La descomposición política tras el Golpe y la represión
El golpe y el estallido de la guerra provocaron la destrucción de las estructuras estatales de la II República. En el bando nacional el poder quedó en manos de un grupo de generales, que establecieron un estado autoritario y militarizado. En el bando republicano, el gobierno perdió el control y el poder real quedó en manos de comités obreros organizados por partidos y sindicatos. La enorme represión en ambos bandos se extendió como una pesadilla por todo el país.
La revolución de 1936 en la zona republicana
El fracaso del golpe militar desencadenó en la zona republicana una verdadera revolución social. Los comités obreros pasaron a controlar los elementos esenciales de la economía. En septiembre de 1936, se estableció un gobierno de unidad presidido por el socialista Largo Caballero. Las disensiones internas fueron continuas y llegaron a su momento clave en Barcelona en mayo de 1937.
La zona Nacional
La muerte del general Sanjurjo dejó a la insurrección sin un líder claro. Se acordó crear la Junta de Defensa Nacional, órgano provisional de gobierno de la zona nacional. Las medidas que adoptó fueron drásticas. La Iglesia Católica declara la guerra como Cruzada para liberar a España del ateísmo. En abril de 1937, el Decreto de Unificación impone el modelo fascista de partido único.
Consecuencias de la guerra
Las pérdidas humanas, el exilio republicano, la vuelta a una economía predominantemente agraria, la caída de la producción en todos los sectores, la enorme deuda causada por la guerra, la pérdida de las reservas del Banco de España, la hundimiento de la renta per cápita y el poder recuperado por la oligarquía marcaron a varias generaciones por el sufrimiento vivido durante el conflicto y la represión postbélica.