La Ilustración y sus Implicaciones en Europa y América

Estados Unidos de América

Las 13 colonias inglesas, establecidas en la costa este de América del Norte, protagonizaron en el siglo XVIII la primera insurrección colonial contra una metrópoli. Los habitantes de estas colonias se enfrentaron a la metrópoli en defensa de sus intereses y sus derechos. Los colonos americanos no estaban de acuerdo con las tasas e impuestos (sobre todo el del té), ni tampoco con el monopolio comercial que Gran Bretaña ejercía sobre su territorio. Como la ley no les otorgaba ninguna representación en el Parlamento de Londres, declararon su intención de no obedecer unas leyes que no habían sido votadas por sus representantes.

El 4 de julio de 1776, los delegados de las 13 colonias se reunieron en Filadelfia y redactaron la Declaración de Independencia de Estados Unidos de América.

Constitución de Estados Unidos

La guerra contra la metrópoli fue larga y los insurgentes contaron con la ayuda de voluntarios europeos. Gran Bretaña no reconoció la independencia del territorio americano hasta 1783, tras la derrota de Yorktown. George Washington (general del ejército insurgente) fue proclamado presidente de los Estados Unidos de América.

En 1787, el nuevo estado americano redactó la primera Constitución, en la que aseguraba la separación y el equilibrio de poderes (ejecutivo, legislativo y judicial). Establecía una forma de gobierno republicana, con amplios poderes para el presidente y una estructura federal, pues los territorios del nuevo país tenían amplia capacidad de autogobierno (justicia, policía, enseñanza…). El gobierno federal se situaba por encima de los estados, era responsable de los asuntos exteriores, defensa, finanzas y de la moneda del nuevo país.

La Constitución se completó con la Declaración de Derechos, que garantizaba la libertad de religión, prensa, expresión… Asimismo, nadie podía ser privado de su vida, de su libertad o propiedad, sin un procedimiento judicial.

Guerra de Sucesión

Una parte de las potencias europeas se oponían al nuevo monarca español, ya que esto significaba un fortalecimiento de los Borbones en Europa. Pronto, Holanda, Gran Bretaña, Portugal y el Imperio Austriaco declararon la guerra a Francia y España.

El candidato que opusieron a Felipe V fue el archiduque Carlos de Austria. Este enfrentamiento se llamó la Guerra de Sucesión, que además de ser un conflicto internacional fue un conflicto interno en España. Castilla se mostró fiel al monarca borbónico (en general), pero la mayoría de los territorios de la Corona de Aragón respaldaron al candidato austriaco, temerosos de que les quitase sus fueros.

La guerra fue favorable a las tropas felipistas, que lograron la victoria en la batalla de Almansa (1707) y ocuparon Valencia y Aragón. El archiduque Carlos heredó en 1713 la corona de Austria al morir su hermano. Temerosas ahora del excesivo poder de los Habsburgo, Holanda y Gran Bretaña retiraron su apoyo al archiduque Carlos y firmaron el Tratado de Utrecht (1713), que puso fin al conflicto internacional y reconoció a Felipe V como rey de España.

Los territorios europeos de la monarquía española pasaron a Austria (Milanesado, Nápoles, Flandes y Cerdeña), Gran Bretaña obtuvo Gibraltar y la isla de Menorca, ocupada hasta el año 1802.

Absolutismo Borbónico

Los primeros Borbones españoles (Felipe V y Fernando VI) implantaron el modelo de absolutismo centralista francés. Todos los poderes residían en el monarca y las Cortes quedaron casi anuladas. Para gobernar, el rey se ayudaba de unos asesores nombrados directamente por el monarca y se reunieron en el Gabinete (antecedente del Consejo de Ministros). Las Cortes desaparecieron, excepto las castellanas, y la labor legislativa dependía exclusivamente de las instituciones directamente controladas por el monarca.

Ilustración en España

Como en el resto de Europa, en la España del siglo XVIII surgió un grupo de pensadores ilustrados que coincidieron en el interés por la educación, la ciencia, el espíritu crítico y la idea de progreso. Los ilustrados españoles se fijaron como principales objetivos el crecimiento económico, la reforma de la sociedad, la mejora de la enseñanza y la modernización de la cultura española. Entre ellos podemos destacar al conde de Floridablanca, al marqués de la Ensenada, al conde de Aranda… etc.

