Liberalismo moderado definición

EL SEXENIO Democrático

A partir de 1866, una serie de crisis ponen fin al reinado de Isabel II. La crisis económica enlazó con una crisis europea (crack bursátil). Fue un crisis industrial y financiera debido al parón en la construcción del ferrocarril y a la escasez de algodón en la industria textil catalana por la Guerra de Secesión Americana, pero también una crisis de subsistencias debido a las malas cosechas, que produjo la subida de precios, hambre y enfermedades. En este ambiente, era evidente el malestar político y el descrédito de la reina por el creciente conservadurismo, el favoritismo hacia el Partido Moderado y la marginación de los progresistas.

A ello se unieron dos hechos puntuales: los trágicos sucesos de la Noche de San Daniel (1865) y la sublevación del cuartel de San Gil (1866). Este hecho llevó a la alianza en la oposición dirigida por Prim y Serrano: el Pacto de Ostende (1866) entre demócratas y progresistas (y, más tarde, la Uníón Liberal), para destronar a Isabel II. La oposición desembocó en Septiembre de 1868 en La Gloriosa, pronunciamiento militar dirigido por Serrano, Prim y Topete. El levantamiento se extendíó por numerosos acuartelamientos y se formaron Juntas Revolucionarias, con el apoyo popular de los Voluntarios de la Libertad.

Las Juntas Revolucionarias dieron paso a un gobierno provisional presidido por Serrano y Prim en el Ministerio de Guerra, con unionistas y progresistas, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes mediante sufragio universal masculino, en las que triunfó la coalición gubernamental. En este ambiente, el Partido Demócrata se escindíó entre cimbreos y republicanos.

Las Cortes aprobaron la Constitución de 1869, que establecía la soberanía nacional, el sufragio universal masculino, el reconocimiento de derechos y libertades (manifestación, asociación, enseñanza, libertad religiosa), la monarquía democrática, la división de los poderes y unas cortes bicamerales con capacidad legislativa. Tras la constitución, Serrano asumíó una regencia cuyo principal objetivo fue buscar un nuevo rey. Finalmente, Prim trajo al trono a Amadeo de Saboyá.


En su breve reinado (Enero de 1871- Febrero de 1873), Amadeo I se encontró con fuertes problemas: a su llegada, Prim, su principal apoyo, fue asesinado. Además, hubo de hacer frente a la oposición de carlistas y alfonsinos, apoyados por la Iglesia; a los republicanos federalistas, y al incipiente movimiento obrero de tendencia internacionalista. En este ambiente, la coalición de 1868 se dividíó en el Partido Constitucional de Sagasta y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla. A ello se añadió la Guerra de Cuba, que iniciada en 1868 con el Grito de Yara se amplió a una guerra de independencia colonial de larga duración; y la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).

Ante tal situación, Amadeo I abdicó en Febrero de 1873 y las Cortes proclamaron la I República (Febrero 1873 – Enero 1874) como una situación de vacío de poder. La República tuvo cuatro presidentes: Figueras, Pi y Margall, Samerón y Castelar, signo de la debilidad del gobierno. Y es que encontró la oposición de carlistas y alfonsinos, además de la división de los republicanos en federalistas y unionistas. Por otra parte, chocaban las demandas de la burguésía con las del campesinado y el movimiento obrero.
Durante la presidencia de Pi y Margall se redactó el Proyecto de Constitución Federal de 1873. Se tomaron otras medidas como la supresión de las quintas y la abolición de la esclavitud. Pero la agitación social era continua. Los campesinos andaluces ocuparon tierras y los obreros organizaron huelgas generales (revolución del petróleo). Seguía la guerra de Cuba y la Tercera Guerra Carlista y estalló el Cantonalismo, promovido por federales intransigentes.

La consecuencia inmediata del movimiento cantonal fue la dimisión de Pi i Margall y su sustitución por Salmerón, que inició una fuerte acción militar. Su negativa a firmar las penas de muerte contra líderes cantonales dio paso a Castelar, que se acercó a la derecha para poder mantener el orden público con el respaldo militar, y que suspendíó las garantías constitucionales.

La consecuencia inmediata del movimiento cantonal fue la dimisión de Pi i Margall y su sustitución por Salmerón, que inició una fuerte acción militar. Su negativa a firmar las penas de muerte contra líderes cantonales dio paso a Castelar, que se acercó a la derecha para poder mantener el orden público con el respaldo militar, y que suspendíó las garantías constitucionales.


