La modernizacion de los estudios y la ciencia en nueva españa

TEMA 3

 

1.1 La Guerra de Sucesión

En 1700, Carlos II murió sin descendencia directa. Los candidatos eran Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia y de la princesa española María Teresa de Austria, y el archiduque Carlos de Habsburgo, hijo del emperador de Austria.

El testamento de Carlos II dejaba como sucesor a Borbón que fue proclamado rey, Felipe V.

Este nombramiento provocó un conflicto grave en el equilibrio de poder entre las potencias europeas. Felipe V al trono español fortalecía la influencia de los Borbones en Europa, Gran Bretaña, Holanda y Portugal, dieron su apoyo al candidato austriaco y entraron en guerra contra Francia y España, pasó a ser un conflicto internacional.

La cuestión sucesoria también había dividido los territorios peninsulares. Castilla se mostró fiel a Felipe V, a excepción de una parte de la gran nobleza, en la Corona de Aragón, especialmente en Cataluña, las instituciones (Generalitat) y las clases populares respaldaron al candidato austriaco. El enfrentamiento derivó en una guerra civil que se desarrolló durante casi toda una década.

En el plano internacional, las fuerzas de ambos candidatos estaban bastante equilibradas, pero en 1711, el 17 de Abril moría el emperador de Austria, José I, y ocupaba el trono el archiduque Carlos. Entonces, el peligro para el equilibrio europeo lo constituía en Habsburgo en el trono de dos reinos tan importantes. Los ingleses y los holandeses manifestaron su interés en acabar la guerra y reconocer a Felipe V como monarca español.

La paz se firmó en los Tratados de Utrecht y Rastadt a cambio de importantes concesiones a Austria, Milanesado, Flandes, Nápoles, Cerdeña, Gran Bretaña, Gibraltar y Menorca, junto a privilegios comerciales con la América española.

En España, las tropas de Felipe V ejercieron una evidente superioridad. La resistencia se los reinos de la Corona de Aragón fue sofocada progresivamente entre 1706 y 1710. En 1713, cuando se firmó el Tratado de Utrecht, únicamente resistían Barcelona, algunas otras ciudades de Cataluña y las Baleares. El 11 de Septiembre de 1714, las tropas de Felipe V tomaron Barcelona, y en 1715 ocuparon Mallorca.

2.2 La imposición del absolutismo borbónico

 

La monarquía autoritaria de los Austrias había iniciado, en el siglo XVII, un proceso de concentración de poder en Castilla. Sus Cortes no se reunían desde 1665y desde el siglo XVI, sólo lo habían hecho para aprobar impuestos. En la Corona de Aragón, Navarra y País Vasco, se habían conservado instituciones propias (Cortes) y u cierto grado de soberanía respecto al poder central.

Al instalarse los Borbones, impusieron el modelo de absolutismo, el monarca absoluto constituía la encarnación misma del estado: a él pertenecía el territorio y de él emanaban las instituciones. Su poder era prácticamente ilimitado, era fuente de ley, autoridad máxima del gobierno y cabeza de la justicia. Con esta nueva concepción los monarcas, combatieron las pocas limitaciones que aún actuaban sobre las prerrogativas de la corona, afanándose por fortalecer el poder real.

1.3 centralización y uniformidad

 

Felipe V (1700-1746) y Fernando VI (1746-1759), asumieron la tarea de unificar y reorganizar los diferentes reinos peninsulares. Felipe V, mediante los llamados Decretos de Nueva Planta (Valencia 1707, Aragón 1707-1711, Mallorca 1715 y Cataluña 1716), impuso la organización político-administrativa de Castilla a los territorios de la Corona de Aragón, que perdieron su soberanía y se integraron en un modelo uniformador y centralista. Así, con la excepción de Navarra y el país Vasco, los territorios de Castilla y Aragón constituyeron una única estructura de carácter uniforme. La Nueva Planta abolió las Cortes de los diferentes reinos, integrándolas en las de Castilla, que de hecho se convirtieron en las cortes de España. Sólo se reunían a petición del rey y para jurar al heredero. Se suprimió el Consejo de Aragón y el Consejo de Castilla. Aunque legalmente conservaba sus facultades legislativas y judiciales y ejercía como Tribunal Supremo de Justicia, el Consejo de Castilla y el resto de consejos perdieron paso en el gobierno.

Por encima de cualquier institución se situaba el poder del monarca, que intervenía y decidía en todos los asuntos del estado. Su labor era auxiliada por las Secretarías, parecidas a los actuales ministerios. En 1714, se crearon las de Estado, Asuntos extranjeros, Justicia y Guerra y Marina, en 1754, la de hacienda. Los secretarios eran nombrados y destituidos por el rey y reunían cuentas ante él. Los Borbones también reorganizaron el territorio: eliminaron los antiguos virreinatos (menos el de Navarra y los Americanos) y crearon demarcaciones provinciales, gobernadas por capitanes generales, con atribuciones militares, administrativas y judiciales, se generalizó, la institución de los corregidores castellanos.

