La Sociedad Española en el Siglo XIX: Del Estamentalismo a la Sociedad de Clases
La Nueva Estructura de la Sociedad
Con la muerte de Fernando VII se inicia el proceso de sustitución de la sociedad estamental del Antiguo Régimen. Ahora todos los individuos eran iguales por naturaleza y aspiraban a la felicidad. El signo del éxito de conseguir la felicidad era la propiedad de bienes, de manera que se iría formando una pirámide social en la que se asciende o desciende según méritos propios, ya que están ausentes de privilegios jurídicos, a diferencia del Antiguo Régimen. La propiedad sería el requisito para tener derechos políticos, regulados por sufragio censitario. Poder votar o no era la primera distinción de esta nueva clase social, donde unos tenían más derechos que otros.
Las Clases Dirigentes
La Alta Burguesía
Aprovechó la llamada de la corona para ascender al poder y construir un Estado a su medida. Se identificó con la aristocracia, siendo una burguesía “aristocratizante” que pretendía ennoblecerse. Isabel II concedió muchos títulos nobiliarios a personajes destacados.
La Aristocracia
La mentalidad nobiliaria fue el motor externo que avivó los movimientos ascensionales de la burguesía dentro de la pirámide social. La nobleza era una élite asociada a la burguesía con gran poder e influencia política. Por otra parte, su poder económico permanecía intacto. Por su reputación social, esta nobleza fue tratada con consideración por la nueva oligarquía liberal.
La Iglesia
En 1845 la Iglesia ya participaría, de manera moderada en todos los sentidos, en el Senado. La desamortización de sus bienes había servido para que se incorporara a la nueva realidad liberal. Había perdido poder político y pasó a depender económicamente del estado.
El Ejército
La victoria de la Primera Guerra Carlista les había proporcionado seguridad en sí mismos y una desconfianza radical hacia los civiles que se dedicaban a la política y solucionaban asuntos “insustanciales”. Así que se sentían más monárquicos constitucionales, más que liberales, y llamados a mantener el orden social como medio imprescindible de defender la libertad, lo que los llevó a participar en los gobiernos, y así comenzó el “régimen de los generales”, aceptado por la burguesía y clases medias.
Las Clases Medias
Estas gentes de todo tipo procedían de una clase media acomodada que compartía un sentimiento común que los contraponía inmediatamente a los demás grupos. Representando las clases acomodadas, proclamaron en el Senado la necesidad de orden y de paz para los negocios de la nueva economía y para frenar los planteamientos “populares” del Congreso. Generalmente se encontraban en un sector que a veces quedaba fuera del censo pero en ocasiones tenían ese derecho.
La Pequeña Burguesía
Es el núcleo principal de las clases medias que defienden la propiedad privada, los derechos individuales, la participación política y la nueva economía. Se veían como gente capaz de acceder a la riqueza o desempeñar cargos políticos. La mayoría eran propietarios de medianos y pequeños negocios de clase media.
Las Clases Bajas: Campesinos y Proletarios
Dentro de este estrato social existían diferentes niveles, siendo el más bajo el proletariado. Las masas populares fueron manipuladas por las clases medias y altas, y tras la Guerra de la Independencia quedaron sumidos en un silencio e inamovilidad otorgado por la ideología liberal.
Pero en este estrato inferior había dos grupos diferenciados: el rural y el urbano. El campesinado vivía retrasado respecto a las innovaciones provenientes de las ciudades. El desfase entre la sociedad urbana y la rural era total, con una gran diferencia numérica.
El Nacimiento del Movimiento Obrero
La proporción de esta población era ínfima, pero en constante crecimiento. La situación de estos barrios era terrible, un foco seguro de enfermedades como la tuberculosis y el cólera, que provocaron catastróficos efectos. Quienes encontraban trabajo se sometían a jornadas de 12 a 14 horas en condiciones pésimas y sin apenas descanso. Trabajaban tanto hombres como mujeres y niños con unos salarios muy bajos que apenas permitían una pobre alimentación. Además existían enfermedades venéreas y alcoholismo, y el analfabetismo era general. Desde los años 30 se incorpora el vapor a las fábricas y se inicia la mecanización, lo que reduce los puestos de trabajo. Ante esto aparece el ludismo, un importante movimiento de destrucción de la maquinaria. Más tarde aparecen la formación de sociedades de ayuda mutua y la difusión de las ideas de los socialistas utópicos. En 1839 el gobierno permite la creación de sociedades obreras, que en un principio pretendían defender los salarios, pero los moderados prohibieron sus demás peticiones y la mayoría pasó a la clandestinidad. A raíz de los disturbios de 1848 comenzaron a relacionarse las reivindicaciones obreras con las ideas democráticas y republicanas. En 1849 algunos participan en la fundación del Partido Demócrata. En adelante el movimiento obrero se politizó abiertamente y sus dirigentes pasaron a apoyar al partido demócrata y a los republicanos.
La I Internacional en España
Tras la Gloriosa en 1868, la economía española creció progresivamente. La detención del proceso revolucionario trajo dos consecuencias: la separación definitiva del movimiento obrero de los demócratas y republicanos y la implantación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT). En 1868 llegó a España Giuseppe Fanelli para organizar la sección española de la Internacional sobre unas bases anarquistas. En 1871 sobrevino la insurrección de la Comuna de París, y el impacto de la revolución supuso que España tomase medidas represivas contra la AIT. En noviembre de ese año llegó a Madrid Paul Lafargue, partidario de Marx, con unos focos anarquistas en Barcelona y socialistas en Madrid. La proclamación de la República provocó manifestaciones y huelgas y Barcelona actuó para el movimiento obrero español, así como el momento de asimilación de las corrientes ideológicas del mundo obrero europeo.