La Oposición al Sistema Político
Los Republicanos
Dentro del republicanismo español había diversas tendencias que tenían poco en común, exceptuando su posición fuera del sistema. Existían tres grandes grupos:
- El posibilista: seguía a Castelar y se mostraba a favor de una democracia conservadora.
- Los federales: partidarios de una descentralización territorial y un reformismo social, fue el partido más cercano a los obreros hasta el surgimiento del PSOE.
- Los progresistas-demócratas: dirigidos por Ruiz Zorrilla, pretendían cambiar el régimen con acciones violentas.
Entre 1875 y 1890 las distintas elecciones fueron dando diputados republicanos que en el Congreso debían limitarse a hablar en nombre propio, sin mencionar partido alguno. La representación republicana fue muy escasa hasta 1890, que fueron legalizados por Sagasta y su número pudo crecer algo.
El Movimiento Obrero
El movimiento obrero en España adquirió madurez y capacidad organizativa a partir del Sexenio Democrático. Las dos corrientes de la internacional encontraron eco en España, pero fue sobre todo la anarquista la que adquirió mayor difusión. A los pocos días del golpe del general Pavía, un decreto disolvía las asociaciones dependientes de la Asociación Internacional de Trabajadores y las obligaba a entrar en la clandestinidad.
Los Anarquistas
En un congreso de las organizaciones afiliadas a la AIT en 1872, la mayoría de los congresistas optaron por la línea anarquista. Esta opción significaba la separación del mundo obrero de la política, ya que el anarquismo era contrario a la participación política. El área geográfica del anarquismo español se centraba en el levante, destacando Barcelona y la baja Andalucía.
En 1874 la Comisión Federal Anarquista preparó su vida en la clandestinidad y para ello incluyó la posibilidad de organizar una acción revolucionaria para acabar con el Estado. Este fue su planteamiento dominante hasta 1881, cuando Sagasta la devolvió a la legalidad. Las nuevas circunstancias trajeron una reorganización y centralización de las dispersas organizaciones y el resultado fue la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE).
Los dirigentes de la FTRE optaron por abandonar la idea de la destrucción del Estado y organizar una actividad legal, por lo que inmediatamente se vieron enfrentados al sector andaluz, mayoritariamente campesino, partidario de la violencia como una vía eficaz de cambio. Este enfrentamiento terminó con la división del anarquismo en dos: uno partidario de la violencia y los atentados y otro partidario de la legalidad.
Por todo ello, los anarquistas andaluces se agruparon en sociedades secretas y decidieron actuar como grupos violentos y terroristas. Así surgió la Mano Negra, una especie de organización secreta que, acusada de unos asesinatos, llevó a la detención de cientos de personas en Cádiz y Sevilla. Todo esto permitió al gobierno atribuir al anarquismo andaluz toda clase de crímenes y ampliar la culpa a todos los miembros de la FTRE.
La represión gubernamental y la división interna llevaron a los anarquistas a una grave crisis, ya que su actuación se limitaba a grupos incontrolados. En el cambio de siglo se produjo una reforma doctrinal y práctica, el anarcosindicalismo, por la que se dejaban las acciones revolucionarias para centrarse en la acción sindical.
Los Socialistas
El socialismo se limitaba en 1874 a un reducido núcleo de seguidores de las ideas de Marx. En 1879, Pablo Iglesias convenció a sus compañeros socialistas de la necesidad de pasar a la acción y formar un partido, que sería el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), y crear una comisión encargada de redactar el programa y el reglamento.
El PSOE proponía tres bases como condiciones imprescindibles para el triunfo del proletariado:
- La posesión privada de los medios de producción en propiedad colectiva.
- La abolición de todas las clases sociales y su transformación en una sola de trabajadores dueños del fruto de su trabajo, «libres, iguales, honrados e inteligentes».
- Las medidas políticas y económicas de inmediata realización para alcanzar el fin propuesto: la lucha por los derechos de reunión y asociación, libertad de prensa, sufragio universal, jornada de ocho horas de trabajo, salario igual para hombres y mujeres, etc.
El socialismo iba a tener más importancia en Extremadura y Castilla la Nueva, y especialmente en Madrid. Desde aquí se extendería a los núcleos mineros e industriales de Asturias, Vizcaya y Valencia. Desde sus inicios quedó confirmado como un partido de clase, un partido exclusivamente obrero, que pretendía enfrentarse a los partidos burgueses en la lucha por el poder a través de las elecciones.
La salida de la clandestinidad de las asociaciones obreras en 1881 fue aprovechada para difundir el programa. También ayudó la salida de El Socialista a la calle en 1886 como periódico oficial. La crisis económica de 1887, que trajo consigo cierre de fábricas, incremento del paro, etc., llevó al partido a crear una organización para luchar por los trabajadores y el resultado fue la fundación en 1888, en Barcelona, de la Unión General de Trabajadores (UGT). Su fin era puramente económico: la mejora de las condiciones de vida y trabajo de los obreros, y los medios para obtener las reivindicaciones serían la negociación, las demandas de poder político y la huelga.
Tras obtener escasos resultados, a principios del siglo XX se inició la colaboración con los republicanos. En 1910 se formó la Conjunción Republicano-Socialista, que produjo un importante crecimiento numérico en sus filas.