La Segunda República y la Guerra Civil en Euskal Herria (1931-1939)

La Segunda República y las Reformas (1931-1936)

La década de los 30 fue una de las etapas más conflictivas de la Historia Contemporánea española. En lo económico, la república intentó transformar las estructuras agrarias. En el ámbito político, se puso en marcha el proceso de democratización y se agudizó el conflicto entre fuerzas políticas. El principal objetivo de la república fue modernizar el Estado, para lo cual era imprescindible elaborar una Constitución democrática. Además, la reforma del ejército, la limitación del poder de la Iglesia católica, la renovación de la educación, la distensión de las tensiones planteadas por los partidos nacionalistas y la reforma laboral fueron los otros pilares de la república.

El pacto de San Sebastián se firmó el 17 de agosto de 1930, con la intención de preparar la transición hacia la república. Este pacto dio lugar a dos corrientes: la corriente revolucionaria y la corriente política. Los monárquicos obtuvieron más concejales en el conjunto de España, pero los republicanos consiguieron la mayoría en las capitales de provincia. Como consecuencia de la industrialización, España se había convertido en un país urbano y, en consecuencia, la fuerza del republicanismo era notoria. El Conde de Romanones, convencido de que las elecciones fueron una clara expresión contraria a la monarquía, recomendó al rey abandonar España y negoció con el Consejo revolucionario el traspaso de poder. Finalmente, y una vez sabido que el general Sanjurjo no lucharía por defender la monarquía, Alfonso XIII se dirigió al exilio.

El 14 de abril de 1931, Niceto Alcalá-Zamora proclamó la Segunda República española y el Consejo revolucionario se convirtió en el gobierno provisional. El objetivo fundamental del gobierno provisional era formar las Cortes constituyentes, pero se iniciaron una serie de reformas para hacer frente a algunos problemas: la organización del Estado, el problema agrario, la educación y el orden público.

La proclamación de la república tuvo repercusión en todos los ámbitos de la vida. Pero, entre todas, la respuesta de la Iglesia católica fue una de las más importantes. El 28 de junio se celebraron dichas elecciones con una gran participación y, por primera vez en España, tres mujeres entraron en las Cortes. En las nuevas Cortes destacaba la presencia de dos partidos: el Partido socialista y el Partido Republicano Radical. El 14 de julio se abrieron las Cortes. Julián Besteiro fue elegido presidente de la Cámara. Su tarea principal era elaborar una nueva Constitución y con esa intención crearon una comisión. Esta comisión tenía el mandato de redactar la primera Constitución republicana de España. El 9 de diciembre de 1931, las Cortes de la República aprobaron el texto constitucional.

Las Cortes estaban constituidas por una sola Cámara, el Congreso, ya que el Senado fue eliminado. El poder de las Cortes aumentó en el ámbito legislativo y la actuación del gobierno quedó bajo su control. Los temas que produjeron más discusiones fueron tres: la Iglesia, las autonomías y el derecho a voto de las mujeres. En este último caso, resulta interesante conocer qué pensaban los diputados y, especialmente, las mujeres diputadas. Clara Campoamor se presentó en todo momento a favor del voto de la mujer y, aunque resulta curioso, entre quienes se oponían a ese voto estaban las otras dos mujeres, ambas de izquierdas, Victoria Kent y Margarita Nelken.

A lo largo del bienio reformista, e incluso antes de aprobar la Constitución, se impulsaron reformas que pretendían renovar y transformar la estructura de España. El gobierno provisional había iniciado una serie de reformas que el gobierno de Azaña desarrolló. Su objetivo era transformar la estructura de España y también llevar la reforma a todos los sectores: la reforma de la educación, la reforma militar y la reforma agraria. Las elecciones se celebraron en noviembre. Las elecciones las ganó la CEDA y el Partido Radical de Lerroux.

