España, 1902-1939, una oportunidad perdida: La Segunda República Española
La Segunda República fue el primer régimen verdaderamente democrático en la Historia de España. Cuando se proclamó, el 14 de abril de 1931, fue recibida con un gran entusiasmo popular y con la esperanza de iniciar un cambio radical que mejorase la vida de los españoles. Sin embargo, poco más de cinco años después, se truncaba la experiencia republicana con un golpe de Estado que provocaría una cruenta guerra civil.
España inició su primera experiencia democrática en 1931, es decir, cuando la oleada democratizadora europea que tanta fuerza había tomado tras la Primera Guerra Mundial estaba en plena crisis, cuando la depresión económica internacional había incrementado la tensión social en todo el mundo y cuando el comunismo, por un lado, y el fascismo, por otro, parecían fórmulas novedosas y prometedoras.
Las condiciones internas de la España de la época tampoco parecían las más adecuadas para que se consolidase la democracia. España era por entonces uno de los países menos desarrollados de Europa, con una exigua clase media y con unos enfrentamientos de clase (especialmente en el campo) muy marcados. Además, en muchas cuestiones como la religiosa, la autonómica o la de los derechos sociales las tensiones eran evidentes.
Junto a todo esto, el papel de algunos de los actores políticos tampoco facilitó la convivencia. Lo grave, en este sentido, no fue sólo la existencia de fuerzas marginales que, como los monárquicos autoritarios, los fascistas o los anarcosindicalistas, rechazaban por completo el juego democrático, sino especialmente la postura de dos partidos mayoritarios como la CEDA o el PSOE. La primera actuó dentro de la legalidad, pero nunca ocultó que su propósito era el establecimiento de un nuevo régimen que (aunque nunca fue definido claramente) tendría un fuerte componente autoritario, muy cercano al fascismo. El PSOE, por su parte, a pesar de haber desempeñado un papel fundamental en el establecimiento de la democracia republicana, la consideraba (al menos un sector importante de este partido) únicamente como una etapa temporal en el camino hacia el triunfo definitivo del socialismo, que exigiría la dictadura del proletariado. Por tanto, la más que dudosa adhesión a los principios de la democracia formal de estas dos formaciones contribuyó a debilitar el régimen republicano.
1. La llegada de la República (1931)
Alfonso XIII había vinculado el destino de su reinado a la dictadura de Primo de Rivera; el final de ésta (enero de 1930) dejaba al rey en una posición muy delicada. En un intento por volver a la normalidad anterior al periodo dictatorial, se convocaron elecciones municipales para el 12 de abril de 1931. Desde el entorno del rey se veían estos comicios como la solución ideal para calmar los ánimos sin poner el peligro el statu quo: unas elecciones municipales no afectaban al gobierno y podían ser fácilmente manipuladas a través de las redes caciquiles.
Sin embargo, la oposición republicana (organizada desde el Pacto de San Sebastián) planteó estas municipales como un plebiscito sobre la monarquía: en caso de una victoria republicana quedaría claro que el país no quería una monarquía. Los resultados electorales daban una mayoría de concejales a los monárquicos, pero los republicanos habían vencido claramente en la mayoría de las ciudades (41 de las 50 capitales de provincia). Esto otorgaba una ventaja “moral” a los republicanos, pues la sombra del caciquismo planeaba sobre los resultados en las zonas rurales. Así lo entendieron los seguidores republicanos que se lanzaron a la calle a proclamar la República y así lo entendió el propio Alfonso XIII quien, desacreditado por el resultado electoral, se negó a utilizar el recurso de las armas y partió hacia el exilio.
De este modo, en medio del entusiasmo popular, el 14 de abril de 1931 se proclamó oficialmente la Segunda República Española. En esta nueva situación, el poder lo asumió un gobierno provisional formado por los firmantes del Pacto de San Sebastián. Este gobierno estuvo presidido por Niceto Alcalá Zamora y formado por republicanos de izquierda y derecha, socialistas y nacionalistas. El gobierno debía dirigir el país hasta que unas nuevas Cortes Constituyentes dieran forma al nuevo régimen. No obstante, el nuevo gobierno tuvo que responder desde un principio al ansia general de reformas. Adoptó las primeras medidas para la reforma agraria, inició reformas laborales, emprendió la reforma militar, aprobó legislación educativa y puso en marcha el Estatuto provisional de autonomía de Cataluña.
