La Restauración borbónica: Monarquía y Bipartidismo
Con la Restauración, los conservadores esperaban que la monarquía devolviera la estabilidad política a España y pusiera fin a la revolución. Cánovas del Castillo, artífice del nuevo régimen, no pretendía un regreso a los tiempos de Isabel II, sino establecer un nuevo modelo político.
La Constitución de 1876 y el sistema político
Se elaboró una nueva Constitución en 1876 y se estableció un sistema político basado en el bipartidismo, con el objetivo de pacificar el país. La Constitución de 1869 quedó sin efecto tras la República, por lo que se convocaron Cortes constituyentes.
La Constitución de 1876, clara muestra del liberalismo doctrinario, establecía el sufragio censitario y la soberanía compartida entre las Cortes y el Rey. De carácter más conservador que su predecesora, la Constitución establecía unas Cortes bicamerales, compuestas por el Senado y el Congreso de los Diputados. La ley electoral de 1878 restringió el voto a los mayores contribuyentes, aunque en 1890 se aprobó el sufragio universal masculino. El Rey tenía la facultad de nombrar a los senadores.
La Constitución proclamaba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba otras creencias. Se restableció el presupuesto del culto y clero para financiar a la Iglesia y se incluyó una declaración de derechos.
El bipartidismo y la alternancia en el poder
Cánovas del Castillo introdujo un sistema de gobierno basado en el bipartidismo y la alternancia en el poder. Este sistema, conocido como el turno pacífico, pretendía asegurar la estabilidad institucional mediante la sucesión pacífica de dos partidos en el gobierno: el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, liderado por Sagasta.
El Ejército y el fin de las guerras
El Ejército constituía uno de los grandes pilares del régimen. Una Real Orden de 1875 estableció que la misión del ejército era defender la independencia nacional. La estabilidad del régimen se vio favorecida por el fin de las guerras carlistas y cubana.
- Fin de la Tercera Guerra Carlista: Algunos personajes del carlismo acabaron reconociendo a Alfonso XII. El esfuerzo militar a lo largo de 1875, liderado por Arsenio Martínez Campos, hizo posible la reducción de los núcleos carlistas en Cataluña y forzó su rendición. Con la derrota carlista se abolieron los fueros, aunque en 1878 se les concedió un grado de autonomía con los conciertos económicos.
- Fin de la Guerra de los Diez Años en Cuba: El final de la guerra carlista permitió al gobierno concentrar sus esfuerzos en acabar con la insurrección cubana (Guerra de los Diez Años, 1868-1878). En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, que incluía una amplia amnistía, la abolición de la esclavitud y reformas político-administrativas. El retraso en la aplicación de estas reformas provocó en 1879 la Guerra Chiquita.
El funcionamiento del sistema canovista
Tras el regreso de Alfonso XII, el partido Liberal-Conservador aglutinaba a los grupos políticos más conservadores. El proyecto bipartidista de Cánovas requería otro partido de carácter progresista, y él mismo propuso a Sagasta su formación. El Partido Liberal Fusionista, liderado por Sagasta, aglutinó a progresistas y unionistas.
Ambos partidos, conservadores y liberales, aceptaban la monarquía alfonsina y la alternancia en el poder. Defendían la propiedad privada y la consolidación del Estado liberal, unitario y centralista. Los conservadores se mostraban más proclives al inmovilismo, mientras que los liberales eran partidarios del sufragio universal e inclinados al reformismo. Ambos partidos llevaron a cabo un acuerdo tácito de no promulgar leyes que afectaran a los intereses del otro partido cuando estuvieran en el gobierno.
El caciquismo y el pucherazo electoral
El sistema del turnismo pudo mantenerse gracias al caciquismo, un fenómeno que se dio en toda España, pero sobre todo en Andalucía, Galicia y Castilla. Los caciques eran personas notables que controlaban el voto en sus regiones mediante el clientelismo y la manipulación. Los caciques orientaban el voto a través de favores, presiones e incluso la compra de votos. Este conjunto de trampas electorales, conocido como pucherazo, ayudaba a conseguir la adulteración de los resultados electorales.
La Regencia de María Cristina y la crisis del sistema
Entre 1876 y 1898 el turno funcionó con regularidad, aunque la alternancia pasó por momentos difíciles. El Partido Conservador gobernó de 1875 a 1881. Tras el breve gobierno de Sagasta, que introdujo el sufragio universal masculino en las elecciones municipales, Cánovas volvió al poder en 1884.
La muerte de Alfonso XII en 1885 provocó una desestabilización política que impulsó un acuerdo entre liberales y conservadores en el Pacto del Pardo para dar apoyo a la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda de Alfonso XII y madre del futuro Alfonso XIII.
