La dictadura franquista fue el producto de la victoria de los sublevados contra el régimen republicano de 1931 tras tres años de guerra civil. Ésta marcó la dinámica del nuevo sistema por la gran represión de los años de posguerra (50.000 ejecutados tras 1939; el estado de guerra sólo concluye formalmente en Abril de 1948) y por la influencia de las potencias fascistas (Italia y Alemania) que le ayudaron consolidarse.
Franco quedó como único responsable del estado mediante un liderazgo absoluto que se caracterizó por el caudillaje y la lentitud en su proceso de institucionalización. En su configuración es evidente el peso de los ingredientes fascistas (Partido único -FETJONS, Sindicatos Verticales, Sección Femenina…), nacionalcatólicos (La Iglesia como referente en aspectos de moral y enseñanza, y la propia conceptualización del régimen como Cruzada) y, en menor medida, tradicionalistas. A estos elementos se añadieron los sectores conservadores (políticos y económicos) que se fascistizaron con la guerra y se sumaron al nuevo régimen, enemigo de la democracia liberal y representativa, y anticomunista.
Políticamente, se adaptó a las circunstancias generadas tras la Segunda Guerra Mundial, concediendo amplio peso los sectores católicos y conservadores, y tomando distancia de sus antiguos aliados. Sin embargo, el régimen nunca persiguió una reconciliación con los españoles exiliados, ni con los partidos ni movimientos políticos de oposición, que siempre fueron perseguidos.
El régimen se institucionalizó mediante las leyes fundamentales, siempre promulgadas directamente por Franco: Fuero del Trabajo (1938) la Ley Constitutiva de las Cortes (1942), la Ley de Referéndum Nacional (1945), el Fuero de los Españoles (1945), Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (1947), la Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958), y la Ley Orgánica del Estado (1967). Esta última supuso una importante modernización administrativa y abrió la vía para la sucesión de Franco mediante la designación de don Juan Carlos de Borbón.
En lo que a política exterior se refiere, la expectativa del franquismo durante la Segunda Guerra Mundial (1939 – 45), fue integrarse con las potencias del Eje en un proyecto de dominación de Europa, aunque la debilidad española por los destrozos de la guerra hizo que atravesara distintos estadios: neutralidad inicial, no beligerancia (División Azul), y vuelta a la neutralidad, desde 1943.
La derrota del Eje en 1945 abrió un periodo de aislamiento internacional del régimen que se mantuvo hasta que en 1953, se lograron sendos acuerdos con Estados Unidos y la Santa Sede, que le permitieron integrarse en el bloque occidental en el contexto de la Guerra Fría. España ingresó también en la ONU en 1955, y se produjo una relativa normalización política del régimen, aunque quedando al margen del proceso de construcción europea.
Por lo que respecta a la política colonial, durante el periodo se fueron perdiendo paulatinamente todas las posesiones africanas: Marruecos (1956), Guinea (1968), Ifni (1969), y finalmente el Sáhara, tras la Marcha Verde y en plena agonía del dictador (1975).
Económicamente hablando, los años cuarenta fueron pésimos por el legado de la Guerra Civil y por una política autárquica que perjudicó la producción industrial, provocando la extensión de la miseria, las enfermedades y el racionamiento. Esta política, parcialmente relajada en los años cincuenta, sólo cambió con el Plan de Estabilización Nacional (1959), base del desarrollismo posterior de los sesenta. En esa década se produjo un excepcional crecimiento del país y se configuró una extensa clase media. Esta progresión fue posible por la llegada del capital del extranjero, y por el fenómeno migratorio, tanto interior como exterior, que posibilitó un proceso de urbanización e industrialización muy notable en España.
El personal político de la dictadura fue variado, pero siempre en torno a la figura central de Franco. Cabe destacar en los primeros años a Ramón Serrano Súñer (ministro de Gobernación y de Asuntos Exteriores hasta 1942), y como fiel colaborador a Luis Carrero Blanco, presidente del gobierno asesinado por ETA en 1973. Aunque el único partido existente fue FETJONS, en los gobiernos siempre tuvieron presencia, con mayor o menor relevancia según momentos, los falangistas, los sectores católicos (Opus Dei), los militares, e incluso carlistas.
La oposición al franquismo siempre existió, y se estructuró en el exilio a partir de los partidos y grupos republicanos derrotados. Hubo un gobierno republicano en el exilio en México, y unos partidos de oposición que nunca tuvieron la fuerza para amenazar la continuidad del régimen. Más relevante fue la oposición interior, inicialmente con la lucha armada de los huidos de los primeros años, y luego mediante, el Maquis, guerrilla que fue importante en zonas rurales montañosas entre 1944 y 1952. El Partido Comunista de España (PCE) fue la principal formación en la actividad clandestina contra la dictadura, aunque también hubo sectores monárquicos en torno a don Juan de Borbón. La reunión de Múnich en 1962 fue el acto político más importante de la oposición moderada interna y externa de los sesenta. Pero lo más significativo desde 1956, fue la aparición de una movilización estudiantil en la Universidad, que junto con sectores obreros juveniles, protagonizó los primeros desafíos contra el régimen. A ellos se unió, ya en los años setenta, la movilización vecinal ante las necesidades de equipamientos en los barrios. Desde fines de los sesenta, las manifestaciones culturales (cantautores…), y la actitud crítica de la Iglesia de base (curas obreros) socavaron todavía más la posición de la dictadura.
Es la presión de estos sectores, en un contexto de modernización económica y social del país que demandaba cambios políticos, la que motivó continuos estados de excepción y represión. La crisis de la dictadura también se agravó durante los últimos años a causa del terrorismo de ETA y del FRAP.
En el momento final del régimen, y ante estas circunstancias, su propia clase política se dividió entre los sectores inmovilistas, partidarios del continuismo, y los aperturistas, que veían inevitable una limitada liberalización política. Tras la muerte del general Franco el 20 de Noviembre de 1975, se inició un proceso de democratización que supuso la superación de las consecuencias de la Guerra Civil y el retorno de los exiliados.