Antecedentes en Cuba
En la década de 1880, en Cuba, surgió un Partido Autonomista vinculado al Partido Liberal español. Este partido buscaba canalizar las aspiraciones independentistas hacia la autonomía. Sin embargo, se enfrentó a la Unión Constitucional, compuesta por terratenientes, comerciantes esclavistas cubanos y respaldada por comerciantes españoles. Esta Unión se opuso a cualquier reforma del statu quo colonial, logrando paralizar repetidamente la abolición de la esclavitud y la aprobación de la autonomía cubana.
En la década de 1890, el independentismo resurgió ante la ineficacia de la administración española. En 1893, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, que abogaba por la independencia y contaba con el apoyo de Estados Unidos, molesto por el proteccionismo económico impuesto por España en la «perla del Caribe».
En 1895, comenzó la insurrección definitiva con el Grito de Baire, que proclamó unilateralmente la independencia. España respondió con una nueva guerra en Cuba. Debido a las dificultades geográficas y climáticas, el general Martínez Campos intentó combatir a la guerrilla cubana con sus mismas tácticas, pero fue en vano. La guerrilla cubana contaba con el apoyo del pueblo y la ayuda material de Estados Unidos.
En 1897, Cánovas envió un ejército de 200.000 hombres al mando de Weyler, quien implementó una enérgica estrategia de reconcentración, ordenando el traslado masivo de la población civil a zonas controladas por el ejército español para cortar el apoyo a la guerrilla cubana. Esto desató una dura campaña en la prensa estadounidense contra los «atroces campos de concentración cubanos», buscando justificar una intervención más decidida de Estados Unidos en la guerra. El presidente McKinley hizo varias ofertas a España para comprar la isla, al tiempo que aumentaba su apoyo a la guerrilla cubana.
A principios de 1898, Sagasta optó por una estrategia pacificadora, relevó a Weyler y aprobó una generosa ley de autonomía para Cuba. Sin embargo, McKinley, decidido a entrar en guerra, envió el acorazado Maine a la Bahía de La Habana con el pretexto de proteger a los ciudadanos estadounidenses. Simultáneamente, la prensa estadounidense lanzó una campaña a favor de la guerra. En abril de 1898, una extraña explosión hundió el Maine. Estados Unidos acusó a España del atentado y le hizo una última oferta de compra, que fue rechazada, seguida de un ultimátum que exigía el reconocimiento de la independencia de Cuba en tres días, bajo amenaza de guerra.
Antecedentes en Filipinas
El independentismo filipino fue más tardío. En 1892, José Rizal, aprovechando el descontento de algunos grupos indígenas contra el poder de los frailes españoles, fundó la Liga Filipina. Esta organización promovió una insurrección que buscaba la expulsión de las órdenes religiosas, la confiscación de sus latifundios y la independencia de España. La insurrección tuvo escaso impacto hasta 1896, cuando se extendió por la provincia de Manila. Las autoridades españolas la reprimieron y ejecutaron a Rizal, quien fue sustituido por Emilio Aguinaldo. Aguinaldo fue derrotado y exiliado a finales de 1897, pacificando el conflicto filipino. Este conflicto se reactivaría en 1898, durante la guerra hispano-estadounidense, cuando Estados Unidos ofreció su ayuda a los independentistas filipinos contra España.
El Desastre del 98: Guerra contra Estados Unidos, Paz de París y liquidación del Imperio colonial español
La amenaza estadounidense despertó una ola de patriotismo en España, avivada por la prensa. El gobierno español aceptó el reto, aún sabiendo que estaba perdido, para justificar ante la opinión pública la pérdida de las colonias y salvar el prestigio de la Corona.
La guerra fue breve, reducida a dos operaciones decisivas debido a la falta de capacidad económica y militar de España. En Cuba, la anticuada escuadra española fue destruida por los modernos buques estadounidenses en la Bahía de Santiago de Cuba, lo que permitió a los independentistas cubanos controlar rápidamente la isla. En Filipinas, las tropas estadounidenses desembarcaron y derrotaron a los españoles en el fuerte de Cavite, tras lo cual la escuadra estadounidense tomó Manila, donde las tropas españolas ofrecieron una valerosa pero inútil resistencia. Tras estas derrotas, el gobierno español negoció rápidamente con Estados Unidos.