La Guerra Civil Española: causas, bandos y desarrollo

La Guerra Civil Española

Causas de la Guerra Civil

Causas políticas:

El Gobierno del Frente Popular tomó diversas medidas que no gustaron a la España conservadora: la amnistía de los presos políticos, la readmisión e indemnización de los trabajadores despedidos por sus ideas políticas o sindicales, la expropiación de tierras, el impulso de los nacionalismos periféricos, la reforma agraria y el cierre de las escuelas de la Iglesia católica. La polarización política resultante se tradujo en la defensa beligerante de las posturas enfrentadas en las Cortes y otras instituciones y en el crecimiento de los partidos más radicales, tanto de la izquierda revolucionaria como de la derecha fascista. Mientras todo esto sucedía en España, en Europa se asistía al auge de los totalitarismos, ante la pasividad de las democracias occidentales (Francia y el Reino Unido) y de una Sociedad de Naciones ineficaz para mantener el orden internacional.

Causas económicas:

La crisis económica internacional no se manifestó en España con la misma dureza que en los países más desarrollados. Aun así, tuvo incidencia en la industria y en el comercio y en el descenso de la inversión extranjera. Sus consecuencias inmediatas fueron el incremento de la presión fiscal y el paro.

Causas culturales:

La población tenía visiones muy diferentes del papel e influencia social de la Iglesia católica, las reformas educativas o el rol de las mujeres. Asimismo, se generó una especie de “mesianismo”. La derecha quería salvar a España de la amenaza de la dictadura comunista y de la profanación de las “esencias patrias”; la izquierda marxista quería mejorar las condiciones de los trabajadores y propiciar la dictadura del proletariado; los monárquicos creían que la salvación llegaría con el retorno de Alfonso XIII, y los republicanos querían salvar a España de los extremos.

Los precedentes: el fallido golpe de estado militar

En 1932 fracasó el golpe de Estado liderado por el general Sanjurjo. En 1933, mandos militares contrarios al Gobierno crearon la Unión Militar Española (UME), una organización militar clandestina y golpista. En febrero de 1936, el general Franco y el líder de la CEDA, José María Gil-Robles, presionaron sin éxito al Gobierno saliente para que entregase el poder a los militares. Azaña decidió alejar de la capital a los generales Franco, Goded y Mola. El cambio de destino hizo que varios altos mandos coincidieran en Madrid, donde se reunieron y acordaron organizar un golpe de Estado. El general Mola asumió desde finales de abril la dirección de la trama. Sabía que no contaba con el apoyo de todo el ejército ni con el Estado y tenía dudas sobre el éxito del alzamiento en regiones claves, sobre todo, en Madrid. Era consciente de que las organizaciones obreras y campesinas responderían con violencia, por lo que se dedicó a buscar apoyos. Con la ayuda de la UME, comprometió con la causa golpista a falangistas, monárquicos y tradicionalistas, consiguió el apoyo financiero de los partidos de derechas no republicanos y logró la adhesión de generales con antecedentes republicanos. A comienzos de julio de 1936. El plan de Mola consistía en orquestar un levantamiento generalizado que debía iniciar el ejército de África, liderado por Franco. El golpe de Estado finalizaría con la deposición del Gobierno y la instauración de una dictadura militar similar a la de Primo de Rivera. El asesinato de José Calvo Sotelo la madrugada del 13 de julio aceleró el alzamiento. Las sospechas sobre la implicación del Gobierno en la muerte del líder de la derecha acabaron de convencer a los militares con dudas, a los carlistas y a la CEDA. La sublevación comenzó el 17 de julio con la ocupación de Melilla, Ceuta y Tetuán. No tuvo éxito ni en Madrid ni en otras grandes ciudades como Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga, Murcia y Alicante. El 23 de julio el general Sanjurjo murió en un accidente de avión. Se creó entonces una Junta de Defensa Nacional en Burgos, integrada por altos mandos del ejército sublevado. El golpe de Estado había fracasado. España estaba dividida en una zona controlada por los sublevados y en otra fiel a la República. Ninguna tenía supremacía sobre la otra. La única salida posible al conflicto era la Guerra Civil.

Los bandos en una España dividida

El golpe de Estado dividió España en dos bandos y en dos áreas geográficas controladas por sus líderes:

  • El bando de los rebeldes o sublevados, autodenominado «nacional», ocupó 230 000 km2. Quedaron en esta zona 10,5 millones de personas, residentes en su mayoría en el medio rural.
  • El bando de quienes se mantuvieron leales al Gobierno, el republicano o gubernamental, denominado «rojo» por sus opositores, se quedó con 270 000 km2 de la geografía española, en los que habitaban 14 millones de personas.

