1. El Sistema Político de la Restauración
1.1. La Constitución de 1876
Ante las indecisiones del general Serrano como Regente, se abre paso la opción de Alfonso XII como Rey. Tras la publicación del Manifiesto de Sandhurst, en el que Alfonso XII prometía respetar el sistema parlamentario y ser rey de todos los españoles de forma integradora, el general Martínez Campos se pronuncia a favor del joven rey en Sagunto. Alfonso XII vuelve a España como monarca en enero de 1875, tras la abdicación de su madre, la reina Isabel II, en 1870.
Se inicia entonces la elaboración de una nueva Constitución por iniciativa de Antonio Cánovas del Castillo, presidente del gobierno. El objetivo era crear una Constitución para todos los españoles, no de partido. Las Cortes elegidas por sufragio universal en febrero de 1876 y una comisión de notables se encargan de su redacción. Esta Constitución, de carácter transaccional, se convertiría en la más duradera de la historia española, vigente hasta 1931.
La Constitución de 1876 establecía que la soberanía reside en el Rey junto con las Cortes, no en la Nación. Se reconocían los derechos individuales y la tolerancia religiosa.
El poder ejecutivo residía en el Rey y sus ministros. El Rey iniciaba y sancionaba las leyes, pudiendo vetarlas. También convocaba y disolvía las Cortes. El poder legislativo recaía en unas Cortes bicamerales: un Senado elegido entre los mayores contribuyentes (parte por derecho propio y parte designados por el Rey) y un Congreso de los Diputados elegido por sufragio censitario (aunque en 1890 se instauraría el sufragio universal masculino). Las Cortes intervenían en la sucesión del Rey, la regencia y la minoría de edad. El poder judicial residía en los Tribunales.
La Constitución preveía la uniformidad legislativa para toda España, lo que supuso la supresión de los fueros de Navarra y Vascongadas, sustituidos por privilegios económicos: los Conciertos.
1.2. Los Partidos Políticos
En teoría, el sistema político de la Restauración se basaba en un bipartidismo: dos partidos, el Conservador y el Liberal, se turnaban pacíficamente en el gobierno según ganaran o perdieran las elecciones.
- El Partido Conservador, liderado por Cánovas del Castillo, era heredero de los antiguos moderados y contaba con el apoyo de la aristocracia, los terratenientes y las altas esferas del país.
- El Partido Liberal, también llamado Fusionista por la unión de progresistas y unionistas, estaba liderado por Práxedes Mateo Sagasta y tenía su base social en las clases medias.
Sin embargo, este bipartidismo era ficticio, ya que las elecciones estaban controladas por el gobierno a través de la manipulación y el fraude electoral. La Corona encargaba al jefe de gobierno la celebración de elecciones. Este se lo comunicaba a la oligarquía provincial y a los gobernadores, quienes a través de los caciques manipulaban los votos para que el resultado fuese el deseado por el gobierno de Madrid. Se utilizaban métodos como el encasillado, el reparto de distritos electorales y el pucherazo. La población, sumida en la pobreza y el analfabetismo, apenas protestaba.
Aparte de estos dos partidos dinásticos, existían otros partidos políticos:
- Los carlistas, herederos del absolutismo, se oponían al régimen de la Restauración por considerarlo demasiado liberal. Estaban liderados por Cándido Nocedal.
- Los republicanos, divididos en federalistas y unitarios, defendían la instauración de la República y el sufragio universal. Eran un grupo minoritario e insignificante, aunque promovieron algunos pronunciamientos. Algunos republicanos, los llamados posibilistas liderados por Emilio Castelar, pactaron con la monarquía.
A finales del siglo XIX surgen los partidos regionalistas y nacionalistas como rechazo de la burguesía a la corrupción del sistema y a la política económica librecambista que les perjudicaba. Los más radicales eran los agricultores cerealistas y los industriales catalanes y vascos.
En Cataluña, al descontento económico por el librecambismo y el centralismo político se sumaba la reivindicación de su lengua y cultura (la Renaixença). Los primeros grupos catalanistas estaban liderados por Valentí Almirall. En 1891, estos grupos se unen en la Unió Catalanista. A finales de siglo, bajo el liderazgo de Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, redactan las Bases de Manresa (1892), programa que serviría de base para la fundación de la Lliga Regionalista de Catalunya en 1901.
En las Vascongadas surge también un movimiento regionalista entre la burguesía, liderado por Sabino Arana. Este movimiento pronto se transforma en un nacionalismo que reivindica la personalidad propia del pueblo vasco en sus aspectos más tradicionales. En 1887 se funda el Partido Nacionalista Vasco (PNV), cuyos militantes procedían principalmente de la clase media baja y el mundo rural. El PNV reclamaba la restauración de los fueros, la defensa del catolicismo, y mostraba un marcado carácter racista.
En Castilla la Vieja surge un partido burgués conservador, la Liga Agraria, fundada en 1887 por el Conde de Gamazo. Este partido pedía proteccionismo para los agricultores y la limpieza del sistema electoral.
También destacan en este periodo los partidos obreros. España se había incorporado tardíamente al proceso de Revolución Industrial, y el proletariado, que crecía en las zonas industrializadas, no se sentía representado ni por la burguesía ni por un sistema político basado en el sufragio censitario. Las promesas de mejora de demócratas y progresistas no se habían cumplido, y la situación del proletariado era miserable. En 1883 se crea la Comisión de Reformas Sociales, pero las posturas se radicalizan, sobre todo entre los jornaleros del campo y el proletariado urbano, los más afectados por el latifundismo.
