La Primera Guerra Carlista y las Opciones del Liberalismo en el siglo XIX

La Primera Guerra Carlista (1833-40)

Dos Opciones Enfrentadas

Se inició una larga guerra civil que enfrentaría a los defensores del Antiguo Régimen con los partidarios de iniciar un proceso reformista de carácter liberal: El Carlismo, ideología tradicionalista y antiliberal que recogía la herencia de movimientos como los malcontents y los apostólicos. Defensores de la legitimidad dinástica de don Carlos, de la monarquía absoluta, de la preeminencia social de la Iglesia, del mantenimiento del Antiguo Régimen y de la conservación de un sistema foral particularista.

  • Apoyaban el carlismo miembros del clero y la pequeña nobleza agraria.
  • También contaron con una amplia base social campesina.

Desde el punto de vista internacional, don Carlos recibió el apoyo de potencias absolutas como Rusia, Prusia y Austria, mientras Isabel II contó con el apoyo de Gran Bretaña, Francia y Portugal, favorables a la implantación de un liberalismo moderno en España.

El Desarrollo del Conflicto Armado

Los carlistas inicialmente organizaron sus efectivos en grupos armados que actuaban según el método de guerrillas. Las primeras partidas carlistas se levantaron en 1833 por una amplia zona del territorio español. Regiones montañosas de Navarra y el País Vasco. También por el norte de Castilla, el Bajo Aragón y el Pirineo y las comarcas del Ebro en Cataluña.

La Primera Etapa (1833-35)

Estabilización de la guerra en el norte y los triunfos carlistas, aunque estos nunca consiguieron conquistar una ciudad importante. La rebelión tomó impulso en 1834 cuando el pretendiente abandonó Gran Bretaña para instalarse en Navarra, donde creó una monarquía alternativa, con su corte, su gobierno y su ejército.

En la Segunda Fase (1836-40)

La guerra se decantó hacia el bando liberal a partir de la victoria del general Espartero en Luchana (1836). Los rebeldes, faltos de recursos para financiar la guerra, iniciaron una nueva estrategia caracterizada por las expediciones a otras regiones. Navarra, Cataluña, Madrid con la intención de tomar la capital, pero fueron incapaces de ocuparla y se replegaron hacia el norte.

El general Morato acordó la firma del Convenio de Vergara (1839) con el general Espartero. El acuerdo establecía el mantenimiento de los fueros en las provincias vascas y Navarra, así como la integración de la oficialidad carlista en el ejército real. Solo las partidas de Cabrera continuaron resistiendo en la zona de Maestrazgo hasta su derrota en 1840.

Las Diferentes Opciones del Liberalismo

Las Agrupaciones Políticas

Los partidos políticos del siglo XIX eran agrupaciones de personalidades alrededor de un notable, civil o militar. Vinculadas por relaciones personales o intereses económicos, que se unían para participar en las elecciones y controlar las diferentes parcelas del poder.

Los Moderados

Grupo hegemónico formado por terratenientes, comerciantes e intelectuales conservadores, junto al resto de la antigua nobleza, el alto clero y los altos mandos militares. Defendían el derecho a la propiedad como garantía del orden y restringían el sufragio según la riqueza de los electores. Concebían la libertad como un bien individual, pero anteponían los principios de autoridad y orden social.

Los Progresistas

Los ‘defensores de la libertad’ y entre ellos predominaba la media y pequeña burguesía, la oficialidad media del ejército y también las clases populares urbanas. Defendían el principio de soberanía nacional como fuente de legitimidad del poder y el predominio de las Cortes. Rechazaban la intervención de la Corona en la vida política.

Demócratas y Republicanos

En 1849, una escisión de los progresistas dio origen a la formación del Partido Demócrata, que defendía la soberanía popular y el sufragio universal masculino. Abogaba por una única cámara electiva, la ampliación de las libertades públicas y el reconocimiento de los derechos colectivos. Reconocía el predominio social de la Iglesia católica, pero exigía la libertad de culto para todas las religiones.

El desprestigio de la monarquía de Isabel II hizo ganar fuerza al republicanismo, que defendía la república como la única opción verdaderamente democrática por permitir la elección de todos los cargos públicos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *