JULIO DE 1936.- 1º Mapa
En el 1º mapa podemos ver la situación de España en Julio de 1936. Refleja el territorio ocupado por el bando fiel a la República, en color blanco y en color negro, los lugares en los que triunfó la sublevación.
El territorio republicano comprendía a El Principado de Asturias, Cantabria y País Vasco excepto Álava, la franja mediterránea desde Cataluña hasta Málaga, Castilla La Nueva incluido Madrid, una buena parte de Extremadura y Andalucía oriental excepto Granada.
En cambio, los rebeldes controlaron Galicia, Castilla y León, Álava, La Rioja, Navarra, la mitad occidental de Aragón incluyendo las ciudades de Huesca, Zaragoza y Teruel, Andalucía occidental más Granada, Baleares, Canarias y el Protectorado colonial norteafricano.
FINALES 1937.- 2º Mapa
En este mapa vemos la situación de España a finales de 1937 siguiendo la leyenda del mapa anterior, aunque en este aparecen flechas que simbolizan los ataques, blancas, el ataque nacional y negras, el ataque republicano. Con respecto al inicio de la guerra, este mapa presenta diversas diferencias.
El Ejército de África ayudado por la cobertura aeronaval alemana consigue cruzar el Estrecho de Gibraltar, ocupan Extremadura occidental, avanzando por el valle del Tajo y pasando por Toledo, llegan a Madrid.
Las tropas nacionales intentaron cortar las vías de comunicaciones, pero fueron derrotadas en las batallas del Jarama (febrero 1937), y de Guadalajara (marzo 1937). En Andalucía, sin embargo, los nacionales consiguieron controlar Málaga (flechas blancas sobre Málaga), con lo que se aseguraron el contacto entre Andalucía Oriental y Occidental y salvaguardaron Granada.
El general Mola había ocupado San Sebastián y la frontera vasco-francesa, aislando la zona cantábrica del resto del territorio republicano. Y en primavera de 1937, los sublevados lanzaron una gran ofensiva sobre el País Vasco y con la ayuda de la aviación alemana bombardearon las poblaciones civiles indefensas de Durango y Guernica.
En agosto, tropas italianas y navarras tomaron Santander, como vemos en el mapa, las flechas blancas del norte. Desde allí pasaron a Asturias y ocuparon Gijón y los republicanos lanzaron sendas ofensivas, la batalla de Brunete, en el centro, y la de Belchite, en Aragón, ambas fracasadas, como vemos en el mapa, las flechas negras sobre Aragón.
FINALES 1938.- 3º Mapa
En este mapa vemos la situación de España a finales de 1938 siguiendo la leyenda del mapa anterior.
Para frenar una posible ofensiva franquista sobre Madrid, las fuerzas republicanas, iniciaron una ofensiva sobre Teruel (la flecha negra sobre Teruel) aunque las tropas enemigas, reconquistaron la ciudad más tarde (la flecha blanca sobre Teruel)
Tras ese éxito, Franco decidió iniciar el avance sobre el valle del Ebro, con el objetivo de llegar al Mediterráneo. Atacó el frente de Aragón y luego el valle del Segre, donde tomaron Lleida (flechas blancas) y alcanzó el Mediterráneo por Castellón (flechas blancas). Con ello, el territorio republicano se dividió en dos partes.
Respecto a la Batalla del Ebro, para intentar detener el avance de los sublevados sobre Valencia y Cataluña, los republicanos lanzaron una gran ofensiva en el Ebro (flechas blancas).
Las tropas republicanas cruzaron el Ebro y envolvieron al enemigo. El ejército republicano se replegó dejando el camino de Cataluña y Valencia libre para los rebeldes.
Tras la victoria en la batalla del Ebro, los nacionales intensificaron los bombardeos de las principales ciudades catalanas, cayendo Tarragona y posteriormente, Barcelona.
APOYOS SOCIALES Y OPOSICIÓN
Los sectores políticos y sociales que aclamaban a Franco fueron más vinculados a la España tradicional, los que durante la II República se habían sentido atemorizados por la política anticatólica y socializante de las izquierdas, así como por el clima de creciente enfrentamiento social. La oligarquía terrateniente, industrial y financieras recuperó sus propiedades y, en medio de la miseria general que dominó los años cuarenta, acumuló enormes beneficios. Por otro lado, Franco se convirtió en el líder indiscutible para un amplio sector de clases medias, ya que representaban un seguro de orden y de respeto a los valores tradicionales de España. A ellos se sumó la numerosa clase de funcionarios surgida tras la depuración de la Administración republicana.
El nuevo régimen se fundamentaba en la subordinación absoluta de los vencidos en la guerra. Los vencedores aplicaron una política de terror en las zonas donde se sabían más rechazados; las regiones agrarias del Sur, las cuencas mineras y las áreas industriales del País Vasco y Cataluña. Por esta razón, a pesar de que existía una amplia mayoría social que rechazaba la dictadura resultó imposible organizar una oposición.
En los últimos momentos de la guerra, una oleada de pánico llevó a casi medio millón de personas a buscar refugio en el exilio. La mayoría atravesó la frontera francesa y acabada la guerra, una gran parte de ellos regresó, aunque fueron recluidos en campos de concentración.
Muchos exiliados marcharon a América donde la élite social y política del exilio republicano tuvo una gran acogida.
El nuevo régimen adquirió las características de un Estado policial militarizado. La pena de muerte, que había sido suprimida, por el gobierno republicano, fue restablecida. También se efectuó una depuración de funcionarios.
Durante los 1º años de dictadura se mantuvo una ambiente de persecución en el país. La red de jefes de barrio y de casa establecida por la Falange, se encargaba de captar adeptos para el Movimiento, contribuía a aumentar la vigilancia policial y extendía la influencia del partido a través de la expedición de certificados de buena conducta y se impuso una abrumadora censura.
EL EJÉRCITO Y EL NACIONALPATRIOTISMO
La principal aportación ideológica de los militares al régimen fue el nacionalpatriotismo, una visión unitarista y tradicionalista de España que Franco asumía como propia, dada su formación militar. Se trataba de una concepción de España en la que la defensa de la integridad territorial de la patria había de ser el objetivo prioritario del gobierno. Por ello, cualquier asomo de particularismo regional fue tachado de separatismo y, se prohibió el uso público de cualquier lengua que no fuera el castellano.
El ejército fue el principal baluarte del nuevo Estado. Con un espíritu tradicionalista y muy impregnado de las ideas totalitarias del momento, asumió la jefatura de su Generalísimo, mientras conseguía copar la más altas esferas de la Administración. En los años cuarenta un gran número de ministros y subsecretarios eran militares.