Durante el Sexenio Revolucionario (1868-1874) se habían difundido las ideas anarquistas y marxistas, celebrándose incluso congresos obreros, pero sin resultados concretos. En 1872 se separan marxistas y anarquistas, y en 1879 Pablo Iglesias funda el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que aspiraba a alcanzar el poder para desde allí llevar a cabo las reformas que necesitaba el proletariado. En 1888 se funda el sindicato socialista Unión General de Trabajadores (UGT).
Los anarquistas, por su parte, fundan la Federación de Trabajadores Españoles (FTE) en 1881, que en 1888 se convertiría en la Organización Anarquista de la Región Española. Los anarquistas actuaban a través del terrorismo, con atentados y asesinatos como los de la Mano Negra. El anarquismo tuvo una gran implantación en Andalucía, Cataluña y Levante, entre el proletariado más pobre e ignorante. En 1910 se crearía el sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
2. El Reinado de Alfonso XII (1875-1885)
A principios de 1876 finaliza la tercera guerra carlista con la victoria del ejército alfonsino. El propio Rey dirige la conquista de Estella, la capital carlista. Se suprime el régimen foral vasco y se sustituye por los Conciertos Económicos.
En 1878 se resuelve el problema cubano cuando el general Martínez Campos controla la situación y firma la Paz de Zanjón, que concedía la amnistía a los rebeldes y abolía la esclavitud. Se unifican las leyes para toda España mediante la elaboración de los Códigos.
En política exterior, se produce un acercamiento a la Alemania de Bismarck frente a Francia, con la que se mantiene un conflicto latente por Marruecos. No hay un expansionismo colonial como tal, solo expediciones particulares como la de Manuel Iradier en el golfo de Guinea, donde España obtendría posteriormente territorios.
3. La Regencia de María Cristina (1885-1902)
Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, su esposa María Cristina asume la regencia a la espera del nacimiento de su hijo, el futuro Alfonso XIII. Durante este periodo se establece una colaboración entre los partidos dinásticos (Conservador y Liberal) para asegurar la estabilidad del régimen. Se consolida el turnismo, aunque no existe un pacto formal como tal (a pesar de la leyenda del Pacto del Pardo).
Entre 1886 y 1890, con los liberales en el poder, se llevan a cabo algunas reformas, como la Ley de Asociaciones (1887), que legalizaba las asociaciones obreras; la Ley del Jurado; y el establecimiento del sufragio universal masculino en 1890. También se intenta una reforma del ejército con el establecimiento del servicio militar obligatorio, promovido por el general Cassola, pero fracasa.
A partir de 1890 gobiernan los conservadores, que tendrán que hacer frente a los problemas coloniales de Cuba y Filipinas, así como al creciente regionalismo catalán.
3.1. La Guerra de Cuba (1895-1898)
Tras la Paz de Zanjón de 1878, Cuba vive un periodo de relativa estabilidad, pero el independentismo se mantiene latente, alentado por el Partido Revolucionario Cubano de José Martí. Los españoles que controlan los recursos de la isla se oponen a cualquier tipo de reforma y abogan por la unión total con España. Cuentan con el apoyo del ejército y de la burguesía española con intereses en Cuba. Por ello, rechazan los intentos del ministro Antonio Maura de dotar de autonomía a la isla en 1893.
Los cubanos se sienten discriminados por diversas razones:
- La obligación de comprar productos españoles, más caros que los de Estados Unidos o Inglaterra.
- La dependencia económica de Estados Unidos, principal comprador de azúcar cubano y que desde la década de 1860 controlaba la producción azucarera de la isla.
En Estados Unidos existen sectores políticos y económicos que desean anexionarse Cuba como parte de su expansión naval (Plan Mahan) e imperialista. Inglaterra y Francia, por su parte, se mantienen al margen del conflicto a cambio de que Estados Unidos respete sus intereses en otras zonas del mundo.
El problema no solo se plantea en Cuba. En Filipinas también surge un movimiento independentista que en 1896 protagoniza una revuelta, aunque fracasa.
En 1895 estalla la Guerra de Independencia cubana. El gobierno español, presidido por Cánovas del Castillo, envía tropas a la isla y logra controlar la situación. Sin embargo, Cánovas es asesinado en 1897. El nuevo gobierno intenta negociar con los independentistas cubanos, pero para entonces estos cuentan con el apoyo del gobierno estadounidense, que amenaza con intervenir militarmente contra España.
En febrero de 1898 se produce la explosión del acorazado estadounidense Maine en el puerto de La Habana. Estados Unidos culpa a España del incidente y declara la guerra. La flota española es derrotada en Cavite (Filipinas) y en Santiago de Cuba. Los estadounidenses ocupan Puerto Rico. España se ve obligada a negociar la paz, firmando el Tratado de París en diciembre de 1898. Cuba se independiza, y España cede a Estados Unidos Filipinas, Puerto Rico y Guam.
En 1899, España vende a Alemania las islas Carolinas, Marianas y Palaos.
3.2. La Crisis de 1898
La derrota frente a Estados Unidos y la pérdida de las últimas colonias americanas provocan una profunda crisis ideológica en España. Se extiende un sentimiento de fracaso colectivo y surge la necesidad de regenerar el país. Intelectuales y políticos critican el sistema político de la Restauración, la corrupción, el atraso económico y la falta de libertades. Se inicia así un periodo de crítica y autocrítica que dará lugar a la aparición de nuevos movimientos políticos y sociales que marcarán el devenir de España en el siglo XX.