En este bienio se distinguen dos etapas: la del gobierno radical, desde noviembre de 1933 al otoño de 1934; la del gobierno radical-cedista, de octubre de 1934 a febrero de 1936. En algunos sectores, las reformas iniciadas en el bienio anterior se interrumpieron o se suspendieron. Además, las Cortes aceptaron algunas leyes para ayudar a la iglesia y el gobierno dio un importante impulso al ejército. En lo referente a los Estatutos de Autonomía, el bienio radical-cedista no aceptó ningún Estatuto.

A partir de la primavera de 1934, la situación social se tensó profundamente. El ascenso del nazismo en Alemania produjo miedo en algunos sectores sociales; el PSOE estaba listo para tomar el poder por la fuerza, pues estaba convencido de que algunas fuerzas políticas estaban determinadas a destruir la República, y el PSOE ordenó difundir el llamamiento a una huelga general. El objetivo era éste: llamar a la huelga general para que después se uniesen a la revuelta las fuerzas militares. Lo ocurrido en Asturias fue completamente diferente. Allí, los días 5 y 6 de octubre estalló la revolución. En las cuencas mineras de Asturias los sindicalistas ocuparon los cuarteles de la Guardia Civil, controlaron las ciudades de Avilés y Oviedo y también la fábrica de cañones de Trubia. Los servicios públicos, los transportes, el abastecimiento, la producción… Para controlar la situación el gobierno llamó a Franco.

El Frente Popular ganó las elecciones convocadas el 16 de febrero de 1936. A decir verdad, la diferencia total de votos no fue muy marcada, pero el sistema electoral le proporcionó una mayoría holgada en el reparto de escaños. El gobierno puso en marcha de nuevo las reformas del primer bienio y cambió el cargo de algunos militares, pero los rumores de un golpe no desaparecieron, siendo Mola el principal organizador. Desde que el Frente popular ganó las elecciones muchos miembros del Ejército iniciaron la conspiración cuyo resultado fue el golpe de Estado. Una serie de acontecimientos ocurridos ese año adelantaron el levantamiento.

La Segunda República y la Guerra Civil en Euskal Herria (1931-1939)

Las elecciones del 12 de abril de 1931 trajeron la República. La coalición republicano-socialista consiguió la victoria en las ciudades industriales del norte de Euskal Herria. En lo referente al nacionalismo vasco, el PNV llegó al comienzo de la República tras una importante escisión. En la dictadura se habían promulgado leyes contra la secesión y eso conllevó la detención de algunos políticos vascos. En ese contexto, el nacionalismo vasco cambió de orientación y se centró en impulsar el euskara y las actividades relacionadas con la cultura vasca.

La división en las fuerzas políticas vascas era patente: por un lado, los partidos de derecha querían reanudar el canovismo; el nacionalismo, en cambio, se unió en 1930, basado en principios etnicistas y católicos. A lo largo de la Segunda República el nacionalismo vasco pasó de ser una fuerza política dividida a ser la primera fuerza política. En lo referente a los partidos de la derecha, es necesario diferenciar entre el tradicionalismo históricamente arraigado y otras opciones de la derecha. La implantación de la CEDA fue muy pequeña. Los partidos más radicales contrarios a la República, por ejemplo, el Partido Nacional Español, no consiguieron representación. En lo que respecta a la Falange, su implantación fue muy reducida, las JONS tuvieron unos grupos pequeños en Bilbao y algo similar ocurrió con el partido monárquico Renovación Española. En el ámbito de la derecha el Tradicionalismo fue de gran implantación.

En el republicanismo vasco, el Partido Republicano Radical Socialista fue el más importante y tuvo implantación en las tres provincias. El Partido Radical de Lerroux se asentó bastante tarde en Euskadi y tuvo su mayor influencia en Bizkaia. En Araba y Gipuzkoa apareció también tarde. En lo referente a la izquierda, el PSOE en el ámbito político, y la UGT en el sindical fueron las organizaciones más fuertes en el período 1931-1936.

