La Restauración Borbónica y el Turno Pacífico de Partidos en España

El Manifiesto de Sandhurst y el Pronunciamiento de Sagunto

El 1 de enero de 1874, el futuro Alfonso XII firmaba el Manifiesto de Sandhurst (redactado por Cánovas) en el que prometía una monarquía abierta, constitucional y democrática. Sin embargo, el 29 de diciembre de ese mismo año, los generales Martínez Campos y Jovellar se pronuncian en Sagunto. Detrás del pronunciamiento estuvieron los intereses cubanos, tanto los militares como los económicos, que se habían visto perjudicados durante el Sexenio por la concesión de autonomía a la isla y por la difusión de las ideas antiesclavistas, echando por tierra los planes de Cánovas de devolver la corona a los Borbones de manera pacífica.

El Sistema Canovista

Consumados los hechos, Cánovas forma un gobierno provisional y comunica a Alfonso su proclamación como rey de España. Da comienzo así un periodo denominado Restauración (1875-1931) caracterizado por la vuelta del liberalismo doctrinario con la burguesía conservadora y latifundista en el poder, la estabilidad y el orden político al desaparecer los graves problemas existentes (se pone fin a la guerra carlista en 1876 por la Paz de Somorrostro, y a la guerra cubana en 1878 por la Paz de Zanjón). Todo ello bajo el amparo de una constitución como la de 1876 y un sistema político, como el canovista, que sancionaba el principio del turno pacífico de partidos en el gobierno.

Para ello era necesario, según Cánovas:

  • Que la monarquía recuperase el prestigio perdido, haciéndola desempeñar un mayor protagonismo en la vida pública.
  • La vuelta del ejército a los cuarteles (fue importante la educación militar de Alfonso XII para terminar con la intromisión de los militares en la vida política).
  • El consenso político de los partidos progresista y moderado tradicionales (bipartidismo).
  • La aceptación por estos del turnismo pacífico, inspirado en el modelo británico.

La Constitución de 1876

Confirmado por Alfonso XII como jefe de gobierno, Cánovas se dispuso a elaborar una nueva constitución que terminara con el radicalismo del Sexenio. Fue preparada por una asamblea de notables, encabezada por Alonso Martínez, y discutida por una comisión de 19 miembros, controlada por el Partido Conservador de Cánovas. Elegida por sufragio universal unas nuevas Cortes Constituyentes en enero de 1876, con mayoría conservadora (330 diputados sobre un total de 391). El texto fue aprobado sin grandes modificaciones. Se basaba en el principio canovista de que la corona y las Cortes eran anteriores a la constitución, siendo el rey la pieza clave del sistema.

Sus características fueron las siguientes:

  • Las Cortes constan de dos cámaras de similares competencias: un Senado y un Congreso de Diputados (hasta 1890 los liberales de Sagasta no introdujeron el sufragio universal).
  • El rey no es responsable. En la práctica el gobierno no surgirá de la mayoría parlamentaria sino de la voluntad real, quien convocará elecciones para conseguir una mayoría de su gusto.
  • De lo anterior se deduce que el tipo de soberanía es la compartida entre el rey y las Cortes.
  • El poder judicial es independiente.
  • Se incluye una amplia declaración de derechos individuales, pero se pospone su desarrollo a leyes orgánicas posteriores, que tendieron a su restricción, pero también daban la posibilidad de incluir otros, lo que hizo que, en el plano legal, a finales de siglo eran similares a los del resto de Europa.
  • Ayuntamientos y diputaciones quedaban bajo control gubernamental.
  • Se reconoce la confesionalidad católica del país, el mantenimiento del culto y del clero, pero se da una libertad de culto si se restringe al ámbito privado.

La Alternancia en el Poder hasta 1885

En los años siguientes se configuran los dos principales partidos:

  • El Conservador de Cánovas, que englobaba a moderados, una parte de los carlistas, militares de la Unión Liberal y un amplio sector del catolicismo.
  • El Liberal, fundado por Práxedes Mateo Sagasta en 1880, incorporó a miembros de la Unión Liberal, progresistas, demócratas y algunos republicanos como Castelar.

De 1875 a 1880 gobernaron los conservadores, teniendo como objetivos prioritarios el poner fin a la Tercera Guerra Carlista, después de la batalla de Montejurra por Primo de Rivera y la ocupación de Estella, la capital del carlismo. La Paz de Somorrostro, firmada en marzo de 1876, supondrá la abolición de lo que quedaba de los fueros vascos: la exención de armas y la contribución a los gastos del Estado, mediante un “concierto económico”.

En cuanto a la Guerra de Cuba (1868-1878) se acabó cuando pudieron enviarse a la isla 70.000 soldados al mando del general Martínez Campos, cuya actitud conciliadora se plasmó en la firma de la Paz de Zanjón por la que se otorgaba a la isla las mismas condiciones políticas, orgánicas y administrativas que ya tenía Puerto Rico, tales como autonomía para sus ayuntamientos, derechos políticos y representación en Cortes, así como la abolición de la esclavitud y la revisión de los derechos arancelarios. Pero tales condiciones tardaron en aplicarse, por lo que el problema cubano siguió en estado latente.

También promulgaron leyes de carácter represivo y de control de las libertades (imprenta, reunión, asociación), limitación de los derechos (sufragio censitario, ley electoral, no libertad de cátedra) y legislación centralizadora (abolición de fueros vascos, ley municipal).

De 1881 a 1884 gobernaron los liberales que iniciaron sus programas de reformas como el sufragio universal masculino para elecciones municipales de 1882.

Los Mecanismos del Poder

Forman parte del sistema político creado por Cánovas: bipartidismo y turno de partidos sometidos a la voluntad del rey. Para ello necesitaba controlar el proceso electoral que mantuviera de forma constante a la oligarquía financiera, industrial o agrícola en el poder en todos los ámbitos (local, provincial o estatal) y pudieran imponer sus intereses. Dos fueron los mecanismos utilizados: el caciquismo y la manipulación electoral.

Los caciques eran jefes locales de un partido que manipulaba el aparato administrativo del Estado en provecho propio y de su clientela, de forma que dominaba un área electoral determinada. La relación entre el cacique y sus partidarios era de carácter clientelar, mediante un intercambio de bienes y servicios, en el que se incluían favores personales. Las clientelas eran indiferentes a la ideología política. Aseguraban el voto al cacique a cambio de favores o recomendaciones: librar a un hijo del servicio militar, evitar pagos de contribución o conseguir un empleo en un organismo público.

La manipulación de las elecciones mediante el sistema caciquil se realizaba en un ambiente de desmovilización general del electorado, mayoritariamente rural y analfabeto que desconfiaba de la democracia y confiaba más en los líderes locales de los que esperaba obtener el favor como compensación a su voto. De esta manera el mecanismo electoral no configuraba las Cortes, sino que era el gobierno quien configuraba al electorado.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *