Introducción
El gobierno de Narváez marginó a los progresistas del liberalismo y a las organizaciones obreras. Los mecanismos electorales estaban controlados por los caciques. Por esto comenzaron los pronunciamientos militares reclamando un cambio político.
Desarrollo
Un grupo de políticos demócratas y progresistas firmaron un pacto en Ostende (1866), en el cual se llegó a un acuerdo para destronar a Isabel II y crear juntas revolucionarias formadas por todos los descontentos con la situación social, política y económica, que favorecía solo a los privilegiados: terratenientes y financieros junto a la Iglesia.
La Revolución de 1868 (La Gloriosa)
En 1868, dos años después del pacto de Ostende, la armada española que estaba atracada en Cádiz, dirigida por el almirante Topete, se sublevó contra la monarquía de Isabel II. Dicha sublevación se extendió a Cataluña, Valencia y Andalucía. Se crearon juntas revolucionarias en las principales ciudades y lo que al principio era un pronunciamiento militar se convirtió en un gran movimiento revolucionario. Esta revolución triunfó y fue conocida con el nombre de La Gloriosa, que puso fin al régimen liberal autoritario que había gobernado en España durante 25 años. Isabel II y su familia tuvieron que exiliarse a Francia.
La Constitución de 1869
Los revolucionarios, encabezados por los generales Serrano y Prim, convocaron elecciones para que las Cortes redactaran una nueva Constitución que sustituyera a la de 1845. La nueva Constitución se llamó La nueva Carta Magna de 1869 que establecía:
- Sufragio universal masculino.
- Libertad de expresión y de prensa.
- Libertad de reunión y de asociación.
- El Estado se comprometía al mantenimiento de la Iglesia católica, aunque permitía la libertad de culto.
- Se mantendría la monarquía como forma de Estado.
El Reinado de Amadeo de Saboya (Amadeo I)
Como aún se mantendría la forma de Estado basada en la monarquía y la familia real estaba en exilio en Francia, fue necesario buscar un candidato entre las Cortes europeas. Muchos países como Francia intentaron poner como monarca español a sus propios familiares, pero finalmente el general Prim, al mando del Gobierno, ofreció el trono al príncipe de Italia, Amadeo de Saboya (liberal).
El reinado de Amadeo I fue muy corto (1870-1873) ya que asumió el papel de monarca pero no de gobernante. El país en estos momentos se encontraba con grandes problemas políticos y la mayoría de los partidos lo ignoraban y se disputaban el poder en el congreso. Además, su principal aliado, el general Prim, murió asesinado poco antes de su llegada a Madrid. Los carlistas comenzaron a sublevarse en varias zonas españolas. También surgieron revueltas por parte de los populares que se sentían traicionados por el Gobierno liberal. A ello se sumó las sublevaciones en Cuba de los propietarios de los cultivos de la caña de azúcar, ya que les faltó mano de obra tras la eliminación parcial de la esclavitud. Por todo esto, Amadeo de Saboya renunció al trono y volvió a Italia.
La Primera República
Los sectores republicanos convencieron a los diputados de que la alternativa era la república. En 1873 las Cortes, junto al Congreso y al Senado, votaron la república cuyo primer presidente sería Estanislao de Figueras.
Los principales problemas de la república fueron la desconfianza por ser una nueva forma de gobierno. Los populares reclamaron una supresión de los impuestos y de las quintas, pero no obtuvieron una respuesta clara sobre el tema. En contra de la república se encontraban los políticos autoritarios y conservadores, la jerarquía eclesiástica y los carlistas.
La República estuvo llena de dificultades y las juntas revolucionarias resurgieron para poner fin a los ayuntamientos gobernados por los políticos monárquicos. Comenzaron las agitaciones en las fábricas.
En Cataluña se intentó crear un Estado dentro de la República Federal Española, que se enfrentó al republicanismo unitario y centralista. Durante el año que duró la República hubo cuatro presidentes: Estanislao de Figueras, Pi i Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar. En el tiempo de Pi i Margall se redactó un proyecto de Constitución Federal en el que se organizaba España en 17 Estados y aparecieron los cantones, pequeños territorios que se proclamaban soberanos frente al Estado central. Todo esto llevó a la República a una gran inestabilidad y fragilidad; además, la República no fue reconocida por muchas potencias europeas.
A todo este malestar se sumó la Tercera Guerra Carlista, la Guerra de Cuba y las continuas luchas entre partidos, por lo que la consolidación de la República era imposible y ninguno de los presidentes anteriores consiguió hacerse con el poder de la República.
La República terminó con un pronunciamiento en 1874 llevado a cabo por el general Manuel Pavía, capitán general de Madrid. Lo que hizo fue entrar por la fuerza en el Congreso y lo disolvió cediéndole el poder al general Serrano, que se autodeclaró presidente de la República. Serrano gobernó dictatorialmente durante un año hasta la restauración monárquica con el golpe de estado llevado a cabo por Martínez Campos, con el fin de poner como monarca a Alfonso XII, hijo de Isabel II.