1. El Regreso a la Dinastía y la Restauración Monárquica
El regreso a la Dinastía y la Restauración de la monarquía española en 1875 se basó en el retorno de Alfonso XII, hijo de Isabel II, al trono. Este regreso fue impulsado por el político Antonio Cánovas del Castillo, quien creó el Partido Alfonsino para agrupar a los monárquicos y las clases altas, medias, el Ejército y la Iglesia bajo un lema de “Paz y orden”. En diciembre de 1874, Alfonso XII hizo público el Manifiesto de Sandhurst, y con un pronunciamiento militar en Sagunto, la monarquía fue restaurada. El sistema político creado se apoyaba en cuatro pilares: la Constitución de 1876, la Corona, los partidos dinásticos (conservador y liberal), y el Ejército. La Constitución era moderada pero flexible, y se compartía el poder entre el rey y las Cortes. Las Cortes se dividían en el Congreso, elegido por los ciudadanos, y el Senado, en parte elegido y en parte designado por el rey y las élites (Iglesia, Ejército, aristocracia). La tolerancia religiosa existía, pero el catolicismo tenía primacía. El sistema político se basaba en un bipartidismo entre el Partido Conservador, liderado por Cánovas, y el Partido Liberal, dirigido por Sagasta. Ambos partidos defendían la monarquía, la propiedad y un Estado centralizado. Los conservadores eran más tradicionales y cercanos a la Iglesia, mientras que los liberales eran más reformistas y laicos. Aunque en teoría los partidos se alternaban en el poder, en realidad esto solo ocurría gracias a un gran fraude electoral, conocido como caciquismo. Los caciques eran personas influyentes en localidades, especialmente rurales, que manipulaban las elecciones mediante prácticas como falsificar censos, comprar votos y coaccionar a los electores. Este sistema de alternancia funcionó hasta 1898, cuando la crisis de la Guerra de Independencia de Cuba dañó la estabilidad del sistema. Aunque el Partido Conservador estuvo en el poder durante los primeros años de la Restauración, los Liberales llegaron al poder en 1881 y promovieron reformas, como el sufragio universal masculino en 1890, que permitió votar a todos los hombres mayores de 25 años.
2. La Oposición Marginada del Sistema
Durante la Restauración, el sistema político excluyó a varios grupos que no estaban de acuerdo con la monarquía, como los republicanos, carlistas, socialistas y regionalistas. El carlismo intentó ser una fuerza política católica auténtica, pero algunos sectores del clero se integraron al sistema de Cánovas.
Un grupo carlista liderado por Vázquez de Mella trató de modernizar su ideología, pero en 1888, se escindió un sector más radical y antidemocrático, conocido como el Partido Tradicionalista. El republicanismo se debilitó después del fracaso de la Primera República en 1873, pero siguió existiendo con diversas tendencias. Los más moderados formaron el Partido Republicano Posibilista, mientras que los más radicales crearon el Partido Republicano Progresista. Los republicanos federales continuaron con Pi y Margall como líder. El sufragio universal masculino en 1890 revivió el republicanismo, y en 1893 se creó la Unión Republicana, una unión de diferentes corrientes republicanas. Los obreros se dividieron en socialistas y anarquistas. Los socialistas seguían el marxismo y querían formar un partido obrero, lo que llevó a la creación del PSOE en 1879. También fundaron la Unión General de Trabajadores (UGT) en 1888. Los socialistas lucharon por derechos como la jornada laboral de 8 horas y protagonizaron huelgas en Vizcaya. Por otro lado, los anarquistas no querían entrar en la política y preferían la acción revolucionaria, como atentados contra el Estado, los ricos y la Iglesia, a quienes consideraban los responsables de la opresión.