LA RESTAURACIÓN

Tras el fracaso de la I República, Cánovas del Castillo preparó la vuelta de los Borbones en Alfonso XII. Para ello publicó el Manifiesto de Sandhurst, que recogía el programa de la nueva monarquía: un régimen conservador y católico que garantizaría el funcionamiento del sistema político liberal (propiedad, libre comercio). Pero fue el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto (Diciembre de 1874) el que proclamó rey a Alfonso XII.

Se iniciaba así la Restauración (1874-1931), un largo período de estabilidad política, cuyas bases institucionales se establecieron en la Constitución de 1876. Basada en el liberalismo doctrinario, recogía la idea de la monarquía como institución incuestionable, donde el monarca gozaba de amplios poderes: derecho a veto, nombramiento de ministros, potestad de convocar, suspender o disolver las Cortes… La soberanía era compartida entre la Corona y las Cortes, y estas últimas, bicamerales (Congreso y Senado). Establecía el sufragio censitario (desde 1890 sufragio universal masculino); declaraba la confesionalidad católica del Estado, aunque toleraba el culto privado de otras religiones; remitía los derechos a leyes ordinarias; y propónía un estado centralista.

De cara a mantener la estabilidad institucional, Cánovas diseñó el sistema político bipartidista y de alternancia en el poder de los grandes partidos dinásticos: el Partido Conservador de Cánovas y el Partido Liberal de Sagasta. Ante el desgaste del gobierno, el rey disolvía las Cortes y se convocaban elecciones, aunque los diputados que debían salir ganadores ya estaban establecidos por el “encasillado”. El turno se garantizaba con el fraude electoral (“pucherazos”, “lázaros”), posible gracias a la abstención y manejado por los caciques locales, que ejercían la compra del voto o coacción.

El reinado de Alfonso XII (1875-85) se inició con el gobierno Conservador (1875-81), que elaboró la Constitución de 1876 y que dio fin a la III Guerra Carlista y a la Guerra de los Diez Años de Cuba (Paz de Zanjón). En 1881 Sagasta formó un primer gobierno Liberal, siendo sustituido de nuevo por Cánovas en 1884. El temor a una desestabilización del sistema tras la muerte de Alfonso XII en 1885 llevó a la firma del Pacto de El Pardo para consagrar el “turnismo”.
Entre 1885 y 1890 se dio el gobierno Liberal de Sagasta, con el que se iniciaba regencia de María Cristina de Hasburgo (1885-1902), y que desarrollaría una importante obra reformista .
En la última década se mantuvo el turno pacífico. El asesinato de Cánovas del Castillo en 1897 derivó en la crisis del Partido Conservador, mientras que comenzaban las disidencias internas y la descomposición progresiva de ambos partidos.


La oposición al sistema político estuvo representada por diversos grupos, como el carlismo, derrotado una vez más en 1876; o los republicanos, divididos en diversos partidos. Por añadido, nacieron los nacionalismos periféricos, especialmente en Cataluña y el País Vasco. El nacionalismo catalán se desarrolló sobre el Renacimiento cultural y literario (La Renaixença) y el federalismo político de Pi y Margall. En 1891 surgíó la Uníó Catalanista, cuyo programa quedó recogido en las Bases de Manresa. El nacionalismo vasco, por su parte, surgíó como respuesta a la supresión de los fueros tras la Tercera Guerra Carlista. El promotor ideológico, Sabino Arana (fundador del PNV), defendíó la superioridad de la lengua, las costumbres y la raza vasca, el catolicismo y el antiespañolismo.

La oposición al sistema político estuvo representada por diversos grupos, como el carlismo, derrotado una vez más en 1876; o los republicanos, divididos en diversos partidos. Por añadido, nacieron los nacionalismos periféricos, especialmente en Cataluña y el País Vasco. El nacionalismo catalán se desarrolló sobre el Renacimiento cultural y literario (La Renaixença) y el federalismo político de Pi y Margall. En 1891 surgíó la Uníó Catalanista, cuyo programa quedó recogido en las Bases de Manresa. El nacionalismo vasco, por su parte, surgíó como respuesta a la supresión de los fueros tras la Tercera Guerra Carlista. El promotor ideológico, Sabino Arana (fundador del PNV), defendíó la superioridad de la lengua, las costumbres y la raza vasca, el catolicismo y el antiespañolismo.

