Sociedades Bancarias y Crediticias de 1856. El gobierno de Espartero restauró la Constitución de 1837, convocó Cortes Constituyentes con una sola cámara elegida por la ley de 1837 y con un censo electoral muy superior al contemplado en dicha Constitución. La Constitución de 1856, llamada non nata:proclamaba la soberanía nacional y la reunión automática de las Cortes, inclusión del jurado para los delitos de imprenta, abolía la pena de muerte por delitos políticos y establecía la libertad de conciencia. Declaraba que para el gobierno interior de los pueblos sólo habrá ayuntamientos, compuestos por alcaldes y regidores de nombramiento directo por los vecinos. Limitaba los poderes de la Corona y del gobierno la Milicia Nacional, y se retornaba a un Senado elegido por sufragio, con un censo similar al de 1837.
Desamortización de Madoz
dinero para poner en marcha el ferrocarril. afecta también a la desamortización eclesiástica, regula la venta de bienes municipales. La venta de las tierras municipales arruinó a muchos ayuntamientos, tampoco solucionó el crónico problema de la deuda pública y perjudicó a los vecinos más pobres La vuelta al moderantismo (1856-1868)
oposición de los carlistas, de los moderados y de un sector del progresismo, y de los obrero. motines urbanos y rurales propio Gobierno el que se escinde. El 14 de julio se plantea la crisis total. O’Donnell pasa a ocupar la presidencia del Consejo de Ministros y, conforme a los planteamientos de aquella Unión Liberal de 1854, comienza a desmontar la obra del progresismo. El fracaso del progresismo en 1837,1843 y 1856 no sólo implica, decíamos al comienzo, la absoluta hermetización de la Corona en favor de la solución moderada sino la incapacidad del propio progresismo para convertirse en alternativa viable. Si en 1837 y 1843 se lo impide su empeño en defender fórmulas liberaldoctrinales que van contra sus mismas posibilidades de ser poder, en 1856 el abandono del doctrinarismo no va acompañado de la elaboración de un programa que aúne sus fuerzas, probablemente limitadas. Es de observar que la crisis total aparece provocada por desacuerdos internos, más que por el movimiento obrero. clima de conflictividad social. Las causas fueron múltiples: La epidemia de cólera de 1856, el alza de precios del trigo causada por la guerra de Crimea, las malas cosechas, las tensiones entre obreros y patronos en las fábricas y, sobre todo, el incumplimiento por el gobierno de las promesas hechas al inicio del período.El Gabinete O’Donnell restaura en 1856 la legislación moderada: la Constitución de 1845 y las leyes complementarias que reducían la representatividad de Diputaciones y Ayuntamientos. Disuelve además, definitivamente, la Milicia Nacional. Pretenderá además que se cumpla la Ley de Desamortización de Madoz.
Pero en este punto tropieza con la rotunda negativa de Isabel II, sujeta a un permanente conflicto de conciencia que resulta fundamental para comprender su reinado. O’Donnell dimite y el subsiguiente Gabinete Narváez totaliza la restauración del régimen de 1845, más conservador la reina llamó al general O’Donnell.
El general Leopoldo O’Donnell presidió el Consejo de Ministros -desde 1858 hasta 1863- al frente de un nuevo grupo político llamado Unión Liberal, que fue creado con la pretensión de ocupar el espacio del centro ideológico y recoger lo mejor tanto de moderados como de progresistas. El gobierno de la Unión Liberal careció de una línea política clara. Todo su programa político consistía en el disfrute del poder, la salvaguardia obsesiva del orden y la ambición de hacer más eficaz el funcionamiento de la Administración. El objetivo político del momento será conciliar libertad y orden, al tiempo que se procedía a completar la uniformidad jurídica con leyes como la del Notariado de 1862 y la Hipotecaria de 1863. Todo ello tendrá como resultado una gran estabilidad política. La propia ausencia de principios explica porque la Unión Liberal se dividió en 1863, al presentarse la crisis.