Estos pensadores encontraron un eficaz apoyo en el rey Carlos III (1759-1788). El monarca se rodeó de algunos de los principales ilustrados, como Floridablanca y Aranda.

Ilustración

La Ilustración es un movimiento de carácter intelectual, desarrollado en la Europa del siglo XVIII. Los precedentes de este movimiento fueron dos pensadores ingleses, John Locke e Isaac Newton. Aunque Locke criticó el absolutismo y planteó, por primera vez, la división de poderes, la Ilustración defendía la fe absolutista en la razón (inteligencia humana) como único medio para entender el mundo. Los ilustrados creían que la humanidad, conducida por su inteligencia, podía alcanzar el conocimiento, que era para ellos la base de la felicidad. Por eso se mostraban fieles partidarios de la educación y del progreso, es decir, la mejora paulatina de las condiciones de vida de los seres humanos. Defendieron la tolerancia como la base de las relaciones humanas y criticaron la intolerancia religiosa.

Filósofos de las Luces

Las ideas de la Ilustración fueron propagadas por un grupo de pensadores, pero principalmente eran franceses: Montesquieu, Voltaire, Diderot, Rousseau.

Revolución Inglesa

En Inglaterra, desde la Edad Media, el poder real estaba limitado por la acción de las dos cámaras del Parlamento: la de los nobles y clérigos (Lores) y la de los burgueses (Comunes). Los monarcas necesitaban su autorización para el cobro de impuestos o la declaración de la guerra.

En el siglo XVII, la nueva dinastía de los Estuardo pretendió gobernar sin el control del Parlamento y procedió a detener o ajusticiar a quienes se le opusieron. Estos hechos dieron lugar a una guerra civil entre los partidarios de la monarquía absoluta y los defensores del Parlamento. En 1649, el rey Carlos I fue ajusticiado y se proclamó la República. Oliver Cromwell (principal impulsor del cambio político) acabó transformando la República en una dictadura militar.

En 1660, tras la muerte de Cromwell, el Parlamento restableció la monarquía. Carlos II (nuevo rey de Inglaterra) tuvo que aceptar el control del Parlamento, que en 1679 votó a favor del Habeas Corpus. Este texto garantizaba las libertades individuales e impedía al rey toda detención arbitraria.

En 1689, una segunda revolución acabó definitivamente con la monarquía absoluta de los Estuardo. El Parlamento ofreció la corona a Guillermo de Orange. El nuevo rey juró la Declaración de Derechos, que limitaba los poderes del monarca y sometía algunas de sus decisiones al Parlamento. Inglaterra fue el primer país que tuvo una monarquía de poder limitado: el soberano estaba condicionado por el Parlamento, que elegía al primer ministro entre sus miembros. Los poderes ejecutivo y legislativo estaban separados y un tercer poder, la justicia, era independiente. Además de todo esto, los ciudadanos tenían garantizada la defensa de su libertad individual. La monarquía parlamentaria británica fue todo un ejemplo a seguir para los filósofos franceses de la Ilustración.

Despotismo Ilustrado

La mayoría de los monarcas europeos seguían ejerciendo un poder absoluto. Como Federico II de Prusia, Catalina de Rusia, Carlos III de España… etc., intentaron hacer compatibles el principio de autoridad del absolutismo con la idea de progreso, racionalización y modernidad de la Ilustración. El despotismo ilustrado y sus miembros promovieron un cierto reformismo con la voluntad de actuar a favor del bien del pueblo. El lema «para el pueblo, pero sin el pueblo» define el carácter del despotismo. Su política reformista se caracterizó por la racionalización de la administración del Estado, la reforma de la enseñanza, la modernización de la agricultura, el desarrollo de las manufacturas y la liberalización parcial de la producción y el comercio.

Las posibilidades de esta experiencia reformista resultaban limitadas. No era posible reformar la economía y mantener intacta la sociedad estamental y el poder absoluto. Debido a estos acontecimientos, dio paso a las revoluciones liberales del siglo XIX.

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