La Restauración borbónica en España: Política, sociedad y economía (1875-1902)

La Restauración borbónica en España (1875-1902)

El sistema político de la Restauración

Durante el Sexenio Revolucionario, el político conservador Antonio Cánovas del Castillo logró atraer numerosos apoyos a la causa alfonsina. El general Martínez Campos proclamó a Alfonso XII rey de España en Sagunto en 1874. Ya existía un programa político para el restablecimiento de la monarquía (Manifiesto de Sandhurst), en el que se prometía el establecimiento de un sistema constitucional y parlamentario.

El rey delegó en Cánovas, líder del Partido Conservador, la formación del nuevo gobierno. El Partido Liberal, por su parte, estaba dirigido por Práxedes Mateo Sagasta. Los objetivos de los dos grandes partidos eran hacer compatibles la libertad política con el orden social y sacar a España del atraso en que se encontraba.

El turnismo pacífico

La formación de gobierno en la Restauración seguía el siguiente procedimiento: el rey encargaba a un líder de los dos partidos formar gobierno. Si este no confiaba en las Cortes, las disolvía y convocaba elecciones. Los resultados electorales tenían un pacto a dos niveles:

  • En primer lugar, los jefes nacionales de los partidos acordaban entre ellos el reparto de escaños, dando así una imagen de pluralidad.
  • En segundo lugar, el pacto se concretaba en las provincias, donde los jefes provinciales de los partidos repartían las actas de diputado.

En las provincias, los dos partidos organizaban los resultados de las elecciones con la ayuda de diferentes apoyos y la colaboración de los caciques, quienes influían en la elección de voto de sus trabajadores y clientes. Las tres piezas fundamentales del funcionamiento del sistema eran un político en Madrid, el gobernador civil en la provincia y el cacique en la comarca.

Tras la muerte de Alfonso XII en 1885, conservadores y liberales firmaron el Pacto del Pardo para apoyar la regencia de María Cristina. Durante el gobierno de María Cristina se formó el llamado gobierno largo de Sagasta (1885-1890), en el que se aprobaron importantes medidas como la Ley de Asociaciones, la abolición de la esclavitud y se impulsó un nuevo Código Civil.

La Constitución de 1876

La Constitución de 1876 fue un texto que pretendía contentar tanto a conservadores como a liberales. Se considera una síntesis entre la Constitución de 1845 y la de 1869, y estuvo en vigor hasta 1923. Sus principios fundamentales eran:

  • La soberanía compartida entre las Cortes y el rey.
  • Se omitía el sufragio universal.
  • Se reconocía el derecho de asociación.
  • Se reconocía la compatibilidad de la religión católica, que entonces era la oficial del Estado español.
  • Las Cortes se componían de dos cuerpos legisladores: el Congreso de los Diputados y el Senado.
  • El Senado estaba compuesto por senadores por derecho propio, senadores vitalicios nombrados por la Corona, otros elegidos por el Estado y los mayores contribuyentes.
  • La administración provincial y local recaía en diputaciones y ayuntamientos.

La Constitución de 1876 se completó con otras leyes:

  • La Ley de Ayuntamientos, que reducía el carácter representativo de los municipios y daba más competencias a la Corona para la elección de los alcaldes.
  • La Ley de Imprenta, que exigía un depósito previo y la autorización gubernamental a las nuevas publicaciones.

Las guerras coloniales y la crisis del 98

Los conflictos cubanos se habían iniciado en el reinado de Isabel II. En febrero de 1895 se inició en Cuba una nueva guerra con el Grito de Baire. Desde sus bases en Estados Unidos y en el Caribe, los combatientes por la independencia cubana iban a realizar un notable esfuerzo bélico. Con la llegada de líderes como Máximo Gómez y José Martí, las capacidades de los insurrectos crecieron notablemente.

El gobierno español envió a La Habana al general Martínez Campos, que había conseguido la paz en el anterior conflicto del 68 al 78, pero no consiguió parar este. Después de este intento, Valeriano Weyler aplicó una estrategia que consistía en controlar las vías de comunicación y los centros productores de la isla. Esto tuvo éxito militar, aunque a un alto coste en vidas y un generalizado rechazo social en ambos países.

Estados Unidos comenzó una campaña a favor de la intervención en la escaramuza con la excusa del sufrimiento civil.

La intervención de Estados Unidos

La guerra del 95 sirvió a Estados Unidos como oportunidad para apoyar a los cubanos insurrectos y buscar algunos acuerdos en beneficio propio. España intentó contrarrestar el peligro de la intrusión de Estados Unidos con un frente internacional, pero no lo consiguió. Tras un fortuito accidente naval (el hundimiento del Maine), Estados Unidos declara la guerra a España.

