La Restauración Liberal-Conservadora: La Estabilidad Canovista. Hacia otra España
La Restauración no fue un retorno a la situación anterior a 1868, sino una continuación conservadora de la revolución septembrista. El 29 de diciembre de 1874, el pronunciamiento militar de Martínez Campos en Sagunto proclamó rey de España a Alfonso XII, el 1 de diciembre, el príncipe Alfonso de Borbón había firmado el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas, que sintetizaba el programa de la nueva monarquía alfonsina.
La Restauración fue, ante todo, la obra de Antonio Cánovas del Castillo. La idea de Cánovas era ambiciosa pero simple: crear un régimen de libertad y concordia, un sistema político estable basado en un poder civil prestigioso apoyado en dos partidos políticos sólidos capaces de alternarse pacíficamente en el gobierno de la nación.
En un punto capital, Cánovas tuvo un éxito innegable: la Restauración resolvió el problema de gobierno que el país arrastraba a lo largo de todo el siglo XIX. En primer lugar, España quedó pacificada tras la derrota del carlismo en 1876 y de la rebeldía cubana en 1878, acabada por la paz de Zanjón. En segundo lugar, la Constitución de 1876 reproducía en gran medida el texto de la Constitución conservadora de 1845, pero fue suficientemente flexible para incorporar con el tiempo muchos de los principios democráticos de 1868. En tercer lugar, se produjo el progresivo dominio de una nueva cultura liberal.
Aunque la nueva Constitución reconocía el Catolicismo como religión oficial del Estado y entregó a la Iglesia el control de la educación. Durante la Restauración fue la cultura liberal o laica la de más autoridad y prestigio en España, por lo menos en la prensa, en la literatura, en el pensamiento y en el arte. Los grandes periódicos nacionales fueron liberales. Por tanto se estableció un cierto equilibrio entre el poder social de la Iglesia y el predominio efectivo de la cultura laica y liberal en los niveles cultos.
Este equilibrio era imprescindible para conseguir un mínimo de paz social en España. Todo ello contribuyó a la estabilización de la política. Cánovas, logró un sistema bipartidista. El turno en el poder entre dos partidos, el Liberal y el Conservador fue posible, porque, al frente del partido liberal, Cánovas encontró la sintonía de Sagasta. El bipartidismo se vio beneficiado por la débil oposición al sistema de la Restauración: el republicanismo fue cayendo en una creciente marginalidad. El carlismo tampoco se recuperó de su derrota en 1876. El carlismo se convertiría cada vez más en un movimiento político que exaltaba la monarquía tradicional y la unión entre Iglesia Católica y Estado, circunscrito electoralmente a las provincias vascas y Navarra. El lento desarrollo del socialismo, la tercera fuerza de oposición al sistema, favoreció también la consolidación del orden de la Restauración canovista. El PSOE fue creado en 1879, por iniciativa de un reducido número de hombres, como Pablo Iglesias. En 1888, los socialistas promovieron su propia organización sindical, la Unión General de Trabajadores (UGT). Partido y sindicato lograron disponer de prensa propia y de alguna influencia en Madrid y Bilbao, pero hasta 1910 el PSOE no tuvo representación en el Parlamento español. El ejército continuó siendo un poderoso grupo de presión, pero los militares no fueron ya el instrumento del cambio político, Cánovas y Sagasta, con moderación y prudencia, hicieron de conciliación y tolerancia la base del gobierno parlamentario. El contraste con lo sucedido en los cuarenta años anteriores de liberalismo fue, por tanto, notable. Así pues, en aquella España finisecular parecía empezar a consolidarse ese orden liberal y de progreso que, de modo improvisado y revolucionario, había surgido en la España de comienzos del siglo XIX.
El Régimen de la Restauración y el Sistema Canovista
Dos fueron los fundamentos teóricos básicos pilares del régimen: la Constitución de 1876, acompañada de las leyes orgánicas posteriores y la formación de los dos grandes bloques dinásticos o partidos del régimen que protagonizaron el turno pacífico en el poder.
La Constitución integraba, en riguroso orden jerárquico, los principios de monarquía, dinastía, religión, propiedad y libertad y se concreta en el principio doctrinario de la soberanía compartida, encarnada conjuntamente en el Rey y las Cortes, que constituye una síntesis de los de soberanía real (absolutismo) y soberanía nacional (liberalismo). La Constitución de 1876, la más duradera de la Historia de España, Tuvo un carácter predominantemente conservador, pero se mostró flexible a la integración progresiva de elementos más progresistas. Formuló el principio doctrinario de la soberanía compartida y estableció los fundamentos básicos del orden liberal. Estos fundamentos básicos son: la separación de poderes (legislativo, que reside en Cortes bicamerales; ejecutivo, que reside en el Rey, y, por último, poder judicial, que reside en jueces independientes) y una declaración formal e imprecisa de derechos individuales.
Las leyes orgánicas posteriores determinaron la amplitud real de las libertades públicas definidas en la Constitución. En la década de los ochenta, bajo gobiernos del bloque dinástico liberal liderado por Sagasta, se producen grandes avances en el proceso de construcción de un Estado formalmente liberal: La Ley de Policía de Imprenta de 1883 definía un sistema sin censura previa y de amplia libertad de publicación. La Ley de Reunión (1880) facilitó el desarrollo de los partidos políticos y La Ley de Asociación (1887) permitía la creación de sindicatos.
El segundo gran pilar del régimen de la Restauración fue el turnismo en el gobierno entre los partidos dinásticos Conservador y Liberal, únicos que aceptaron el régimen político y, por tanto, las fuerzas que se alternaron pacíficamente en el poder.
La alternancia en el poder de estos dos partidos creó los siguientes binomios políticos básicos: el Cánovas-Sagasta (1875-1898) y el Maura-Canalejas (1907-1912). El líder indiscutible del partido conservador , hasta su muerte en 1897 en atentado terrorista fue Antonio Cánovas del Castillo, fue el auténtico constructor del régimen de la Restauración borbónica. El líder del partido liberal fue Práxedes Mateo Sagasta,
Dentro de este sistema bipartidista del régimen de la Restauración fue básico el desarrollo del caciquismo por el que, los partidos del régimen que se turnaban en el poder, “fabricaban” los resultados electorales desde el gobierno. Los críticos acusaron de apaño e insinceridad la renovación del liberalismo doctrinario que la Restauración pretendía. La mecánica electoral funcionaba del modo siguiente: Cuando el principal partido de la oposición consideraba que se estaba poniendo en peligro la Monarquía, reclamaba el relevo en el poder. El Rey disolvía entonces el Parlamento y recurría al partido en la oposición, que convocaba y ganaba las elecciones. Una vez convocadas las elecciones, el reparto de escaños estaba pactado de antemano por los partidos del turno en virtud del encasillamiento. Formalizado el pacto electoral, el partido que debía ganar las elecciones en cada distrito movilizaba a sus caciques. Los caciques actuaron como un puente entre la administración central (Gobernador Civil) y el electorado potencial a través de sus clientelas personales. La clientela de los caciques intercambiaba votos por favores personales, o bien se trataba de beneficios al pueblo al que pertenecía el cacique. Con este amaño electoral «pucheraz»), los políticos conseguían dos cosas: asegurar la alternancia en el gobierno pactada de los dos grandes partidos y resolver, de un modo rutinario, el teórico problema que representaba la escasa participación ciudadana en las elecciones.