La firma del Tratado de París en 1898 supuso la liquidación del Imperio colonial español: declaró la independencia de Cuba ̶ tras la Paz de Zanjón y el malestar por el Arancel de 1891 se había producido la Guerra Chiquita y el Grito de Baire hasta la guerra hispanonorteamericana de 1898 ̶ ; y Filipinas, Guam y Puerto Rico fueron entregadas Estados Unidos. Ello sumíó a la Restauración en una grave crisis política y moral, que impulsó el Regeneracionismo de Joaquín Costa, crítica al funcionamiento del sistema político basada en el aislamiento del cuerpo electoral, en la corrupción de los partidos (“Oligarquía y caciquismo”) y en atraso respecto a Europa; y que expuso la necesidad de iniciar un proceso de reformas. Para modernizar la vida social y política del país.


LA CRISIS DE LA Restauración

El desastre de 1898 sumíó al sistema de la Restauración en una grave crisis política y moral, que impulsó el Regeneracionismo de Joaquín Costa, crítica al funcionamiento del sistema político basada en el aislamiento del cuerpo electoral, en la corrupción de los partidos y en el atraso respecto a Europa. Se iniciaba una nueva fase de la Restauración, marcada por la subida al trono de Alfonso XIII en 1902,
cuyo intervencionismo, unido a la participación del ejército en la vida política, incrementaría la oposición: se fortalecíó el republicanismo (Partido Republicano Radical -1908); en el movimiento obrero se consolidaron el socialismo (PSOE) y el anarcosindicalismo (CNT y movimiento literario); crecieron los nacionalismos, especialmente el catalán y el vasco; y el carlismo mantuvo su presencia.

Por añadido, el clima político se vio debilitado por la muerte de Cánovas y Sagasta y las divisiones internas entre los partidos dinásticos, encabezados ahora por Antonio Maura (Partido Conservador) y José Canalejas (Partido Liberal).

Entre 1898 y 1912, los gobiernos, influidos por el regeneracionismo, trataron de iniciar un proceso de reformas para modernizar la vida social y política del país. Las medidas más destacadas del gobierno largo de Maura (1907-1909) fueron la Ley Electoral de 1907, que establecía el voto obligatorio para movilizar a la “masa neutra”; una Ley de Administración Local que no llegó a aprobarse; y la creación del Instituto Nacional de Previsión, antecedente de la Seguridad Social. Le siguió el gobierno liberal de Canalejas (1910-1912), que promulgó la Ley de Reclutamiento por la que se establecía el servicio militar obligatorio; la Ley del Candado, que prohibía durante dos años la instalación de nuevas ordenes religiosas; y la Ley de Mancomunidades, que otorgaba más autonomía a las regiones.

En política exterior, España trataba de recuperar un prestigio perdido en el 98 mediante una nueva guerra en Marruecos. En la Conferencia de Algeciras (1906) llegó a un acuerdo para el reparto con Francia.


Uno de los problemas más sonados de este periodo fue el nacionalismo catalán, con el asalto a las sedes de periódicos catalanistas (Cu-Cut y La Veu de Catalunya) por parte de oficiales del ejército. Como resultado se promulgó la Ley de Jurisdicciones (1906), que propició la coalición en la Solidaritat Catalana. En 1909, el clima de tensión por la movilización de reservistas barceloneses hacia Marruecos se vio agravado por el Desastre del Barranco del Lobo, lo que desembocó en la Semana Trágica. Esta estuvo marcada por el anticlericalismo, antimilitarismo y el antibelicismo, producíéndose quema de conventos, enfrentamientos con el ejército… El gobierno ejercíó una fuerte represión, que incluyó la ejecución del anarquista Francisco Ferrer i Guardia, convertido en mártir de la lucha obrera. Además, la Semana Trágica causó la caída de Maura y obligó a Alfonso XIII a traspasar el gobierno a los liberales.

A partir de 1912, la decadencia y fragmentación del régimen sería imparable. Durante la I Guerra Mundial (1914-1918) se exportaron productos de primera necesidad, lo que causó su escasez y encarecimiento en España. La situación empeoró con la crisis de 1917, iniciada con el problema militar con las Juntas de Defensa, descontentas por el sistema de ascensos por méritos de guerra. Por otra parte, estuvo el problema político con la Asamblea General de Parlamentarios, en la que se reunieron los líderes de la oposición; y la Huelga General de 1917, que pretendía abaratar pacíficamente los productos de primera necesidad. No obstante, la tensión se acrecentó a raíz de un conflicto ferroviario en Valencia.