El gobierno unionista potenció la expansión del ferrocarril, impulsó el desarrollo industrial, favoreció la entrada de empresas e inversores de capital extranjero y sofocó un nuevo intento de levantamiento armado carlista encabezado por el hijo del ya fallecido don Carlos María Isidro. Además, O’Donnell abandonó la inclinación al aislamiento y la introversión -que habían caracterizado a la política exterior de anteriores gobiernos- para emprender una serie de insólitas e incoherentes intervenciones militares en puntos dispersos de África, América y Asia con la indisimulada intención de ampliar la expansión territorial colonial de nuestro país.
La crisis del moderantismo
Los últimos años del reinado de Isabel II, durante los cuales se sucedieron siete gobiernos entre moderados y unionistas, constituyen una etapa caracterizada por la ruptura del consenso, con la actuación subversiva de progresistas y demócratas, y por la aparición de varias crisis que pusieron de manifiesto la impotencia de los ministerios para hacerles frente. Los problemas serán de doble naturaleza: políticos y económicos.
Los sectores sociales tampoco estaban satisfechos: revueltas campesinas, desórdenes militares y protestas estudiantiles, como la noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, que consistió en un levantamiento armado en el que participaron estudiantes y fuerzas heterogéneas por la expulsión de Emilio Castelar de su cátedra. En 1864 comenzó a enrarecerse el clima universitario. En octubre de 1864 el Gobierno dictó una Real Orden prohibiendo la difusión desde las cátedras de ideas contrarias a la religión católica, la monarquía hereditaria y la Constitución vigente. La prensa progresista publicó en el invierno artículos de catedráticos como Castelar o Salmerón, que atacaban la política del gobierno El gobierno decidió expedientar a Castelar y retirarle de su cátedra. El Rector rehusó y presentó su dimisión en solidaridad con Castelar. Los estudiantes decidieron organizar una serenata de apoyo, para lo que pidieron permiso a la Jefatura de Policía, que lo concedió. En la noche del 10 de abril de 1865, sin embargo, se produjo el enfrentamiento entre varios miles de estudiantes y las fuerzas del orden con una carga indiscriminada que causó nueve muertos y un centenar de heridos. Las protestas por la matanza de la noche de San Daniel se generalizaron. Algunos de los estudiantes muertos pertenecían incluso a familiares influyentes. La reina cesó a Narváez y volvió a llamar a O’Donnell.
A comienzos de 1866 se inició la fase de progresiva descomposición del régimen isabelino, cuya estructura comenzó a desmoronarse. El primer conato fallido-Prim, derivado de la falta de apoyo civil y militar, fue relativo, pues Prim quedó como el principal referente de la oposición y como el sucesor de Espartero, en forma de emblema de libertad ante el pueblo. Asimismo, la sublevación puso al Gobierno en una difícil situación, obligándolo a elegir entre convocar elecciones generales, y permitir así la alternancia de los progresistas, o aferrarse al poder y mantener sus fórmulas excluyentes. O’Donnell, quien aún quiso llegar más lejos al solicitar, en el mes de junio, los plenos poderes para el Ejecutivo. Esta política autoritaria propició la ruptura de la unidad del partido. La debilidad del sistema se hizo más palpable a raíz de la cuartelada de San Gil, ocurrida el 22 de junio. La repentina rebelión de los sargentos de artillería del cuartel, cuyas ambiciones dentro del cuerpo no habían sido satisfechas, ofreció a la oposición demócrata la oportunidad de acceder al poder. A tal fin procuraron la movilización popular y el apoyo del resto de la oposición, pero la falta de acuerdo en ésta y la premura de los acontecimientos abortaron la tentativa. La represión subsiguiente incrementó el descrédito de O’Donnell, precipitándose su caída y sustitución al frente del Gobierno por el general Narváez.
