La Transformación Agraria en España: El Proceso de Desamortización en el Siglo XIX
Desde el punto de vista de la economía en general, la población española aumentó a lo largo del siglo XIX, desde los 10 a los 19 millones de habitantes. Por otra parte, la industria experimentó un desarrollo significativo, aunque a menor grado que en Europa. A finales del siglo XIX, la producción agraria representaba un tercio de la renta nacional en España, por lo que se trataba de un país eminentemente agrario.
Las Desamortizaciones
Quizás las mayores transformaciones agrarias fueron las que afectaron a la propiedad de la tierra. A comienzos del siglo XIX, la mayor parte de la tierra pertenecía a los grupos privilegiados: nobleza y clero. Además, en gran medida se trataba de propiedad amortizada (Iglesia y municipios) o vinculada (nobleza), es decir, el propietario podía sacar provecho de la tierra, pero no podía venderla. En el caso de la nobleza, la tierra quedaba vinculada a través de la institución del mayorazgo (pasaba al hijo mayor para evitar su división).
Los gobiernos liberales se esforzaron por acabar con las tierras amortizadas o vinculadas (y también con el mayorazgo). En este sentido, es importante distinguir entre tierras amortizadas y vinculadas, porque las primeras pasaban al Estado, que las vendía y se convertían en propiedad privada, mientras que las segundas se transformaban directamente en propiedad privada de sus poseedores.
La desvinculación de la tierra y las desamortizaciones respondieron a diversos factores:
- Económicos: La baja productividad de las tierras amortizadas o vinculadas y la necesidad de dinero de la Hacienda Pública, gravemente dañada a causa de las guerras carlistas.
- Económicos y sociales: Crear una clase media capaz de invertir en la modernización de la agricultura y de invertir en la industria.
- Políticos: El deseo de crear una clase media adicta a Isabel II.
Antecedentes del Proceso Desamortizador
- Ilustrados del siglo XVIII quisieron acabar con el sistema señorial.
- Durante el reinado de Carlos III, Jovellanos criticó la amortización en su Informe sobre la Ley Agraria.
- El gobierno de Carlos IV (bienes de los jesuitas, 1767), Godoy (bienes del clero y municipales), las Cortes de Cádiz (no se puso en práctica) y el gobierno del Trienio Liberal, llevaron a cabo los primeros intentos desamortizadores, la mayoría con escaso efecto.
Proceso Desamortizador
En 1834 y 1835 se aprobaron dos reales decretos que suprimían la Inquisición y la Compañía de Jesús. Los bienes pasaron a la Hacienda Pública. Además, se suprimieron conventos y monasterios con menos de 12 profesas. Durante la regencia de la reina María Cristina (1833-1843) se concretó el proceso desamortizador, especialmente durante los gobiernos progresistas (1835-37).
Esta desamortización, iniciada en los años 1835-36, fue diseñada por Mendizábal (jefe del gobierno y después ministro de Hacienda), y supuso la desvinculación de las tierras de la nobleza y la desamortización de determinadas tierras de la Iglesia (las de órdenes religiosas no dedicadas a la enseñanza o la educación, que previamente habían sido disueltas). Los bienes eclesiásticos se declararon de propiedad nacional y fueron puestos en venta en subasta pública. La compra se efectuaba adquiriendo títulos de deuda o en metálico. La Iglesia perdió en España más de la mitad de sus propiedades. Las tierras fueron compradas por los nobles y burgueses ricos. En la España meridional, la propiedad se concentró aún más.
El proceso recibió las críticas de algunos progresistas como Flórez Estrada, que en un artículo criticó la venta en subasta pública de los bienes desamortizados y en su lugar proponía arrendar las tierras en enfiteusis (con una renta fija) por 50 años a los mismos colonos que las estaban trabajando a la Iglesia. Así, el Estado no perdía la propiedad de los bienes nacionales y obtenía ingresos del cobro de las rentas. Estrada advertía además que con el sistema de subasta al mejor postor solo se beneficiaba a los especuladores.
Como consecuencia de la desamortización de Mendizábal, el Vaticano rompió relaciones con el gobierno español. El Concordato de 1851, firmado durante la Década Moderada (1843-53) con el Vaticano, supuso un paréntesis en el proceso desamortizador.
La segunda gran desamortización se llevó a cabo ya durante el reinado de Isabel II (1844-1868), concretamente durante el Bienio Progresista (1854-56), bajo el gobierno de Espartero. En 1855, Madoz, ministro de Hacienda, aprobó una Ley de Desamortización General que trataba de poner fin a cualquier residuo de «manos muertas». Liberó las tierras de los concejos (municipios), tanto los bienes de propios (arrendadas por el municipio a particulares) como los comunales (utilizadas por todos los vecinos). En 1856, Narváez suspendió la ejecución de la ley y en 1858 O’Donnell la retomó. Otra vez las tierras desamortizadas fueron subastadas, pero en esta ocasión el pago solo se podía hacer en metálico (aunque al final se admitió la adquisición de títulos de deuda). De nuevo las tierras fueron a parar a manos de los ricos. Supuso el mayor cambio en la propiedad de la tierra de toda la historia de nuestro país (el caso más significativo tuvo lugar en Sevilla). Según algunos autores, la desamortización de Madoz perjudicó a los pequeños municipios, entre otras cosas porque con las ganancias extraídas de las tierras comunales se pagaba al maestro o al médico.