El ambiente social, sin embargo, se encrespó inmediatamente. A la vez que la CNT anarquista promovía una amplia campaña de huelgas, los enfrentamientos entre la Iglesia y el nuevo gobierno fueron inmediatos. El sector más conservador de la Iglesia, encabezado por el Cardenal Segura, puso todo tipo de trabas al nuevo ejecutivo. A su vez, el viejo anticlericalismo afloró de nuevo y en mayo de 1931 diversas iglesias y conventos fueron asaltados y quemados. La opinión pública católica se alejó desde un primer momento del nuevo régimen republicano.
Finalmente, en junio de 1931, tuvieron lugar las elecciones a Cortes Constituyentes en un ambiente de relativa tranquilidad. Las urnas dieron una clara mayoría a la coalición republicano-socialista.
La primera y fundamental misión de estas Cortes era elaborar una nueva Constitución. Tras intensos debates, ésta fue aprobada en diciembre de 1931. La Constitución de 1931 tuvo un marcado carácter democrático y progresista, reflejando mayoritariamente las ideas de la coalición republicano-socialista que había ganado las elecciones. Aunque fue aprobada por amplia mayoría, evidenció las profundas discrepancias entre la izquierda y la derecha, sobre todo en lo referente a la cuestión religiosa y autonómica.
Resumen del apartado 1
- Las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 dieron la victoria en las ciudades a los republicanos.
- Estos resultados fueron interpretados como un voto contra la monarquía.
- El rey Alfonso XIII abandonó el país y el 14 de abril se proclamó la II República española.
- El poder lo asumió un Gobierno provisional formado por los firmantes del Pacto de San Sebastián.
- Este gobierno tomó algunas medidas reformadoras y convocó elecciones para junio de 1931.
- En las elecciones ganó la coalición republicano-socialista.
- Las Cortes formadas tras estas elecciones aprobaron en diciembre de 1931 una nueva Constitución que establecía las bases de un régimen democrático y laico, en el que se otorgaban amplios derechos y libertades a los ciudadanos (incluido, por primera vez, el derecho al voto para la mujer) y dejaba abierta la posibilidad de diseñar un Estado descentralizado.
2. Un periodo de reformas (1931-1933)
La tensión en los debates constitucionales demostró que la gobernabilidad en la coalición republicano-socialista no iba a ser sencilla. Las diferencias entre PSOE y Partido Radical (los dos grandes partidos del Parlamento) eran tan grandes que se optó por Manuel Azaña, representante de un pequeño partido como Acción Republicana, como jefe de gobierno. Alcalá Zamora, por su parte, quedó como Presidente de la República, el cargo de mayor relevancia institucional, aunque con un poder efectivo limitado.
Azaña dirigió, desde octubre de 1931 a 1933, un gobierno formado por republicanos de izquierda y socialistas. Este periodo, conocido como Bienio Reformista, se caracterizó por la puesta en marcha de una serie de reformas de gran envergadura que tenían como objetivo principal la modernización del país. Como verás, la falta de tiempo y recursos económicos y la oposición de poderosos sectores sociales impidieron en muchos casos el éxito completo de estas reformas.
Resumen del apartado 2
- Entre octubre de 1931 y 1933 se produjo el periodo conocido como Bienio Reformista.
- En él, un gobierno presidido por Manuel Azaña y formado por republicanos de izquierda y socialistas, emprendió una serie de ambiciosas reformas para transformar España.
- Se intentaron reformas en el ámbito agrario, militar, educativo, religioso, laboral y territorial.
- La falta de tiempo y recursos económicos, así como la oposición de poderosos sectores sociales, impidió el éxito de la mayoría de estas reformas.