Los recursos económicos:

El área rebelde era fundamentalmente agrícola. Contaba con las reservas de cereal y ganado de Castilla y León, pero su infraestructura industrial era muy débil. El bando sublevado contó con el apoyo de capitalistas e industriales, donaciones de grandes empresarios como Juan March o del propio Alfonso XIII y tuvo facilidades para encontrar financiación internacional. El área republicana tenía menores reservas agrícolas y zonas industriales y mineras más desarrolladas. Como medio de financiación contaba con las reservas de oro del Banco de España, que fueron utilizadas para pagar armas y suministros bélicos a proveedores extranjeros.

Los bandos políticos y las bases sociales:

El bando sublevado tuvo partidarios en la derecha católica de la CEDA, Renovación Española, Comunión Tradicionalista, Falange Española y las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS) y la Liga Regionalista catalana. Contó también en el apoyo internacional de la Italia fascista, la Alemania nazi, la dictadura portuguesa, los fascistas irlandeses, la Santa Sede y el propio Alfonso XIII. Formaban su base social las clases más poderosas, a quienes se sumaron los afiliados a los partidos políticos de la derecha, los católicos y buena parte de los altos mandos y oficiales del ejército. El bando republicano tuvo apoyo político en los republicanos moderados y liberales, en las fuerzas políticas de base obrera, en los partidos nacionalistas y regionalistas y en los sindicatos. En el extranjero, recibió el apoyo de la URSS y de México. Su base social estaba constituida por obreros, jornaleros, empleados urbanos, la pequeña burguesía, las clases medias de los partidos republicanos y burgueses catalanes y vascos, afines a la República por su apoyo al nacionalismo periférico. La clase media quedó dividida entre los dos bandos según sus ideas políticas, sus sentimientos religiosos y sus intereses económicos.

La fuerza militar

Los sublevados disponían de un ejército profesional, bien organizado y disciplinado. Contaban con la fidelidad de dos terceras partes de los oficiales del ejército y con más de la mitad de las tropas españolas, entre las que destacaban las del ejército de África. También tuvieron la ayuda de las milicias carlistas, los falangistas y efectivos fieles de la Guardia Civil. Además del apoyo internacional de Alemania, Italia y Portugal, Estados Unidos, aunque se mantuvo neutral, les suministró petróleo y camiones. Los republicanos hicieron frente al ataque con un pequeño sector del ejército y con la ayuda de milicias de los partidos obreros y los sindicatos. El Gobierno tuvo que licenciar a las tropas de los mandos sospechosos y apenas pudo contar con oficiales fieles. contó con el apoyo de la mayor parte de los Ejércitos de Mar y Aire y de los cuerpos de seguridad. La falta de mandos profesionales fieles y de tropas disciplinadas y la carencia de equipamientos lastró la capacidad militar de los republicanos. Al apoyo internacional de la URSS y México, se unió el de las Brigadas Internacionales, cuerpo de voluntarios de distintos países reclutados por la Internacional Comunista..

El acuerdo de no intervención en España

Para recibir ayuda internacional, los sublevados contactaron con Hitler y Mussolini, quienes facilitaron el tránsito del ejército de África a la península y apoyaron a los rebeldes en las operaciones cercanas a Madrid. Los republicanos solicitaron ayuda a Francia, cuyo Gobierno socialista decidió enviar aviones al descubrir la colaboración de Italia con los sublevados. No obstante, el Ejecutivo galo halló oposición en la opinión pública y, finalmente, se echó atrás tras conocer la neutralidad del Reino Unido. Los Gobiernos británico y francés comprendieron que la «Guerra de España» podía provocar un conflicto de alcance mundial y, en agosto de 1936, promovieron un Acuerdo de No Intervención, que suscribieron 27 países europeos. Alemania e Italia incumplieron el pacto y siguieron proporcionando armas y tropas a los sublevados. Por ello, la URSS decidió empezar a enviar ayuda al Gobierno republicano en octubre de 1936. El Reino Unido respetó la “no intervención”.

