La Restauración en España: Bipartidismo, Caciquismo y Alternancia en el Poder

1. LOS HECHOS POLÍTICOS

En 1874, Campos hizo un alzamiento en Sagunto y proclamó rey de España a Alfonso XII. Se formó en Madrid un gobierno provisional encabezado por Cánovas del Castillo, hombre de confianza de Alfonso, quien ayudó a redactar el manifiesto de Sandhurst. Los ejes políticos más destacados de la primera fase de la Restauración fueron el final de la guerra carlista, el establecimiento del bipartidismo, la alternancia pacífica en el poder y la política exterior.

El final de la guerra carlista

La primera acción del rey fue desplazarse al Norte para dirigir la guerra contra la Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Don Carlos, que había establecido un gobierno estable en Estella e incluso emitía moneda, se enfrentaba a un Alfonso XII que proponía olvidar el pasado y adaptarse a la monarquía constitucional que él representaba. Finalmente, Cabrera, líder carlista, aceptó la amnistía y puso fin a la guerra. Los elementos del ideario carlista que propiciaron esta evolución fueron la oposición a las medidas centralistas y uniformistas de los gobiernos liberales, y la defensa de los fueros y privilegios tradicionales. También influyó la reconciliación con Cabrera, quien fue reconocido capitán general y conde de Morella. Cánovas, aprovechando el fin de la guerra, aumentó la intervención del Estado en la administración del País Vasco y de Navarra. Se estableció el servicio militar obligatorio y la contribución a los gastos de la Hacienda estatal, un marco que se llamó Concierto Económico. En 1878, se decidió que las diputaciones siguiesen recaudando impuestos generales.

El bipartidismo

Cánovas impulsó un régimen bipartidista, inspirado en el modelo inglés. Su intención fue crear dos partidos que, aunque con diferentes criterios, representasen a la burguesía y se alternasen pacíficamente en el poder. Dominaban el panorama político el Partido Conservador y el Partido Liberal.

  • Cánovas lideró el Partido Conservador.
  • Sagasta lideró el Partido Liberal, en el que se integraron sectores demócratas. Este grupo recibió el apoyo de los militares, funcionarios y comerciantes.

El Partido Conservador ganó las elecciones de 1876 y redactó la Constitución. A partir de entonces, los partidos políticos produjeron una alternancia pacífica del poder. El bipartidismo se consolidó tras la muerte de Alfonso XII en 1885, sin sucesión masculina y estando la reina embarazada. Cánovas dimitió y sugirió a la reina regente la regencia. En 1886, nació Alfonso XIII.

La regencia de María Cristina

El primer turno político de la regencia fue de signo liberal. Durante 5 años, Sagasta desarrolló una intensa actividad legislativa, que culmina con la Ley de Jurados, que establecía la independencia del poder judicial, el Código Civil y la Ley de Sufragio Universal masculino. No por ello aumentó la democratización, ya que las elecciones continuaron bajo el control de los caciques y del Ministerio de la Gobernación. Tanto Cánovas como Sagasta dimitieron por problemas y disensiones en el seno de sus respectivos partidos. En 1897, Cánovas fue asesinado. El presidente del gobierno meditaba un plan para superar el problema cubano y la nueva tensión con Estados Unidos, que apoyaban la insurrección de los independentistas de la isla. Tras el asesinato de Cánovas, Sagasta volvió al poder. Fue el jefe del gobierno encargado de asumir la derrota con Cuba en 1898.

La política exterior

El éxito del nuevo régimen permitió la pacificación de Cuba, donde había comenzado una guerra de liberación que había durado 10 años y empezó con el «Grito de Yara». En 1878 se firmó la Paz de Zanjón, donde se reconocía a los cubanos los mismos derechos que a los españoles, lo que trajo la tranquilidad a la isla.

2. EL SISTEMA POLÍTICO: LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA

En la Restauración fue posible un pacto con la Iglesia, por primera vez en el siglo XIX, y el ejército se mantuvo alejado del poder.

El ideario de Cánovas

Cánovas fue un hombre práctico en política y confiaba en el éxito concreto de las ideas. Él creía que la patria, la dinastía histórica, la monarquía, la propiedad y el gobierno conjunto del rey con las Cortes eran incuestionables, por lo que tenían que formar parte de la Constitución de manera indiscutible. Cánovas decía que los sectores que no lo aceptaran no podían tener cabida en el sistema de la Restauración ni en la elaboración de la Constitución, pero sí podrían ser objeto de debate político.

La Constitución de 1876

Los conservadores tenían mayoría absoluta en el Parlamento, pero cedieron con frecuencia a las propuestas de la oposición. Los principales temas ideológicos en los que se oponían los dos partidos fueron objeto de negociación mediante una redacción flexible. Se centraron en el concepto de soberanía, el sistema electoral (los conservadores proponían el sufragio censitario y los liberales el sufragio universal masculino) y la confesionalidad del Estado.

Cada gobierno podría adoptar la formulación que mejor se adecuara a su ideología. Se llegó a una solución de tolerancia mutua con la religión. El Estado se obligaba a mantener el culto católico y a sus ministros.

Muchos artículos procedían de la Constitución de 1869. Las diferencias fundamentales fueron en el papel y en las atribuciones que se adjudicaban a la monarquía, más amplias en la Constitución de la Restauración.

La práctica: legislación y caciquismo

La Restauración dio lugar al retorno de la sociedad liberal moderada con nuevas formas de llevar la política. Consistía en evitar enfrentamientos para evitar otra revolución como la de septiembre de 1868, ya que había peligrado tanto la dinastía borbónica como la propia monarquía. También exigió reconciliar a los monárquicos, garantizar el sometimiento del ejército a la autoridad civil, el acercamiento a la Iglesia y confiar en la burguesía. Los bandazos políticos, guerras, desórdenes y revoluciones tenían que ser erradicados. Los esfuerzos del sistema canovista se reflejaron en potenciar la estabilidad y el control en los resultados electorales, lo que dio permanencia a los dos partidos que encarnaban la política de la Restauración.

En la Constitución de 1876, cada gobierno pudo legislar con sus ideas manteniendo cierto respeto a la obra realizada anteriormente por el adversario. Los gobiernos conservadores aprobaron la ley electoral de 1878. Los gobiernos liberales legislaron desde una opinión más progresista: libertad de reunión y expresión, la ley de prensa, ley de asociaciones, los juicios con jurado, Código Civil y ley electoral de sufragio universal masculino.

En el periodo de la Restauración, las elecciones nunca fueron transparentes. El mecanismo político era el mismo siempre: si el presidente del gobierno dimitía, el rey encargaba formar un nuevo Gobierno, se convocaban unas elecciones que siempre daban la mayoría absoluta al partido del gobierno de turno, ya que se organizaban desde el Ministerio de la Gobernación con la ayuda de los alcaldes, los gobernadores civiles y los caciques de pueblos y ciudades.

La España oficial se distanciaba de la España real, y el sistema parlamentario se desprestigió por el falseamiento electoral y el caciquismo. Este fue el instrumento para dominar el sistema político. El turno de poder entre liberales y conservadores aseguró una tranquila continuidad de la Restauración.

La decadencia del republicanismo después de la mala experiencia de la Primera República y sus divisiones internas lo llevaron a la marginación pública durante este periodo.

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