La Revolución Industrial y el Capitalismo: Transformaciones en el Siglo XIX

) Capital Trabajo y Mercado

Desde la Revolución Industrial, el capitalismo se configuró como un sistema en el que los instrumentos de producción (la tierra, las fábricas y las maquinarias) y lo que se produce con ellos son propiedad privada. Esta se concentra en solo una parte de la población denominada burguesía o capitalistas, mientras que la mayoría, los asalariados o proletarios, no poseen más que su capacidad para el trabajo, que alquilan a cambio de un salario. Trabajadores y empresarios se relacionan mediante el mercado, en donde unos demandan empleo y otros ofrecen trabajo, fijándose un precio en función de la oferta y la demanda. Además, el capitalismo es un sistema de iniciativa libre, no planificado, que tiene como objetivo la búsqueda del máximo beneficio individual. Así, los propietarios de los medios de producción pretenden maximizar el beneficio obtenido con su propiedad, mientras que los asalariados persiguen un salario más alto. La competencia entre empresarios para conquistar mayor cuota de mercado les incentiva a reducir costes y precios, adoptando para ello técnicas productivas y tratando de que los costes salariales sean los menores posibles. Los desajustes entre oferta y demanda provocan crisis periódicas que, según los planteamientos liberales, se corrigen ajustando los costes o la producción. A lo largo del siglo XIX, desaparecieron las crisis de subsistencia propias del Antiguo Régimen, pero no las situaciones de crisis económicas. En ellas, los productos no se venden, los precios caen, los beneficios bajan, las empresas cierran y el paro aumenta. En esta situación, solo los empresarios con mayores recursos o los que tienen menores costes sobreviven y son los que prosiguen la innovación para encontrar nuevos productos, vender ya los que existen a menores precios o abrir otros mercados.

La Francia de Napoleón Bonaparte

En los inicios del Consulado, Napoleón compartió el poder con otros dos cónsules (Triunvirato), pero en 1802 se declaró Cónsul único y vitalicio. El Consulado se dotó de una nueva Constitución que establecía un ejecutivo fuerte, limitaba el sufragio a los más ricos y anulaba la Declaración de Derechos. En esos años, Napoleón acabó con las promesas populares y reprimió el jacobinismo y las tendencias democráticas. También integró a los realistas en el régimen con medidas como el retorno de los emigrados y el restablecimiento del culto católico a través de un Concordato. Napoleón fue progresivamente acumulando el poder en sus manos hasta que en 1804 se hizo coronar emperador. Una vez establecido un férreo control sobre el orden público, Napoleón abordó una creación de nuevas instituciones y una serie de reformas que consolidaron los principios de 1791. En primer lugar, elaboró un Código Civil (1804), un Código de Comercio (1807) y un Código Penal (1810) que sancionaban la igualdad ante la ley, el derecho de propiedad, la libertad individual, de conciencia, de trabajo y el libre acceso a los cargos públicos. En segundo lugar, realizó una centralización administrativa mediante prefectos (representantes del jefe del Estado en los departamentos) que se encargaban de aplicar las disposiciones del gobierno. Finalmente, desarrolló la enseñanza pública y la uniformización lingüística.

Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)

La AIT fue creada en Londres en 1864 por delegados de asociaciones obreras inglesas y francesas y emigrantes políticos italianos y alemanes. Posteriormente, incorporó asociaciones obreras de distintos países (owenistas, cartistas) y personalidades involucradas en la lucha social. Se organizó en secciones nacionales y tenía un Consejo General dirigido por Marx, que redactó los estatutos y el manifiesto inaugural, donde se establecieron sus principios básicos: la emancipación de la clase obrera debía ser obra de los trabajadores mismos, que conquistarían el poder político para acabar con la sociedad burguesa e implantar el socialismo. Los primeros congresos de la AIT se celebraron en Ginebra en 1866, Lausana en 1867 y Bruselas en 1868. Se adoptaron acuerdos para impulsar las movilizaciones obreras de cada país y se definieron unas medidas que influyeron en las reivindicaciones obreras: reducción de la jornada laboral, suspensión del trabajo infantil, mejora de las condiciones laborales de la mujer, desaparición del ejército permanente, socialización de los medios de coproducción y el recurso a la huelga como medio más eficaz para conseguir estos objetivos. Estos acuerdos no impedían la existencia de discrepancias internas que llegaron al enfrentamiento abierto desde 1869 entre Marx y Bakunin. Marx controlaba la AIT a través del Consejo General y gran parte de los acuerdos de la AIT reflejaban sus disposiciones. Frente a él, Bakunin defendía la abolición del Estado y no su conquista, y se mostraba hostil a cualquier autoridad política. Acusaba a Marx de dictatorial y propugnaba la autonomía de las secciones y la pérdida de poder del Consejo General. Las delegaciones de los países más industrializados (Inglaterra, Alemania) apoyaban las ideas de Marx, y las de los países más agrícolas (España, Francia, Italia) daban apoyo a las tesis bakuninistas.

