Introducción
El reinado de Alfonso XIII estuvo marcado por la intervención en Marruecos, un proceso enmarcado en la carrera colonial europea en África y Asia. España no prestó mucha atención a estas regiones hasta el siglo XIX, llegando a conseguir una pequeña parcela colonial en Marruecos durante el reinado de Isabel II (1859-1860). Sin embargo, el interés por los territorios africanos crecerá tras la pérdida de Cuba, momento en el que algunos sectores sociales buscan reconstruir un imperio colonial, especialmente el Ejército, que busca recuperar el prestigio tras 1898.
El reparto de Marruecos
Debido a ello, España comenzó a negociar en 1904 con Francia y Gran Bretaña, principales potencias coloniales en la zona, quienes aprobarán las aspiraciones españolas sobre los territorios frente a las Islas Canarias y la costa mediterránea marroquí, territorios a los que se añadía el golfo de Guinea. El acuerdo entre países se ratifica el mismo año en el Convenio hispano-francés y en 1906 tiene carácter internacional tras la Conferencia de Algeciras, en la que también se reducen las tensiones con Alemania, que en principio se oponía al dominio de españoles y franceses de la zona. Mediante el tratado de Fez de 1912, España y Francia delimitan las zonas de sus protectorados, quedando el español en norte, en torno a la cordillera del Rift. La soberanía del sultán era respetada en la región a la par que los españoles explotaban los recursos mineros del lugar. Con el beneplácito internacional, España inició a finales de la primera década del siglo XX la ocupación militar del territorio, a pesar de contar con oposición de la sociedad, ya que la colonización solo interesaba a escasos sectores sociales. Además, la población del Rift rechazaba la presencia española, llevando a cabo ataques contra las infraestructuras de transporte y minas españolas, lo que dio lugar a la guerra de Marruecos (1909-1927). Maura trató de controlar la situación enviando más refuerzos, aumentando el descontento social.
La guerra de Marruecos
Las tropas españolas se toparon con la dificultad de someter a las cabilas marroquíes, que llevaron a cabo revueltas como la liderada por El Raisuni en la segunda década del siglo. Será durante los años 20 en la que España tendrá mayores problemas con Marruecos. La oposición rifeña estará dirigida por Abd el Krim, responsable del llamado desastre de Annual (1921), batalla en la que murieron gran cantidad de soldados españoles. Esta situación, combinada con la que se vivía en la península, impulsó el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923. Una de sus primeras actuaciones que llevó a cabo se centró en la resolución del conflicto. Con la colaboración francesa realizó el desembarco de Alhucemas (1925), acto que permitió acabar con la amenaza de Abd el Krim, consiguiendo pacificar el territorio en 1927.
El impacto de la guerra
La guerra de Marruecos tuvo un profundo impacto en la sociedad española. La pérdida de vidas humanas y los elevados costes económicos provocaron un gran descontento social. Además, la guerra puso de manifiesto la debilidad del sistema político de la Restauración, que se vio incapaz de gestionar eficazmente el conflicto. La guerra también tuvo un impacto en la política exterior española, ya que alejó a España de sus aliados europeos y la acercó a las potencias fascistas.
Conclusión
La intervención española en Marruecos fue un episodio complejo y controvertido de la historia de España. El proceso de colonización estuvo marcado por la violencia y la resistencia de la población local. La guerra de Marruecos tuvo un profundo impacto en la sociedad española y en la política exterior del país. La experiencia colonial en Marruecos dejó una huella duradera en la historia de España y sigue siendo un tema de debate en la actualidad.