La II República y el País Vasco
El advenimiento de la República y el bienio reformista
Las elecciones municipales de 1931 dieron la victoria a los partidos republicanos en la mayoría de las capitales, proclamándose la II República. La transición se realizó pacíficamente, con la esperanza de que el nuevo régimen resolviera los problemas del país.
El gobierno provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes. Los resultados otorgaron una amplia mayoría a los partidos de izquierdas y socialistas, aunque en el País Vasco triunfaron las derechas con un programa unitario de defensa de la religión y la autonomía vasca.
El bienio de izquierdas, liderado por Manuel Azaña, impulsó un ambicioso proyecto de reformas para abordar los problemas del país.
Los desafíos del bienio reformista
Problema religioso: La declaración de la República como estado aconfesional y las medidas de Azaña fueron percibidas como un ataque a los valores religiosos por los carlistas, quienes se unieron en la “Comunión Tradicionalista”.
Estatuto vasco: Con la República, los nacionalistas vascos reivindicaron la autonomía. El Estatuto de Estella, apoyado por nacionalistas y carlistas, fue aprobado por la mayoría de los alcaldes vascos, pero quedó en suspenso en las Cortes por su artículo que reservaba al poder autonómico la facultad de negociar con el Vaticano, considerándose antirrepublicano. El estatuto se reformó con la colaboración del PNV, introduciendo modificaciones que dividieron a las provincias. Los alcaldes navarros lo rechazaron.
Tras una nueva reforma que excluía a Navarra, el estatuto fue aprobado por los alcaldes y en referéndum (excepto en Álava). Sin embargo, quedó congelado en las Cortes durante el bienio radical-cedista, hasta el triunfo del Frente Popular en 1936, que incluyó la reivindicación del estatuto en su programa.
Del bienio radical-cedista a la Guerra Civil
En las elecciones generales de 1933, la derecha obtuvo la victoria. A pesar de la amplia representación nacionalista vasca, el Estatuto vasco quedó aparcado.
La huelga general de octubre de 1934 contó con el apoyo de diversos partidos en el País Vasco, Cataluña y Asturias. El PNV no se posicionó.
En las elecciones de 1936, el PNV y el Frente Popular ganaron en Gipuzkoa y Bizkaia, mientras que los carlistas triunfaron en Navarra y Álava. El Frente Popular reactivó el Estatuto vasco. La conspiración militar en Navarra agravó las dificultades del gobierno. Finalmente, el Estatuto vasco se aprobó el 1 de octubre, pero la guerra impidió su aplicación.
Simultáneamente al alzamiento de Franco en Melilla, el general Mola declaró el estado de guerra en Pamplona, tomando el control de Navarra. La insurrección también triunfó en Álava. Contrariamente a las previsiones de Mola, el PNV apoyó a la República, siendo considerados traidores por carlistas y militares. En Bilbao, la presión popular, con apoyo de la Guardia Civil y de Asalto, impidió el alzamiento. En San Sebastián, el alzamiento se produjo tras la salida de las fuerzas hacia Vitoria.
En Gipuzkoa, el poder se fragmentó en tres Juntas de Defensa: San Sebastián, Azpeitia y Éibar. Durante los primeros meses, Gipuzkoa sufrió ataques de tropas requetés y soldados desde Álava y Navarra. El ejército republicano formó milicias. En julio tomaron algunos pueblos. A finales de agosto, mejor armados, lanzaron la ofensiva final. El 5 de septiembre tomaron Irún, incendiada por anarquistas. El Frente Popular huyó de San Sebastián, que cayó el 13 de septiembre. La debilidad militar republicana se debió al aislamiento y la falta de coordinación.
Tras la aprobación del Estatuto Vasco de Autonomía, similar al catalán, el Gobierno Vasco, en el contexto bélico, obtuvo amplias facultades. Se creó el Ejército Vasco, con un sistema defensivo para proteger Bilbao.
Las tropas franquistas atacaron el norte, bombardeando Durango y Gernika. Tras duras batallas, Bilbao, previamente evacuado, cayó. El ejército vasco se replegó hacia Santander y firmó el Pacto de Santoña tras una negociación secreta del PNV con el ejército italiano. Esperando un mejor trato, se rindieron a los italianos, pero acabaron en manos del ejército nacional.
El Gobierno derogó los Conciertos económicos de Gipuzkoa y Bizkaia como castigo por su apoyo a la República. Los Conciertos siguieron vigentes en Álava y Navarra, que se unieron al bando nacional. La purga fue menor, ya que Franco buscaba reactivar la industria vasca.