La aportación más relevante fue la introducción del cargo de intendente. Estos funcionarios dependían directamente del rey, gozaban de amplios poderes y tenían como misión la recaudación y la dinamización económica del país.

La otra novedad se produjo en los intentos de reorganización de la Hacienda. La nueva administración comprendía que para el saneamiento de la economía era imprescindible que todos los habitantes pagasen en relación a su riqueza, incluyendo a los privilegiados (nobleza y clero).

Intentaron esa experiencia en los territorios de la corona de Aragón, donde se implantaron el equivalente y la talla en Valencia, la única contribución en Aragón y el catastro en Cataluña. Se trataba, del establecimiento de una cuota fija por parte de la administración, a repartir proporcionalmente entre sus habitantes. El éxito, se evidenció en muy poco tiempo: se recaudaba más y el sistema era más ágil y menos gravoso para el conjunto de la población. Se intentó extender a toda España, pero las fuertes resistencias de los privilegiados impidieron su aplicación.

1.4 La política exterior

 

El reinado de los Borbones se inició con una importante pérdida de poder e influencia de la Corona española en el contexto internacional (tratados de Utrecht y Rastadt), que permitió liberar a la monarquía de la pesada carga militar y financiera que había supuesto el mantenimiento de las numerosas posesiones europeas en los siglos XVI y XVII. Los Borbones concentraron sus energías en mejorar la situación  en el interior del país.

El siglo XVIII fue una centuria de relativa paz, aunque hubo algunos acontecimientos bélicos. Los principales enfrentamientos se produjeron a causa del empeño de Isabel de Farnesio, la segunda esposa de Felipe V, en defender el acceso al trono de Nápoles de su hijo mayor, Carlos, y al trono de Parma y Módena, de su otro hijo, Felipe. Comportaron el enfrentamiento con algunas potencias europeas, especialmente con Austria. En busca de aliados, Felipe V y, posteriormente, Carlos III firmaron una serie de pactos con Francia (Pactos de Familia).

La llegada al trono de Fernando VI inauguró una época de neutralidad en la política exterior española. La reestructuración del ejército y de la flota. La construcción de navíos tenía como objetivo mantener buenas líneas de comunicación con los territorios americanos. Los Borbones poseían todavía numerosas colonias en América, e hicieron verdaderos esfuerzos por mejorar y racionalizar tanto la administración como el comercio colonial. En este esfuerzo, el monarca contó con colaboradores uy eficaces: Los ministros José de Carvajal y el marqués de la Ensenada.

Durante el reinado de Carlos III, España intervino en la guerra de los Siete Años al lado de Francia (Tercer Pacto de Familia, 1976) y contra Inglaterra. La guerra terminó con la Paz de París (1763), España cedió Florida y territorios de México a Gran Bretaña, mientras la Luisiana pasaba de manos francesas a españolas. En 1782, también se recuperó la isla de Menorca, España intervino junto a Francia en la guerra de independencia de Estados Unidos (1776-1783), apoyando a las colonias americanas, con la derrota inglesa, España recuperó Florida y los territorios de México.

2.1 Pervivencia de la sociedad estamental          

 

La sociedad del siglo XVIII continuaba manteniendo la división en estamentos y sus características esenciales eran la desigualdad jurídica y el inmovilismo. Los grupos privilegiados eran dueños de la mayor parte de la propiedad territorial, no pagaban impuestos y ostentaban cargos públicos. El clero era el 2% de la población, pero controlaba más del 40%  de la propiedad territorial. La nobleza a la que pertenecía por nacimiento o por nombramiento real, el 5% de la población, poseía extensas propiedades y detentaba numerosos señoríos.

El tercer estamento, estaba compuesto por el resto de los habitantes del reino (campesinos, burguesía y sectores populares de la ciudad). Soportaba la mayor parte de las cargas económicas del estado y se hallaba marginado de las decisiones políticas. Los campesinos, continuaban  sometidos a un régimen señorial que les obligaba a entregar la mayor parte de sus rentas agrarias, manteniéndoles así en el límite de la supervivencia. El poder de la nobleza y el clero durante los siglos XVI y XVII había impedido el desarrollo de la burguesía comercial e industrial.

2.2 Una economía agraria

 

La agricultura era todavía la fuente esencial de riqueza, y ella se dedicaba más del 80%  de la población. La mayor parte de la tierra estaba amortizada, es decir, no podía comprarse ni venderse y debía transmitirse en herencia. Así sucedía con las tierras de la iglesia, de los ayuntamientos o de la nobleza. Asimismo, la propia Corona, la nobleza y la iglesia continuaban siendo los titulares de los señoríos, extensas posesiones sobre las que ejercían jurisdicción y de las que recibían cuantiosas rentas. La mayor parte de la tierra cultivable estaba fuera del mercado y la inmensa mayoría de la población no podía acceder a la propiedad.

