fines del siglo VI nacíó Mahoma en la ciudad de la Meca. Fue el hombre llamado a cambiar la manera de pensar y sentir de sus compatriotas. Huérfano de madre a los seis años, tuvo una infancia muy dura y muy joven fue conductor de las caravanas que se encaminaban a Egipto, Palestina y el Golfo Pérsico.
Durante esos viajes se relaciónó con judíos y cristianos y llegó a la conclusión de debía reformar la religión de su pueblo.
A los cuarenta años se sintió profeta y comenzó a predicar una nueva religión a la que designó con el nombre de Islam, que significa resignación a la voluntad de Dios. Los historiadores musulmanes fijan el año
611 como la fecha inicial de la predicación islámica. Mahoma invocaba el nombre de un Dios verdadero: Alá, de quien era único profeta. Los comienzos fueron difíciles, pues no logró convertir más que a su esposa y
a unos pocos amigos, y tropezó con una fuerte oposición en La Meca donde fue perseguido y se refugia en Medina durante varios años. (La hégira)
Emprende una guerra abierta contra sus opositores y logra unir a los árabes bajo un mismo signo: la media luna.
En el año 630 se presentó en La Meca al frente de 10.000 hombres, que derribaron y destruyeron los ídolos que rodeaban la Cava y se apoderó de la ciudad que quedó reservada a los creyentes. Seguidamente continuó la guerra santa, hasta conseguir que todas las tribus árabes adoptaran el Islamismo. Su pensamiento puede concretarse en que no hay más Dios que Alah y Mahoma
es su profeta. La doctrina religiosa del profeta es muy sencilla y se halla contenida en el Corán, libro sagrado de los musulmanes. Murió a los 62 años de edad, dejando su obra terminada. ISLAM: La religión la fundó Mahoma en el año 622. Era un extraordinario orador y expónía su doctrina con un lenguaje claro, atrayendo a quienes lo escuchaban, que tomaban nota de todas sus prédicas y que luego de su muerte las condensaron
en un libro llamado El Corán, que significa lectura. La vida de los creyentes musulmanes está marcada por las oraciones, desde el
nacimiento hasta el instante de la muerte. Los principales deberes del buen musulmán son: el ayuno, el rezo cotidiano, la peregrinación
a La Meca por lo menos una vez en la vida, la limosna, dar reverencias mirando hacia la Meca y la guerra santa contra los infieles. El Corán propugna el perdón de las injurias y ensalza la práctica de las obras de misericordia, prohíbe el adulterio, el homicidio y el robo, así como el consumo del vino, la carne de cerdo y la práctica de los juegos de azar. Los musulmanes creen que el hombre existe como exponente supremo de la creación de Alá y que debe construir su propio destino, es libre en su voluntad y sus acciones y puede decidir seguir o no el camino que Alá le ha mostrado a través de su profeta Mahoma. No pueden adorar ninguna imagen u objeto. Todo musulmán debe luchar en la guerra santa defendiendo la media luna. Expansión: Los principales clanes árabes no aceptaron de inmediato la religión, ya que temían por su poder económico y social. Mahoma organiza una intensa ofensiva militar y diplomática que ataca las líneas comerciales de la Meca y le va restando aliados.
En el año 630 se pacta la conversión de La Meca. El profeta bendice la piedra de la Kaaba que recoge la revelación de Abraham y retira las imágenes de los ídolos convirtiéndola en el centro religioso del Islam. Cuando muere toda la península está bajo el control de Mahoma
A quince años de la muerte del profeta, el estandarte de la Media
Luna ondeaba en Damasco, Antioquía, Jerusalén, Trípoli, Egipto y gran parte del Norte de África. Asía Central, el Cáucaso y la Cirenaica son los límites de la primera expansión musulmana. Sus ejércitos aprovecharon el fervor religioso y la unidad de los nómadas sacando ventajas militares una rápida caballería móvil frente a las extenuadas tropas imperiales
Conquistaron toda la Persia, el Turquestán y los territorios situados en las orillas de los mares Negro y Caspio. En el año 711 cruzaron el estrecho de Gibraltar, derrotaron a los visigodos españoles en las márgenes del Guadalete, se desparramaron por toda la Península Ibérica.
En el año 750 tuvo lugar una profunda revolución en el mundo musulmán cuando la dinastía de los Omeyas fue derrotada por Abul- Abbas, fundador de la dinastía de los Abbasidas estableciendo su capital en Bagdad. España se separó en el año 755 y Egipto en 868. Los turcos encargados de defender al califa, constituían la base del Ejército cuya influencia fue en aumento, hasta llegar al extremo de que si bien el califa era el titular del poder espiritual, los turcos acabaron por ser los amos absolutos del Estado. El califato de Bagdad llevó una vida muy floreciente desde finales del siglo VIII hasta los comienzos del IX. El vasto Imperio que se hallaba dividido en 28 provin cias, abarcaba los territorios comprendidos en el rectángulo formado por el Indo, el Sáhara, el Atlántico y el Cáucaso.
El gran logro de los abbasis fue la unidad cultural e intelectual que se extendíó por todo el mundo árabe constituyendo el siglo IX un auténtico siglo de oro. El árabe se convierte en la lengua oficial y común de todos los súbditos del Imperio y se produce la fusión del saber oriental y helenístico.
A partir del Siglo X se inicia el resquebrajamiento político del mundo musulmán provocado por el crecimiento de las disensiones políticas y religiosas en las zonas más alejadas del área Irání donde se sitúa el poder central.
La centralización de un poder teocrático en la figura del califa y la propia tradición de luchas intestinas entre los árabes marcará el comienzo de una decadencia que en el Siglo X acaba con el fin de la expansión clásica del Islam.
El verdadero triunfo del Islam es su capacidad para ganar y asimilar elementos étnicos de los más diversos orígenes fundíéndolos en una única comunidad religiosa y cultural. El mundo musulmán se convierte en depositario del saber clásico que conserva y se transmite a la Europa Occidental enriquecido con las aportaciones orientales.