Bajo la regencia, los liberales gobernaron más tiempo que los conservadores y llevaron a cabo una importante obra reformista, como la Ley de Asociaciones de 1887, que eliminó la distinción entre partidos legales e ilegales.
Sin embargo, el personalismo político deterioró a los partidos, que dependían en gran medida de sus líderes, provocando la descomposición interna de las formaciones políticas. En este contexto, destacaron figuras como Antonio Maura y Eduardo Dato en el seno del partido conservador, y Segismundo Moret y José Canalejas en el partido liberal.
Oposición al sistema de la Restauración
El sistema político de la Restauración no estuvo exento de oposición. Republicanos, carlistas, movimientos obreros y los primeros atisbos de nacionalismo periférico cuestionaron el sistema establecido.
El republicanismo
Tras el fracaso del Sexenio Democrático (1868-1874), el republicanismo hizo frente al desencanto de parte de sus seguidores y a la represión del gobierno. Los republicanos estaban divididos entre las propuestas más moderadas de Emilio Castelar, que fundó el Partido Republicano Posibilista, y las posiciones más radicales de Manuel Ruiz Zorrilla, fundador del Partido Republicano Progresista. En las elecciones de 1886, los republicanos obtuvieron una escasa representación en las Cortes. El sufragio universal masculino, implantado en 1890, no benefició al republicanismo, que perdió adeptos en favor del movimiento obrero, representado por el PSOE, fundado por Pablo Iglesias en 1879.
El carlismo
Tras la derrota carlista en 1876, se prohibió la estancia en España de Carlos VII, pretendiente al trono. El viejo héroe carlista Ramón Cabrera reconoció a Alfonso XII y la Constitución de 1876 descartaba la sucesión al trono de los carlistas. Carlos VII delegó su confianza en Cándido Nocedal para reorganizar el partido, que mantuvo su fuerza en Navarra, País Vasco y Cataluña. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de Mella, que en 1886 propuso un programa adaptado a la nueva situación política. En el seno del partido tomó fuerza la disputa religiosa, con un sector que culpaba a Carlos VII de cesarismo, ya que daba prioridad a la cuestión dinástica por encima de la defensa de la religión católica. El partido carlista fundó una milicia nacional, el Requeté, que tuvo gran relevancia en la década de 1930.
Otros grupos políticos
- Unión Católica: Fundada en 1881 y liderada por Alejandro Pidal, la Unión Católica defendía los intereses de la Iglesia Católica.
- Partido Democrático-Monárquico: Fundado por Segismundo Moret como una escisión del partido liberal, aglutinaba a figuras como Montero Ríos y Cristino Martos.
- Izquierda Dinástica: Fundada por el general Serrano, agrupaba a un sector del liberalismo más cercano al conservadurismo.
Los nacionalismos periféricos
En las últimas décadas del siglo XIX surgieron en España los primeros movimientos nacionalistas periféricos, que reivindicaban la identidad cultural y política de las regiones.
El nacionalismo catalán
Cataluña fue la región pionera en desarrollar un movimiento regionalista debido a su crecimiento económico, superior a cualquier otra región española gracias a la industrialización de Barcelona. Los catalanistas exigían un mayor proteccionismo para su industria. El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidió con el renacimiento de la cultura catalana a mediados del siglo XIX, conocido como la Renaixença, un movimiento que buscaba la recuperación de la lengua y las señas de identidad catalanas. En la década de 1880 se desarrolló el catalanismo político, que culminó con la creación de la Lliga Regionalista en 1901.
El nacionalismo vasco
El nacionalismo vasco surgió en la década de 1890 como reacción contra la pérdida de sus fueros tras la derrota carlista en 1876. El desarrollo de una corriente cultural vasca y la creación del movimiento de los euskeros (vascófilos) contribuyeron a la formación de un sentimiento nacionalista. El Partido Nacionalista Vasco (PNV), fundado en 1895, se declaró inicialmente independentista, aunque con el tiempo evolucionó hacia posiciones autonomistas.
El nacionalismo gallego
: el galleguismo tuvo un caracter cultural, dio lugar a la corriente llamada Rexurdimiento con gran influencia de Rosalía de Castro./ Valencianismo, aragonesismo y andalucismo: nacio como corriente cultural de la lengua (Rexaixença). Surgió en la segunda mitad del siglo XIX para la reivinculacion de valores culturales. Blas Infante fue el lider del andalucismo. Propuso la autonomia pero no logró gran aceptacion en el pueblo.