La mayor parte del campesinado era arrendatario o jornalero. La condición de estos campesinos variaba según las zonas y el tipo de contrato al que estaban sujetos. En Cataluña, la mayoría de las tierras era de señorío laico o eclesiástico, de medianas proporciones y cultivada por campesinos con contratos enfitéuticos. Por ello, no estaban sometidos a aumentos de renta y se beneficiaban del crecimiento de los rendimientos agrarios. En Galicia y Asturias, los arrendamientos (Foros) eran fijos durante tres generaciones, pero la falta de tierras originó la subdivisión de estos foros (subforos) y un problema de minifundismo, con explotaciones minúsculas, incapaces de mantener a una familia.

Por último, en gran parte del sur de Castilla, en Extremadura y en Andalucía existían enormes extensiones (latifundios) en manos de la nobleza y el clero, trabajadas por campesinos en arriendos a corto plazo o por jornaleros. Las condiciones para el campesinado eran muy duras. Además, en estas regiones, la ganadería ovina extensiva todavía era muy fuerte. Los grandes propietarios, organizados en la Mesta, poseían enormes rebaños que les proporcionaban importantes beneficios y en  muchos casos primaban la tierra para pastos frente a su uso para el cultivo.

2.3 La debilidad de la industria y el comercio interior

 

En el Antiguo Régimen, la artesanía y el comercio eran sectores económicos subsidiarios del mundo agrario. La industria tradicional continuaba organizada de forma gremial, con un estricto control sobre la producción y la creación de nuevas industrias. La escasez de la demanda y el poder de las jerarquías gremiales mantenían intacta esta forma proteccionista de producción.

Respecto al comercio, el mercado interior era débil y escaso. Existían graves problemas de transporte y las zonas del interior peninsular continuaban aisladas de la periferia. Pero el problema más serio se deriva de un mercado sometido a los límites de una economía agraria casi de autoconsumo, donde los escasos excedentes de los que podían apropiarse los campesinos, apenas alcanzaban par la compra de los productos más indispensables. Sólo el comercio colonial mantenía una cierta importancia.

3.1 Las nuevas ideas ilustradas

 

La nueva corriente de pensamiento ilustrado, se expandió rápidamente por Europa, tanto que al siglo XVIII se le conoce como al siglo de las luces. La característica básica es una ilimitada confianza en la razón, que no puede ser sustituida y todo aquello que la razón no pueda aceptar debe ser rechazado como engaño o superstición. Los ilustrados creían que los hombres, podrían alcanzar el conocimiento, que constituía la base de la felicidad. Eran firmes partidarios de la educación y del progreso.

 

Los ilustrados sometieron a crítica los principios en los que se basaba la sociedad estamental, afirmando la igualdad y el derecho a la libertad de todos los seres humanos. Criticaron también la rígida organización económica y defendieron un sistema social que garantizase la propiedad y la libertad de comercio e industria. Sin negar la existencia de Dios, se opusieron al dominio ideológico de la Iglesia, se enfrentaron al absolutismo monárquico, defendiendo la necesidad de un contrato entre gobernantes y gobernados, que garantizase los derechos básicos del individuo. Montesquieu planteó la separación de poderes y Rousseau defendió el principio de soberanía popular, afirmando que el poder emana del libre consentimiento de los ciudadanos, expresado mediante el voto.

3.2 La ilustración española

 

La introducción y difusión de las nuevas ideas ilustradas en España fue lenta y difícil. La ausencia de amplios grupos burgueses, el anquilosamiento y conservadurismo de los medios intelectuales universitarios y el enorme peso de la iglesia obstaculizaron la difusión de la nueva corriente de pensamiento hasta la segunda mitad del siglo. A partir de 1750-1760, surgió una generación de pensadores, entre los que destacaron Feijoo, Campomanes… En sus escritos reflejaban las preocupaciones ilustradas y empezaron a criticar el modelo social imperante en la España del siglo XVIII, pero coincidían en el interés por la idea de progreso. Así, aunque existió un retraso de varios decenios respecto a algunos países europeos, en esencia se expandieron los mismos principios y se intentaron parecidas reformas.

Muchos de los ilustrados eran miembros de la pequeña nobleza y permanecían aislados, estaban convencidos de que únicamente la mejora del nivel cultural podía sacar al país de su atraso.

Por ello hicieron de la educación un objetivo prioritario, los ilustrados se enfrentaron a las órdenes religiosas y a los estamentos privilegiados, y defendieron la necesidad de imponer una enseñanza útil y práctica, obligatoria para todos en los primeros niveles, común a los dos sexos.