3. Enemigos a derecha e izquierda
Las reformas emprendidas en el Bienio Reformista polarizaron la vida política española y el gobierno republicano se encontró con una fuerte oposición que venía de frentes opuestos:
- Los sectores más conservadores mostraron su resistencia y oposición a las reformas del gobierno, especialmente en la cuestión agraria y religiosa, y comenzaron a organizarse en torno a la derecha monárquica y a nuevas organizaciones autoritarias.
- Los trabajadores mostraron su desencanto ante la lentitud y la timidez de algunas reformas emprendidas por el gobierno (especialmente en la vital cuestión agraria) y en un contexto de creciente desempleo y crisis económica aumentó su apoyo a los sectores más radicales de las organizaciones obreras.
Tras superar la desorientación vivida con la proclamación de la República, la derecha comenzó a reorganizarse. La política laicista impulsada por el gobierno obligó a la Iglesia a moverse para promover un partido que representase a la derecha católica. Así, en 1932, se creó la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), partido dirigido por José María Gil Robles. La religión, la familia y la propiedad eran las bases ideológicas de este partido. La CEDA se convirtió rápidamente en el partido mayoritario de la derecha española; se mantenía dentro de la legalidad, pero nunca mostró un compromiso claro con el régimen republicano.
Otros partidos de derecha, por su parte, plantearon desde un primer momento la necesidad de acabar con la República. Los alfonsinos fundaron Renovación Española, partido liderado por Calvo Sotelo, que defendía abiertamente la necesidad de un golpe de Estado. Este partido acabaría integrándose en el llamado Bloque Nacional. Además, se crearon dos partidos de corte fascista en esta época: la JONS (fundada en 1931) y Falange Española (fundado por José Antonio Primo de Rivera en 1933). Ambos acabarían uniéndose a principios de 1934, formando Falange Española y de las JONS.
Junto a todo esto, el régimen republicano tenía que vigilar las intentonas golpistas de un sector del ejército claramente contrario a la República. El más destacado de ellos fue el protagonizado por el general Sanjurjo, quien en 1932 intentó un golpe de Estado que fracasó.
En medio de esta situación se produjeron los terribles sucesos de Casas Viejas (Cádiz). En enero de 1933, miembros de la CNT protagonizaron una insurrección en este pueblo de la sierra gaditana; la Guardia Civil entró en el pueblo disparando e incendió la casa en la que se refugiaban alguno de estos dirigentes. En el incendio murieron seis personas y, posteriormente, la Guardia Civil arrestó y fusiló a otros 12 jornaleros. Estos sucesos conmocionaron a la opinión pública española, suponiendo un duro golpe para el prestigio de Azaña. Esto, unido a las propias diferencias internas en el gobierno, provocó el final del gobierno azañista y la convocatoria de unas nuevas elecciones para noviembre de 1933.
Resumen del apartado 3
- Las reformas emprendidas durante el Bienio Reformista contaron con la oposición tanto de la derecha como de la izquierda obrera.
- Para los conservadores, las reformas eran excesivas, pues atentaban contra algunos de los elementos básicos de su ideario: la religión, la propiedad, la unidad de España.
- La derecha católica aglutinó a sus seguidores en torno a un gran partido: la CEDA.
- Además, se crearon partidos de extrema derecha como el Bloque Nacional y Falange Española de las JONS.
- Para las organizaciones obreras, las reformas eran demasiado tímidas y lentas.
- Se produjeron numerosas huelgas y protestas.
- Algunas de ellas, como los sucesos de Casas Viejas, acabaron con fallecidos.
- Estos hechos, más el desgaste sufrido durante todo el periodo, provocaron el final del gobierno de Azaña y la convocatoria de elecciones en noviembre de 1933.