En agosto de 1866 se reúnen demócratas y progresistas y llegan al Pacto de Ostende,
Sociedades Bancarias y Crediticias de 1856. El gobierno de Espartero restauró la Constitución de 1837, convocó Cortes Constituyentes con una sola cámara elegida por la ley de 1837 y con un censo electoral muy superior al contemplado en dicha Constitución. La Constitución de 1856, llamada non nata:proclamaba la soberanía nacional y la reunión automática de las Cortes, inclusión del jurado para los delitos de imprenta, abolía la pena de muerte por delitos políticos y establecía la libertad de conciencia. Declaraba que para el gobierno interior de los pueblos sólo habrá ayuntamientos, compuestos por alcaldes y regidores de nombramiento directo por los vecinos. Limitaba los poderes de la Corona y del gobierno la Milicia Nacional, y se retornaba a un Senado elegido por sufragio, con un censo similar al de 1837.
Desamortización de Madoz
dinero para poner en marcha el ferrocarril. afecta también a la desamortización eclesiástica, regula la venta de bienes municipales. La venta de las tierras municipales arruinó a muchos ayuntamientos, tampoco solucionó el crónico problema de la deuda pública y perjudicó a los vecinos más pobres La vuelta al moderantismo (1856-1868)
oposición de los carlistas, de los moderados y de un sector del progresismo, y de los obrero. motines urbanos y rurales propio Gobierno el que se escinde. El 14 de julio se plantea la crisis total. O’Donnell pasa a ocupar la presidencia del Consejo de Ministros y, conforme a los planteamientos de aquella Unión Liberal de 1854, comienza a desmontar la obra del progresismo. El fracaso del progresismo en 1837,1843 y 1856 no sólo implica, decíamos al comienzo, la absoluta hermetización de la Corona en favor de la solución moderada sino la incapacidad del propio progresismo para convertirse en alternativa viable. Si en 1837 y 1843 se lo impide su empeño en defender fórmulas liberaldoctrinales que van contra sus mismas posibilidades de ser poder, en 1856 el abandono del doctrinarismo no va acompañado de la elaboración de un programa que aúne sus fuerzas, probablemente limitadas. Es de observar que la crisis total aparece provocada por desacuerdos internos, más que por el movimiento obrero. clima de conflictividad social. Las causas fueron múltiples: La epidemia de cólera de 1856, el alza de precios del trigo causada por la guerra de Crimea, las malas cosechas, las tensiones entre obreros y patronos en las fábricas y, sobre todo, el incumplimiento por el gobierno de las promesas hechas al inicio del período.El Gabinete O’Donnell restaura en 1856 la legislación moderada: la Constitución de 1845 y las leyes complementarias que reducían la representatividad de Diputaciones y Ayuntamientos. Disuelve además, definitivamente, la Milicia Nacional. Pretenderá además que se cumpla la Ley de Desamortización de Madoz. Pero en este punto tropieza con la rotunda negativa de Isabel II, sujeta a un permanente conflicto de conciencia que resulta fundamental para comprender su reinado. O’Donnell dimite y el subsiguiente Gabinete Narváez totaliza la restauración del régimen de 1845, más conservador la reina llamó al general O’Donnell.
El general Leopoldo O’Donnell presidió el Consejo de Ministros -desde 1858 hasta 1863- al frente de un nuevo grupo político llamado Unión Liberal, que fue creado con la pretensión de ocupar el espacio del centro ideológico y recoger lo mejor tanto de moderados como de progresistas. El gobierno de la Unión Liberal careció de una línea política clara. Todo su programa político consistía en el disfrute del poder, la salvaguardia obsesiva del orden y la ambición de hacer más eficaz el funcionamiento de la Administración. El objetivo político del momento será conciliar libertad y orden, al tiempo que se procedía a completar la uniformidad jurídica con leyes como la del Notariado de 1862 y la Hipotecaria de 1863. Todo ello tendrá como resultado una gran estabilidad política. La propia ausencia de principios explica porque la Unión Liberal se dividió en 1863, al presentarse la crisis.
