Comienzo de la Revolución: 1789
La Revolución Francesa se inició con la revuelta de la aristocracia. Los privilegiados se negaron a pagar impuestos y exigieron a Luis XVI que convocase los Estados Generales, único organismo que podía aprobar una reforma fiscal. Los Estados Generales se abrieron en Versalles en mayo de 1789, presididos por el rey y formados por representantes de la nobleza, del clero y del tercer estado. Cada estamento contaba con un voto y con el mismo número de diputados. Los representantes del tercer estado exigieron doble representación ya que constituían la mayoría. La cuestión era la idea de soberanía nacional. El monarca y parte de la nobleza aceptaron la doble representación. Los diputados del tercer estado, reunidos el 20 de junio en un pabellón de París, se erigieron en Asamblea Nacional y se comprometieron a elaborar una constitución que reflejase la voluntad de la mayoría de los franceses.
El Fin del Antiguo Régimen
El pueblo de París respaldó a los representantes del tercer estado y, ante el temor de que las tropas reales detuvieran a los diputados, el 14 de julio asaltaron la fortaleza de la Bastilla, tomaron las armas y se dispusieron a defender por la fuerza el proceso revolucionario. La revolución se extendió también al campo en forma de revuelta antiseñorial, que comportó la quema de muchas residencias nobiliarias y la destrucción de documentos señoriales. Ante la radicalización popular, la Asamblea Nacional Constituyente decretó el 4 de agosto la abolición de los privilegios feudales y promulgó la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano.
Las Fases de la Revolución
Tras la creación de la Asamblea Nacional Constituyente se inició el proceso de transformar Francia en un sistema liberal. Esta revolución pasó por varias etapas:
La Monarquía Constitucional (1789-1792)
Estaba apoyada por la burguesía conservadora que aspiraba a llegar a un acuerdo con el rey y los privilegiados para abolir el antiguo régimen e imponer el liberalismo.
La República Democrática (1792-1794)
Fue impulsada por la burguesía radical y los sectores populares, que ambicionaban una transformación más profunda de la sociedad en un sentido democrático e igualitario.
La República Burguesa (1794-1799)
Supuso un retorno al poder de la burguesía conservadora, que consagró el predominio de los propietarios.
La Monarquía Constitucional (Proceso Reformista)
En el otoño de 1789 el rey y la nobleza aceptaron la nueva situación y, una vez pacificado el país, la Asamblea Nacional inició un proceso reformista para convertir Francia en una monarquía constitucional y parlamentaria. En 1791 se promulgó una constitución que dictó los ideales del liberalismo político: separación de poderes, soberanía nacional e igualdad legal de los ciudadanos, aunque reservó al rey el derecho de veto. También se instaló el sufragio indirecto y censitario, que dividió a los ciudadanos en activos (los que tenían una determinada riqueza y tenían derecho a votar) y pasivos (los que no tenían riquezas y carecían de derechos políticos). Tras la aprobación del texto constitucional se formó una Asamblea Legislativa en la que se redactaron nuevas leyes para garantizar la igualdad de todos los ciudadanos, así como prohibir la tortura, obligar a pagar impuestos a la nobleza… Finalmente, con el objetivo de solucionar la crisis financiera, se expropiaron los bienes de propiedad de la iglesia, que fueron declarados bienes nacionales y vendidos a particulares.
Las Diferentes Opciones Políticas
Las reformas del periodo 1789-1791 satisfacían a los grupos burgueses, al concederles derechos políticos y libertad económica. Pero el nuevo régimen contaba con muchos opositores: la nobleza, el clero y la monarquía. Los sectores populares también mostraron su descontento ante la restricción del sufragio a los que poseían bienes o dinero y el encarecimiento del coste de la vida. Entre los revolucionarios destacaban los girondinos, los jacobinos y los cordeliers.
El Fracaso de la Monarquía Constitucional
La oposición de la familia real a la revolución se manifestó a raíz de su huida de París para unirse al ejército austriaco, que planeaba invadir Francia y restablecer el absolutismo. El monarca, desprestigiado, fue vuelto a la capital, evidenciándole su rechazo al proceso revolucionario. En abril de 1792, la Asamblea Legislativa declaró la guerra a Austria. Los austriacos invadieron Francia y llegaron a las puertas de París. La situación originó un clima de revuelta entre los sans-culottes, quienes el 10 de agosto de 1792 asaltaron el palacio real, encarcelaron al monarca y proclamaron la república.
La República Democrática
La Convención Girondina
La república quedó en manos de los girondinos, que convocaron elecciones por sufragio universal masculino para la nueva Convención Nacional. La Convención llevó a cabo un juicio contra Luis XVI y su mujer, acusados de traición, condenados y ejecutados en la guillotina. La muerte provocó una alianza entre monarquías europeas, que formaron una coalición contra Francia revolucionaria. En la primavera de 1793 la república se hallaba en peligro: en el interior del país estallaron algunas revueltas contrarrevolucionarias.
La Convención Jacobina
En junio de 1793 los jacobinos se hicieron con el poder y detuvieron a los principales dirigentes girondinos. Ese mismo año se promulgó una nueva constitución basada en la democracia social: soberanía popular, sufragio universal directo y derecho a la igualdad. El Comité de Salvación Pública dio todo el poder ejecutivo a Robespierre. Para hacer frente a la amenaza exterior, la república organizó un ejército, decretó la leva en masa e impulsó la política del Terror. Esta era la cual, por cualquier sospecha, cualquier persona era condenada o ejecutada (Ley de Sospechosos). Para responder a los anhelos de los sans-culottes, el Comité de Salvación Pública aprobó una serie de leyes sociales: el control de los precios y salarios, la distribución de bienes de los contrarrevolucionarios entre los indigentes, la venta de las tierras del clero en pequeños lotes y la instrucción obligatoria.
