El Auge y Caída de un Gobierno Reformista
El intelectual madrileño tocaba el punto más alto de su carrera política; era el jefe de un Gobierno que construía escuelas, sujetaba a los militares y reforzaba los vínculos de Cataluña con la República. En el País Vasco, el verdadero espíritu autonomista solo existía en las filas del nacionalismo; para los socialistas y republicanos, el Estatuto de Autonomía era un asunto menor, siempre supeditado a la consolidación de la República. Nacionalistas y tradicionalistas sacaron adelante en 1931 un proyecto, el Estatuto de Estella, aprobado mayoritariamente por los ayuntamientos de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y Navarra, que fue rechazado por su carácter confesional por el resto de fuerzas políticas y por el Gobierno central.
La Coyuntura Económica
Debido a su atraso económico, España tardó algo más que otros países europeos en acusar el golpe de la crisis de 1929. Los vínculos de España con los países europeos se limitaban a la exportación de minerales y productos agrícolas, por lo que de las mesas europeas dependían en gran parte las entradas de oro y divisas con las que poder pagar luego las importaciones.
La depresión económica mundial originó una brutal caída de las exportaciones y una parecida disminución de las compras que frenaría el ritmo de mecanización del país, por lo que la República tuvo que soportar una constante evasión de capitales y los trastornos de la devaluación de la peseta. El paro no cesaba de crecer, hasta alcanzar la cota de los 650.000 desocupados en 1933. Empujados por la crisis, retornaban en masa los emigrantes que habían perdido su empleo.
El Gobierno republicano desarrolló un programa económico procurando huir de los excesos y manteniendo una actuación austera. Los ministros de Obras Públicas continuaron el plan de carreteras de Primo de Rivera (para crear empleo) mientras Prieto, en Hacienda, llevó a cabo una reforma fiscal que introducía el impuesto sobre la renta. Al mismo tiempo, la reforma del Banco de España supuso un mayor control del Estado sobre la política monetaria.
La Conflictividad Social
España necesitaba una profunda reforma agraria, pero esa reforma requería de tiempo, pero los campesinos no estaban dispuestos a esperar más. De ahí que la conflictividad fuera en aumento, manifestando la tensión acumulada por los acontecimientos políticos, el desengaño de los proletarios y la intransigencia de los patronos, reacios a cualquier reforma.
Firmes partidarios de la acción directa y la revolución social, los sindicatos anarquistas comprendieron desde el primer momento que sus aspiraciones no podían triunfar dentro de la legalidad de una república burguesa. Numerosas huelgas y ocupaciones de tierras llevaban el sello de la CNT que provocaba a la República y la obligaba a responder con duras medidas policiales. Los continuos desórdenes públicos no solo deterioraban la imagen y los gobiernos de Azaña, sino que debilitaban su autoridad y alimentaban la propaganda de los enemigos de la República.
Uno de los más graves enfrentamientos con las fuerzas de orden público tuvo lugar el 12 de enero de 1933 en la localidad gaditana de Casas Viejas, donde jornaleros anarquistas proclamaron el comunismo libertario, sitiando el cuartel de la Guardia Civil. Intervino la Guardia de Asalto, que aplastó el levantamiento después de fusilar a sangre fría a catorce campesinos. La matanza causó estupor en la opinión pública, encolerizada. Además, el sindicato anarquista CNT cayó en manos de su grupo más radical, la FAI, en tanto que la UGT socialista marginaba a los moderados en beneficio de las teorías revolucionarias de Largo Caballero.
La Reacción de las Derechas
La derecha católica explotaba el anticlericalismo de la República para organizar un poderoso movimiento de masas de muy diversa procedencia social. La supresión de la Compañía de Jesús en enero de 1932 o la restrictiva Ley de Congregaciones Religiosas del año siguiente produjeron una fuerte conmoción entre los católicos, que buscaron unir sus fuerzas para cambiar, desde la lucha legal, el rumbo del gobierno de Azaña. De la movilización católica nació en 1933 la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), bajo el liderazgo de José María Gil Robles, con la finalidad de reformar la Constitución republicana, sobre todo en las materias concernientes a la religión y la enseñanza.
La Extrema Derecha
Más a la derecha de la CEDA se encontraban otros grupos. Los monárquicos confiaban en la preparación de un golpe de Estado más eficaz, para lo que resultaba necesario hacer propaganda dentro del ejército. Los ultra monárquicos se habían separado de Gil Robles y habían fundado Renovación Española, cuyos promotores, Antonio Goicoechea y José Calvo Sotelo, sostenían que el problema de España solo podía resolverse fuera de las vías legales y con el apoyo de los movimientos autoritarios que triunfaban en Europa (fascismo y nazismo).
El carlismo se reorganizó, y con ideólogos como Víctor Pradera, derivó en un movimiento nacionalista de ultraderecha, la Comunión Tradicionalista, dispuesto a desarrollar una estrategia con los monárquicos alfonsinos en su lucha contra la República. En el ambiente estudiantil de clase media surgieron los primeros grupos fascistas, a semejanza de distintos movimientos autoritarios en Europa. Falange Española fue fundada en octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera. Contraria al liberalismo y al marxismo, la Falange se manifestaba decididamente contraria a la República democrática y defensora de un firme nacionalismo español “dialéctica de los puños y las pistolas” como dijera su líder. Por su ideario nacionalista, afán de reformas sociales y anticomunismo, el movimiento de José Antonio arrastraría pronto a la juventud universitaria derechista. Otro partido ultraderechista fue JONS, liderado por Ramiro Ledesma.