La guerra con Estados Unidos

Fue muy rápida gracias a la gran diferencia de fuerzas, ya que España no tenía una marina capaz de plantarle cara a la estadounidense. España solicitó que mediara Francia y firmó la Paz de París, en la que Estados Unidos impuso a España la independencia de Cuba y la renuncia a Puerto Rico y Filipinas.

El desastre del 98 provocó una crítica generalizada a la situación del país y la necesidad de un cambio y progreso se convirtió en un lema de los nuevos movimientos culturales (Regeneracionismo, la Generación del 98 y el Modernismo).

Las desamortizaciones y la agricultura

La definitiva transformación de la estructura de la propiedad de la tierra fue llevada a cabo por la revolución liberal entre 1836 y 1837. Juan Álvarez Mendizábal emprendió la desamortización eclesiástica, la abolición de los señoríos y la desvinculación de los mayorazgos. Esta tarea se completó con la Ley General de Desamortización de Pascual Madoz en 1855.

La reforma agraria liberal tenía como propósito establecer una nueva forma de propiedad, plena y privada de la tierra, que impulsase el desarrollo económico del país. Los más beneficiados por la compra de tierras y edificios de la Iglesia y de los municipios fueron la antigua nobleza y los nuevos terratenientes. La evolución agraria española en el siglo XIX se caracterizó por la expansión de la superficie cultivable, básicamente basada en la agricultura mediterránea. La desamortización permitió la puesta en cultivo de grandes extensiones de tierra poco o mal cultivadas.

El cultivo de cereales, el viñedo y el olivar experimentaron una expansión, al igual que los productos hortofrutícolas gracias al regadío. Todo esto contribuyó a un aumento demográfico y un aumento de las exportaciones. En los años 70 y finales del siglo XIX se produjo en Europa occidental una crisis por la irrupción en los mercados de cereales y carnes más baratas. Esto provocó una crisis en España, lo que ralentizó su expansión. La agricultura española superó la crisis gracias al arancel de 1891.

Los cambios sociales y demográficos

A medida que la legislación liberal se iba imponiendo y se creaban los primeros establecimientos fabriles, se fue formando una sociedad moderna: la sociedad industrial de clases.

  • Clases altas: Las clases superiores, principales beneficiarios del régimen liberal, eran la aristocracia y la burguesía. La aristocracia había perdido sus derechos y privilegios feudales, pero fue compensada por la atribución de la plena propiedad sobre sus dominios. La burguesía agraria invirtió en la compra de las tierras desamortizadas a la Iglesia. Los casamientos acabaron completando la unión de estos dos grupos (nobles y burgueses).
  • Clases medias: En las ciudades residían las clases medias, que estaban formadas por pequeñas burguesías que eran dueños de negocios familiares, maestros, oficiales militares, etc.
  • Clases bajas: En las zonas de mayor nivel de industrialización surgió el proletariado, que se componía de artesanos arruinados y campesinos desarraigados. La mayoría de las mujeres que trabajaban en la ciudad lo hacían como empleadas de hogar. Los braceros trabajaban en el campo a jornal y se veían afectados por la estacionalidad.

España pasó en el siglo XIX de un régimen demográfico antiguo a uno de transición. La natalidad se mantenía alta porque no había métodos anticonceptivos y porque las familias seguían creyendo en la alta muerte infantil. La mortalidad descendió debido a la mejoría de la alimentación y la higiene.

Los inicios del movimiento obrero

La introducción de máquinas en la industria textil en el primer tercio del siglo XIX provocó en Europa una oleada de protestas en las que muchas de estas máquinas fueron destruidas. En España sucedió lo mismo. Las primeras organizaciones obreras se crearon en Cataluña, donde se encontraba la industria textil. En 1840 se creó la Asociación Mutua de Tejedores y así fue como se organizaron las primeras huelgas destinadas a la subida de sueldos. En 1843, durante la década moderada, las asociaciones obreras fueron disueltas e ilegalizadas.

En 1868, cuando se produjo la Revolución Gloriosa que desterró a Isabel II, la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores) decidió aprovecharse del ambiente democrático en España y así fue como en 1870 se fundó en Barcelona la Federación Regional Española de la Internacional, muy influida por las ideas de Mijaíl Bakunin. En 1879 se funda el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) con los principios marxistas, pero no conseguirá ningún diputado hasta 1910. En 1888 el gobierno legalizó los sindicatos y así fue como se creó ese año la UGT (Unión General de Trabajadores).

En 1883 la policía descubrió una sociedad secreta (la Mano Negra) que tenía un plan para acabar con los terratenientes, pero los anarquistas lo desmintieron. En las décadas sucesivas, el anarquismo internacional dio paso a la propaganda por el hecho, grupos dispersos que se dedicaban a llevar a cabo atentados.

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