Liberalismo moderado definición

Durante los últimos años del reinado de Isabel II, un grupo de políticos demócratas y progresistas firmaron un pacto en la ciudad belga de Ostende (1866) que incluía un acuerdo para destronar a la reina. En 1868, dos años después de este pacto, la Armada española, dirigida por el almirante Topete se sublevó contra la monarquía de Isabel II. Lo que inicialmente era un pronunciamiento militar más se convirtió en un movimiento revolucionario, en el que los sectores populares ocuparon las plazas de sus localidades al grito de “Mueran los Borbones” y “Viva España con honra”. Se reclamaba la implantación de derechos democráticos (sufragio universal, libertad de imprenta, de culto y asociación) y también la supresión de los consumos y las quintas. En pocos días triunfó la revolución, denominada como “La Gloriosa”. Isabel II y su familia se exiliaron en Francia.

Como primera medida, los revolucionarios, encabezados por los generales Francisco Serrano y Juan Prim, convocaron elecciones para que las nuevas Cortes redactaran una Constitución que sustituyera a la de 1845. La nueva Carta Magna, promulgada en Junio de 1869, establecía el sufragio universal (masculino); garantizaba las libertades de expresión y de imprenta, de reuníón y de asociación; el Estado se comprometía al mantenimiento de la Iglesia Católica, pero permitía la libertad de culto; la monarquía seguía manteniéndose como forma de Estado. Esta última cuestión planteaba un problema grave, ya que en aquellos momentos la familia real española estaba en el exilio. Por ello, se buscó un candidato entre las cortes europeas. Finalmente, el general
Prim, jefe del Gobierno, ofrecíó el trono al príncipe Amadeo de Saboyá, perteneciente a la casa real italiana y de un marcado carácter liberal.

Amadeo I reinó poco más de dos años (1870-1873) y asumíó el papel de monarca constitucional, que reina pero no gobierna. Se encontró un país con graves problemas políticos. La mayoría de los partidos le ignoraban y se disputaban el poder en el Congreso. Además, su principal defensor, el general Prim, fue asesinado poco antes de su llegada a Madrid.

El nuevo rey tuvo que hacer frente a una fuerte oposición: por un lado, estaban los republicanos y gran parte de los sectores populares, reticentes al sistema monárquico; por otra parte, los carlistas iniciaron nuevas insurrecciones que desembocaron en la tercera Guerra carlista;
Mientras tanto, en Cuba, se sucedieron los levantamientos contra el Gobierno, debido a que los propietarios de las plantaciones de caña de azúcar no aceptaban los decretos de abolición parcial de la esclavitud. Ante esta difícil situación, en 1873 Amadeo I abdicó y volvíó a Italia.


Tras la abdicación del rey Amadeo I, las Cortes votaron por gran mayoría la implantación de una República.

La falta de políticos convencidos del republicanismo y la desconfianza que la nueva forma de gobierno suscitaba entre los sectores populares (obreros campesinos) fueron los principales problemas con los que tropezó la joven república.
Las clases populares no obtuvieron una respuesta clara a sus demandas de supresión de impuestos y del injusto sistema de reclutamiento, las quintas. Además, la república tenía en contra a los políticos conservadores, buena parte de la jerarquía eclesiástica y los carlistas.

El corto periodo que duró estuvo lleno de dificultades. Los jornaleros del sur pedían el reparto de los numerosos latifundios, cuestión que los gobernantes republicanos ni se habían planteado. En Cataluña se intentó crear un estado dentro de la República Federal Española. Uno de los principales problemas fue la proclamación de cantones, pequeños territorios que se proclamaban soberanos frente al Estado Central. Si a esto se le añade la Tercera Guerra Carlista y la Guerra de Cuba, queda claro que la consolidación de la república era casi imposible. Durante el año que duró se sucedieron cuatro presidentes: Estanislao Figueras, Francisco Pi i Margall, Nícolás Salmerón y Emilio Castelar.

