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En 1829 Fernando VII contrajo matrimonio con Mª Cristina de Nápoles. En 1830 nacíó su hija, Isabel. Antes de la muerte del rey (1833), Se desencadenó una lucha entre los carlistas (radicales absolutistas) y absolutistas Moderados partidarios de Mª Cristina e Isabel. La reina se vio obligada a Apoyarse en los liberales más moderados.
El conflicto se debía a la confusión sobre la sucesión al trono.
Las leyes de
Partidas, vigentes en Castilla durante la Edad Media y bajo la monarquía de los
Habsburgo, permitían el acceso al trono a las mujeres, aunque daban preferencia
Al varón, pero fueron derogadas por la ley
Sálica con la llegada de los
Borbones a España en el Siglo XVIII. Sin embargo, en 1789, fueron restituidas por
Carlos IV mediante una Pragmática Sanción, votada en Cortes, pero no publicada,
Lo que le impedía entrar en vigor. Esta situación hizo que tanto los carlistas como
Los partidarios de Isabel se consideraran con legítimos derechos. En 1833, al
La muerte del rey, Isabel fue reconocida como heredera y su madre asumíó la
Regencia. Los carlistas no aceptaron la situación y desencadenaron una guerra
Civil.
El carlismo no Sólo fue un movimiento de reivindicación dinástica, sino que tuvo un fuerte Contenido ideológico y de clase. Entre los carlistas estaban los absolutistas Más radicales y reclamaban el “legitimismo” (la defensa del derecho sucesorio Masculino) y la “alianza del Altar y el Trono”. En el carlismo se incluía una Parte de la nobleza y miembros ultraconservadores de la administración y del Ejército, a los que se les uníó la mayor parte del bajo clero y una parte del Campesinado, así como importantes sectores del artesanado.
Por otro lado estaba el problema de los fueros.
Tras la Guerra de Sucesión, con
Los Decretos de Nueva Planta, tanto Aragón como Cataluña habían perdido sus
Fueros y aceptado las leyes castellanas. Navarra y el País Vasco, gracias al
Apoyo dado al candidato Borbón, conservaron los suyos. El carlismo, al apoyar
La restauración de los fueros tradicionales, triunfó en las zonas donde existía
Una preocupación por la cuestión foral, tanto por miedo a perder los fueros (Navarra,
País Vasco), como por interés en recuperarlos (Aragón, Cataluña), especialmente
En las zonas rurales, donde mayor era el descontento con las nuevas formas de
Vida de las ciudades ligadas a la industria y al comercio. Por su carácter
Rural, el carlismo no consiguió el apoyo de los ilustrados que veían el
Liberalismo como un sistema político más apropiado para sus intereses y su modo
De vida. La mayoría de las ciudades eran liberales (Bilbao, San Sebastián,
Pamplona y Vitoria).
En la primera guerra (1833-1839), el bando “cristiano” en torno a la regente María Cristina e Isabel, Tuvo el respaldo de los moderados absolutistas y reformistas; los liberales, Que veían en él la única posibilidad de transformar el país; generales y el ejército; Funcionarios; altas jerarquías religiosas; burguésía de los negocios; Intelectuales y profesionales; las clases medias urbanas; obreros industriales, Y el campesinado del sur peninsular. Desde Abril de 1834 contó con el apoyo Diplomático y militar de Portugal, Inglaterra y Francia (Cuádruple Alianza). Los carlistas contaban con la simpatía de austriacos, prusianos y rusos.
Los inicios de la guerra fueron
Favorables a los carlistas, pero en 1835 perdieron en el sitio de Bilbao. En el
Verano de 1837 fracasaron en su intento de tomar Madrid. Pasaron a la defensiva
Y en Agosto de 1839, el general carlista
Maroto y el general cristiano
Espartero (abrazo de Vergara) negociaron. A cambio de la rendición se
Reconocieron los grados y empleos de los carlistas. Significó la renuncia de
Navarra y su condición de reino, a cambio de una promesa de autonomía que se
Concretó en una ley de 1841.
El acuerdo de Vergara no terminó Con el carlismo. Don Carlos se exilió y, a su muerte, transmitíó sus derechos a Su hijo, Carlos VI, iniciándose así una dinastía paralela que mantuvo viva la Reivindicación.
En 1816 se intentó pactar la boda Del nuevo pretendiente con Isabel II. Pero el fracaso de la negociación y el Posterior anuncio de la boda real, desembocó en la segunda guerra (guerra Dels Matiners), entre 1846 y 1849. Los carlistas se sublevaron en Cataluña, Pero fracasaron en extender el conflicto. Durante varias décadas, el carlismo Permanecíó inactivo sin que perdiera base social en las tierras del norte.
En 1872, tras la caída de Isabel II y la venida a España de un rey extranjero, Amadeo de Saboyá, el nuevo Pretendiente, Carlos VII, volvíó a levantar a sus partidarios, iniciándose la tercera guerra. Esta vez los carlistas lograron arraigar en el País Vasco y Navarra, pero sin conquistar ninguna capital. No obstante, tras la proclamación en 1873 de la I República, muchos Monárquicos pasaron a apoyar al carlismo. Sólo a partir de la monarquía con Alfonso XII los carlistas fueron definitivamente derrotados.