La Restauración borbónica y la crisis de la monarquía española

El Reinado de Alfonso XII: La Restauración de la Monarquía

Tras el fracaso de la I República, el general Martínez Campos, mediante un pronunciamiento militar, proclamó rey de España a Alfonso XII. Este hecho contrastaba con la visión de Cánovas del Castillo, quien abogaba por la vuelta de la monarquía a través de vías legales, sin la intervención del ejército. Durante el Sexenio Revolucionario, Cánovas había buscado apoyos para la monarquía entre las clases acomodadas, quienes anhelaban restablecer el orden y asegurar sus intereses económicos y políticos. Logró atraerse a gran parte del ejército y que este dejara de participar en la vida pública. El último pronunciamiento, protagonizado por los republicanos, tuvo lugar en 1886.

El Sistema Político de la Restauración: Turnismo y Constitución de 1876

Ideado por Cánovas del Castillo, el sistema de la Restauración buscaba dotar de estabilidad al país. Sus pilares fundamentales eran la Constitución de 1876 y un sistema de gobierno basado en el Turnismo.

La Constitución de 1876

La Constitución reconocía la soberanía compartida entre la monarquía y las Cortes. Establecía un Estado confesional, el sufragio censitario (que se volvería universal en 1890) y una serie de derechos y libertades que debían ser regulados posteriormente por ley, lo que los convertía en algo más teórico que real.

El Turnismo

Inspirado en el modelo británico, el Turnismo se articulaba en torno a dos grandes partidos burgueses y dinásticos: el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal-Fusionista, encabezado por Sagasta.

La Regencia de María Cristina (1885-1902): Consolidación y Corrupción

Con el objetivo de consolidar la Restauración y facilitar la alternancia pacífica en el poder, los dos partidos dinásticos firmaron el Pacto del Pardo en 1886. Este acuerdo implicaba la manipulación del sistema democrático a través del control de las elecciones y la marginación de otras fuerzas políticas como los republicanos, socialistas, anarquistas y nacionalistas.

El Fraude Electoral

La creación de mayorías parlamentarias artificiales comenzaba con el nombramiento por parte del rey del jefe del ejecutivo y la disolución de las Cortes. A continuación, se convocaban elecciones, un proceso controlado por el Ministro de la Gobernación. Este designaba a los candidatos afines (encasillado) y se aseguraba de obtener un resultado favorable mediante la colaboración de gobernadores civiles y caciques. En última instancia, se recurría al pucherazo o falseamiento electoral, especialmente frecuente en las zonas rurales.

Los Problemas de la Restauración: Crisis y Oposición

En 1898, España sufrió la pérdida de sus últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) tras una guerra con Estados Unidos. Esta derrota evidenció la debilidad y el atraso del país, así como la necesidad de reformas que el sistema de la Restauración parecía incapaz de afrontar. Surgieron entonces corrientes de pensamiento como el Regeneracionismo, que abogaban por una profunda transformación del país.

La oposición al régimen, cada vez más organizada, se articulaba en torno a partidos políticos y sindicatos como el PSOE, la UGT y el PNV, o a través de acciones de protesta protagonizadas por grupos anarquistas. El fraude electoral se volvió cada vez más difícil de perpetuar debido a la creciente urbanización y al aumento del descontento social.

El Reinado de Alfonso XIII (1902-1931): Conflictividad Social y Crisis del Sistema

Tras la muerte de Cánovas y Sagasta, los nuevos líderes políticos, Maura y Canalejas, se mostraron incapaces de democratizar el sistema y modernizar la economía en profundidad. La insuficiencia de sus reformas provocó un aumento de la conflictividad social, que se manifestó en episodios como la Semana Trágica de Barcelona en 1909 (motivada por la leva de reservistas para la Guerra de Marruecos) y la Crisis de 1917 (en el contexto de la Primera Guerra Mundial). En ambos casos, el gobierno recurrió al ejército para reprimir las protestas.

El Desastre de Annual en 1921, en el que el ejército español fue derrotado por las tribus marroquíes lideradas por Abd el-Krim, marcó el final de la etapa liberal del régimen. El general Miguel Primo de Rivera, con el apoyo de Alfonso XIII, protagonizó un golpe de Estado en 1923.

La Dictadura de Primo de Rivera (1923-1930): Autoritarismo y Renovación

El golpe de Estado de Primo de Rivera apenas encontró oposición. Su discurso regeneracionista y autoritario buscaba acabar con los vicios de la Restauración y contentar a las clases altas, la Iglesia Católica y el ejército. Sin embargo, se enfrentó a la oposición de socialistas, anarquistas, republicanos y nacionalistas.

La Dictadura Militar (1923-1925)

En esta primera fase, Primo de Rivera suspendió la Constitución, eliminó las libertades y entregó los cargos de la administración a militares. Logró solucionar el problema de Marruecos tras el Desembarco de Alhucemas.

La Dictadura Civil (1925-1930)

Aprovechando la bonanza económica de los años 20, Primo de Rivera impulsó una serie de medidas intervencionistas en la economía (construcción de carreteras, creación de CAMPSA y Telefónica). Sin embargo, la llegada de la Depresión económica le hizo perder apoyos, incluso dentro del ejército, lo que le llevó a presentar su dimisión en 1930.

La “Dictablanda” (1930) y la Caída de la Monarquía

Tras la dimisión de Primo de Rivera, el general Dámaso Berenguer intentó volver a la “normalidad democrática” anterior. Sin embargo, la oposición al régimen monárquico se había fortalecido y buscaba su fin. El Pacto de San Sebastián, firmado por diferentes fuerzas antidinásticas, es un ejemplo de ello.

En 1931 se convocaron elecciones municipales. El triunfo de los partidos republicanos en las principales ciudades precipitó la salida del país de Alfonso XIII y el fin de la Restauración borbónica, dando paso a la Segunda República Española.

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