Entre 1917 y 1923 se desarrollaron los gobiernos de concentración, que aceleraron todavía más la descomposición política de los dos grandes partidos y del turno. El fortalecimiento de la oposición, unido a la crisis económica posbélica aumentó la conflictividad social: huelgas obreras (La Canadiense), sindicalismo, pistolerismo… A ello se unieron numerosas movilizaciones campesinas por influencia de la Revolución Rusa. Pero el golpe de gracia al sistema vino de la mano de la Guerra de Marruecos, cuando en 1921 se produjo el Desastre de Annual: tras la Gran Guerra y con la reanudación del intervencionismo francés, volvieron las acciones para concluir la ocupación del territorio. Sin embargo, una mala planificación llevó a que las tropas del general Silvestre fueran arrinconadas en Annual por Abd-el-Krim, perdiendo la vida más de trece mil soldados.

El desastre provocó tensiones políticas y motivó una investigación (Expediente Picasso) para buscar culpables. Sus resultados iban a ser leídos públicamente en el Congreso, pero el 13 de Septiembre de 1923, Primo de Rivera daría un Golpe de Estado de guante blanco, apoyado por el rey, que triunfó sin resistencias dado el descrédito del sistema.


MANIFIESTOS DE SANDHURST

Se trata de una fuente primaria de carácter político. Su autor formal es Alfonso de Borbón, futuro Alfonso XII. Sin embargo, el verdadero autor es Cánovas del Castillo, político liberal moderado. Está escrito en la Academia Militar de Sabdhurst donde Alfonso completaba su formación. Cánovas pide a un joven Alfonso que firme la carta, con el fin de restaurar la monarquía y crear un nuevo régimen. La situación de 1874 bajo la dictadura de Serrano y enfrentamientos bélicos en Cuba, con el bando carlista y el cantonalismo favorecen esta opción. El destinatario era Cánovas, pero realmente se dirige al público en general, con la intención de convencer a la nacíón de las intenciones liberales del aspirante al trono.

La idea principal es el ofrecimiento del joven Alfonso de Borbón de encabezar la restauración borbónica en España. En el primer párrafo, Alfonso, destaca su legitimidad al trono. Alude a la generosidad de su madre, Isabel II, por abdicar en él.

En los dos siguientes párrafos, Alfonso hace una defensa de un sistema monárquico parlamentario, dando a entender que mediante las Cortes, el pueblo puede ejercer su soberanía y solucionar los problemas que padece España. En los últimos párrafo desea que España sea como «las naciones más grandes y prósperas», haciendo clara alusión a Gran Bretaña, donde existe un sistema monárquico parlamentario y haciendo patente la necesidad de erradicar de la política las nuevas ideas como el «carlismo» o el «federalismo» a las que tilda de «sofismas pérfidos» y volver a las tradición política de la historia de España, de estado monárquico y centralizado. En el último párrafo, deja claras sus aspiraciones e intenciones políticas: católico y liberal. Es importante la declaración religiosa, ya que España a finales del XIX seguía siendo un país eminentemente católico.


Con el Manifiesto de Sandhurst, se abre el periodo de la Restauración, aunque Cánovas, el verdadero artífice de la Restauración prepara una vuelta tranquila del legítimo heredero de España, los acontecimientos se precipitan con el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto. Entonces, se forma un gobierno provisional con Cánovas, volviendo Alfonso XII en Enero de 1875 en un ambiente sin agitaciones, ya que la dictadura de Serrano, envuelta en la guerra carlista, la de Cuba y la cantonalista, hacía crecer en la opinión pública el deseo de un cambio de régimen de manos de Alfonso de Borbón.

Una vez proclamado rey, comienzan una serie de cambios en la política española que dará lugar, al periodo constitucional más largo conocido en España. El primer cambio será una pacificación militar: en 1876 se consiguió la victoria definitiva sobre los carlistas, en 1878 se firma la Paz de Zanjón, que termina con la Guerra de Cuba y se extinguen los pocos focos existentes del movimiento cantonalista.

En 1876 se aprueba una Constitución que se caracterizará por su flexibilidad, que permitía ajustarse a los dos partidos dominantes, aunque en el fondo tenía un carácter fundamentalmente conservador: Soberanía compartida, Cortes, figura del rey inviolable y con bastantes poderes y Estado confesional.

Cánovas creó un sistema basado en el turnismo que consistía en que el Partido Liberal Conservador y el Partido Liberal Fusionista, se alternaran pacíficamente en el poder. Esto se hacía mediante la manipulación electoral  realizada por el Ministro de Gobernación y una extensa red clientelar. De este modo, la Constitución quedaba en papel mojado

A pesar de las grandes intenciones de Cánovas del Castillo, el sistema de la Restauración no consiguió resolver la mayoría de los problemas de España, entre otras cuestiones por las diferentes guerras o la crisis económica tras la Primera Guerra Mundial, optando Alfonso XIII por ceder el poder a Miguel Primo de Rivera en 1923 que instauró una dictadura que dio fin al periodo conocido como Restauración.