La segunda preocupación básica de los ilustrados españoles fue la cuestión económica. Todos ellos eran conscientes de que el atraso del país, en relación a otras potencias europeas, provenía de la gran cantidad de tierras amortizadas en manos de la nobleza y el clero, del excesivo control sobre las actividades económicas y del desconocimiento de las nuevas técnicas e inventos. Por ello se esforzaron en proponer una serie de reformas, que contribuyeran al crecimiento económico.

3.3 El despotismo ilustrado: Carlos III

 

Carlos III (1759-1788) accedió al trono español al morir su hermanastro Fernando VI sin descendencia directa. Al iniciar su reinado en España se mostró partidario, como otros monarcas absolutos europeos, de seguir algunas ideas de progreso y racionalización ilustradas, siempre que no atentaran contra el poder de la monarquía absoluta. Se inició así la etapa de despotismo ilustrado en nuestro país.

Carlos III tuvo que enfrentarse  a la fuerte oposición de los grupos privilegiados a su programa de reformas. En 1776 se produjo el motín de Esquilache, por el malestar de la población por la escasez y el elevado precio de los alimentos, el rechazo al excesivo poder de los altos cargos extranjeros y el descontento de los privilegiados que veían como las reformas ilustradas reducían su poder e influencia. Todo ello confluyó en una revuelta popular en Madrid contra las medidas de saneamiento y orden público tomadas por el ministro Esquilache.

Carlos III, atemorizado ante la extensión y gravedad de la revuelta, destituyó a Esquilache, paralizó las reformas y tomó medidas populares como bajar el precio de algunos productos básicos. Los motines rápidamente y el país se pacificó. Para llevar adelante su programa, Carlos III contó con una serie de ministros y colaboradores españoles que fueron los responsables de los esfuerzos reformistas. Entre ellos cabe destacar a Pedro Rodríguez Campomanes , al Conde de Floridablanca, al Conde de Aranda, y a Pablo de Olavide, estudiaron, informaron y propusieron una serie de medidas tendentes a la modernización y racionalización del Estado.

3.4 La legislación reformadora

 

En el ámbito religioso, se puso énfasis en reformar el papel, el poder y la influencia de la iglesia. Los ilustrados eran regalistas, defensores de la autoridad y las prerrogativas del rey frente a la iglesia. Carlos III reclamó el derecho al nombramiento de los cargos eclesiásticos y combatió tenazmente el intento de la iglesia de constituir un poder dentro del estado. En este contexto hay que entender la expulsión de los jesuitas en 1766, orden religiosa de enorme poder y probable instigadora de los motines contra Esquilache.

 El pensamiento ilustrado se plasmó en el decreto de 1783, se declararon honestas todas las profesiones y admitieron las actividades profesionales, se inició una reforma de los estudios universitarios y de las enseñanzas medias, se fundaron las escuelas de artes y oficios, se impulsó la obligatoriedad de la educación primaria y se promovió la fundación de academias dedicadas a las letras y a las ciencias.

En el terreno económico, entorpecían la libre circulación y amordazaban los mercados, se establecieron las siguientes medidas:

-Limitación de los privilegios de la Mesta, apoyo a la propuesta de Olavide de colonización de nuevas tierras e impulso de los proyectos de los proyectos de reforma agraria.

-Fomento de la libre circulación de mercancías en el interior de España y la liberalización progresiva del comercio colonial.

-Apoyo a la actividad industrial, liberalizando gradualmente el proceso de fabricación y abandonando la gestión directa de las reales Fábricas. Al mismo tiempo se establecieron aranceles y se firmaron tratados comerciales para defenderse de la competencia exterior.

-Moderación en la política impositiva, con el objetivo de fomentar la producción y limitar el gasto publico.

Se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País. La primera fue fundada por el conde de Peñaflorida en 1765. Se fueron creando sociedades en muchas provincias con el objetivo de fomentar la agricultura, el comercio y la industria, traducir y publicar libros extranjeros e impulsar la difusión de las ideas fisiócratas y liberales.

 

 

3.5 Los límites del reformismo borbónico

 

El despotismo ilustrado de Carlos III presenta en su conjunto un balance positivo. Se impulsaron reformas de tipo económico, se apoyaron propuestas y proyectos para el progreso de la instrucción pública. Se defendieron las prerrogativas del Estado frente a la Iglesia y se animó a los súbditos a desarrollar las actividades productivas.

En la España del siglo XVIII enfrentarse a la nobleza significaba destruir la base de desigualdad civil sobre la que se asentaba la propia monarquía absoluta. Cuando la Revolución francesa anunció el fin del viejo orden, Carlos IV y parte de sus colaboradores fueron los primeros en observar con gran temor los efectos que las ideas ilustradas provocaban en la vecina Francia.

 

 

 

 

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