La Hegemonía Española y la Política Internacional
El Reinado de Felipe II
El reinado de Felipe II se caracterizó por importantes desafíos en la política internacional. El principal asunto al que tuvo que enfrentarse fue la rebelión de los Países Bajos. También destacan las relaciones con Inglaterra y Francia, influenciadas por la ayuda inglesa a los rebeldes holandeses y las relaciones entre los calvinistas franceses y holandeses. La incorporación de Portugal al Imperio español también fue un evento significativo.
Francia
España mantuvo guerras con Francia debido al apoyo francés a los rebeldes flamencos y por el deseo de ambos países de poseer el norte de Italia. La batalla de San Quintín (1557) y la de Gravelines (1558) marcaron el triunfo de España. La paz de Cateau-Cambrésis (1559) supuso el reconocimiento de la supremacía hispánica por parte de Francia, la renuncia francesa a territorios italianos y el matrimonio de Felipe II con Isabel de Valois. España también participó en la crisis interna de Francia debido a las guerras de religión entre hugonotes (protestantes franceses) y católicos, a quienes Felipe II apoyó. La llegada al trono francés de Enrique de Borbón, hugonote convertido al catolicismo, fue un momento crucial. Finalmente, España firmó la paz de Vervins (1598), aunque las hostilidades se reanudarían en la Guerra de los Treinta Años.
El Imperio Otomano
El Imperio Otomano amenazaba tanto Italia como las Islas Baleares. Para contrarrestar esta amenaza, Felipe II se alió con Venecia y el Papa Pío V en la Santa Liga. La batalla de Lepanto (1571), bajo el mando de Don Juan de Austria, resultó en la destrucción de la flota otomana. A pesar de esta victoria, el conflicto no se resolvió por completo. España y el Imperio Otomano, ambos con frentes abiertos en otras regiones (España contra los protestantes del Atlántico y los turcos contra Persia), firmaron una serie de treguas (1578) para mantener la paz en el Mediterráneo.
Países Bajos
La Guerra de los Ochenta Años o Guerra de Flandes enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra Felipe II. Las causas fueron la ausencia de poder de los nobles, la persecución de herejes (luteranos y calvinistas) y las ambiciones de Francia e Inglaterra. La confluencia de intereses entre la nobleza católica del sur y la burguesía protestante del norte, junto con un movimiento iconoclasta, desencadenó la guerra. El apoyo de Inglaterra a los rebeldes del norte fue decisivo. Al frente de la rebelión estuvieron los condes de Horn y Egmont, y posteriormente Guillermo de Orange. El Duque de Alba, enviado por Felipe II, ejerció una dura represión a través del Tribunal de los Tumultos, condenando a muerte a los condes de Egmont y Horn. En el norte, bajo el liderazgo de Guillermo de Orange, triunfó la rebelión calvinista.
Tras el fracaso de Alba, Luis de Requesens lo sustituyó, pero su muerte generó un motín y saqueo de Amberes por parte de las tropas españolas. Esto debilitó la posición de Felipe II y facilitó la unión de católicos y calvinistas, que exigieron la retirada de los tercios españoles. Don Juan de Austria se vio obligado a retirarlos. Tras su muerte, Alejandro Farnesio agrupó los territorios católicos del sur (Unión de Arrás) frente a las provincias calvinistas del norte (Unión de Utrecht), que depusieron a Felipe II y nombraron a Guillermo de Orange como su líder. La guerra finalizó en 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas (Holanda). Las provincias que hoy conforman Bélgica y Luxemburgo permanecieron bajo la corona española. La pérdida de las Provincias Unidas fue un duro golpe para España, provocando bancarrotas y el hundimiento de la economía castellana.
Inglaterra
La enemistad entre Inglaterra y España se debía a motivos religiosos (apoyo inglés a los calvinistas holandeses), al apoyo a los rebeldes flamencos y a la piratería inglesa (corsarios como Hawkins y Drake). La ejecución de María Estuardo en 1587 por Isabel I provocó que Felipe II intentara invadir Inglaterra con la Armada Invencible, liderada por el Duque de Medina Sidonia. Sin embargo, la flota inglesa, al mando de Lord Howard, dispersó la Armada, que fue finalmente destruida por las tormentas. Este fracaso permitió una mayor libertad al comercio inglés y holandés, incrementó los ataques a puertos españoles y facilitó la colonización inglesa de Norteamérica. La situación se estabilizó con el tratado de Londres en 1604, firmado por Felipe III y Jacobo I.
Portugal
En 1581, la muerte de Sebastián I de Portugal sin sucesión en la batalla de Alcazarquivir, llevó a Felipe II a reclamar el trono portugués. Tras derrotar al Prior de Crato en la batalla de Alcántara, Felipe II fue reconocido como rey de Portugal en las Cortes de Tomar, jurando respetar las instituciones y la autonomía portuguesas.
Conclusión
El reinado de Felipe II dejó a España al borde de la crisis. El imperio acumuló graves problemas internos y externos que llevaron a la desaparición de su hegemonía en Europa.