La Segunda República Española (1931-1936): Un Régimen Inestable

Las Elecciones de Abril de 1931 y la Proclamación de la República

La Segunda República Española se proclamó el 14 de abril de 1931. El primer lugar donde se declaró fue Éibar (Guipúzcoa), después en Barcelona y finalmente en Madrid, por Niceto Alcalá Zamora, cuando el Comité Revolucionario se hizo cargo del poder. El cambio de régimen político fue una consecuencia inmediata de los resultados de las elecciones municipales celebradas en abril de 1931, que habían dado a la coalición republicana-socialista una victoria aplastante en las capitales de provincia y en las regiones industriales y mineras; los monárquicos mantuvieron su predominio en el campo, por la influencia de los caciques. Pero la razón profunda estaba en la crisis política que el régimen dictatorial de Primo de Rivera había supuesto para la monarquía de Alfonso XIII.

El Gobierno Provisional. Republicanos y Socialistas en el Gobierno.

Fue elegido presidente Alcalá Zamora, con el que se iniciaron las labores gubernamentales. El gobierno además estaba formado por todos los partidos políticos favorables a la República. Sus miembros eran Alcalá Zamora y Miguel Maura, de la Derecha Liberal Republicana; Alejandro Lerroux y Diego Martínez Barrio, del centrista Partido Radical; Manuel Azaña y Marcelino Domingo, líderes de partidos republicanos de izquierda; Fernando de los Ríos, Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero, por parte del Partido Socialista (PSOE); el republicano gallego, Santiago Casares Quiroga, y el republicano catalán, Nicolau d’Olwer. El objetivo principal del gobierno provisional era la convocatoria de unas Cortes Constituyentes. Pero su actuación política, en los primeros meses, estuvo dirigida también a abordar una serie de reformas inmediatas:

– El debate territorial.

El asunto más delicado fue la cuestión catalana. Francesc Maciá había proclamado el Estat Català en Barcelona el mismo día 14 de abril. El problema fue resuelto con la aplicación de una autonomía provisional para Cataluña hasta que las Cortes aprobaran el estatuto de autonomía definitivo.

– El reformismo social.

Se plasmó en una legislación dirigida, sobre todo, a paliar la precaria situación de los campesinos. La legislación, impulsada por el ministro de Trabajo Largo Caballero, contemplaba el decreto de laboreo forzoso y el decreto de términos municipales. Además, se aprobaron el seguro de accidentes de trabajo y la jornada de 8 horas, y se prohibió expulsar de sus tierras a los pequeños arrendatarios.

– La educación.

Los objetivos prioritarios fueron erradicar el analfabetismo y promover una enseñanza laica. Asimismo, se estableció el principio de la coeducación y la no obligatoriedad de la enseñanza de la religión en las escuelas. La Iglesia y diversos sectores católicos lo interpretaron como un atentado contra la religión.

– La reforma militar.

Fue emprendida por el ministro de Guerra, Azaña. Sus objetivos eran conseguir un ejército moderno y eficaz, reduciendo el excesivo número de oficiales, y establecer la primacía del poder civil. Se cerró la Academia General Militar de Zaragoza y se abolió la ley de Jurisdicciones de 1906.

– El orden público.

Se creó un nuevo cuerpo de policía armada, la Guardia de Asalto, a la que se le confió la seguridad de las ciudades. No obstante, la República utilizó los mismos mecanismos de represión que la monarquía, entregando, de hecho, el orden público al poder militar.

Ante la implantación de la República, el gobierno tuvo que afrontar varias cuestiones como: las primeras huelgas convocadas por la CNT, que tuvieron especial virulencia en Madrid y Sevilla; conflictos religiosos como respuesta violenta a la pastoral del cardenal Segura, en la que se hacía un elogio de la monarquía; se produjeron desórdenes e incendios de iglesias y conventos.

