La Industrialización en Andalucía
A finales del siglo XVIII, Andalucía reunía buenas condiciones para iniciar la industrialización: aumentaba su población y poseía importantes recursos agrarios y mineros. Desde los puertos andaluces se llevaba a cabo gran parte del comercio que España mantenía con sus colonias americanas. Así surgió un principio de industrialización en el último tercio del siglo XVIII. Aparecieron instalaciones fabriles en distintos puntos de la región: salitre y tabacos, en Sevilla; lonas en Granada, o ferrerías en Ronda. Cabe destacar la iniciativa de empresarios de Cádiz y de poblaciones cercanas que adquirieron algunas de las primeras máquinas de vapor. Esta mecanización se aplicó primero a fábricas tradicionales, como arineras o aserraderos, pero también se introdujo en la industria textil.
A principios del siglo XIX, la guerra con Gran Bretaña paralizó el comercio con América y privó a esta de su principal clientela. En los años siguientes, la pérdida de gran parte de las colonias americanas fue un duro golpe para el conjunto de la producción manufacturera y para toda la economía andaluza.
El Auge de la Siderurgia en Málaga
En los años siguientes aparecieron nuevos focos industriales en distintos lugares de Andalucía. Málaga había incrementado su actividad comercial desde finales del siglo XVIII. Era el primer puerto exportador de aceite de oliva. Para envasar el aceite se fabricaban toneles y para ensamblar los toneles se necesitaban flejes de hierro. Fue entonces, en 1825, cuando un empresario, M.A. Heredia, decidió fabricar estos flejes. Este fue solo el primer paso de lo que se convirtió en un importante centro siderúrgico. Su desarrollo se vio favorecido por la paralización de la producción de hierro del norte de España debido a las guerras carlistas.
En torno a Heredia se formó un núcleo empresarial que estaba dispuesto a adoptar las innovaciones tecnológicas del momento. Así surgieron los altos hornos de “La Constancia” y “La Concepción”, en los términos municipales de Marbella y Málaga que explotaban minas de hierro de Ojén.
La producción aumentó tanto que a mitad de siglo los hierros del sur habían sustituido a los del norte en el mercado español.
Las inversiones malagueñas se extendieron al sector textil. Los Heredia-Larios introdujeron en la provincia hilados y tejidos de algodón. Las iniciativas industriales en Málaga afectaron también al sector químico. El resultado de estas iniciativas fue que esta provincia andaluza consiguió tener empleadas unas 7.000 personas en la década de los cincuenta.
Declive y Cambio de Modelo
La situación comenzó a cambiar a comienzos de los años sesenta. Una innovación en la fundición del hierro hizo más rentable el carbón mineral que el carbón vegetal. Se intentó traer el carbón de las minas de Sierra Morena. Para ello se acometió la construcción de una línea férrea que uniera estos yacimientos con Málaga; pero esta alternativa resultó poco rentable, ya que el carbón seguía siendo muy caro. El resultado fue la ruina de la siderurgia malagueña.
Análisis y Valoración de las Medidas Desamortizadoras
A) La Desamortización Eclesiástica de Mendizábal (1836-1851)
La desamortización debe ser entendida como un proceso histórico que cubre una amplia etapa cronológica desde el reinado de Carlos IV hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo, hay que atribuir una especial importancia a la etapa de Mendizábal porque a partir de este momento la desamortización fue irreversible y se fue extendiendo a otros terrenos.
El paso previo de la desamortización es la nacionalización de los bienes de las manos muertas para en un segundo momento ponerlos a disposición de propietarios privados.
Como en la época de Carlos IV, la guerra fue el motor principal de la desamortización, al requerir unos ingresos suplementarios y urgentes que el Estado era incapaz de conseguir por procedimientos normales. Sin embargo, en la etapa de Mendizábal hubo un cambio: en lugar de desamortizar los bienes comunales, en estos momentos se optó por desamortizar los bienes del clero, principalmente los de las órdenes religiosas. La razón de tal decisión estribó en el hecho de que el coste político de la medida se consideraba menor.
