuación emprendió el camino de Valencia y ocupó Castellón.
Sin embargo, desde julio de 1938 el ejército republicano lanzó una furiosa ofensiva y logró cruzar el Ebro. El enfrentamiento en Europa entre Hitler y las democracias, buscaba alargar el conflicto todo lo que fuera posible la batalla del Ebro, que se prolongó hasta noviembre de 1938 y puso el fin del ejército republicano.
Tras la batalla del Ebro se llevó a cabo la conquista de Cataluña; en febrero de 1939, Barcelona cayó.
El fin de la guerra
Entre febrero y abril de 1939 se desarrollaron los últimos episodios de la Guerra Civil. Negrín y el PCE propusieron una política de resistencia a ultranza.
Esta actitud chocó con la oposición de importantes militares y políticos republicanos, que buscaban una salida negociada al conflicto. Este grupo organizó un golpe de Estado en marzo de 1939. Este acontecimiento provocó una breve guerra civil en el bando republicano, de la que salieron triunfantes el coronel Casado y sus partidarios, quienes decidieron entregar a Franco toda la zona que aún quedaba en manos de los republicanos.
La dimensión internacional del conflicto
La actitud de las potencias
Debido a la intervención de la Italia fascista y de la Alemania nazi a favor del ejército rebelde. Los motivos del apoyo fueron:
– El conflicto español les servía para realizar una puesta a punto de sus ejércitos.
– Los alemanes e italianos simpatizaban ideológicamente con los rebeldes.
– El apoyo a los sublevados abría la posibilidad de ejercer influencia sobre un nuevo aliado que podía ser útil para la política internacional del futuro.
Aparte del apoyo italogermano, los sublevados contaron con el de Portugal. Franco contó también con el apoyo de los fascistas irlandeses.
No obstante, el respaldo diplomático más importante para los rebeldes lo proporcionó el papado.
Los gobiernos conservadores de Gran Bretaña no sólo se abstuvieron de apoyar al gobierno de la II República, sino que mantuvieron una discreta oposición al triunfo de esta causa. Los políticos británicos llevaron a cabo el apaciguamiento.
Francia se limitó a cerrar las fronteras para evitar la entrada de armas.
Por último, las razones de Estados Unidos para mantenerse neutral fueron no alentar el «comunismo europeo».
El gobierno republicano español contó con el apoyo de la URSS y con una minúscula ayuda de México.
El apoyo soviético se concentró en dos aspectos fundamentales:
– La entrega de armamento.
– Las Brigadas Internacionales
El acuerdo colectivo de no intervención
Todas las potencias acordaron la no injerencia, que sirvió para impedir al gobierno de la II República que se aprovisionara libremente de armas en el extranjero. Esta política reforzó el fascismo, que alentó la Segunda Guerra Mundial.
La evolución política de las dos zonas
La zona republicana
Las derrotas militares de los primeros meses pusieron de manifiesto la necesidad de formar un gobierno central de unidad y de crear un ejército regular. Largo Caballero se puso al frente y gobernó desde septiembre de 1936 hasta mayo de 1937. Formó un gobierno de unidad formado por grupos de izquierda y nacionalistas. Caballero recuperó lentamente los poderes del Estado. El Partido Comunista se fue imponiendo hasta llegar a ser el partido más influyente del gobierno.
Pero la marcha de la guerra provocó numerosos enfrentamientos en el seno del gobierno.
La crisis política en la zona republicana se precipitó a raíz de los hechos de mayo a 1937 en Barcelona. Tuvo lugar un enfrentamiento armado entre las fuerzas anarcosindicalistas y el POUM, de una parte, y las fuerzas de orden público y el PSUC y la UGT, de otra.
En estas circunstancias precipitaron las crisis del Gobierno. Azaña encargó la formación de un nuevo gobierno a Juan Negrín. Con este gobierno la influencia de los comunistas aumentó paulatinamente. Negrín orientó su política hacia la resistencia a ultranza.
El bando sublevado: la España «nacional»
Nadie discutía la primicia de Franco, pero en el terreno político había discrepancias entre la Falange Española (totalitaria y antimonárquica) y la Comunión Tradicionalista (monárquica y carlista). Por otra parte, algunos monárquicos, junto con miembros de la CEDA y de Renovación Española, defendían el retorno de Alfonso XIII:
El hecho más grave fue un enfrentamiento en abril de 1937 en Salamanca entre facciones de falangistas. Franco reaccionó y promulgó un decreto de unificación por el que se creaba un partido único al estilo fascista, Falange Española, Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. Esta unificación causó tensiones en la Falange. Se introdujeron los antiguos militares de la CEDA y los grupos monárquicos. Con esta medida Franco cerraba su poder absoluto: generalísimo del Ejército, jefe de Estado y del Gobierno y jefe de un partido político único.
Los apoyos ideológicos del franquismo fueron: el pensamiento falangista el carlismo y el conservadurismo monárquico. La Iglesia se convirtió en una aliada del nuevo régimen. Los obispos españoles calificaron el alzamiento militar como una «cruzada cristiana».
Francisco Franco formó su primer gobierno en febrero de 1938. En este gobierno figuraban militares, falangistas, carlistas, monárquicos Alfonsino y un fascista independiente (Ramón Serrano Súñer).
La tarea principal fue la elaboración de una legislación:
– Control estatal de la prensa.
– Supresión del pluralismo político.
– Legalización de la pena de muerte.
– Catolicismo como religión oficial.
– Clericalización de la vida pública
– Abolición de todas las medidas laicas de la II República.
Se aprobó el fuero del Trabajo (marzo 1938), imitando el fascismo italiano. Se establecieron sindicatos verticales. El gobierno dictó también medidas intervencionistas sobre el precio de los cereales.
Las consecuencias de la guerra
La Guerra Civil tuvo un balance trágico para España:
– Las pérdidas demográficas ascendieron prácticamente a un millón.
– El franquismo además prolongó las ejecuciones directamente relacionadas con la guerra a una década.
– Las pérdidas como consecuencias del exilio fueron también cuantiosas.
– Hay que contar también a los presos internados en campos de concentración franquistas, los condenados a trabajos forzosos y las personas que permanecieron escondidos en desvanes.
– Los depurados (expulsados de la Administración y de determinadas profesiones).
– Algunos antifranquistas constituyeron una guerrilla conocida como maquis, que se refugió en los montes.
– Innumerables pérdidas económicas
– Descensos en los índices de producción. El nivel de producción y bienestar anterior a la Guerra Civil no se recuperaría hasta dos décadas después de su finalización.
– Se beneficiaron los terratenientes, el ejército y la Iglesia que se convirtieron en elementos hegemónicos en la sociedad franquista.
– Aparición de la figura del ex combatiente.
La Guerra Civil en Castilla y León
Los rebeldes triunfaron en Castilla y León. En Burgos se constituyó la Junta de Defensa Militar. Fue muy importante la participación de las milicias falangistas. La única región en la que hubo resistencia por parte republicana fue la de las montañas de León.
Las ciudades de la cuenca del Duero fueron de suma importancia para el bando que dirigía en general Franco.
En Castilla y León hubo una dura represión contra todos aquellos partidarios de la II República.