) El Desmembramiento de África

Fue en el continente africano, antes del siglo XIX, donde se llevó a cabo el nuevo tipo de ocupación colonial. A principios del siglo XIX, los europeos solo disponían en África de factorías costeras o pequeñas colonias. Así, en la segunda mitad del siglo, exploradores y misioneros recorrieron África y se internaron por las cuencas de los ríos Níger y Nilo y por las tierras de África central. A partir de 1870, las expediciones aumentaron y las potencias europeas, sobre todo Gran Bretaña y Francia, se lanzaron a conquistar y colonizar el continente. El proyecto británico trató de conectar el norte con el sur de África mediante el ferrocarril, con el objetivo de dominar la fachada oriental del continente y controlar el océano Índico. Gran Bretaña obtuvo en esta carrera algunos de los mejores territorios, ricos en productos minerales o de valor estratégico. El proyecto francés pretendía ejercer el dominio de una franja que se extendía en sentido este-oeste. Dominó el norte de África y se extendió hacia Sudán, donde acabaría enfrentándose con los británicos. A la rivalidad entre Francia y Gran Bretaña se añadió la acción del rey de Bélgica, que encargó la exploración de la zona del Congo. Los comerciantes alemanes se instalaron en África central, y se convirtió en una zona de conflicto entre las potencias europeas. En 1885, el canciller alemán Bismarck convocó una conferencia internacional en Berlín. Como resultado, se elaboró un acta que estipulaba algunas condiciones para la expansión en África: garantizaba la libre navegación por los ríos y establecía los principios para ocupar los territorios africanos. En los años posteriores, otros estados europeos penetraron en África. A los imperios francés e inglés se añadieron los intereses alemanes, los portugueses y países como Italia y España, que también pugnaron por conseguir pequeños territorios. A partir de ese momento, el choque entre intereses se hizo inevitable y los enfrentamientos se sucedieron. El primer conflicto fue la guerra de Boers, que se desarrolló en dos fases. Ambas enfrentaron a Reino Unido con los colonos holandeses, llamados Boers, de Sudáfrica, a raíz de la pretensión de Cecil Rhodes (por entonces, el primer ministro de la Colonia del Cabo). Los Boers habitaban las repúblicas vecinas de Transvaal y Orange, donde se habían instalado en el siglo XIX. La noticia de que se habían encontrado importantes minas fue el motivo que impulsó a los británicos a invadir esas pequeñas repúblicas. Al cabo de varios años, los territorios Boers fueron anexionados al Imperio Británico. Un segundo conflicto enfrentó a Francia y Gran Bretaña en 1898 en un territorio al este del lago Chad llamado Fachoda. Ambos ejércitos coincidieron allí para ocupar la zona, y la guerra estuvo a punto de estallar. Por último, los franceses se retiraron.

) Estallido del Conflicto

El 28 de junio fue asesinado en Sarajevo el heredero de la corona austriaca, el archiduque Francisco Fernando, junto a su mujer. El atentado fue realizado por un estudiante relacionado con los grupos nacionalistas serbios. Como consecuencia, Austria decidió anexionarse Serbia (acusada de organizar el atentado) y declarar la guerra, esperando que el resto de potencias se mantuvieran neutrales. Pero no fue así, ya que a partir de ese momento se puso en marcha el juego de alianzas entre potencias. Toda Europa entró en guerra. Rusia, sin consultar a su aliado francés, se puso al lado de Serbia y declaró la guerra a Austria. A su vez, Alemania, aliada de Austria, declaró la guerra a Rusia y a Francia. La invasión de ejércitos alemanes hizo que Gran Bretaña interviniera en el conflicto al lado de rusos y franceses y declarara la guerra a Austria y Alemania. Solo Italia se mantuvo neutral. El estallido de la guerra fue acogido con más estupor que entusiasmo por la mayoría de la población. La clase trabajadora, impregnada de ideas socialistas, era pacifista y contraria a la guerra. Pero la rapidez con la que se desencadenó el conflicto y la convicción de que los responsables eran los adversarios alentó la movilización de los ciudadanos para acudir a los frentes de la guerra y estimuló la unión de todas las fuerzas, denominada Unión Sagrada, con el objetivo de dar el apoyo necesario frente a la guerra. Los que se opusieron fueron perseguidos y castigados.

) Los Tratados de Paz

Los intereses de los vencedores, reunidos en París, divergían en algunas cuestiones. El presidente de los Estados Unidos, Wilson, quería imponer una paz fundada en el derecho y el respeto, la libertad de comercio y el desarme, la destrucción de los imperios y la consolidación de la democracia. Los europeos eran más proclives a la defensa de sus intereses particulares. Los que habían perdido menos con la guerra eran más generosos en la victoria, y los más perjudicados deseaban fuertes compensaciones. El más importante de los tratados fue el de Versalles, que estipulaba la suerte de Alemania. Se elaboró partiendo de la base de que Alemania era responsable del conflicto y no fue resultado de unas negociaciones, sino de una imposición. En el tratado, el Imperio alemán entregaba Alsacia y Lorena a Francia y la Posnania a Polonia, y se separaba la Prusia Oriental del resto del territorio por el llamado Corredor de Danzig, mientras sus colonias eran repartidas entre los países vencedores. A Alemania se impuso el pago de fuertes reparaciones de guerra para compensar las destrucciones en los países vencedores. Debían entregar las minas de carbón a Francia y le fueron incautados sus bienes en el exterior y su flota mercante. Por último, se le obligó a abolir el servicio militar y restringir su ejército a 100.000 hombres. Se prohibía también la unión de Alemania con Austria, y los aliados pasaron a ocupar la orilla izquierda del Rin en lo que después sería territorio desmilitarizado. Además de lo acordado en Versalles, otros tratados se ocuparon del resto de los vencidos. Así, por el Tratado de Saint-Germain, Austria perdía todos sus territorios eslavos y se convertía en república. Por el Tratado de Trianon, Hungría perdía la salida al mar y una parte de sus antiguos territorios, que eran cedidos a Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumanía. Por el Tratado de Neuilly, Bulgaria cedía sus territorios a Grecia. Por último, el Tratado de Sèvres imponía al Imperio Turco la cesión de los territorios árabes y griegos.

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