4. Un giro conservador (1933-1936)
Las elecciones de noviembre de 1933, las primeras en las que pudo votar la mujer, fueron ganadas por los partidos de centro-derecha. Los dos partidos más votados fueron la CEDA, liderada por Gil Robles y con un programa que proponía la revisión de la Constitución y de la legislación social, y el Partido Radical de Alejandro Lerroux, cada vez más conservador. Mientras que la izquierda se había presentado a estos comicios dividida y los anarquistas habían hecho campaña por la abstención, la derecha acudió mucho más organizada que en 1931, lo que facilitó su triunfo.
Ante la desconfianza que le generaba el escaso compromiso republicano de Gil Robles, el presidente de la República encargó formar gobierno a Alejandro Lerroux, que creó un gabinete compuesto exclusivamente por miembros de su partido, aunque contaba con el apoyo parlamentario de la CEDA.
El problema en estos momentos era que las posiciones estaban cada vez más enfrentadas. El viraje conservador llevado a cabo por el gobierno de Lerroux, unido a la decepción por la derrota en las elecciones, provocó la radicalización del PSOE. En el partido mayoritario de la izquierda española se fueron imponiendo las tesis de Largo Caballero frente a las de los más moderados como Indalecio Prieto. Éste consideraba que, una vez asentada la República y ante la paralización de las reformas, era necesario dar un paso más, abogando por una revolución de los trabajadores.
La CEDA, por su parte, había lanzado durante la campaña electoral mensajes poco tranquilizadores para los republicanos: los guiños al fascismo y a la creación de un nuevo régimen aparecían más de una vez en los mítines del líder cedista José María Gil Robles.
En este contexto, la CEDA, que había sido el partido más votado en las elecciones de 1933, aumenta su presión para entrar en el gobierno. Finalmente, el 4 de octubre de 1933, Lerroux nombra a tres ministros de la CEDA. Este hecho es considerado por las izquierdas y los nacionalistas catalanes como un ataque a la República, y las reacciones no se hacen esperar, iniciándose la llamada Revolución de Octubre de 1934.
En Cataluña, el presidente de la Generalitat, Lluis Companys, no reconoce al nuevo gobierno y declara el Estado catalán hasta que se resuelva la situación.
Al mismo tiempo, la UGT y el PSOE habían declarado una huelga general como protesta por el nombramiento de los ministros cedistas. La descoordinación de las distintas fuerzas de izquierda provocó el fracaso de la huelga en casi toda España. Únicamente en Asturias, donde las izquierdas sí que aparecieron coordinadas (se sumaron también la CNT y el PCE) el movimiento huelguista triunfó, tomando un cariz revolucionario.
El balance de la Revolución de Octubre de 1934 fue terrible: además del millar de muertos y el doble de heridos, dejó tras de sí una importante fractura política. Hubo alrededor de treinta mil detenidos, entre ellos gran parte de la oposición política: Companys, los principales dirigentes del PSOE como Prieto o Largo Caballero, e incluso Azaña, que no había apoyado el levantamiento. Además, la reacción del gobierno de derechas fue el endurecimiento de su política: se suspendió el estatuto de autonomía de Cataluña y se redactó una nueva Ley de Reforma Agraria, que en la práctica era una verdadera contrarreforma.
Pese a todo, la caída del gobierno de Lerroux llegó por sus propios problemas internos. Las diferencias entre el Partido Radical de Lerroux y la cada vez más extremista CEDA eran evidentes. Un ejemplo de la orientación de la CEDA fueron los nombramientos que hizo Gil Robles, como nuevo ministro de Defensa. Militares claramente contrarios a la república y la democracia fueron designados para puestos clave en la estructura del Ejército. Franco, por ejemplo, fue nombrado jefe del Estado Mayor.
La crisis definitiva vino con un escándalo de corrupción, el escándalo del Estraperlo, que afectó a altos cargos gubernamentales. Lerroux y el Partido Radical cayeron en un descrédito total. La aparición de nuevos escándalos precipitó el fin de la legislatura y la convocatoria de nuevas elecciones a Cortes en febrero de 1936.
Resumen del apartado 4
- Las elecciones de noviembre de 1933 fueron ganadas por los partidos de centro-derecha, siendo la CEDA y el Partido Radical los partidos más votados.
