La Guerra de la Independencia y la Revolución Liberal
La Guerra de la Independencia: En el siglo XVIII, en el año 1788, accede al trono Carlos IV. España sigue inmersa en el antiguo régimen, presentaba rasgos de una sociedad feudo-señorial. El antiguo régimen agonizaba víctima de sus propias contradicciones, problemas estructurales de la sociedad española: crisis de subsistencias periódicas, estancamiento económico. El siglo XIX comienza en España con una crisis dinástica entre Carlos IV y su hijo Fernando. La influencia revolucionaria de Francia y su intervención en España por Napoleón desembocó en una guerra de liberación frente al invasor francés, la Guerra de la Independencia. Guerra nacional y popular pero no revolucionaria, guerra española y conflicto internacional. El levantamiento del 2 de mayo de 1808 defendió la religión y la monarquía. Este enfoque no es compartido por la minoría liberal que defiende la independencia de la nación española y desea hacer su propia revolución: acabar con el antiguo régimen e implantar el liberalismo. Mientras la nación defiende su identidad e independencia contra la Francia revolucionaria, un grupo de liberales españoles implantarán el modelo liberal francés adaptado a la idiosincrasia española. Las Cortes de Cádiz son ese intento de revolución liberal imprescindible para la modernización de España. Frustrado en 1814 con la vuelta del rey Fernando VII, por su postura absolutista y reaccionaria. La primera medida fue la abolición y derogación de la Constitución de 1812 y de toda la obra legislativa de las Cortes, considerándolas ilegales y usurpadoras de su soberanía. Se inicia así una persecución sin tregua de los liberales españoles y se reinstaura su poder absoluto y todas las estructuras del antiguo régimen.
La Guerra de la Independencia
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Reformas Legislativas: Los Decretos de Abolición del Antiguo Régimen
El antiguo régimen proclamó los siguientes decretos: 1. Abolición de los señoríos jurisdiccionales: se suprime la dependencia de la mitad de los pueblos y 2 tercios de las ciudades españolas que tenían respecto a la nobleza y al clero. Desaparecían los conceptos de vasallo y señor. 2. Otro decreto derogaba los gremios que eran un obstáculo para el desarrollo económico, dando paso a las modernas relaciones de producción liberal capitalista. 3. En el campo, iniciaba la reforma agraria burguesa al decretar desamortización mediante la venta en pública subasta de las tierras comunales de los municipios. 5. Decreto de abolición de la Inquisición. 6. Abolición de la censura: libertad de imprenta. Se optó por un sistema de estado centralista.
La Constitución de 1812: “La Pepa”
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El Reinado de Isabel II
La década moderada (1843-1854) tras acceder al trono al adelantarse su mayoría de edad en noviembre de 1843, Isabel II mostró desde un principio su preferencia por los moderados, dejando fuera del juego político al partido progresista. Se abría un largo período de predominio moderado. Los progresistas optaron por el retraimiento, negándose a participar en unas consultas electorales claramente amañadas, o por la preparación de pronunciamientos apoyados por insurrecciones populares. En mayo de 1844 se formó un gabinete presidido por el general Narváez, la gran figura de los moderados. Estas fueron las principales medidas que se adoptaron durante la siguiente década: creación en 1844 de la Guardia Civil, fuerza armada encargada de aplicar la ley y el orden esencialmente en el medio rural. Como medida complementaria se suprimió la milicia nacional. Ley de Ayuntamientos de 1845, que reforzaba el centralismo reservando al gobierno el nombramiento de los alcaldes. Reforma del sistema fiscal de 1845, elaborada por Alejandro Mon. Se estableció un nuevo sistema fiscal más racional, eficaz y moderno, que puso fin al enrevesado sistema impositivo del antiguo régimen. Ley Electoral de 1846 que configuró un verdadero régimen oligárquico. Se estableció un sufragio muy restringido que limitó el cuerpo electoral a 97.000 varones mayores de 25 años, lo que suponía el 0.8% del total de la población. Concordato de 1851. Acuerdo con la Santa Sede por el que el Papa reconoció a Isabel II como reina y aceptó la pérdida de los bienes eclesiásticos ya desamortizados. A cambio, el Estado español se comprometió a subvencionar a la Iglesia y a entregarle el control de la enseñanza y a encargarle labores de censura.