Las ayudas recibidas por el bando sublevado

La Alemania de Hitler decidió reconocer al Gobierno rebelde, liderado por Franco. El líder nazi creía que la victoria de este bando favorecía sus intereses políticos, pues prefería un Gobierno fascista y anticomunista en España La ayuda alemana se plasmó en el envío, a finales de 1936, de la Legión Cóndor, unidad aérea autónoma, formada por con un batallón de tanques y otro de cañones antiaéreos y una fuerza de 5500 hombres. Asimismo, fue importante la contribución de la Armada alemana. Informaron de los movimientos de la flota republicana y hostigaron el tráfico comercial del bando contrario. En Italia, Mussolini tenía también motivaciones políticas para ayudar a los rebeldes. Quería expandirse por el Mediterráneo y, si contaba con España como aliado, podía debilitar a Francia y al Reino Unido. Así, justificó su intervención con la lucha contra el comunismo y el refuerzo del fascismo. La ayuda militar italiana se tradujo. Enviaron también unos 40 000 soldados del Corpo di Truppe Volontarie, unos 30 000 milicianos y la Aviación Legionaria. Además, intervino la Armada italiana. La dictadura salazarista de Portugal apoyó al bando sublevado con unos 10 000 soldados y permitió a los rebeldes utilizar sus carreteras, ferrocarriles y puertos, y ser base de operaciones para la compra de armas. También la Brigada Irlandesa, integrados en la Legión Extranjera, luchó por la causa «nacional». Igualmente, compañías estadounidenses suministraron petróleo y camiones.

Las ayudas recibidas por el bando republicano

La Unión Soviética ayudó al Gobierno republicano para evitar la extensión del fascismo por Europa. Stalin envió aviones, tanques, carros blindados, piezas de artillería, ametralladoras y rifles, pero de peor calidad y con menor frecuencia que sus rivales fascistas. La URSS envió también combustible, ropa y alimentos. A instancias de Stalin, la Internacional Comunista promovió el reclutamiento y la organización de las Brigadas Internacionales, fuerza formada por unos 35 000 voluntarios que llegaron a España de diversos países para luchar por la República. Otras ayudas fueron proporcionadas por México, acogiendo a «niños de la guerra» y creando asilos para exiliados; Francia, Argentina, y Polonia y Checoslovaquia, que vendieron armas de baja calidad a precios desorbitantes.

La financiación de los costes de la guerra

El bando sublevado necesitó unos 700 millones de dólares, que sufragó con créditos blandos de Italia y Alemania, con la ayuda de empresas y hombres de negocios, simpatizantes de la «causa nacional», y con donaciones de empresarios. El bando republicano pagó los costes de la guerra, unos 714 millones de dólares, con la venta de la reserva de oro del Banco de España. Tres cuartas partes de oro fueron a Moscú, donde sirvieron fundamentalmente para pagar la ayuda soviética y comprar material bélico a otros proveedores; la otra cuarta parte se envió a París, donde fue adquirida por el Banco de Francia y utilizada con los mismos fines.

Fases y operaciones militares

Las primeras conquistas del bando sublevado

El objetivo de Franco era tomar Madrid, pero antes decidió conquistar Extremadura. Necesitaba tiempo para convertirse en el líder de la rebelión y el dominio de esa región le permitiría unir las dos áreas rebeldes y asegurar la retaguardia, ya que la dictadura portuguesa era partidaria de los sublevados. La toma de Badajoz fue especialmente sangrienta. Franco utilizó la violencia para «limpiar» ideológicamente las zonas conquistadas e infundir miedo en la población civil del área republicana. La llegada a la presidencia del Gobierno de Francisco Largo Caballero conllevó mejoras en las fuerzas armadas republicanas, ya que las milicias autónomas se convirtieron en brigadas mixtas, dirigidas por militares profesionales y coordinadas por un Comisariado General de Guerra. Franco interrumpió el avance hacia Madrid para conquistar Toledo, éxito que le supuso su proclamación como líder oficial de los sublevados. Mientras, Largo Caballero tuvo tiempo para conseguir la ayuda de la URSS, que se tradujo en la llegada a la capital de carros de combate, aviones, armas y munición, y de los primeros voluntarios de las Brigadas Internacionales. La lucha en Madrid comenzó en noviembre, los rebeldes tomaron poblaciones cercanas, pero la capital resistió. Antes la posibilidad de que los partidarios del bando sublevado pudieran apoyarlo desde dentro, la Junta de Defensa ordenó fusilar en Paracuellos de Jarama a presos opositores de la República.

La derrota republicana en el Ebro

Tras completar la conquista del norte y estabilizar el frente de Aragón, Franco decide lanzar una nueva ofensiva contra Madrid, con la intención de completar el cerco de la capital. Los republicanos tuvieron noticias de los movimientos de las tropas sublevadas y realizaron una nueva maniobra de distracción intentando tomar Teruel. Franco quiso recuperar Teruel, que no tenía valor estratégico, para demostrar su fuerza. En Marzo, Franco aprovechó la coyuntura para avanzar por el frente aragonés, alcanzar el Mediterráneo y dividir en dos el área republicana. A finales de julio, para comunicar de nuevo las dos zonas republicanas, Juan Negrín reunió las fuerzas y lanzó una ofensiva en el frente del Ebro. El llamado Ejército del Ebro republicano cruzó el río y tomó algunas poblaciones. Franco detuvo el avance republicano y lo hizo retroceder. En noviembre, el ejercito republicano cruzó el Ebro en retirada y volvió al punto de partida. La República se había quedado casi sin ejército y Franco estaba muy cerca de la victoria final.