PROCLAMA DE LA GLORIOSA DE 1868

Nos encontramos ante un texto histórico-circunstancial de contenido político. Es una fuente primaria. El destinatario es la nacíón española. Su autor es colectivo, firmado por los protagonistas pertenecientes al estamento militar de la sublevación de Cádiz. El documento da inicio a «la Gloriosa», revolución que implanta por primera vez en España el sufragio universal masculino, tratando de establecer un régimen liberal democrático.

La idea principal del texto es la justificar el pronunciamiento contra la Monarquía de Isabel II, argumentando que el régimen liberal establecido no es un gobierno de todos los españoles y que atenta contra el orden y la moralidad. Pide también, el apoyo de todos los españoles para regenerar la política española.

Entre las ideas secundarias se habla de crear una legalidad común, basada en una Constitución, que nao se modifique cada vez que cambia el partido que llega al gobierno la soberanía nacional y la implantación del sufragio universal.

El manifiesto hace un llamamiento a los “liberales”. El liberalismo reclama el establecimiento de una Constitución, como norma máxima que garantice libertades y derechos de los ciudadanos.

A partir de 1848, con las revoluciones liberales de ese año y los siguientes aparecen nuevos movimientos políticos, como el movimiento obrero y el demócrata que reivindica el sufragio universal masculino.

En España los liberales que sigue la corriente del liberalismo doctrinario, más elitista y que favorece a las clases altas, se encuentran en el Partido Moderado. Existe una opción de Centro, el Partido Uníón Liberal, tratando de combinar tesis doctrinarias y otras más progresistas. El Partido Progresista, que acepta el sufragio censitario y la soberanía compartida entre Rey y Cortes. Y finalmente, el Partido Demócrata, escisión del Partido Progresista, que reclama la soberanía popular y el sufragio universal.

Desde 1866 se suceden gobiernos breves e inestables, liderados por la Uníón Liberal y el Partido Moderado. En estos años se produce una crisis económica en Europa, que sufre el país a partir de 1866, con quiebras de bancos y empresa. De este modo, existe un descontento general del pueblo con la corona, debido a los conocidos desmanes de la reina, o el fracaso en campañas exteriores. Además, fallecen O’Donnell y Narváez, líderes de la Uníón Liberal y del Partido Moderado, principales apoyos de Isabel II. El sistema político isabelino está en crisis, reaccionando con represión. Todo esto lleva a la oposición a no participar en las elecciones desde 1863  y se aglutinan Progresistas y Demócratas con un programa común reflejado en el Pacto de Ostende de 1866, que establece el fin del reinado de Isabel II, una nueva constitución y la soberanía popular. En estos años se producen numerosos pronunciamientos que fracasarán.


Finalmente, el almirante Topete se subleva en Cádiz, teniendo toda la Armada a sus órdenes. Prim, se pone al mando de la rebelión contando con el apoyo del general Serrano . Poco después, se organizan Juntas Revolucionarias en las principales ciudades del país que asumen el poder local. La reina Isabel II, tras la batalla de Álcela y su derrota, decide cruzar la frontera y exiliarse en Francia, lo que supone «de facto» el triunfo de la revolución «La Gloriosa».

Tras el triunfo de la Revolución, Prim forma un Gobierno Provisional y convoca elecciones a Cortes Constituyentes con el triunfo de los Progresistas que redactan la primera Constitución democrática de España, con un amplio reconocimiento de derechos, sufragio universal masculino, sistema bicameral (Congreso de los Diputados y Senado), la Monarquía Parlamentaria y una clara división de poderes (el ejecutivo al Rey y al consejo de ministros, el legislativo a las Cortes y el Judicial a los tribunales). Además Prim buscó candidatos para el trono entre las principales casas reales europeas, siendo finalmente elegido Amadeo de Saboyá en 1871. 

El nombramiento de Amadeo I da lugar a una oposición republicana, así como una oposición «alfonsina» que pretendía la restauración borbónica en la figura de Alfonso XII. La muerte del general Prim, principal valedor de Amadeo de Saboyá, más la complicación del escenario político, con el inicio de la Guerra de Cuba en 1868, llevó a Amadeo I a abdicar en 1873 y a la proclamación de la I República. La situación era muy complicada, pues a la guerra de Cuba, y a la oposición alfonsina, se une la Guerra Carlista y el movimiento cantonalista. Para acabar con la República y el regreso de los Borbones, Martínez Campos realiza un pronunciamiento en Sagunto, que acelera la Restauración de Alfonso XII y la instauración de una sistema político inspirado en el turnismo inglés.

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