- El encargado de formar gobierno fue Lerroux, pues Alcalá Zamora no se fiaba del compromiso republicano de Gil Robles.
- El gobierno de Lerroux se dedicó a paralizar todas las reformas emprendidas en el bienio anterior por el gobierno de Azaña.
- Tanto el PSOE, por la izquierda, como la CEDA, por la derecha, fueron radicalizándose cada vez más.
- Cuando Lerroux nombró a tres ministros de la CEDA, el PSOE y la UGT llamaron a una huelga general, que tomó tintes revolucionarios.
- Por su parte, en Cataluña, la Generalitat presidida por Companys también se rebeló contra el nuevo gobierno.
- La huelga promovida por el PSOE y la UGT fracasó en casi toda España; sólo triunfó en Asturias, donde, con ayuda de anarquistas y comunistas, se convirtió en una revolución.
- La represión del gobierno ante este levantamiento fue durísima: más de un millar de muertos, el doble de heridos y numerosos líderes políticos detenidos.
- Finalmente, Lerroux se vio obligado a dimitir en 1935 por el escándalo del estraperlo.
- Se convocaron elecciones para febrero de 1936.
5. Se avecina la catástrofe (1936)
La represión desatada tras el fracaso de la Revolución de Octubre fortaleció la unidad entre las distintas tendencias de la izquierda. En torno a la campaña organizada para conseguir la amnistía de los presos políticos encarcelados tras estos sucesos, se fue tejiendo una coalición entre todas las fuerzas de izquierda. Así se formó la coalición del Frente Popular, formada por los partidos republicanos de centro-izquierda (como Izquierda Republicana de Manuel Azaña) junto al PSOE, el PCE e, incluso, el apoyo de los anarquistas de la CNT.
Tras las elecciones se formó un gobierno presidido por Manuel Azaña. Pese a ser el partido más votado, el PSOE no formó parte de este gobierno, aunque lo apoyó en el Parlamento. El nuevo gobierno reanudó la labor reformista del primer bienio: se reactivó la reforma agraria, se impulsó la enseñanza pública, se restableció la autonomía de Cataluña, se amnistió a los presos de la Revolución de Octubre…
Sin embargo, la labor de este nuevo gobierno era prácticamente imposible en un clima de creciente tensión social. Los sectores más conservadores reaccionaron negativamente al restablecimiento de las medidas reformadoras; por su parte, los partidos y sindicatos de izquierda alentaron las ocupaciones de tierras y las huelgas. Lo peor es que, posiblemente, fueron algunos líderes políticos como Largo Caballero, entre la izquierda, y José Calvo Sotelo, en la derecha, los que más contribuyeron a radicalizar las posiciones y a extender el enfrentamiento político a la calle.
La violencia política alcanzó tintes dramáticos. La Falange, cuyo líder, José Antonio Primo de Rivera, había hablado de la necesidad de «la dialéctica de los puños y las pistolas», recurrió de manera contundente a la violencia callejera, formando patrullas de pistoleros fascistas contra los líderes izquierdistas. También desde la izquierda radical se recurrió a la violencia, mientras el gobierno daba la sensación de no atajar correctamente esta compleja situación.
Resumen del apartado 5
- Las elecciones de febrero de 1936 fueron ganadas por la izquierda, que acudió unida en la coalición del Frente Popular.
- El nuevo gobierno intentó reactivar las medidas reformadoras del primer bienio republicano, pero la situación era muy compleja por la creciente conflictividad social: tanto la derecha como la izquierda radicalizaron sus posturas.
- El enfrentamiento político se trasladó a las calles, con asaltos y asesinatos de carácter político.
- La Falange, por ejemplo, formó grupos de pistoleros para atentar contra los líderes izquierdistas.
- Los sectores conservadores del ejército aprovecharon este clima de tensión social para dar forma a un golpe de Estado que llevaban planeando desde la victoria de la izquierda en las elecciones.
- Finalmente, el 17 de julio se produjo la sublevación militar. Su fracaso en amplias zonas de España desencadenó la Guerra Civil.