Las desamortizaciones se prolongaron incluso hasta 1924, cuando el ministro José Calvo Sotelo las derogó durante la dictadura de Primo de Rivera.
Consecuencias del Proceso Desamortizador
Económicas
- Más del 50% de la tierra cultivable cambió de manos. En Andalucía, la transferencia de fincas durante el siglo XIX afectó a una quinta parte de su superficie.
- Se logró paliar la grave situación de la Hacienda, contribuyendo a financiar las guerras carlistas y fomentar la construcción del ferrocarril.
- Se redefinió además un nuevo derecho de la propiedad privada de acuerdo con los principios de la economía liberal.
Económicas y Sociales
- Los pequeños campesinos apenas se beneficiaron de las desamortizaciones (salvo en algunas regiones del norte, origen en parte del actual minifundismo). Las tierras desamortizadas cayeron en su mayoría en manos de terratenientes o burgueses, que de esta forma se convirtieron en terratenientes de grandes latifundios. Estos terratenientes no invirtieron en innovaciones tecnológicas ni en la industria (no obtenían las suficientes ganancias), por lo que el objetivo del gobierno de dinamizar la economía con las desamortizaciones no se cumplió.
Políticas
- Las clases acomodadas compradoras de los bienes nacionales se vincularon por interés económico a la causa de Isabel II (lo que se encuadra en el proceso que conduce al caciquismo de la Restauración).
- La Iglesia perdió gran parte de sus fuentes de riqueza. A la desamortización se unió la eliminación del diezmo (1837).
Culturales
La desamortización supuso la pérdida de una buena parte de los bienes culturales de la Iglesia. Muchos edificios se arruinaron y además fueron vendidos también bienes muebles (pinturas, libros, mobiliario…) que pasaron a manos privadas y en muchos casos de otros países.
Medioambientales
Las consecuencias medioambientales fueron negativas, ya que fue roturado un considerable número de montes para ponerlos en producción.
Otros Cambios Agrarios
Las actividades agrarias muestran los rasgos típicos del Antiguo Régimen, con un bajo nivel de productividad derivado de la escasa inversión de capital en la mecanización del campo. La producción, a pesar de que se ve aumentada por las mejoras en el transporte y en el mercado, es proporcionalmente menor que el crecimiento de la población.
Respecto a la agricultura, los cereales en 1860 representaban el 80% del suelo agrícola español. En la primera mitad de siglo, las características del sector agrario son las siguientes: la mayor expansión de cultivos se produjo en los cereales. Además, España era autosuficiente en la producción de este cereal por varias causas: la independencia americana, las roturaciones producto de las desamortizaciones y el proteccionismo. El segundo gran protagonista de la agricultura fue la vid, que se convirtió en un producto de exportación y con una mayor productividad que el cereal. El olivar completa la tríada de mayor arraigo en España. Se extendió el cultivo del maíz, y sobre todo de la patata.
La ganadería ovina y lanar sufrió un notable retroceso, esta última como consecuencia del descenso de las exportaciones de lana, de la supresión de los privilegios de la Mesta y de las nuevas roturaciones. En cambio, aumentó la cabaña porcina.
Las actividades agrarias evolucionan de manera diferente en la segunda mitad del siglo. La superficie dedicada al cereal disminuye hasta el arancel proteccionista de 1891 por varias causas: mala calidad de las tierras, extensión de otros cultivos, y arancel liberalizador de 1869, que aumenta la competencia. El olivar andaluz, en expansión desde mediados del siglo XIX, protagonizó desde 1880 un nuevo impulso a cargo del retroceso de la viña. Los regadíos se extendieron por el Levante.
La ganadería evolucionó de manera inversa a la agricultura: la crisis de finales de siglo hizo que aumentara la cabaña ganadera.
La masa de la población agraria sufría unas duras condiciones de vida derivadas de sus bajos salarios. Estas condiciones se agravaban cuando las cosechas eran malas a causa del clima (sequías o heladas) o de alguna plaga, ya que como consecuencia de la escasez de alimento el precio se disparaba.
Se trata, en definitiva, de una agricultura que no contribuye al desarrollo de la industria, ya que dada su escasa mecanización no le oferta mano de obra y no le demanda maquinaria. Tampoco aporta a los campesinos salarios lo suficientemente altos como para consumir productos manufacturados.