El gobierno provisional convocó elecciones a Cortes Constituyentes de una sola cámara, para el 28 de junio, con el fin de dotar a la República de una Constitución. Poco antes publicó un decreto que modificaba la Ley Electoral de 1907. Con él se pretendía acabar con las prácticas fraudulentas del sistema caciquil. Por primera vez en la historia hubo tres mujeres diputadas. Sin embargo, las mujeres en estas elecciones no participaron en ellas, pues se mantuvo el sufragio universal masculino. La coalición de republicanos y socialistas obtuvo una aplastante mayoría, casi del 90% del Parlamento. Destacaron dos grandes partidos: el Partido Socialista, con 116 diputados, y el Partido Republicano Radical, con 90.

El Contexto Internacional. Crisis Económica y Crisis del Parlamentarismo.

La coyuntura internacional está caracterizada por la crisis del parlamentarismo, sistema asediado por el ascenso del fascismo y de dictaduras ultraconservadoras y el avance del totalitarismo comunista. Por lo tanto, la proclamación de la Segunda República no encuentra una coyuntura europea benigna para su consolidación. Por el contrario, su llegada coincide con el derrumbamiento de la República democrática en Alemania y el ascenso de Hitler al gobierno, que se produce en enero de 1933. En 1934, en Austria, los socialistas serán barridos a cañonazos en las calles por el gobierno populista católico del canciller Dollfuss, y para entonces el gobierno de la Alemania nazi ha puesto fuera de ley a todas las fuerzas de la izquierda y ha comenzado a internar en campos de concentración a todos aquellos que no se identifican con sus ideas políticas y raciales. Mientras, en Italia, Mussolini lleva ya diez años dirigiendo el país mediante una dictadura de tipo fascista.

Las fuerzas políticas españolas de ideología extremista revolucionaria encuentran modelos en Europa que les sirven de referente. Los minúsculos partidos fascistas que aparecen entre 1931 y 1934 se inspiran en el fascismo italiano, y parcialmente en el alemán, y reciben financiación de esta procedencia. También la derecha antiliberal y católica, como sucede en el resto de Europa, mira con admiración hacia el fascismo, que ha conseguido hacerse con el poder en dos estados europeos importantes y liquidar a las organizaciones de la izquierda. Mientras, el centro político español va quedando desasistido, a causa de la debilidad de la derecha católica republicana, la crisis que afectará en 1935 al Partido Radical y la carencia de fuerza suficiente de los republicanos progresistas como para tener un control efectivo del proceso, lo que obligará al grupo de Azaña a continuados pactos con los socialistas, que constituyen una fuerza revolucionaria y más numerosa.

Los anarquistas viven ahora una etapa de gran expansión y la CNT se convierte en el sindicato más fuerte, el que se atribuye un millón de afiliados; rechazan el modelo comunista, pero el triunfo revolucionario en Rusia y varias tentativas fallidas de la izquierda para hacerse con el poder en Estados europeos suponen un aliciente enorme para mantener vivas las ansias revolucionarias. Los socialistas se debaten entre la colaboración con los republicanos o la apuesta decidida por la revolución.

Por su parte, el PCE es un partido débil, siempre con menos de 20 diputados, pero cuenta con un apoyo decidido de la Internacional Comunista y, gracias a su voluntad revolucionaria, ejerce una influencia creciente sobre sectores de las Juventudes Socialistas.

La coyuntura económica también es desfavorable para la consolidación de la República. La crisis llega a España con retraso, pero afecta al país a partir de 1932: caída de exportaciones, regreso de emigrantes de Francia y otros estados europeos, así como de América, descenso de pedidos a las industrias, etc.

Estos elementos hacen aumentar el paro y crean inseguridad y temor en una coyuntura de cambios políticos y sociales y un profundo enfrentamiento ideológico. El deterioro de la situación económica radicaliza el conflicto político y social. La desconfianza existente hacia el nuevo personal político y el deseo de boicotear el régimen republicano da lugar a que los sectores más ricos del país retiren fondos de los bancos y procuren su traslado al extranjero. Además, las huelgas de contenido económico y político aumentan progresivamente. Su apoyo se va a dirigir primero a la derecha católica y, a continuación, se divide entre esta opción y la derecha radical que apuesta decididamente por la liquidación de la República, de forma que una difícil coyuntura económica desestabiliza una situación política que paulatinamente va deteriorándose.

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