El final de la guerra

Tras la caída de Cataluña, seguían en el área republicana Madrid, La Mancha, Murcia y parte del territorio valenciano. La noche del 5 de marzo de 1939 Casado lideró el golpe de Estado en Madrid. Negrín desautorizó a Casado, pero este dio orden de detener a todos los dirigentes comunistas de Madrid y extender la acción a toda la zona fiel a la República. El golpe de Estado de Casado triunfó en toda la República excepto en Madrid, donde se inició un enfrentamiento entre “casadistas” y comunistas. El nuevo Gobierno republicano inició los protocolos de huida al exilio. El 26 de marzo las tropas rebeldes entraron en Madrid sin encontrar oposición. Desde Madrid, los sublevados avanzaron sin resistencia hacia la costa mediterránea. El 1 de abril de 1939 el cuartel general de Franco distribuyó el último parte oficial de guerra: “En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”.

La evolución política en la España republicana

El golpe de Estado y la rendición sin condiciones

El 5 de marzo de 1939 el coronel Casado, junto con representantes del ejército, la CNT, Izquierda Republicana y el PSOE, dieron un golpe de Estado. Negrín no lo pudo detener y se vio forzado a exiliarse. Vencida la resistencia en Madrid, con los comunistas dominados y el Gobierno de Negrín en el exilio, Casado fracasó en su intento de negociar con Franco. Los nuevos líderes republicanos reconocieron la derrota, organizaron la huida al exilio de la población civil y de los militares y el 22 de marzo formalizaron la rendición sin condiciones.

Creación del Estado franquista

La Junta de Defensa Nacional y ascenso de Franco

Ante la falta de un líder claro, el 24 de julio los altos mandos del alzamiento crearon en Burgos una Junta de Defensa Nacional, presidida por Miguel Cabanellas, que asumió los poderes del Estado y la representación diplomática del país ante las potencias extranjeras. El general Franco, negoció a espaldas de la Junta y consiguiendo ayuda militar, convirtiéndose en el referente del bando sublevado para la diplomacia internacional. Franco también consiguió logros políticos: Franco decidió utilizar como símbolo de los rebeldes la bandera rojigualda y la Marcha Real. El día 16 de agosto se reunió con la Junta de Burgos y se postuló como mando único de la sublevación, teniendo en cuenta su peso militar. Tras la conquista de Extremadura, Franco trasladó a Cáceres su cuartel general. Desde allí desplegó una ingente labor administrativa, funcionarial y legislativa y organizó militarmente a la sociedad, cimentando el Estado franquista. Franco fue declarado Generalísimo. Sin embargo, no se conformó y exigió que el cargo de Generalísimo llevara adjunto el jefe del Estado. Ese mismo día disolvió la Junta de Defensa Nacional, sustituyéndola por una inofensiva Junta Técnica del Estado, de carácter meramente consultivo.

Franco “caudillo” y jefe del Estado de la nueva España

Cuando Franco movió su cuartel general a Salamanca, empezó a se conocido como “El caudillo”. También comenzó a llamar Movimiento Nacional a la rebelión y apeló al espíritu de la Cruzada para recuperar una nueva España. Publicó el Decreto de Unificación de todos los partidos de uno único, la Falange Española Tradicionalista de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista, del que se proclamó jefe nacional. El Generalísimo no se planteaba la restauración de la monarquía tras la guerra: estaba creando un Estado totalitario perdurable, basado en el uso del ejército, la concentración de poderes, la represión violenta y el control de la población por medio de la policía y la censura. El Fuero del Trabajo prohibió las huelgas, reguló las condiciones laborales y creó las Magistratura del Trabajo y los sindicatos verticales, que agrupaban a patronos y obreros, ambos subordinados a las decisiones del Estado, la Ley de Responsabilidades Políticas persiguió y castigó con dureza a las personas físicas y jurídicas que habían simpatizado o militado en los partidos republicanos u obreros o en sindicatos desde octubre de 1934. Franco controló la justicia y la economía y, para reforzar aún más su imagen, recibió la dignidad de Capitán General del Ejército y la Armada, título que hasta entonces solo se concedía a los reyes de España, dejando muy claras sus intenciones. Comenzaba una nueva época histórica en España: la dictadura franquista.

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