El gobierno unionista potenció la expansión del ferrocarril, impulsó el desarrollo industrial, favoreció la entrada de empresas e inversores de capital extranjero y sofocó un nuevo intento de levantamiento armado carlista encabezado por el hijo del ya fallecido don Carlos María Isidro. Además, O’Donnell abandonó la inclinación al aislamiento y la introversión -que habían caracterizado a la política exterior de anteriores gobiernos- para emprender una serie de insólitas e incoherentes intervenciones militares en puntos dispersos de África, América y Asia con la indisimulada intención de ampliar la expansión territorial colonial de nuestro país.
La crisis del moderantismo
Los últimos años del reinado de Isabel II, durante los cuales se sucedieron siete gobiernos entre moderados y unionistas, constituyen una etapa caracterizada por la ruptura del consenso, con la actuación subversiva de progresistas y demócratas, y por la aparición de varias crisis que pusieron de manifiesto la impotencia de los ministerios para hacerles frente. Los problemas serán de doble naturaleza: políticos y económicos.
Los sectores sociales tampoco estaban satisfechos: revueltas campesinas, desórdenes militares y protestas estudiantiles, como la noche de San Daniel, el 10 de abril de 1865, que consistió en un levantamiento armado en el que participaron estudiantes y fuerzas heterogéneas por la expulsión de Emilio Castelar de su cátedra. En 1864 comenzó a enrarecerse el clima universitario. En octubre de 1864 el Gobierno dictó una Real Orden prohibiendo la difusión desde las cátedras de ideas contrarias a la religión católica, la monarquía hereditaria y la Constitución vigente. La prensa progresista publicó en el invierno artículos de catedráticos como Castelar o Salmerón, que atacaban la política del gobierno El gobierno decidió expedientar a Castelar y retirarle de su cátedra. El Rector rehusó y presentó su dimisión en solidaridad con Castelar. Los estudiantes decidieron organizar una serenata de apoyo, para lo que pidieron permiso a la Jefatura de Policía, que lo concedió. En la noche del 10 de abril de 1865, sin embargo, se produjo el enfrentamiento entre varios miles de estudiantes y las fuerzas del orden con una carga indiscriminada que causó nueve muertos y un centenar de heridos. Las protestas por la matanza de la noche de San Daniel se generalizaron. Algunos de los estudiantes muertos pertenecían incluso a familiares influyentes. La reina cesó a Narváez y volvió a llamar a O’Donnell.
A comienzos de 1866 se inició la fase de progresiva descomposición del régimen isabelino, cuya estructura comenzó a desmoronarse. El primer conato fallido-Prim, derivado de la falta de apoyo civil y militar, fue relativo, pues Prim quedó como el principal referente de la oposición y como el sucesor de Espartero, en forma de emblema de libertad ante el pueblo. Asimismo, la sublevación puso al Gobierno en una difícil situación, obligándolo a elegir entre convocar elecciones generales, y permitir así la alternancia de los progresistas, o aferrarse al poder y mantener sus fórmulas excluyentes. O’Donnell, quien aún quiso llegar más lejos al solicitar, en el mes de junio, los plenos poderes para el Ejecutivo. Esta política autoritaria propició la ruptura de la unidad del partido. La debilidad del sistema se hizo más palpable a raíz de la cuartelada de San Gil, ocurrida el 22 de junio. La repentina rebelión de los sargentos de artillería del cuartel, cuyas ambiciones dentro del cuerpo no habían sido satisfechas, ofreció a la oposición demócrata la oportunidad de acceder al poder. A tal fin procuraron la movilización popular y el apoyo del resto de la oposición, pero la falta de acuerdo en ésta y la premura de los acontecimientos abortaron la tentativa. La represión subsiguiente incrementó el descrédito de O’Donnell, precipitándose su caída y sustitución al frente del Gobierno por el general Narváez.
En agosto de 1866 se reúnen demócratas y progresistas y llegan al Pacto de Ostende,