3. La Concepción Plural de España: Nacionalismo y Regionalismo
Los movimientos nacionalistas y regionalistas en España surgieron como una respuesta a los intentos del gobierno de imponer una cultura uniforme y castellanizada, ignorando otras lenguas y culturas regionales. En Cataluña, alrededor de 1830 nació un movimiento cultural llamado “La Renaixença”, que buscaba recuperar la lengua y la identidad catalana. Este movimiento fue principalmente cultural, pero en 1882, Valentí Almirall fundó el Centre Catalá, un grupo político que promovió el catalanismo. Más tarde, en 1891, un grupo de intelectuales más conservadores fundó la Unió Catalanista, y en 1901 nació la Lliga Regionalista, dirigida por Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó, que abogaba por la autonomía de Cataluña y la reforma del sistema político de la Restauración. En el País Vasco, la abolición de los fueros tradicionales llevó a un movimiento que pedía la restauración de esos derechos. La industrialización y la inmigración cambiaron la sociedad vasca, y como reacción, creció un movimiento para defender la lengua y la cultura vasca.
Sabino Arana fue el líder del nacionalismo vasco y fundó el Partido Nacionalista Vasco (PNV) en 1895, pidiendo la separación de España para proteger los valores tradicionales vascos. Con el tiempo, su postura se moderó y el PNV se acercó a la burguesía industrial vasca, que veía en el nacionalismo una forma de frenar la expansión de los movimientos obreros.
4. Las Guerras Coloniales: Cuba y Filipinas
A finales del siglo XIX, España aún controlaba varias colonias, como Cuba, Puerto Rico, Filipinas y otras islas en el Pacífico. Cuba era una colonia importante debido a su economía basada en el azúcar, café y tabaco, pero estaba limitada por los aranceles impuestos por España, lo que generaba malestar. En 1878, tras la Guerra de los Diez Años, España intentó dar a Cuba más autonomía, pero los cubanos querían más y algunos grupos buscaron la independencia. La situación empeoró en 1891 con los aranceles que perjudicaban el comercio con Estados Unidos, lo que aumentó el descontento.
La Guerra de Cuba comenzó en 1895 con una insurrección en Cuba. Durante tres fases, España intentó sofocar la rebelión, primero con el general Martínez Campos y luego con el más duro general Weyler, cuyo enfoque causó mucho sufrimiento a los campesinos y soldados. A pesar de intentar una solución política en 1897, la autonomía ofrecida por España llegó demasiado tarde, y los independentistas, apoyados por Estados Unidos, no aceptaron las reformas. En Filipinas, la presencia española era más débil. La insurrección empezó en 1896 con el líder José Rizal, quien fue arrestado y ejecutado, lo que radicalizó aún más el movimiento independentista. En 1898, Estados Unidos, bajo el pretexto del hundimiento de su barco en Cuba, declaró la guerra a España. Esta guerra, conocida como la Crisis del 98, terminó con una derrota total para España. Tras la firma del Tratado de París el 10 de diciembre de 1898, España perdió Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que pasaron bajo control de Estados Unidos. Además, España vendió las islas del Pacífico a Alemania.
5. 1898, La Crisis del Fin de un Imperio
En 1898, España sufrió una gran derrota al perder sus últimas colonias, como Cuba y Filipinas, lo que se conoció como el “desastre del 98”. Aunque la guerra causó pérdidas materiales en las colonias, en España no hubo grandes daños económicos inmediatos, aunque a largo plazo la economía sufrió por la pérdida de ingresos provenientes de las colonias.
Políticamente, el sistema de la Restauración sobrevivió, pero la derrota causó una crisis moral e ideológica en la sociedad y los políticos. Esta derrota hizo que muchos en España se sintieran frustrados y decepcionados, ya que destruía el mito de España como un gran imperio y la dejaba como una potencia secundaria. Esta situación fue la base de un movimiento de intelectuales, llamado la Generación del 98, que estaba desilusionada con el país y buscaba una “regeneración” moral, social y cultural. Figuras como Pío Baroja y Miguel de Unamuno criticaron duramente el atraso y los problemas de España, proponiendo que el país necesitaba un cambio profundo.
Entre los intelectuales que abogaban por este cambio, Joaquín Costa fue una figura destacada. Denunció el clientelismo y el fraude electoral, culpando de estos problemas a la falta de reformas en el sistema político. Costa y otros pensadores creían que España debía avanzar hacia el fin del caciquismo (el control corrupto de las elecciones) y mejorar la educación y la vida rural para lograr una verdadera regeneración del país.