Finalmente, un nuevo pronunciamiento puso fin a esta situación. En Enero de 1874, el general Manuel Pavía entró con las tropas en el Congreso, lo disolvíó y le entregó el poder al general Francisco Serrano, quien decidíó autoproclamarse presidente vitalicio de la República y gobernó dictatorialmente durante doce meses, hasta que se produjo la restauración monárquica con el Golpe de Estado del general Arsenio Martínez Campos (29 de Diciembre de 1874) a favor de Alfonso XII, hijo de Isabel II.

En conclusión, el Sexenio Revolucionario fue un periodo en el que triunfaron los principios del liberalismo radical y democrático, que se apoyan en los conceptos de soberanía nacional y sufragio universal. Con ello, se intenta superar el liberalismo moderado que había triunfado durante el reinado de Isabel II.


sufragio universal masculino o la igualdad de derechos entre insulares y peninsulares. Pero las reformas llegaron demasiado tarde: los independentistas cubanos contaban con el apoyo de los estadounidenses y se negaron a aceptar el fin de la guerra.

Por otra parte, en Filipinas la población española era escasa y los capitales invertidos, poco importantes. Durante tres siglos, la soberanía española se había mantenido gracias a una pequeña fuerza militar y a la presencia de varias órdenes religiosas. El deseo independentista se concretó en la fundación de la Liga Filipina de José Rizal y en la organización “Katipunan”, que pedían la expulsión de los españoles y la confiscación de sus latifundios. Se produjo una rebelión en 1896 contra las tropas españolas en una guerra de guerrillas. Desde España se envió al general Fernando Primo de Rivera, que firmó una paz temporal con los rebeldes filipinos en 1897.

La ocasión de iniciar una guerra contra España la encontró Estados Unidos a principios de 1898, al culparla de la explosión del acorazado americano Maine, anclado en la bahía de La Habana, que costó la vida de 260 marinos estadounidenses. España negó que tuviera algo que ver con la explosión del Maine, pero la campaña medíática realizada desde los periódicos de William Randolph Hearst convencieron a la mayoría de los estadounidenses de la culpabilidad de España. Estados Unidos acusó a España del hundimiento y le declaró la guerra. Las tropas españolas fueron rápidamente derrotadas en batallas como la de Santiago de Cuba o la de Cavite (en Filipinas).

En realidad, el enfrentamiento por Cuba mostraba la lucha entre un imperialismo moribundo, el español, y uno que estaba naciendo y que iba a marcar los tiempos posteriores, el norteamericano.

En Diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, por el que España reconocía la independencia de Cuba, y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam (en las Marianas) a Estados Unidos, a cambio de una compensación de 20 millones de dólares. En 1899, España entregó al Imperio alemán las islas Carolinas, las Marianas (excepto Guam) y las Palaos, a cambio de 25 millones de pesetas.

En cuanto a las consecuencias del Desastre, la derrota contra EEUU y la pérdida de unos 50.000 hombres produjo una intensa conmoción en la población española. Otra secuela del Desastre del 98, fue una crisis de la conciencia nacional, expresada a través de los autores de la Generación del 98; y un auge de los movimientos nacionalistas (vasco y catalán, sobre todo). Por otra parte, se desarrolló el llamado Regeneracionismo, una propuesta de reforma y modernización política y educativa cuyo principal impulsor fue Joaquín Costa. El pensamiento regeneracionista podría explicarse así: la democracia había sido imposible en España porque la voluntad popular había sido anulada por el caciquismo. Para Costa era fundamental acabar con éste para recuperar la verdadera democracia y permitir el progreso de España.

En conclusión, en el plano internacional el Desastre del 98 supuso el descrédito de España, que pasó a ser una potencia secundaria. A nivel nacional, el Desastre se convirtió en símbolo de la crisis del sistema de la Restauración.

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