La desamortización eclesiástica se plasmó en dos disposiciones: la primera consiste en la supresión de las órdenes religiosas y la consiguiente transferencia de la enorme masa de bienes vacantes al Estado, y la segunda destinada a determinar el sistema de venta de los bienes nacionalizados.
El objetivo de las medidas era, según se reconocía en el decreto desamortizador, “crear una copiosa familia de propietarios”, esto es, una masa de pequeños propietarios comprometidos con el liberalismo.
No dejaba de mencionarse otra causa que era la más importante: mejorar la situación de la Hacienda Pública reduciendo la deuda del estado.
La venta de los bienes desamortizados se haría en subasta pública con dos procedimientos de pago: efectivo o títulos de deuda pública.
En el mes de julio de 1837 la desamortización eclesiástica se extendió a los conventos de órdenes religiosas femeninas y al clero secular. Para darse cuenta de lo que significó el conjunto de estas ventas para la propiedad española basta con indicar que el total de la transferencia de la propiedad pudo afectar a un 12 o 15% de la propiedad total española.
Consecuencias Sociales y Políticas
Por lo que respecta a las consecuencias sociales de la desamortización, en cuanto a los compradores parece que buena parte de las compras fueron realizadas por la burguesía de negocios madrileña con lo que se creó un grupo de propietarios absentistas. Pero también se creó una especie de burguesía agraria en el sentido de permitir el acceso a la propiedad de la tierra a los jornaleros o asalariados agrarios. La desamortización mantuvo y hasta incrementó el número de asalariados agrarios, de jornaleros, de campesinos que solo poseían su fuerza laboral y que se vieron perjudicados por el abandono de un sistema paternalista para pasar a un sistema económico liberal.
También tuvo consecuencias políticas. En el texto del decreto se incide en la idea de crear un grupo social de propietarios que debieran sus propiedades al régimen liberal y que lo apoyaran frente a las corrientes políticas partidarias del Antiguo Régimen.
Consecuencias Religiosas
La consecuencia religiosa fue la ruptura entre el estado y la iglesia que no aceptó la expropiación de sus bienes. Dichas relaciones no se recuperarían hasta la firma del concordato en 1851.
B) La Desamortización Civil de Pascual Madoz (1855-1924)
El 1 de mayo de 1855, el ministro de Hacienda Pascual Madoz sacó a la luz su ley de desamortización general. Se llamaba “general” porque se ponían en venta todos los bienes de propiedad colectiva. Se llamaban bienes de propios aquellos que proporcionaban, por estar arrendados, una renta al concejo, en tanto que los comunes no proporcionaban renta y eran utilizados por los vecinos del lugar. La desamortización de bienes propios de comunes se prolongó hasta 1924, con la nueva ley municipal de Calvo Sotelo.
El procedimiento utilizado para las ventas fue una copia del de Mendizábal; sin embargo, había dos diferencias. Una se refería al destino del dinero obtenido: sin las anteriores angustias de Hacienda, fue dedicado a la industrialización del país. La segunda diferencia fue que se exigieron los pagos en metálico. En este proceso la burguesía con dinero fue de nuevo la gran beneficiaria, aunque la participación de los pequeños propietarios de los pueblos fue mucho más elevada que en el anterior de Mendizábal. En cuanto al volumen, lo de Madoz duplicó a la desamortización de Mendizábal. Faltaba el último escalón en la cadena para que funcionara la economía liberal capitalista y en España entrara la industrialización: que hubiera libertad en el tráfico comercial. En 1838 parecía necesario organizar un mercado nacional que sustituyera los perdidos mercados coloniales de América. Para llegar a eso era preciso que los gobiernos realizaran una serie de liberaciones: que fuese libre el ejercicio del comercio y el de cualquier actividad industrial, que desaparecieran los antiguos privilegios de los gremios, que hubiera libertad de tráfico interior suprimiendo las aduanas interiores y que existiera un ordenamiento mercantil común.