Como consecuencia de la pérdida de los fueros vascos en 1876, el nacionalismo vasco se centró en reivindicar un estatuto de autonomía. Este proporciona un poder subordinado al poder del Estado pero que posibilita actuar en libertad en algunos ámbitos, dentro de los límites precisados en ese estatuto. El estatuto de autonomía es el tema clave que atraviesa la política vasca durante este período.

Al acabar la Primera Guerra Mundial el nacionalismo vivió un gran ascenso, tanto en Euskadi como en Cataluña. La consecución de Estados por parte de los movimientos nacionalistas del Este de Europa y los 14 puntos del presidente Wilson sin duda fueron decisivos en ese ascenso. La proclamación de la Segunda República dejó las puertas abiertas para poner en marcha nuevamente el proyecto.

El Estatuto de Estella-Lizarra

El 17 de abril de 1931, José Antonio Agirre convocó una asamblea de alcaldes y concejales de Bizkaia en Gernika. El objetivo de la asamblea era conseguir la autonomía. El estatuto fue aceptado en junio, en Estella-Lizarra. En septiembre se presentó el proyecto en las Cortes y fue rechazado.

El Estatuto de las Gestoras

Después de disolver las diputaciones, el gobierno encargó a las Gestoras la redacción de un nuevo proyecto de Estatuto. En comparación con el anterior, se reducían algunas competencias y se encuadraba dentro de los límites establecidos por la Constitución. El carlismo y el tradicionalismo navarrista no lo aceptaron por el carácter laico del texto. En noviembre de 1932 se celebró el referéndum.

El bienio radical-cedista fue complicado en Euskadi. El año 1934 quedó interrumpida la vía para conseguir el Estatuto. En verano, como consecuencia del problema del estatuto del vino, muchos concejales fueron encarcelados y en octubre, la llamada revolución de octubre tuvo su impacto en Euskadi: se convocó la huelga general y ésta se extendió por el país.

Los días 17 y 18 de julio empezó la guerra, como consecuencia del golpe de Estado impulsado por Franco. A pesar de todo, el proceso de elaboración del Estatuto continuó. El comienzo de la guerra civil como consecuencia del fallido golpe de Estado acarreó el fracaso de la República y la división de Euskal Herria.

Araba

Araba quedó rápidamente bajo el control de los rebeldes. El día 19 de julio, encabezados por el teniente Alonso de Vega ocuparon el gobierno civil sin apenas resistencia. La izquierda convocó una huelga general para el día 20.

Gipuzkoa

En Gipuzkoa la situación fue distinta. Mola había dejado fuera de la conspiración a Carrasco Amilibia, comandante militar de San Sebastián. Envió a Muslera para dirigir la sublevación y se produjeron los primeros tiroteos. Los miembros del Frente Popular saquearon los arsenales y la Guardia Civil y la Guardia de Asalto se mantuvieron fieles a la República.

Bizkaia

En Bizkaia el golpe de Estado fracasó. Las tropas no salieron del cuartel de Garellano y los militares implicados en la conspiración fueron detenidos allí mismo.

Mientras ocurría todo esto, el 1 de octubre las Cortes de Madrid aceptaron el estatuto vasco, se formó el primer Gobierno Vasco, en Gernika. El jefe de gobierno fue Aguirre. El primer gobierno vasco fue un gobierno provisional pero su labor legislativa fue inmensa. Los departamentos principales quedaron en poder del PNV y fueron los que promulgaron más documentos y elementos legislativos. Se creó la “Ertzaña” para mantener el orden público y se creó la Universidad Vasca. La ikurriña se tomó como símbolo de Euskadi.

En 1937 las tropas franquistas atacaron Bizkaia. El 5 de marzo se produjo la batalla del cabo Matxitxako, en la que venció el buque franquista. Ese mismo mes bombardearon Durango. El Pacto de Santoña supuso el fin de la guerra civil en Euskadi. Los nacionalistas y las tropas italianas firmaron allí el acuerdo de rendición.

acuerdo de rendición.

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