La Caída de los Jacobinos
En el verano de 1794 los peligros disminuyeron: las revueltas interiores habían sido sofocadas y los ejércitos franceses se imponían a los jacobinos, provocando la oposición de gran parte de la población. Así, mediante el golpe de estado de Termidor en julio de 1794, fueron derrocados Robespierre y otros dirigentes jacobinos.
La República Burguesa
Tras el golpe de estado, la burguesía conservadora volvió a tomar el control de la revolución. Se elaboró una nueva constitución, que otorgaba el poder ejecutivo a un gobierno colegiado, restablecía el sufragio censitario y confiaba el poder legislativo a dos cámaras: el Consejo de Ancianos y el Consejo de los Quinientos. El nuevo gobierno pretendía volver a los principios de la constitución de 1791. Para ello persiguió a los jacobinos y anuló todas las medidas de aquel periodo. También promovió una política de retorno de los exiliados a causa del Terror. El liberalismo de la nueva república se situaba entre el absolutismo y la democracia social de los jacobinos. Por tanto, tuvo que hacer frente a la oposición tanto de la aristocracia como la de las clases populares, que sufrían la continua subida de los precios. En 1799, un joven general, Napoleón Bonaparte, con el apoyo de la burguesía, protagonizó un golpe de estado que puso fin al Directorio e inauguró el Consulado.
Napoleón: De Cónsul a Emperador
En 1799, Napoleón fue nombrado Cónsul y su política de gobierno se encaminó a consolidar los logros de la revolución burguesa, evitando el retorno del absolutismo y alejando el poder de los sectores más radicales. También llevó a cabo una reforma administrativa de carácter centralista con la creación de la figura de los prefectos, que hacían cumplir las órdenes del gobierno en las provincias. En 1804 Napoleón se sentía tan fuerte que se hizo coronar emperador. Sus enormes triunfos militares y su capacidad para gobernar con mano de hierro le asentaron sin discusión en el poder.
Las Conquistas Napoleónicas
Uno de los motivos del prestigio de Napoleón fue su capacidad para derrotar a los monarcas absolutos europeos que habían coaligado sus ejércitos para luchar contra Francia revolucionaria. Las tropas de Napoleón consiguieron conquistar gran parte de Europa y en 1811 el Imperio Napoleónico se encontraba en su apogeo. En todos los países anexionados, Napoleón colocó en el trono a familiares o generales de su ejército. Se proclamó el derecho a la propiedad y la libertad religiosa.
La Caída de Napoleón
Los ejércitos napoleónicos actuaron como conquistadores, sometieron a las naciones ocupadas y favorecieron los intereses materiales de Francia por encima de los ideales revolucionarios. El levantamiento protagonizado por los españoles en 1808 contra la invasión e imposición de un rey extranjero fue el primero y el que marcó el declive del Imperio Napoleónico. En 1814, tras ser vencido en Rusia y en España, Napoleón abandonó el poder. En 1815 fue derrotado en Waterloo y desterrado a la isla de Santa Elena, donde murió en 1821.
La Europa de la Restauración
Los estados vencedores de Napoleón se reunieron entre 1814 y 1815, a propuesta del canciller austriaco Metternich, en el Congreso de Viena. Su objetivo era la restauración del absolutismo monárquico. El Imperio Napoleónico quedó repartido entre los países vencedores.
Liberalismo
El liberalismo es un sistema político que fundamentalmente basaba la sociedad en el individuo. El individuo libre es un ciudadano y el conjunto de ciudadanos constituyen la nación que detenta la soberanía. El liberalismo propugna un sistema representativo en el que las decisiones emanan de una asamblea, elegida por sufragio, que elabora las leyes. También defiende la necesidad de una constitución que asegure la división de poderes para que estos no sean nunca absolutos. El derecho a la propiedad es formulado como una libertad fundamental y la economía se fundamenta en el mercado. En consecuencia, el estado no debe intervenir en asuntos económicos.
El Nacionalismo
El nacionalismo es una ideología política que sostiene el derecho de los pueblos a decidir sobre ellos mismos y a defender su soberanía. El nacionalismo se expandió a lo largo del siglo XIX en defensa de una Europa de naciones libres.
Las Revoluciones de 1820
Hacia 1820 una serie de levantamientos liberales, dirigidos por activistas (sobre todo militares), intentaron en diversos países acabar con el absolutismo y tomar el poder mediante insurrecciones armadas, pero fueron vencidos por la intervención de los ejércitos de la Santa Alianza.
Las Revoluciones de 1830
La segunda oleada revolucionaria se produjo en Europa central y occidental, entre 1829 y 1835, y su extensión y repercusiones fueron mucho mayores. En esta ocasión las insurrecciones contaron con un importante apoyo popular. Donde triunfaron, significaron la sustitución del absolutismo.
La Primavera de los Pueblos
En Europa occidental, la revolución de 1848 significó la aparición de los ideales democráticos. Como en otras ocasiones, la revolución se inició en Francia en febrero. Un levantamiento popular acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans y se proclamó una república social y el sufragio universal. Aunque la mayoría de estas revoluciones fueron finalmente sofocadas, las reformas liberales y muchos procesos de independencia nacional se consolidaron en la segunda mitad del siglo XIX.